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bageles algunos que conduzcan estos efectos, ni se permitan introducir por tierra, de cualquier modo ó forma, respecto de que se han de tener en estos reinos por ilícitos y prohibidos, aunque vengan, se hallen ó aprehendan en bageles, bagages, lonjas, tiendas ó casas de mercaderes ó cualesquier particulares. .

Pero no siendo justo impedir el comercio de los frutos y géneros de Portugal, que estaban introducidos antes de la publicacion de esta cédula, con buena fé, y en tiempo hábil, ni tampoco dar lugar á las introducciones que con pretesto de su consumo podian seguirse: Es mi voluntad que todos los mercaderes que tuviesen en su poder géneros y frutos de los dominios y estados del rey de Portugal, los manifiesten y registren dentro de quince dias de la publicacion de esta cédula, que se les señala por término perentorio, ante los ministros y justicias que nombre para ello el marqués de Sque, como superintendente general de mis rentas y de ando...

Asi parala execucion de esto, como para impedir el comercio ilícito con Portugal, expedirá luego el mismo marqués de Squilace en calidad de superintendente general de rentas y del contrabando las instrucciones y órdenes que tuviese por mas conveniente, y conocerá en primera instancia por sí y sus subdelegados de las materias judiciales que ocurran sobre este contrabando..

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Y ordeno que todo lo referido se observe, guarde y cumpla debajo de las graves penas prevenidas en las leyes, pragmáticas, y reales cédulas espedidas en iguales ocasiones, que han de comprender á todos mis vasallos y habitantes en mis reinos y señoríos, sin excepcion de persona alguna por privilegiada que sea, y que el contesto de esta mi cédula llegue

á noticia de todos mis vasallos con la brevedad posible, asi para que puedan preservar del insulto de portugueses sus intereses y personas, como para que se dediquen á atacarlos y perseguirlos como á enemigos por mar y por tierra usando de los medios que autoriza el derecho de la guerra. Dada en Aranjuez á quince de junio de mil setecientos sesenta y dos. YO EL REY. Por mandado de el Rey nuestro señor. Don Miguel de Muzquiz.

La córte de Lisboa conocia bien su inferioridad: medio siglo de paz tenia desacostumbrada la juventud portuguesa al ejercicio de las armas; no habia generales de reputacion, y su ejército no pasaria de veinte y dos mil hombres. Los españoles, primero con un plan inconveniente de invasion, después con la tardanza consiguiente á la variacion y adopcion de otro, dieron lugar á los portugueses á pedir un cuerpo de tropas auxiliares á Inglaterra, y á que éstas llegaran en número de ocho á diez mil al mando de lord Tirawley, á quien luego reemplazó el conde de la Lippa Buckeburg, guerrero formado en la escuela del rey de Prusia, y que se situaran en Abrantes. Verdad es que tambien vino á incorporarse al ejército español en Ciudad-Rodrigo una division francesa, mandada por el príncipe Beauvau. Era ya el mes de agosto cuando el ejército de los Borbones se presentó á atacar la plaza de Almeida, quea demas de bien fortificada la defendian cuatro mil hombres. La ocupacion de los fuertes exteriores permitió pronto estrechar el sitio; del 15 al

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16 se comenzó á batir la plaza y á abrir trinchera, y por último bombas arrojadas con acierto á los cuatro ángulos de la ciudad la hicieron arder por otras tantas partes. Mermada la guarnicion y consternados los habitantes, con gritos y lamentos movieron al gobernador á proponer capitulacion, que le fué admitida (25 de agosto, 1762), siendo en su consecuencia entregada la plaza, saliendo libre el resto de la guarnicion, y quedando en poder de los españoles ochenta y tres cañones, nueve morteros, setecientos quintales de pólvora, y dos almacenes de provisiones de boca y guerra. La toma de Almeida abria el camino hasta la capital del reino; no sin razon se celebró en Madrid con fiestas públicas, y el rey hizo una promocion en todos los que en ella se habian distinguido (1).

Encontróse en esta empresa el conde de Aranda, que habia sido llamado de Polonia, y vino á reemplazar en el mando del ejército expedicionario de Portugal al marqués de Sarriá, que, falto de salud, pidió su retiro, y le fué de buen grado concedido por el rey, re

munerándole sus anteriores servicios con el Toison de Oro. Sobre hallarse el de Aranda en mejores condiciones de mando que su antecesor, puesto que le favorecia la edad, el genio, el hábito de las campañas, su mismo deseo de gloria, y cierto don para captarse la

(1) Trajo la noticia á Madrid, ó mas bien al Real Sitio de San Ildefonso donde la córte se hallaba, el mismo Fernan Nuñez, au

tor del Compendio histórico de la vida de Cárlos III, que servia en aquella guerra. Asi lo dice en la Introduccion.

voluntad y el afecto de los soldados, el triunfo de Almeida habia alentado y vigorizado las tropas, el marqués de Esquilache habia ido á Portugal con solo el objeto de proveerlas de víveres para seis meses, y el rey tenia en su actividad y prudencia una confianza que el de Sarriá no habia podido nunca inspirarle. Fué pues avanzando el de Aranda, con propósito y deseo de empeñar á los enemigos en una accion general, aunque tuviera que ir á buscarlos á su campo de Abrantes, si á salir de él no se arriesgaban., No mostraban en verdad ansia de entrar en combate los anglolusitanos: á parciales reencuentros tuvieron que limitarse los gefes de las fuerzas borbónicas, Orreilly, Ricla, La Torre y el mismo Aranda: en uno de ellos ahuyentó y dispersó éste la gran guardia de ingleses y portugueses que se le habia presentado delante. Algunos descalabros sufrieron tambien los nuestros, y aunque no fué de gran significacion la sorpresa que un destacamento enemigo hizo al brigadier Alvarado en uno de los pasos del Tajo cerca de Villavelha, fué lo bastante para impulsar á Aranda á hacer un esfuerzo con el fin de poner su ejército del otro lado de aquel rio; lo cual consiguió, franqueándole á nado la caballería, trasportando la infantería, hasta el número de catorce batallones, parte en una barca, los mas en grandes planchas de corcho, especie de balsas, tiradas por cuerdas (octubre, 1762).

Sin duda habria proseguido hasta Abrantes, por

que nunca habia estado mas en aptitud y proporcion de poderlo hacer, á no haber por una parte sobrevenido las lluvias de otoño, por otra ciertas noticias, no destituidas de fundamento, que circulaban ya de estarse tratando de paz entre las potencias. Con que dejando guarnecidos los principales puntos conquistados, retiróse á cuarteles de invierno, sucesivamente á Valencia de Alcántara, Badajoz y Alburquerque (1)

Pero al tiempo que en Madrid se celebraban los triunfos de las armas españolas en Portugal, en otra parte se esperimentaban desastres que no se compensaban con aquellas ventajas; desastres que la Francia compartia con nosotros en las posesiones del Nuevo Mundo, aparte de los que ella sufria en Europa (2). Las

(4) Fernan Nuñez, y Beccatini en sus historias de Cárlos III. -Gacetas de Madrid de 1761.-Correspondencia entre Cárlos III. y el ministro Tanucci de Nápoles. (2) Francia, cuya situacion interior era harto calamitosa, á duras penas habia podido impedir que el príncipe Fernando encendiera la guerra del otro lado del Rhin. Una feliz casualidad vino á sostener á Federico de Prusia al borde del abismo, cuando parecia imposible que pudiese resistir á los esfuerzos de tantos enemigos, á saber, la muerte de la emperatriz de Rusia Isabel Petrowna, y la elevacion de Pedro III. admirador entusiasta de Federico, que de este modo vino á tener por aliada una potencia que habia sido su mas terrible enemiga. Suecia siguió el ejemplo de Rusia, y celebró tambien su tra

tado particular de paz. Pero una revolucion inesperada ocurrió á muy poco tiempo en el imperio moscovita. Catalina, esposa de Pedro, amenazada de repudio, ganó al senado y la guardia imperial, hizo aprisionar á su esposo, le obligó á abdicar, y siete días después murió el czar envenenado. Catalina II. fué proclamada: queriendo mantenerse neutral, dió a sus tropas órden de abandonar la Silesia. Francia no fué mas afortunada que Austria: de dos ejércitos que tenia en el Norte, el que mandaba el príncipe de Soubise fué batido por el del príncipe Fernando, y obligado á replegarse sobre Francfort; el del príncipe de Condé había logrado algunas ventajas, pero insuficientes á compensar las pérdidas del de Soubise. El ejército austriaco se veia tam

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