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cendimiento de 1490, y de Pedro de Córdoba, la magnífica tabla de la Anunciacion que en la Catedral sc admira, está firmada en 1475. Todas estas obras son hermosas de color, correctas de dibujo, bien ideada la composicion y exentas de esa sequedad y desabrimiento propios de los pintores de su época. No se sabe de cuál de estos autores pudiera ser el magnifico retablo de la parroquia de San Andrés que aún se admira en la sacristía de esta iglesia.

Volvamos á la Catedral á terminar la historia del arte cordobés del siglo XV y entrar en el período del Renacimiento, que aqui se manifiesta, como en casi toda España, en el siglo décimosexto. En 1489 era Obispo de Córdoba don Iñigo Manrique, y creyendo que el culto no se daba con todo el esplendor que era debido á la religion católica, pensó en el engrandecimiento de la capilla mayor y puso por obra su descabellado plan, que si aumentaba el esplendor del culto, no por eso dejaba de destruir la obra de toda una dinastía de poderosos reyes. A este prelado se debe la construccion de la espaciosa nave ojival que está delante de la antigua y hoy destruida capilla de Villaviciosa. Su decorado no puede ser más sencillo; unos arcos apuntados y sostenidos en baquetones de haces de cañas, escasamente coronados de capitelillos y con alguna que otra cenefa por toda ornamentacion. Esto es lo que sustituyó á la obra árabe para siempre perdida.

La destruccion de la Mezquita no habia hecho más que empezar; le quedaba á la obra el más rudo golpe, la construccion del crucero. Esta se acordó por el cabildo, á propuesta del Obispo don Alonso Manrique, el 22 de Julio de 1521. En este cabildo el chantre y provisor don Pedro Ponce, manifestó que el Obispo no encontraba justo que el coro estuviera colocado en un rincon de la iglesia, y que por lo tanto debia procederse á labrar fábrica suntuosa en mitad de ella, y que el cabildo nombrase personas que entendieran en este asunto, para lo cual se enviaría por maestro de cantería para lo facer con su consejo. Este parecer del Obispo fué aprobado, y se dió principio á la obra en el año 1523.

El cabildo de la ciudad era, segun se desprende de lo que vamos á decir, algo más culto é ilustrado que el prelado y el cabil

do catedral, y así es que hizo un requerimiento por ante el escribano público Antonio de Toro en el sábado 2 de Mayo al cabildo para que suspendiera la obra, por ser razon que se conservara la antigüedad y fábrica particular que no habia en otra parte.

Poco caso hizo el cabildo catedral del requerimiento de la ciudad; pero ésta, que entonces asumia en sí todos los poderes, no se detuvo en su buen intento, y publicó un bando, cuya copia imprimiremos algun dia, por el cual se condenaba á muerte á todos los obreros que en adelante tomasen parte en la demolicion del edificio. Pusieron el grito en el cielo, como vulgarmente se dice, el bueno del Obispo y los capitulares, y si no llegó hasta lo alto, no por eso dejó de alcanzar á los oidos del Emperador Cárlos V, que sentenció el pleito en favor de la Iglesia, la cual, satisfecha de su triunfo, empezó la obra en 7 de Septiembre de 1523. En el año siguiente se celebraron en Sevilla las bodas del Emperador con doña Isabel de Portugal, y en su viaje visitó Cárlos I, la Catedral, como es piadosa costumbre de los Monarcas españoles al llegar á una poblacion. Admirado quedó el gran Monarca al contemplar aquel bosque singular de columnas, y las portentosas maravillas del arte que la Mezquita encierra, y arrepentido, harto tarde, de la ligereza que habia cometido al permitir la obra del crucero, dijo al Obispo don Fr. Juan de Toledo y á los capitulares: «Yo no sabia qué era ésto: pues no hubiera permitido que se llegase á lo antiguo: porque haceis lo que puede haber en otras partes, y habeis desecho lo que era singular en el mundo. >>

La obra continuó, pues, por los modelos y bajo la direccion de Hernan Ruiz, natural de Burgos, que la dirigió hasta 1547, en que murió, continuándola su hijo del mismo nombre, hasta 1583 que murió, y la concluyó otro Hernan Ruiz en 1599. En esta obra grandiosa en su género, el estilo que domina es el ojival á que obedecen todas las líneas generales de su construcción, y en los adornos de los muros, ventanaje y demás accesorios, se ve el gusto greco-romano del renacimiento que ya habia invadido toda la España, y cuyo influjo era imposible que los artistas pudieran

resistir.

Contemporáneas del crucero son la capilla de los Simancas, los

machones que sostienen de trecho en trecho las bóvedas y que se pusieron para mayor fortaleza del edificio, la decoracion del arco de las palmas y de la puerta de Santa Catalina, y muchos retablos de capillas interesantísimos, no sólo por la parte arquitectónica, sino por las pinturas y estátuas que los decoran.

En la poblacion hay muchos y muy valiosos restos de la época del Renacimiento, sin que se sepa quiénes fueron los arquitectos que los labraron. Son los más notables la fachada del palacio de los Paez de Castillejo en la plaza, que lleva el nombre de uno de los mayorazgos de este apellido; la casa del Marqués de la Fuensanta del Valle en la plazuela de Santa Ana, hoy Angel Saavedra, que es del más delicado gusto plateresco; media fachadita que parece del mismo autor que la antes citada, y que hace sus bellos adornos en la calle del Sol y lleva grabada la fecha de 1552; la casi del todo perdida portada del hospital de San Eloy, fundado por los plateros en el siglo XVI; la portada y capilla bautismal de la parroquia de San Nicolás de la Villa, obra que se cree de Hernan Ruiz, hijo; unos ajimeces esquinados en la calle de la Pierna y en la plaza de San Andrés; este último, acompañado de una portada tan bella y delicada, de forma que recuerda los más puros edificios de este carácter que se conservan en Italia; la puerta del Puente, grandioso monumento debido á la magnificencia de Felipe II; el convento, hoy Gobierno militar, de San Felipe Neri, como la anterior, atribuidos al famoso arquitecto del Escorial; la portada de la casa de Bailio, en donde campean los trazos del arte ojival, aún insepulto, con las bichas y cenefas del plateresco; unos ajimeces en el patio de una casa de la calle de la Madera Baja, en donde la decoracion está formada por azulejos alicatados y aun hay algun recuerdo del arte morisco; la casa solariega de los Bañuelos en el Mármol de Bañuelos, cuyos adornos están en su mayor parte cubiertos de un revestimiento de cal y yeso; la portada principal de la iglesia de San Pablo, en cuyo fronton campea una preciosa estátua de Santo Domingo; la iglesia de San Agustin excepto la capilla mayor, que, como hemos dicho, es ojival; la fachada principal de la iglesia de San Pedro, la del hospital de San An

dres, en la calle de Alcolea, y otro sinnúmero de obras que seria prolijo enumerar.

A este período pertenecen tambien, á pesar de su sabor morisco, los magníficos artesonados del Cármen calzado y de la iglesia del convento de Jesús crucificado, los mejores de Córdoba.

Y no sólo Córdoba se embelleció con monumentos del Renacimiento, sino que en Aguilar se hizo una hermosísima portada á la parroquia. En Pedroche construyó Hernan Ruiz, hijo, la torre de la iglesia parroquial en 1558, y este mismo arquitecto, de 1550 á 1556, hizo por encargo de Diego de Bernuy, el puente de Benameji, sin otras muchas obras que en este momento no recordamos y que acaso algun dia podamos describir é historiar.

Hemos llegado en nuestro estudio á la mitad del siglo XVI, época en que las artes, si bien todas subordinadas al culto católico, habian adquirido independencia y vida propias, y, por lo tanto, estamos en el caso de estudiarlas hasta nuestros dias, separadamente, como al principio de este trabajo prometimos.

Empecemos, pues, la arquitectura.

Despues de las obras que hemos mencionado, la más antigua de las hechas en Córdoba, es la iglesia del colegio de la Compañía de Jesús, que costeó el dean don Juan Fernandez de Córdoba. Es de estilo greco-romano, exenta de adornos, y fué su arquitecto el hermano Alonso Matías, religioso de la Compañía. Se empezó la obra en 1564 y se terminó en 1589. Este arquitecto fué tambien el elegido para construir el altar mayor del crucero de la Catedral, costeado por el Obispo Mardones y empezado en 1614 y concluido en 1628 por Juan de Aranda Salazar. En este retablo trabajó tambien como arquitecto, durante las ausencias del hermano Matias, Luis Gonzalez, que fué el que trabajó los mármoles del retablo. El tabernáculo fué obra de Sebastian Vidal, que lo concluyó en 1653, y las esculturas fueron trabajadas por Pedro Freyle de Guevara y Matías Conrado.

En 1593 el Cabildo eclesiástico pensó en reconstruir la torre de la Mezquita, destruida por un terremoto y vendaval en 1585, y encargó los diseños á Hernan Ruiz, nieto del que empezó el crucero. Hizolos éste, y para su aprobacion se reunieron Juan Coro

nado, Juan de Ochoa y el maestro mayor de las obras de la Catedral de Sevilla, que lo era entonces Asencio de Maeda. Aprobado el proyecto, se empezó la obra bajo la direccion de Hernan Ruiz, y por su muerte, acaecida en 1604, se encargó de ella Juan de Ochoa, que ya corría antes con las obras interiores de la Catedral; pero sin duda debió morir en 1606, puesto que en esta fecha deja de nombrársele y aparece terminada la torre en 1664 por Juan Francisco Hidalgo.

Juan de Ochoa debió ser un buen arquitecto, y era testimonio de su maestría el hermoso patio claustrado, hoy destruido, del convento de San Pablo. Además habia en Córdoba, á fines del siglo XVI, otros arquitectos que estaban muy reputados en su profesión, cuales eran Benito Morales, maestro mayor por el Cabildo Catedral, de las aceñas de Martos, y los que informaron en el pleito entre los frailes del convento de los Mártires y el Clero de la parroquia de San Pedro, para determinar el lugar eu que descansaban los restos de los santos mártires Acisclo y Victoria. Estos fueron Francisco Ruiz, Pedro de Molina y Gerónimo Carrasquilla. ¡Quién sabe si alguno de los magníficos restos arquitectónicos de que antes hablamos será obra de estos arquitectos desconocidos!

En el mismo siglo aparece Diego de Baena construyendo, de 1585 á 1589, la iglesia del Dulce Nombre en Puente Genil, y en Lucena se construyó la iglesia y convento de San Juan de Dios de 1548 & 1565, siendo su fundador el padre Gerónimo de Frutos, que acaso fuese su arquitecto, puesto que tenia fama de hábil dibujante.

En 1603 se hallaba ruinoso el puente de Córdoba sobre el Guadalquivir, y habiéndose decidido la ciudad á hacerle una extensa reparacion, hicieron el proyecto los arquitectos Gaspar de la Peña, Juan Francisco Hidalgo, Francisco de Luque y Juan de Leon. Los dos primeros fueron arquitectos de la Catedral. Hidalgo terminó la torre, como antes dijimos, y además enderezó una fila de arcos de la nave de San Clemente que amenazaba ruina; y Peña, en union con Josef de Villarreal, proyectó la construccion de una capilla real nueva, que felizmente no llegó á fabricarse, y que

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