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Eleccion de ministros, y provision de otros empleos.-Levanta el destierro á Ensenada.-Distinciones con que honra á Macanáz y á Feijóo.-Murmuraciones de los fanáticos.-Medidas en alivio de los pueblos.-Pago de deudas atrasadas.-Providencia sobre los bienes del clero.-Reforma de costumbres públicas.Hace su entrada solemne en la córte.-Fiestas populares.-Cortes de 1760. -Nótanse algunas particularidades de estas Córtes.-Se proclama la Inmaculada Concepcion patrona de España.-Jura solemne del rey y del príncipe don Carlos.-Muerte de la reina María Amalia. -Virtudes y carácter de esta reina.-Amargura del rey.-Resolucion de no volver á casarse.-Prescribe cómo han de ser los lutos por las personas reales.-Medidas de seguridad pública.- Pragmática prohibiendo el uso de armas blancas y de fuego.-Providencias sobre ornato público.-Empedrado, limpieza y alumbrado de las calles de Madrid.-Organizacion del cuerpo de Inválidos.Creacion de salvaguardias para la vigilancia pública. Formacion de una milicia urbana.-Su reglamento, servicio y obligaciones.

Habiendo muerto sin sucesion Fernando VI. (10 de agosto, 1759), recayó la corona de Castilla en su hermano paterno, el mayor de los hijos de Felipe V. y de Isabel Farnesio, Cárlos rey de Nápoles y de Sicilia, el cual fué solemnemente proclamado en Madrid. Por su parte, tan pronto como tuvo noticia del fallecimiento de su hermano tomó el título de rey de España, y confirmó el nombramiento de su madre para la regencia del reino hasta su venida, volviendo asi aquella reina á empuñar, aunque temporalmente, las riendas del gobierno que tantos años había tenido en sus manos, bien que sin título de regente, y solo como esposa del rey. Antes de venir Cárlos á España quiso dejar establecido y arreglado el órden de sucesion al trono de Nápo

les, que no dejaba de ofrecer algun embarazo, habiéndose estipulado en la paz de Aquisgran que si Cárlos heredaba el trono español, pasaria su hermano Felipe al de las Dos Sicilias, volviendo entonces los ducados de Parma y Guastalla al Austria, y el de Plasencia se cederia al rey de Cerdeña. Cárlos habia protestado contra una cláusula que cerraba el camino del trono napolitano á uno de sus hijos. Por fortuna suya, empeñada á la sazon el Austria en la guerra con la Gran Bretaña y Prusia, imposibilitado el sardo para oponerse solo á cualquier arreglo que se intentase, y contando con el interés y el favor de la córte de Francia, logró Cárlos que Austria y Cerdeña se conformáran con recibir en indemnizacion de los estados aplicados á cada una en el tratado de Aquisgran un capital que redituara cada año la suma equivalente á las rentas libres de aquellos dominios, pactándose al propio tiempo el enlace del archiduque José con una princesa de Parma, y el del archiduque Leopoldo con la infanta María Luisa, hija segunda de Cárlos.

Resuelta y arreglada asi esta cuestion, restábale otra, aunque de índole mas desagradable que difícil, á saber, á cuál de sus hijos dejaria sentado en el trono de Nápoles ". Porque el primogénito Felipe, que desde niño habia padecido fuertes ataques de epilepsia, se ha

(1) Tenia entonces don Cárlos seis hijos varones y dos hembras: Felipe, nacido en 4747; Cárlos Antonio en 1748; Fernan

do, en 1751; Antonio Pascual, en 1755; Francisco Javier, en 1757; María Josefa, en 4744, y María Luisa, en 4745.

Haba reducido á tal estado de imbecilidad y de incapaeidad mental, que médicos y consejeros unánimemente opinaban que no ofrecia esperanza alguna de que pudiera recobrar nunca la razon ni menos habilitarse para el gobierno. Tuvo, pues, Cárlos, como amoroso padre, el dolor y la amargura de tener que reconocerlo y declararlo asi; y en su consecuencia designó á su segundo hijo Cárlos como futuro sucesor al trono de España, y resolvió dejar el de Nápoles y Sicilia á su hijo tercero Fernando. Quiso solemnizar este acto con todo el aparato de la magestad, y subiendo al sólio, circundado de todos los ministros y altos dignatarios del reino, y de los embajadores de las córtes estrangeras, despues de conferir á algunos personages la grandeza y de investir á otros con los collares de la insigne órden del Toison de Oro y de la de San Genaro (6 de octubre, 1759), ceñidas sus reales sienes con la diadema española, mandó proclamar el acta de sucesion al reino de las Dos Sicilias, llamando en primer lugar á los hijos varones de Fernando, y en su defecto á las hembras, y por último, á falta de directa sucesion, á sus dos hermanos Felipe y Luis, de modo que nunca estuvieran ya reunidas las dos coronas española y napolitana, porque asi convenia á la quietud de Italia y de toda Europa. Nombró un consejo de regencia para mientras durase la menor edad de Fernando, niño de ocho años entonces, á cuyo frente puso al marqués de Tanucci, su primer ministro y el hombre de su mayor confianza. Y despues de leida

en alta voz el acta, y firmada de su mano ("), tomó una
espada, y le dijo al nuevo rey: «Esta es la espada que
Luis XIV. de Francia regaló á Felipe V. vuestro abue-
lo: de él la he recibido yo, y os hago entrega de ella.
No la desenvaineis jamás sino en defensa de la religion
y de vuestros súbditos.»

Concluida esta solemne ceremonia, el que dejaba
de ser Cárlos VII. de Nápoles y venia á ser Cárlos III.
de España, encaminóse con toda su real familia al puer-
to, donde hacia dias le esperaba para su embarque una
escuadra de diez y seis navíos de línea y algunas fraga-
tas, al mando del primer marqués de la Victoria don
Juan José Navarro. Notable y sobremanera satisfacto-
ria fué para don Cárlos la despedida que le hizo el pue-
blo de Nápoles. «Todo el pueblo, dice el historiador
italiano, grandes, pequeños, hombres, mugeres, ni-
ños, jóvenes y ancianos, de toda edad, condicion y

sexo, estaban sobre la ribera para ser testigos oculares de la partida de su amado dueño, y pocos eran los que podian contener las lágrimas de dolor al ver que se les ausentaba, y de alegría al verle sublimado á mayor y mas poderoso solio: todos recordaban lo mucho que habia hecho por ellos, sus beneficios, los peligros acaecidos en la guerra, la marina restablecida, el comercio ampliado, las letras y las artes protegidas, los edificios ensalzados, y especialmente el famoso hospicio bajo el Cabo de China para recoger los mendigos, y la grandiosa ciudad de Caserta..... Los que recordaban cuál estaba el reino de Nápoles veinte y cinco años áñtes, mirado solo como la capital de una provincia lejana y despreciada en el fondo de Italia, sujeta á los caprichos de un gobernador inconstante, sin fuerzas, sin marina, sin crédito, se quedaban pasmados y estáticos al ver este reino creado, ó por mejor decir, resucitado de nuevo, y en el cual florecian las leyes, la ciencia, la poblacion, el comercio terrestre y marítimo, la disciplina militar, la bandera napolitana navegando en el Canal de la Mancha y en el de Constantinopla... Pórtici con su Museo lleno de curiosas antigüedades, sacadas de Pompeya y Herculano, sirviendo de admiracion á todos los estrangeros... el palacio de Cabo del Monte con su soberbia galería y su rara coleccion de medallas, la policía y el buen, gusto por todas partes, la capital hermoseada y enriquecida con nuevas calles, fortificaciones y paseos amenos, la nacion napolitana,

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