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DISCURSO PRELIMINAR

Al determinarnos á publicar la coleccion de biografías de artistas de la provincia de Córdoba, que forman el cuerpo de esta obra, parécenos conveniente y acaso necesario, encabezar los artículos biográficos con uno histórico, en donde á grandes rasgos se reseñe el desarrollo que ha tenido el arte en esta provincia, en la que, si las artes cristianas nunca alcanzaron su más alto vuelo, llegó á su mayor apogeo la civilizacion y el arte de los árabes, durante tantos siglos dominadores de la Península ibérica. Esta es la razon que nos impulsa á coger la pluma hoy, y para trazar el progreso que las manifestaciones de la belleza han tenido en esta parte de España, seguiremos la division general hecha por Hegel de arte simbólico, clásico y romántico. Excusado es decir que al primer periodo de esta division no hay obras en Córdoba ni en su provincia que puedan corresponder. Creemos que nunca las hubo, pero si acaso no fué así, hoy del todo se han olvidado y desaparecido. Réstannos dos periodos de esta division: el arte clásico y el arte romántico; de uno y otro queda algo. Del primero vamos á ocuparnos enseguida y del otro nos ocuparemos más adelante, haciendo entonces una subdivision necesaria á nuestro objeto, pero que en este momento no nos es preciso determinar.

SU

El arte clásico debió producir en Córdoba muchas y muy hermosas creaciones. Estas eran tales, que no sólo sorprendieron por su magnificencia á los visigodos cuando invadieron el suelo de España, sino que aun despues de lo mucho destruido en las refriegas civiles, los árabes admiraron el esplendor de los monumentos romanos que encontraron en varias ciudades, entre las que figura como una de las principales Córdoba, medio destruida en las re

friegas de César y Pompeyo, y en la no ménos sangrienta lucha contra Agila en el periodo visigodo. Templos, palacios, pretorio, anfiteatros, circos y arcos de triunfo, exornaron en tiempos de Roma la que despues fué cabeza del califato, y aunque de tanto esplendor no queda otra cosa que el puente sobre el Guadalquivir, tan restaurado y reconstruido que acaso conserve sólo los cimientos, es indudable que Córdoba fué de las capitales principales del Imperio romano, y en ella se tributó honor á la belleza, y en piedra quedaron marcados los adelantos que el arte bello tuvo bajo el dominio de Trajano y Augusto.

Restos de este esplendor nos han quedado: primeramente el puente sobre el Guadalquivir del que un arco es romano, y además los hay árabes, ojivales, del renacimiento y hasta de la última centuria; siendo aquel anciano venerable, un compendio, digámoslo así, del arte de todas las épocas, desde la primitiva de su fundacion, que no sabemos por que causa se atribuye á Julio César, nombre con que es conocido. Quedan las ruinas de un edificio colosal (tal vez foro como han dicho ilustres historiadores), sobre las que se hallan las Casas Consistoriales, plaza del Ayuntamiento, convento de San Pablo y algunos otros edificios, y que ha podido ser reconocido al abrir la actual calle de Claudio Marcelo, en donde se encontraron fortisimos muros, altas, robustas y magníficas columnas estriadas de mármol blanco (vendidas por el Ayuntamiento à una fábrica de tableros de piedra), y capiteles, y basas hermosísimas de las que hay muestras en el Museo provincial. Todos estos restos acusaban en sus lineas grandiosas y robustas, el arte romano de la época de los Emperadores españoles próximamente. Cercanos á este edificio, en las obras de la casa de los marqueses de Cabriñana, hoy Audiencia, en el Instituto provincial y en la fonda suiza, se han encontrado pavimentos de mosáico de fina y rica labor, que acusaban la existencia de otros suntuosos palacios, y respecto á templos, si es tradicional que algunos de los existentes hoy tienen su origen en las primitivas basílicas, nada se conserva que concretamente pueda afirmarse.

Los historiadores cordobeses Ambrosio de Morales, Pedro Díaz de Rivas, Martín de Roa y otros, se han ocupado en describir un

templo famosísimo de la época romana y darlo como ilustre ascendiente á la actual Mezquita. Fundábanse en el descubrimiento de varias miliarias (tres de ellas halladas al abrir los cimientos para el crucero ó catedral nueva) en que se determinaba el número de millas que habia de distancia en el lugar en que estuvieron un tiempo, desde el templo de Jano Augusto al Océano; esto es, á Cádiz, en donde terminaba el camino militar á que pertenecieron. Errados anduvieron nuestros antepasados en esta cuestion, y cuando la estudiábamos y nos convencíamos del engaño, vino á nuestras manos un erudito escrito del sabio profesor de la Universidad de Berlin Mr. Emilio Hübner, en que se determinaba clara y precisamente la situacion del indicado templo que estaba en la provincia de Jaen y próximamente donde Javalquinto se encuentra. La vía militar á que pertenecieron aquellas miliarias fué hallada hace algunos años en la calle de San Pablo en Córdoba, y reconocida en unos cincuenta metros, estando formada por grandes losas con dos ranuras paralelas, y en ellas tendidas unas planchas de hierro análogas á los actuales rails de los ferrocarriles. Esto es lo que podemos decir de edificios romanos; de restos sueltos queda mucho más. En poder de particulares hay restos de estatuaria y de cerámica en gran abundancia, no sólo de Córdoba, sino de pueblos de la provincia, y nosotros conservamos algunos, entre ellos una hermosa patera y un singular pomo de vidrio azul encontrados en el Monte Real, en Villa del Río, donde se supone que existió la ciudad de Osobona. En la calle de la Pierna hay una de piedra (que dá nombre à la calle) admirablemente esculpida, y en otros sitios de la ciudad, existen aras, columnas y capiteles de mérito extraordinario. Dos colecciones hay más ricas que todas; la formada por el sabio cordobés D. Pedro de Villa-Zeballos, y está en el patio de su casa en la calle que lleva el nombre de tan insigne escritor y la del Museo provincial. En la primera hay dos trozos de estátuas y tres ó cuatro cabezas, varias aras, algun pedestal de estátua y unas cuantas lápidas sepulcrales, y en el Museo se encuentran como los más notables los siguientes objetos de los que se ignoran los autores, y acaso alguno sea obra del escultor Cayo Valerio, de quien en su lugar se trata.

Una magnifica estátua de mármol blanco y tamaño natural sin cabeza ni brazos que representa á Minerva. Fué encontrada en los cimientos de una casa del Campo de la Merced, y por la finura de su trazado y delicadeza de su ejecucion, puede suponerse que pertenezca á la época de Augusto, la más floreciente de las

artes romanas.

Un busto de mármol blanco de tamaño natural y de la misma época de la anterior, admirablemente ejecutado, resto sin duda de una estátua de algun caudillo ó cónsul romano. Hizo donacion de él al Museo la Academia general de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.

Otra cabeza, tambien resto de estátua (muy bien conservada), do Cayo Caligula. La estátua no debió ser de mármol á juzgar por el corte del cuello, ó por lo menos la cabeza era pieza aparte del tronco.

Tres cabezas más de mármol algo mutiladas, una de ellas coronada de pámpanos y hojas.

Dos Bacos de tamaño académico, uno de ellos admirablemente esculpido, y ambos cortados por poco más abajo del cuello, en forma que permite asegurar que eran figuras de oratorio y que se conservan completas.

Un relieve del bajo imperio que representa una matrona romana reclinada en el lecho; figura, menor que el tamaño académico, regalada por D. Victoriano Rivera y Romero, catedrático del Instituto.

Otro relieve con dos figuras académicas midiendo aceituna, encontrado en una casa de la plaza de Santa Isabel. Parece resto de un friso.

Varias figuritas de barro de unos diez centímetros de altura y sólo bustos, que se encontraron en el sepulcro de una peinadora y son modelos de los peinados usados en la época; y muchas lápidas, urnas cinerarias, ánforas y vasijas, tégulas, armas, capiteles, basas y otros utensilios.

Esto es lo que nos queda del periodo clásico; veamos ahora lo que hemos producido en el periodo romántico.

Hemos dicho antes, que al tratar del arte romántico ó cristiano,

hariamos una subdivision y ésta es la siguiente: periodo visigodo, sea arte latino-bizantino; período árabe, arte ogival y mudéjar y renacimiento. Despues de esta época dejaremos de tratar del arte en general y haremos historia de la arquitectura, pintura, escultura, grabado y platería, tratando de cada arte en particular hasta nuestros dias.

El periodo visigodo es uno de los más desconocidos, acaso el ménos estudiado de todos, y que aún estaria por explotar sin el feliz hallazgo de las coronas votivas encontradas en Guadamur y sin el trabajo tan magistralmente hecho, respecto á ellas, por nuestro compatriota D. José Amador de los Ríos, titulado: El arte latinobizantino en España y las coronas visigodas de Guarrazar, publicado en 1861 por cuenta del Estado.

Por este trabajo, nuestros anticuarios han venido á conocer los caractéres que determinan las producciones del arte bárbaro, y ya con este conocimiento, marcar como de época tan poco estudiada, restos que hasta entonces habian pasado como de la romana unos, y como del arte árabe-bizantino los más. Y precisamente los anticuarios cordobeses son de los que más han sabido aprovechar estas lecciones; pues si en Córdoba no hay, como en Asturias, edificios del tiempo de los visigodos, es una ciudad tan llena de recuerdos como Toledo, si no más, de aquella época más brillante, artisticamente, de lo que se habia supuesto.

El pueblo visigodo, sorprendido por el esplendor de una civilizacion más adelantada que la suya, fué al poco tiempo de vencedor vencido, y adoptó en sus costumbres, lenguaje, leyes y bellas artes, la civilizacion ramana, si bien en el arte, ésta se vió modificada por los elementos bizantinos y por los propios germanos del pueblo que la adoptaba.

Los visigodos, poco despues de estar entre nosotros, restauraban los edificios romanos y construían otros nuevos y esplendorosos. En Córdoba fundaron muchas iglesias, de las que, variadas del todo en su forma, han llegado á nosotros la de San Pedro, antes de los tres Santos Fausto, Januario y Marcial, y la de los frailes de los Mártires, que hemos visto demoler con mengua del buen nombre de nuestro pueblo que se precia de culto. Otra famosa ba

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