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antes del siglo XIII, fueron del todo reconstruidas entonces. Aunque à la ligera, como cuadra á nuestro objeto, vamos á examinarlas.

Sabido es que al declararse en Roma en tiempos de Constantino la religion católica como religion del Estado, el César autorizó å los sacerdotes para dedicar á su culto los templos de la antigua teologia. Estos rehusaron el donativo por no acomodarse aquellos edificios á las ceremonias de la nueva religion, y la primer iglesia se instituyó en la basílica, edificio que servia de tribunal de comercio y cámara de contratacion, y en donde en tiempos anteriores debió dar justicia el rey, segun se colige de la etimología de su nombre.

Es cosa tambien harto sabida, que en las primeras construcciones se adoptó el edificio cerrado al exterior, circunstancia principal que le hace diferir de los templos del paganismo; que se empezaron á construir en el interior las iglesias sostenidas por arcos, y que la bóveda ó cúpula central ante el retablo, vino á constituir otro pormenor característico del arte cristiano. La ornamentacion arqueada trajo al exterior una série de machones ó estribos para dar mayor resistencia á los muros, esto es, como término de la fila de arcos del interior; y el carácter del nuevo culto, determinándose en forma bella, trajo la estructura piramidal del templo más bajo en sus fachadas laterales, más alto en su nave central, y más elevado aún en el lugar destinado á la oracion, ó sea en el presbiterio.

El cristiano tiene, por su religion, la aspiracion á lo alto, y allá se elevan los temples como se elevan las oraciones de los fieles. Este mismo carácter religioso ha hecho que las luces vengan siempre de arriba, de donde únicamente puede venirnos la verdadera sabiduría; y los templos cristianos que responden á su ideal, están alumbrados por el roseton de la fachada, las ventanas largas y estrechas de los muros y las múltiples que adornan la linterna de la cúpula, abiertas al rayo del sol que inunda el templo como á las oraciones de los fieles que por ellas traspasan, para elevarse á los infinitos espacios y llegar á la mansion de los cielos.

A estas primeras construcciones siguieron otras en que el arte

fué tomando mayor vuelo y desarrollo. Adoptados como modelos para las construcciones sucesivas los caractéres de los primitivos edificios, vinieron á ser las portadas pequeñas y rehundidas, á manera de bocas de cuevas, acaso en recuerdo de las catacumbas, tal vez tambien, en semejanza de la miseria con que en la vida

y

entramos.

Los arquitectos, acaso sin otro fundamento que el de dar mayor solidez al arco, empezaron á hacerlo apuntado, dando origen á la ojiva. Se elevaron poco á poco las alturas de los machones y arcos exagerando sus proporciones. Las ventanas empezaron tambien & alargarse, & duplicarse y cubrirse con vidrieras pintadas; se adornaron los machones con capiteles, despues con abrazaderas, y poco á poco el arte fué desechando las influencias de Roma y convirtiéndose en bizantino; las de Bizancio trocándose en ojival, y, por último, hácia el siglo X, época en que se aproximaba el fin del mundo, al decir de las gentes, y habia una febril animacion en la construccion de iglesias y monasterios, los muros, arcos y baquetones, se cubren de adornos esculturales de todas clases, las ventanas se amplían, llegando á ocupar grandísimos espacios, los techos se llenan de agujas y cresterías en su parte exterior, y se desarrolla el arte ojival florido, el más bello tipo de las construcciones cristianas.

Esto ocurria en toda Europa. En España, sin embargo, el movimiento artistico venia muy retrasado. Hasta el siglo XI los cristianos construian templos de carácter bizantino; entonces empiezan á hacerlos ojivales, y el apogeo del arte no llegó en los reinos cristianos hasta el siglo XIII, en que se pusieron los cimientos á esas maravillas del arte católico que se llaman las Catedrales de Toledo, Búrgos y Leon. Debióse, sin duda, tal retraso al estado especial de la Península. Dominada hasta el siglo X por los árabes la casi totalidad del suelo, y desde principios del XI empezados á engrandecer los reinos cristianos, estos no tenian lugar para otra cosa que, ó defenderse de las continuas irrupciones de los muslimes, ó ver la manera de agrandar en algunos pasos sus menguados dominios. El espíritu guerrero de la época no daba lugar á que se desenvolviese el espíritu artístico.

Conforme se iba aumentando el territorio cristiano, las artes se iban tambien desarrollando. Pero si bien en el siglo XIII, en las poblaciones del interior del reino se pensaba en hacer grandes y costosísimas edificaciones, no asi en las ciudades fronterizas, donde se construia con poco dinero, dada la inseguridad de que pudieran volver á caer en manos del poderoso enemigo, á quien se les acababan de arrebatar. Así se explica, que mientras en Leon y Búrgos se hacian Catedrales que parecian tegidas de encajes ó labradas de filigrana, en Córdoba y Sevilla se fabricaban parroquias de carácter bizantino, fuertes hasta poder servir de castillos contra las invasiones agarenas, y que representaban un atraso de tres siglos sobre las construcciones que en el interior se hacian. A este carácter responden las parroquias de Santa Marina, la Magdalena, San Lorenzo, Santiago y San Miguel, que se conservan casi como en los tiempos de su fundacion; y las de San Pablo, San Nicolás de la Villa, San Pedro y San Francisco, que conservan algo de lo que por aquellos años se labró.

Todas estas iglesias eran iguales. Constaban de tres naves; la del centro más alta, respondiendo su fachada triangular á la forma de las techumbres. Tenian una puerta central y otras dos laterales, todas abocinadas y adornadas de nervios ó costillas, sustentadas sobre columnillas coronadas de elegantes capiteles bizantinos. La única de este carácter que se conserva en San Pablo, ofrece la particularidad de que los capiteles son árabes, de mármol blanco y sin duda recogidos de edificios de la época del califato. Sobre las portadas del imafronte se abrian unos florones ó claraboyas grandisimas, de los que se conservan los de San Miguel, Santa Marina y Santiago, y es un modelo precioso é incomparable el de San Lorenzo, que hace dudar si será de la reconquista ó su construccion se remontará á los mismos tiempos del esplendor mahometano. El interior lo forman dos séries de arcos túmidos que separan las naves, y la capilla mayor la forma un ábside poligonal con larguísimas ventanas, divididas por elegantes parteluces y cubiertas con celosías de menuda labor. Los techos eran artesonados de ricas labores, que aunque se conservan en la mayor parte de estas iglesias, están cubiertos en todas por bóvedas he

chas en el siglo pasado, al mismo tiempo que se construyeron las que cubren los techos de la Mezquita aljama. Algunas de estas iglesias tenian dos ábsides más pequeños á la terminacion de las naves laterales.

Estos son los caractéres generales que en Córdoba revisten las iglesias de la reconquista. De ellas, Santa Marina está casi com. pleta, y con motivo de un incendio que en 1880 felizmente consumió el retablo mayor, se halla el ábside al descubierto, restaurado á expensas, en parte, por la solicitud del Obispo don Fr. Ceferino Gonzalez, á quien tanto deben los monumentos cordobeses. La de San Miguel, tambien poco alterada en su construccion primitiva, presenta una preciosa capilla, saliente del resto de la iglesia, curiosísima, y tambien restaurada por el citado Obispo. La de la Magdalena tiene su puerta principal tapiada y está embadurnada toda de cal. En el mismo estado se encuentra la de Santiago. Tiene de particular la de San Lorenzo, además de su precioso roseton, un porche delante de la puerta principal, y su torre está construida sobre un antiguo torreon que se supone era una de las torres que mandó desmochar el Sultan Muhammad. San Francisco conserva sólo el ábside, cubierto con un feísimo retablo churrigueresco, y en las de San Pablo y San Nicolás de la Villa sólo duran sendas puertas laterales abocinadas.

Contemporáneo de estos edificios debió ser el del convento de la Merced, hoy casa hospicio, fundado sobre la planta de un palacio árabe; pero nada queda que dé noticia de su antiguo origen. De otros restos sólo podemos citar la Virgen de Linares, escultura en madera Ꭹ de valiosa estima, pero que no es obra labrada en Córdoba, sino traida por San Fernando de cuando vino á la reconquista de Andalucía.

Otra de las fundaciones que dón Fernando III hizo en Córdoba, fué el convento de San Agustín, instituyéndolo con los frailes de esta órden que habia traido á la conquista, y si no hemos hecho mencion de ellas antes, ha sido porque instalados primero en un lugar, despues en otro, fueron rodando de acá para acullá, ó como ellos decían, de otero en otero hasta dar en tiempos de don Alfonso XI en el lugar que hoy ocupa la iglesia, única cosa que

queda de aquel edificio. En 18 de Febrero de 1328, don Alfonso trató de edificar el Alcázar nuevo, y compró á los frailes agustinos el lugar que ocupaban dándoles el que despues tuvieron, y en donde hoy dura la iglesia. De este templo sólo queda el ábside del siglo XIV, en el que ya se nota un progreso sobre las edificaciones en que antes nos ocupamos. Es más elevado, los arcos más esbeltos, los baquetones más elegantes y los nervios de las bóve das más finos y ligeros. El resto de la iglesia es más moderno, y ya volveremos a hablar de ella en la época del renacimiento.

En 1325 se construyó el castillo del Carpio. Lo mandó hacer Garci Mendez de Sotomayor, señor de Jodar, y lo labraron el maestre Mohamad y el obrero Ruy Gil. Hoy queda de él sólo una torre, y está sin la crestería ó almenaje que en otros tiempos la debió adornar. En uno de sus salones hay dos ajimeces hermosísimos, adornados por parteluces que coronan capiteles procedentes de edificios árabes.

En 1328 se empezó como dijimos antes la construccion del Alcázar de don Alfonso XI. Hoy es la cárcel, y ocupa parte del recinto del Alcázar de los Sultanes.

Quedan de él varias torres, en las que hay salones y unas alcobas circulares que nada ofrecen de notable, pudiéndose asegurar que mucho mejor seria lo destruido. La obra duró muchos años, toda vez que en 1377 todavía se estaban poniendo los pavimentos, y era el maestro de albañiles Mohamad Agudo.

De esta época es tambien la sinagoga en la calle de los Judíos, que estaba dedicada al culto católico, bajo la adoracion de Santa Quiteria.

El tiempo, sin otro auxiliar, ha puesto de manifiesto lo notable que hay allí. Era una ermita raquítica y sucia, que sobre la entrada, por la parte interior, tenía una especie de tribuna ó coro. La parte delantera de esta tribuna estaba decorada con unos arquillos que conservaban ligeros restos de ornamentacion mudejar ó morisca, y todo lo demás de la iglesia estaba embadurnado de cal. Se desprendieron los enlucidos de una pared y debajo aparecieron otros adornos moriscos; empezó á descarnar el muro el capellan por ver lo que aparecía, y se descubrió una portada de

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