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La pobreza y decadencia de la monarquía visigoda se acentúan aún después de la invasión árabe, no por este motivo, á nuestro juicio, sino porque estaba iniciada, como hemos dicho, y fundada en causas más hondas. Eşta decadencia llegó en los siglos VIII al X á un grado tal, que puede hacer pensar en que la invasión es su causa, porque con ella coincide; pero mirando atrás se comprende lo erróneo de tal idea, y así se va reconociendo en los estudios históricos modernos. Aquella misma persistencia de elementos á través de la invasión germana, creemos nosotros que se reproduce aquí, sin que la irrupción árabe haya podido destruir el desenvolvimiento de una vida nacional, á la que, por su parte, ha aportado mucha influencia.

No fué la invasión árabe tan completa y total como para cambiar la faz de la Península, y aun donde la dominación guerrera fué absoluta, como en ciertas ciudades conquistadas, no se extingue de un soplo lo existente y se reemplaza por otra cosa: sabemos, por el contrario, que se respetan las costumbres, las leyes y hasta el culto de los vencidos, y que estos continúan su vida propia.

Si escasos eran los datos concretos referentes á Corporaciones obreras en la España visigoda, más lo son los relativos á la época de la invasión árabe. Habiendo apenas noticias de la vida social, menos las puede haber de una institución especialísima. Se pierden los Colegios visigodos en la oscuridad del siglo VIII, y no encontramos rastros

de institución que los continúe ó sustituya: ni las Historias generales de España, ni las particulares de regiones ó ciudades, ni las crónicas, fueros y cartas-pueblas que en gran número hemos examinado, dan luz alguna: pudieron ó no existir tales instituciones. Nosotros no podemos afirmarlo ni negarlo por datos de valor histórico positivo, reservados á una investigación más sagaz y profunda de eruditos y especialistas; pero eso no obsta para que, con las debidas salvedades, hayamos formado idea en la cuestión por meras conjeturas generales de un valor proporcionado á su vaguedad.

No teniendo noticias concretas respecto á las Corporaciones de trabajo, nuestra idea de ellas ha de formarse en atención á los elementos de que toman vida, de los que son efecto y consecuencia: el Municipio, el estado y progresos de la industria especialmente, la organización y condiciones del trabajo y de las clases trabajadoras. Este es el medio de poder formar opinión, siquiera sea vaga, sobre la posibilidad ó imposibilidad de la existencia de las Corporaciones que nos ocupan.

El arte y la industria en este período están en una manifiesta decadencia. El cuadro que puede reconstruirse con el examen de los documentos de la época es bien pobre, y los escritores que algo se ocupan de esto, coinciden en esta apreciación. Así dice Masdeu que las artes y ciencias, y muy en particular la agricultura, recibieron gravé herida, llegando la ruina á su colmo en el si

glo IX (1). Desde Alfonso I, y, sobre todo, desde el II, la agricultura empieza á renacer, llegando á alcanzar bastante desarrollo en el siglo XII: las industrias á ella anejas son las primeras que aparecen: la seda, la escarlata, la caña, las lanas y otras riquezas naturales están en explotación; y las industrias de tejidos y labor de metales finos existieron con importante desarrollo en los siglos IX, X y siguientes, según el propio autor (2), quien cita como ejemplo de ello las cruces de los Angeles y de Santiago, el Arca santa de Oviedo y las alhajas de San Isidoro de León. En resumen, dice Masdeu que se han conservado en los siglos de más decaimiento «las artes más necesarias, y aun las de lujo, en estado á lo menos de suficiente medianía (3)». El Sr. Riaño, ante el dato de la fabricación de objetos como las cruces citadas y la arqueta de Fruela, que atribuye á los siglos IX y X, considera el arte de la orfebrería como muy importante en este período (4). Pero la exactitud de esta opinión tan respetable sobre un arte especial, no destruye la opinión corriente que achaca á esta época una vida, en general, pobre y reducida en todos los órdenes, incluso el artístico é industrial (5).

Más concretas, terminantes y exactas son las noticias que nos suministran los documentos de la época que hemos conocido.

(1) Historia critica de España, tomo XIII, pág. 112. LXXX. (2) Ob. cit., pág. 118.

(3) Loc. cit., pág. 118.

(4) Juan F. Riaño. The industrial arts in Spain, 1879.

(5) Gonzalo Morón. Historia de la civilización de España, t. IV, página 182.

Según ellos, está demostrada la existencia de vestiduras, mantos, estolas, corporales, copas, cálices, cruces de plata, frontales de seda, campanas. de hierro y otros objetos de industrias más ó menos propiamente artísticas, desde el siglo VIII hasta el XII. Así lo prueban las donaciones hechas. á las iglesias y monasterios por los nobles y reyes (1), entre las que figuran la escritura de fundación del Monasterio de Santa María de Obona en 780 (2), y la carta de donación de Alfonso I á Santa María de Covadonga (3), como más antiguas, en las que se hacen enumeraciones de objetos que repiten casi todos los documentos de este género de la época hasta el siglo XI (4). De ellos puede deducirse que la industria debía ser muy pobre, puesto que a pesar de la importancia de los donantes, en realidad, las donaciones son muy escasas.

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En casi todos estos documentos se mencionan también molinos, prados, viñas, bosques, pesquerías, huertos, tejares, ganadería y hornos, y rara vez, alguna otra producción ó industria más (5), principalmente de las rurales.

El trabajo fué, durante toda esta época, servil,

(1) Véase Muñoz Romero. Colección de fueros y Cartas-pueblas, y España Sagrada.

(2) España Sagrada, tomo XXXVII, pág. 306, y Muñoz Roméro: Colección de Fueros, pág. 9.

(3) España Sagrada, tomo XXXVII. Apéndice III.

(4) España Sagrada, tomo XXXVI. Apéndice VI.

(5) Véase Muñoz Romero. Ob. cit. Entre otros documentos: Escritura de fundación de San Cosme y San Damián en Covarrubias en 978 Fuero de Logroño, 1095. Fuero de Miranda, 1099. Privilegios de Toledo de 1118 y Fuero de Calatayud de 1131.

pero la condición de servidumbre iba mejorando cada vez más. Existían siervos fiscales ó del Rey, siervos de la Iglesia y de particulares. Lo eran por herencia, y se donaban los hombres con las tierras como adscritos á ellas, lo mismo en el siglo VIII que en los sucesivos (1), con la fórmula de damus (la villa que fuera) cum omnes habitantes in ea (2), ó cum omnes hominibus ibi habitantes. No obstante, desde el siglo X, la servidumbre empieza á convertirse en vasallaje solariego, llegando á quedar los siervos en la situación de tributarios libres, movimiento de emancipación á que contribuyeron mucho las garantías que se daban á los siervos en las ciudades que se iban fundando, como medio de atraer á ellas población. En el siglo XI hay casos de declaración de libertad, más o menos ámplia, y se extiende la condición de solariego (3). La exigencia de prestaciones personales en favor del Fisco, ó servicios fiscales, que recayeron sobre los Colegios romanos y visigodos, se conserva en esta época también, aunque con alguna variación en la forma: tales eran, por ejemplo, la adüa y el fossato, obligación de la gente pechera de trabajar personalmente en las fortificaciones y en los fosos de la villa y castillos de que se habla en

(1), En el VIII. Véase Fundación de Santa María de Obona, Muñoz Romero, ob. cit., pág. 9. En el IX. Véase Testamento de alfonso el Casto. Risco. España Sagrada, tomo XXXVII, pág. 323. En el X. Véase Donación de Alfonso á Santa María de León, España Sagrada, tomo XXXVI, apéndice II.

(2) En el XI. Donación de Ordoño á Santa María de León, año 1042. España Sagrada, tomo XXXVl. Apéndices XX y XXI. (3) Véase Muñoz Romero. Notas del Fuero de León. Ob. cit.

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