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LIBRO SEGUNDO.

Trátase del crecimiento del Reino de Bogotá por el valor de Saguanmachica, que muere en la batalla de Chocontá: herédale Neméquene, que castigada la rebelion del Fusagasugá, trata de nuevas con. quistas: acométele Cipaquirá y en la batalla pierde su Estado: asalta despues al Guatavita y despójale de la vida y señorío: forma ejército contra el Ubaque, á quien vence; y siguiendo el curso de sus victorias por Ebaté y Simijaca, frontera de los Muzos, vuelve victorioso y dadas leyes á sus vasallos, rompe la guerra contra el Rey de Tunja en que pierde la vida, dejando el reino á Thysquesuzha.

CAPÍTULO PRIMERO.

SAGUANMACHICA CONQUISTA LOS FUSAGASUGAES, ROMPE LA GUERRA CON EL GUATAVITA, QUE SE AMPARA DEL REY DE TUNJA, CON QUIEN Y EL CACIQUE DE UBAQUE, PROSIGUE LA GUERRA HASTA QUE MUERE EN UNA BATALLA.

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ILÁTANSE las monarquías cuando la infelicidad se acuerda de algunas Coronas y se olvida de otras: siendo presagio cierto de la desgracia de éstas la buena fortuna con que triunfaron de muchas. Pero si es achaque de lo temporal la poca consistencia con que procede en todo, díganlo tantos Imperios donde la Providencia ha esculpido memorias en sus ruinas para desengaño de las seguridades humanas. Tenemos entre manos el crecimiento del Reino de Bogotá terminado cuando más poderoso y las buenas fortunas de tres monarcas gentiles, desvanecidas porlos efectos repentinos de un acaso. Las noticias que ha recogido el desvelo más curioso no pueden empeñar la pluma en acaecimientos más antiguos: desdicha que se originó de la falta que los indios Bogotaes tuvieron de letras (como se dijo arriba) y de geroglíficos ó Quippos que usaron los del Perú y Méjico para encadenar sus historias y dar cuenta de los siglos pasados. Solamente tenian la tradicion de los más antiguos á los modernos y ésta consistia en la memoria de los presentes, y así lo más cierto de que daban noticias era de lo acaecido pocos años ántes, que se referia en los cantos y versos que decian en sus fiestas 6 ya aplaudiendo los hechos famosos de algunos héroes ó ya vituperando las maldades de otros que habian sido tiranos.

Lo más cierto que se sabe es que lo que los españoles llamaron Bogotá se llamó Bacatá, que quiere decir remate de labranza, y que en los tiempos pasados se poblaron aquellas tierras de tantos Caciques, absoluto cada cual en el dominio de sus vasallos, que más era confusion que grandeza. Y de aquí nació la diferencia de lenguas que usaban en aquel Reino, hasta que el Cacique de Bogotá empezó á dilatar su Estado reduciendo, ya por fuerza de armas, ya por herencia (ó rebelion al Rey de Tunja como algunos quieren), los más Cacicazgos á su dominio, y desde aquellos tiempos le intitulan Zipa, que quiere decir Gran Señor; de que resultó que el idioma de Bogotá (que es la lengua Chibcha que nosotros llamamos Mozca) se dilatase en todo su Reino, de suerte que hoy es la general que corre, aunque con alguna diferencia de voces y pronunciacion, que los nuevamente sujetos mezclaban con el idioma de Bogotá. De los primeros Zipas dan tan confusas las relaciones, que así por esta causa como por haber sido tan cortos los términos de su Reino, solo tratarémos de los últimos que reinaron ántes de la entrada de los españoles, porque como de cosas más recientes son más claras las noticias.

Saguanmachica fué el primero que entre los Caciques de Bogotá se hizo famoso con la noticia que dió en aquel nuevo mundo de que merecia la corona. Comenzaria á reinar, segun el cómputo de lunas que hacen los naturales, por los años de mil y cuatrocientos y se

tenta, poco más ó ménos, y con tan buenos principios fundados en la mucha riqueza y gente de guerra que le dejó su antecesor, que luego trató de ensanchar su Estado por aquella parte que no le embarazasen las paces que halló asentadas con otros Caciques sus confinantes. Esta habia de ser forzosamente la de los Panches, acérrimos enemigos de los Mozcas la de los Fusagasugaes ménos guerreros, y que por retirados ni le estaban sujetos ni hacian aprecio de su amistad, aunque eran todos de su misma nacion. Y como de la guerra de los Panches no esperaba ménos fatalidades que las que habian pasado por sus antecesores, resolvió pasar la conquista de la otra parte de la montaña que divide las provincias de Bogotá y Sutagaos; y así convocadas sus tropas y entresacando de ellas hasta treinta mil infantes, formó ejército, y encaminándolo personalmente por los páramos de Fusungá, dió vista en pocos dias á la montaña que sirve de sobrecejo á las tierras frias de los Pascas y Chyayzaques que le estaban sujetos, y con tan buen suceso por la poca resistencia que halló en la entrada, que en ménos de doce horas se halló de la otra parte aunque atajado del Fusagasugá con más numeroso ejército por haberle ocupado el paso de una colina rasa donde le esperaba con ánimo de romper la batalla.

Era el sitio de la colina angosto respecto de coñirle por la una parte la fragosidad de un monte cerrado, y por otra la peligrosa profundidad que hacian las peñas hasta el rio que se llama de Pasca; pero muy ventajoso y á propósito para reconocer la marcha de Saguanmachica, y para escapar las reliquias del ejército en caso que la fortuna se mostrase contraria, por comenzar desde allí los Llanos de Fusagasugá que corren hasta el rio Subya. Ya se reputa vencido quien previene los medios de salvarse huyendo; y apénas se hallará en mil años otro Cortés que quitando la esperanza al escape, afiance la seguridad con hacer rostro al peligro. Pero Suguanmachica, práctico en el arte militar desde su juventud, pensó, y bien, que quien no habia sabido aprovecharse de la estrechez de la montaña para impedirle, ménos sabria conservar una colina rasa para ofenderle: Verdad es (decia á sus Capitanes) que el paso es estrecho y nos tienen cogida la cuesta; pero esa misma que fuera ventaja contra nosotros, siendo los contrarios ménos y más guerreros, ha de serlo contra ellos por el embarazo que se ha de causar en tan corto espacio una muchedumbre visoña; y más si se hallan cortados cuando menos lo piense su confianza: y así soy de parecer que hagamos alto hasta mañana, disponiendo que dos mil de los nuestros penetren el monte esta noche, sin ser sentidos, hasta ganar las espaldas al enemigo, para que al romper del alba, que será la señal del avance, empecemos á un tiempo unos y otros los primeros ataques de la batalla.

No hubo entre todos quien contradijese el consejo, porque la razon y autoridad del que la propone vencen siempre la tenacidad de los discursos más recatados. Quienes se opusiesen sí hubo á que se les encargase por arriesgada la conducta de los dos mil hombres, que son los empeños á que aspiran los cabos cuando la presencia del príncipe los anima: pero elijióse uno de los caballeros de su sangre, porque en ella se afiancen con más seguridad las empresas de mayor reputacion, y aunque con mucho trabajo, venció al fin las dificultades del monte, saliendo de la otra parte del ejército contrario poco ántes de romper el dia; pero á tiempo que sus centinelas tocando alarma (por haberlos sentido) pusieron en confusion sus mismas escuadras, porque vacilando sobre la parte á que debian ocurrir prontas, se resolvieron á elegir lo más infame como cobardes, pues persuadidos á que todo el ejército del Zipa les iba cortando el paso para la retirada, sueltas las armas se pusieron en vergonzosa fuga, que reconocida de Saguanmachica, al mismo tiempo que del cabo de la emboscada, acometiéndoles éste por el costado del monte y aquél por las espaldas, siguieron el alcance hiriendo y matando en ellos, hasta meterlos por las puertas de Fusagasugá, donde al tiempo que el sol rayaba se hallaron con una gloriosa victoria, colmada no ménos por la multitud de enemigos muertos, que por la prision de Uzathama, uno de los Caciques más poderosos de aquella provincia, y General de sus armas. Así, pues, rendido el Fusagasugá por consejo de Tibacuy, su más confidente (que salió mal herido de un macanazo), dobló la rodilla á Saguanmachica, y reconociéndolo por supremo señor, consiguió perdon de la vida y restitucion de su Estado, sin más prenda que el vasallaje (que con juramento hecho al sol afianzó en su promesa), de que vanagloriado el Zipa, y más de que no le hubiese costado un solo hombre la conquista, pasó á Uzathama, tanto con fin de reconocer el terreno y las poblaciones sujetas, como de salir á Bogotá por la montaña de Subyá, que le aseguraron más apacible que la de Pasca: pero hallóse engañado, porque las malezas y atolladeros pantanosos del monte le detuvieron dos dias en ménos de cinco leguas, saliendo al fin de

por

ellos con su gente bien fatigada á las delicias de su Corte, donde en sacrificios y fiestas la pasada victoria gastó muchos meses : mas como la vecindad del Guatavita se diese por ofendida de la opinion que empezaba á cobrar Saguanmachica, rompió las paces, y por sus Estados, con deseo de ahogarlos entre la inundacion de sus escuadras; pero el Zipa se hubo tan valerosamente, que despues de una famosa resistencia, juntando más gente, corrió las tierras del Guatavita, hasta que habiéndole roto en dos encuentros, le obligó á pedir socorro á Michua, Rey de Tunja, con quien tenia estrecha confederacion.

El Tunja, entonces empeñado en su ayuda, y desvanecido con la grandeza de sus Estados y el aire de su antiguo linaje, despachó un ministro ó heraldo suyo á citar á Saguanmachica para que pareciese en su Corte á dar razon de las quejas representadas por aquel Cacique; pero el Zipa, mofando de la soñada vanidad del Tunja, maltrató de suerte al ministro en menosprecio de quien lo enviaba, que más empeñado el Tunja con la propia ofensa, juntó ejército de cuarenta mil hombres, y marchando hacia los confines de Bogotá, supo que su enemigo le esperaba determinado á dar batalla, tanto fiado en el valor de su gente, como en las armas auxiliares que el Sopó y otros señores ofendidos del Tunja le dieron; y recelándose cuerdo de lo que se aventura entre los arrestos de una resolucion desesperada, temió de suerte al Zipa, que se determinó á dar vuelta á su Reino sin verle la cara: desaire que le afeó mucho el crédito y dió ánimo á Saguanmachica para revolver aceleradamente con todo su ejército contra el Ubaque, tanto con ánimo de asegurar al Tunja para cojerlo desprevenido, como de vengar el agravio que en la ocasion habia recibido del Ubaque, pues coligado con su enemigo, y faltando á su amistad antigua, le habia corrido las fronteras de su Reino, invadiendo con armas los pueblos de Pasca y Úsme; y tanto cuidado puso en la marcha, que antes de poderse prevenir su contrario para la defensa de tan pujante ejército como llevaba, le entró á sangre y fuego por las fronteras de Chipaque y Une, con fin de cojerlo á las manos: pero avisado de que habia desamparado su Corte y recojídose á un peñol fuerte, en que libraba de ordinario la seguridad de su persona y tesoros, y espoleado de la mayor gloria que le resultaria de verse en campaña con Michua, su mayor enemigo, desamparó lo ganado, á tiempo que auxiliado de él el Guatavita, y los Panches irritados de su voracidad, como fieras insaciables de carne humana, rompiendo éstos por las fronteras de Cipacon y Tena, y aquél por las de Chia y Cajicá, le hicieron mudar consejo y que dividiese su gente en dos campos para acudir así á la invasion de los Panches como á la del Guatavita, que renovaron la guerra tan porfiadamente, que se continuó por más de diez y seis años, hasta que retraidos los Panches con algunos malos sucesos, tuvo lugar Saguanmachica de poner en ejecucion su primer propósito, pues juntando ambos ejércitos y fingiendo torcer el camino contra los Panches, lo condujo aceleradamente al territorio de Sopó, donde incorporando con las suyas las tropas de aquel Cacique y otros enemigos de Michua, tomó la vuelta de Tunja por tierras del Guatavita, que atemorizado de la guerra pasada no se atrevió á hacerle oposicion.

Así pues marchaba Saguanmachica con cincuenta mil hombres, cuando Michua, noticioso de todo desde que su enemigo arribó á Sopó y viendo que ya no era posible escusar el trance de una batalla, resolvió salir á recibirlo en los términos de su Reino con sesenta mil hombres de pelea, pareciéndole que ni á su reputacion le estaba bien otra cosa, ni lè seria bien contado escuchar anticipadamente los estragos que haria el campo enemigo en sus tierras, si por falta de oposicion le dejaba poner pié en ellas; y así marchaba aceleradamente mientras el Zipa, usando de toda hostilidad, penetró con sus armas por los Estados del Guatavita, hasta dar vista al Chocontá casi al mismo tiempo que el ejército de Michua, refrescado en tan populosa ciudad, salia de ella, dejándola á sus espaldas para el resguardo de sus tropas. Pero como á breve tiempo reconocidas unas de otras, fuesen atacando la batalla con algunas mangas sobresalientes, se encontraron los ejércitos por tiempo de tres horas con tan fiero estrago de ambos, que en él murieron el uno y otro Príncipe, aunque la victoria quedó por los Bogotaes, que sin más despojo ni presa que la de su Rey muerto, volvieron á su Reino, dando lugar á que los Tunjanos con el cuerpo de Michua hiciesen patente su desgracia á Quimuinchatecha, mancebo de diez y ocho años, que le sucedió en el Reino y en la desdicha.

CAPÍTULO II.

HEREDA EL ZIPA NEMÉQUENE, Y CASTIGADA LA REBELION DE
FUSAGASUGA, SUJETA LOS CACIQUES DE CIPAQUIRÁ Y NEMZA.

Mleon, heredó todo lo que entonces comprendian las tierras llanas y

UERTO Saguanmachica, pasó el Reino al Zipa Neméqueno, que quiere decir hueso de y dehesas que hay desde las montañas (que son términos de los Panches) hasta la cordillera, que corre sobre Santafé y desde Cajicá y Chinga, Norte-Sur, hasta Usme y Sibaté, sin lo conquistado por su antecesor de la otra parte de la montaña, hasta confinar con los Sutagaos. Los principios de su reinado debieron de ser (segun la conjetura de los que dan veinte años de reino á Saguanmachica) por el de mil cuatrocientos y noventa con poca diferencia. Salió de espíritu tan valeroso y de ánimo tan inquieto, que pareciéndole corta esfera para su ardimiento todo lo heredado, trató siempre dentro de sí hacerse el camino con las armas y la industria para una dilatada monarquía. No discurrió, como_debia, que es mayor el Reino pequeño que se conserva, que el grande que se aventura. Toda el ansia de su ambicion trabajaba en hallar traza para sujetar al Tunja, que era el mayor señor, que le competia por enemistades, que se heredaron envueltas en las Coronas. Es la emulacion del contrario espuela que precipita al enemigo; y la codicia de nuevos dominios siempre fué escollo en que peligraron muchos monarcas. No tenia para ser bárbaro el discurso tan falto de razon, que no reconociese la falta de milicia veterana en que se hallaba su Reino por la batalla pasada, en que murieron como siempre los más valerosos: los muchos enemigos que le cercaban y recelosos de su potencia habian hecho liga con el Quimuinchatecha, príncipe de pocos años y ménos ambicion, con fin de conservar sus Estados. Ya la experiencia le habia enseñado en vida de su tio, que de las invasiones que hacian sus ejércitos contra el Reino de Tunja, se aprovechaban el Ubaque y Guatavita para inquietarles sus tierras, por ser los más interesados en su ruina. Alcanzaba por los sucesos pasados, que no hay empeño en la guerra tan imprudente, como el que se hace dejando enemigos á las espaldas. Del Cipaquirá y Ebaté se hallaba receloso, aunque distante de este último. De los Panches, gente caribe y valiente, se veia su Reino acometido por instantes. Y finalmente, no lo habia heredado tan pacífico y seguro, que en la provincia del Fusagasugá no se le hubiesen rebelado los Caciques, que poco ántes estuvieron sujetos, porque la libertad es muy amable y con cualquier novedad la intentan los más dormidos.

Todas estas consideraciones pudieran enfrenar orgullo que no fuera tan feroz como el de Neméquene; pero como un corazon grande sobresale en las dificultades, ninguna cosa se le representaba imposible á su valor, solamente esperar tiempo era el torcedor que más le atormentaba; porque consultados los Uzaques, que son los caballeros más nobles del Reino, se resolvió cuerdo en disciplinar su gente en las fronteras de los Panches con la defensa y en recuperar lo propio, antes de intentar lo ageno. Tenia por sobrino y heredero á Thysquesuzha, mancebo de buenas esperanzas, aunque de natural ménos guerrero: sacóle de Chia, donde tenia su asistencia, y habiendo llegado á su Corte le nombró General de cuarenta mil hombres, para reducir la provincia de Fusagasugá. Proveyó sus fronteras de nueva. milicia y por no tener ocioso su espíritu guerrero hizo diferentes levas de gente, para mostrarse poderoso á sus émulos, todo le era posible respecto de la muchedumbre de vasallos que tenia en su Reino.

El sobrino, conducida la gente, pasó la montaña vecina haciendo camino por la cumbre de la sierra, que corre por Subyá y Tibacui, y tan ancho como se ve hoy por las señales que se conservan respecto de ser muy fragosas las entradas del camino real para Fusagasugá y haber de necesitar en él á sus escuadras á que marchasen desordenadas. Esta provincia, que viene á ser la misma que la de los Sutagaos de que tratamos en el libro antecedente, dista hoy de la ciudad de Santafé doce leguas al mediodia, y dividen la de Bogotá, como dijimos, unas sierras altas de cuatro y cinco leguas de montaña que se atraviesan para entrar en ella: al oriente tiene recios paramos y al occidente confina con los Panches, mediando entre las

dos provincias una sierra ménos alta que la primera. Es lo más de ella tierra doblada y fragosa, y dentro de sus términos, que corren hasta Sumapaz, se goza de los tres temples, frio, templado y caliente. Tendrá de longitud como diez y ocho leguas y de latitud por algunas partes á cuatro y á cinco. Es más a propósito para ganados que para semillas, aunque prueba bien el trigo. Abunda de cera, miel, pita y hayo con que comercian sus naturales. Hay dentro de ella un rio que llaman de la Lejía por el color de las aguas, que le da el curso, que lleva siempre entre zarzaparrilla. Tiene otros muy rápidos, y en el de Sumapaz, que corre profundísimo y violento por entre peñas, formó la naturaleza un puente de dos piedras, que como despedidas á nível cada cual de la una y otra banda, y encontrándose quedaron en forma de arco, por el cual se pasa de una parte á otra, tránsito que fuera muy difícil á no haberlo reparado la naturaleza. No estaba toda la provincia sujeta al Zipa, porque los Sutagaos, que están de la otra parte del rio Pasca, reconocian diferente dominio.

Con dificultad se muestran animosos los traidores: todo el brio que ostentan en los tumultos, se vuelve en temor en vista de los ejércitos: no lo tenia inferior el Fusagasugá para resistirse, y más cuando la fragosidad de los sitios en que se habia fortificado le ayudaban tanto; pero hay poco que fiar de gente, aunque sea mucha, si lo es de pais amedrentado, y más cuando la propia culpa libra de ordinario en las espaldas la defensa. Volviólas pues cobarde á los primeros encuentros, y pagaron con las vidas los que metieron más prenda en la rebelion. En sacrificios por la victoria no perecieron pocos de los vencidos, y el castigo de muchos fué tal, que no les dejó manos para levantar más cabeza en lo venidero. Púsoles Thysquesuzha en Tibacuy guarnicion bastante de Guechas, que eran los más escogidos infantes de su milicia pagada, y asegurado el Estado tomó la vuelta de Pasca cargado de ricos despojos. Al mismo tiempo ejercitaba sus gentes y brazos el Zipa Neméquene en asaltos y encuentros con los Panches, y siempre con buenos sucesos, que es el cebo con que empeña una fortuna que se dispone para ser mala.

Son los indios de aquellos paises frios todos de natural pacífico, más inclinados al comercio que á la guerra; y Neméquene nació exento de aquella naturaleza. Fueron las hazañas que ejecutó su ardimiento, las llamaradas últimas de una luz que se acaba; más grandes por el fin que se le acercaba á su Imperio. Mostró en sus acciones lo que importa un leon por Capitan, aunque lo sea de corderos. Parecióle al Cipaquirá que con la ayuda de los Nemzas tenia ocasion de apagar sus recelos metiéndole al Zipa la guerra dentro de su misma casa, mientras tenia divertidas las armas en los Fusagasugaes i Panches. Esta provincia del Cipaquirá distará de Santafé diez ó doce leguas al septentrion; no es muy dilatada pero de tierras llanas y fértiles, y abundante por esto de gente y poblaciones, y muy rica por estar en ella las mejores salinas del Nuevo Reino, la una en Cipaquirá y la otra en Nemocon, Era frontera de Bogotá, y fiado en las consideraciones referidas entró por los confines de Cajicá usando de toda hostilidad, sin atencion á las paces que poco ántes tenia capituladas; pareciéndole que donde intervienen conveniencias no obligan palabras á quien aspira á sus intereses. No seria el discurso suyo, algun vecino más político se lo propondria más corriente para meterlo en el empeño: suelen éstos probar fortuna por mano agena, para tentar con riesgo del ménos cauto el humor que rebosa en sus enemigos. No fuera mucho arrojo culpar en esta ocasion al Guatavita ó al Ebaté sus confinantes, que quisieran divertido con otros al Zipa; ni éste debió de ignorarlo, pues la venganza que maquinó para despues, bien claro dijo su sentimiento.

Llegaron los avisos al Zipa del riesgo en que se hallaban sus gentes. Era presto en sus resoluciones, calidad muy necesaria para la oposicion de los repentinos asaltos: sacó de las fronteras de los Panches los mejores soldados, y juntando con los que tenia consigo hasta diez y seis mil, marchó en demanda de sus contrarios. Otra tanta gente lleva en su favor quien desengaña al enemigo de que no lo teme con la que lleva; y el mostrar recelo en los acometimientos, es cantar la victoria por el enemigo. Diéronse vista los ejércitos entre Chia y Cajicá, lugar destinado para el encuentro. Resonaron los caracoles y fotutos, que son los pífanos y trompetas de aquellas naciones: cubrieron los aires de tiraderas, y mezclados los tercios redujeron á las macanas la fuerza del combate. Venció como siempre el Zipa, porque se le mostraba risueña la suerte, para dejarlo cuando fuese más sensible la desgracia. No hizo la puente de plata á su enemigo, que las experiencias enseñan que las reliquias de un ejército roto se juntan con la facilidad que se refuerza una madeja desunida

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