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se abstuvo neutral sin acudir á los unos ni á los otros, hasta que el tiempo le aconsejase lo que habia de hacer. Viéndose pues el Ubaque destituido del socorro, acudió á sus vasallos, convocó los más que pudo en tropas que le acudian, y sin guardar órden en la marcha, caminando apresuradamente puso cerco al Peñol por todas partes. El Gobernador, que ya se veia dueño de las riquezas, por conservar el dominio de ellas Ꭹ el Ubaque por restituirle en el despojo de posesion tan antigua, hicieron sangrienta la refriega cinco dias pelearon con valor y obstinacion, pero como no hay resistencia contra el hambre, enemigo que mata sin reparo, viendo el Gobernador la falta que padecia de mantenimientos, y que cada dia se le aumentaba más la gente á su contrario, se determinó á desamparar el Peñol y hacerse paso con las armas por las de sus enemigos.

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El último peligro le dió el conocimiento que debia tener antes para ser famoso. Despreció las riquezas cuando no eran suyas y cuando ya le tenian sin esperanza de gozarlas; porque recogida toda la suma de oro que habia apresado, hizo que la arrojasen dentro del lago, diciendo: Enemigo que te crias para destruccion del género humano: tú que mueves las guerras y facilitas las paces, por quien se introdujo el dominio y la sujecion entre iguales y en los que nacieron libres: tú que engendras las iras y rompes las amistades, para que no ocasiones de hoy en adelante nuevos peligros entre los mortales, y porque ánimos codiciosos no veneren en ti su desasosiego, quédate en la profundidad de este lago, donde para siempre te sepulten sus ondas: y ojalá pudiera yo hacer que todos los tesoros del mundo pasasen por tu fortuna, pues tus glorias las brindas con sobresaltos; si te buscan, es con fatigas; si te guardan, con recelos; y si te pierden, con desesperacion. De qué sirve la Majestad si la ultrajas? De qué aprovechan las leyes si tú las atropellas? Y si al que te goza quitas el sueño, para que duerman de aquí adelante los que te buscan, bien pensado ha sido ponerte donde ni los rayos de la luna te alcancen ni los del sol te registren.

Estas palabras ú otras equivalentes á ellas refieren haber dicho el Gobernador, y acabadas de pronunciar salió del Peñol con la poca gente que le quedaba, puesta en órden: trabóse la pelea por buen rato, y mostrábase el gallardo jóven como despreciador de la vida, valiente en los acontecimientos y cuerdo en las disposiciones: bermejeaba en sangre de los enemigos y en la de sus propias heridas, y obligado de la desesperacion, hacia los últimos esfuerzos. No se ostentó garrochado toro más fuerte en la palestra; los silbos y voces con que de ordinario guerrea esta canalla, le aumentaban el coraje, y en los arrojos de su brazo contra una muchedumbre se vieron despreciados muchos peligros; pero como las fuerzas de su enemigo eran tantas, rindió el orgullo y la vida con los más señalados de los suyos. Murió cuando empezaban en él los méritos para mejor fortuna ; mas es tan contagiosa la codicia, que aun despreciada deja vinculado el fracaso en quien alguna vez se dejó vencer de su tiranía.

Victorioso quedó el Ubaque, aunque sin esperanzas de ver más el tesoro, que despues ha causado la ruina de tantos investigadores de su riqueza. Este dolor se le aumentaba con el miedo que concebia del Zipa por el disgusto que le causaria golpe tan sensible como la muerte del hermano, en quien fuera del vínculo de la sangre contemplaba el de la amistad; y así como sagaz le despachó luego aviso con sus más confidentes, dándole cuenta del suceso y disculpándose de la ejecucion de él, por haber sido sin culpa suya, en atencion de la reverencia debida á su dueño. Representábale que estando él debajo del amparo de tan gran principe, y teniendo su hermano por esta causa obligacion de ampararlo en cualquier acaecimiento, habia procedido tau ajeno de ella, que para apoyo de su codicia se valió de la sombra de un Rey tan justiciero y en menosprecio de su autoridad le robó sus bienes y no contentándose con este agravio, pretendió tambien quitarle la vida, que no permitieron sus dioses, porque favorecido de ellos aconteció que en guerra defensiva el hermano perdiese la suya cuando intentaba derramar la sangre de quien no le habia ofendido. A esta embajada, en que iban bien instruidos los mensajeros, juntó un rico presente de joyas y preseas de valor, por ser costumbre antiquísima entre los Mozcas, que ninguno haya de parecer ante Rey, Cacique ó Superior sin que lleve algun presente, que darle antes de representar su pretension: estilo que no solamente se usa de súbdito á su señor, sino de igual á igual, como sea forastero.

Con los presentes referidos llegaron los embajadores al cercado de Bogotá (que era el Palacio de los Zipas) y alcanzada licencia de parecer ante Neméquene y dar su embajada, entraron á su presencia y vueltas las espaldas, bajos y doblados los cuerpos con sumision

profunda (que viene á ser la cortesía y respeto con que tratan estas naciones á sus dioses y personas de autoridad, por tener á desacato que un vasallo hable cara á cara á su señor) le dieron la embajada en conformidad de las órdenes que llevaban del Ubaque. Estuvo el Zipa muy atento á la relacion que le hicieron los mensajeros ; y con majestad severa y sin que se le reconociese alteracion en el semblante con ninguna de las circunstancias que le dijeron, les mandó volviesen al Ubaque con su presente y le dijesen que luego al punto fuese á parecer en su corte y dar personalmente los descargos de la muerte de su hermano; obedientes los mensajeros partieron, é hiciéronle saber á su Cacique lo que el Zipa le ordenaba y él, sabida la voluntad de su Rey, sin poner excusa alguna en la ejecucion del mandato, se puso en camino con otro nuevo presente digno de su grandeza y del príncipe á quien lo llevaba. Este se componia de veinte doncellas las más hermosas de su Estado, bien vestidas y arreadas de joyas ; cien cargas de la más fina ropa de algodon, muchas y muy buenas esmeraldas, varias figuras de animales de oro y plata y otras muchas preseas de las más estimadas de aquel pais.

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Con esta prevencion y grande acompañamiento de sus vasallos, entró en la corte de Bogotá como reo el que pocos años antes era temido como igual, y hecha la reverencia debida al Zipa y ofrecido el presente, no quiso tomar cosa alguna de todo él, si no fué por ceremonia una manta de algodon, dando por razon aquel bárbaro (la que debe tener presente cualquier Juez cristiano) que de los acusados no se debian recibir doues y preseas, porque son el peso con que se dobla la vara de la justicia, que siempre debe estar derecha. En efecto, probados y bien vistos los descargos del Ubaque, y reconocida la culpa del hermano, despues de seis ó siete meses de detencion, prefiriendo al vínculo de la sangre la fuerza de la razon, dió por libre al Ubaque de la culpa que se le imputaba, restituyéndole en sus Estados, á que agradecido el reo instó segunda vez con el presente; pero el Zipa, más prudente que antes, le respondió que no habia recibido el presente ántes de sentenciarle, por lo que le habia dicho entónces, y que no lo recibia despues de la sentencia, porque no se dijese que para darla habia tenido la mira á recibirlo despues; con que favorecido y cargado de honores el Ubaque volvió muy alegre á su casa.

CAPITULO V.

DA LEYES EL ZIPA EN SU REINO Y PREVIÉNESE DE TODO PARA LA GUERRA DE TUNJA.

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TIENDO, pues, Neméquene la grandeza á que habia llegado su Reino, y que toda la seguridad de las Monarquías se sustenta sobre los dos polos del premio y del castigo, y que éstos viven y se mantienen de la fortaleza de las leyes, con que los méritos y delitos se pesan segun la calidad de ellos y de las personas, ordenó muchas leyes y estampólas en las memorias de sus vasallos, para que se gobernasen por ellas; y cumplieronlas tan sin descuido y con tanta puntualidad, que se fueron arraigando de suerte que hasta nuestros tiempos permanecen entre ellos, y se guardan algunas, aunque como ya viven sujetos á las nuestras, se van desvaneciendo con el tiempo; y de las que hizo Neméquene refieren éstas los naturales.

Mandó que si alguna persona matase á otra, pagase con la vida, aunque le perdonase la mujer, padre ó parientes del muerto; porque la vida solo Dios la daba y los hombres no tenian autoridad para perdonarla á quien la debia por la que habia quitado.

Que si algun hombre forzase alguna mujer, muriese por el delito, siendo soltero; pero si el delincuente fuese casado, durmiesen con la suya dos hombres solteros, para que con el sentimiento de la propia deshonra, reconociese la gravedad de la culpa, y fuese la pena mayor que la muerte.

Que si algun hombre cometiese incesto con su madre, hija, hermana ó sobrina, fuese metido en un hoyo estrecho lleno de agua y acompañado de sabandijas lo cubriesen con una grande losa donde pereciese miserablemente; y que la misma pena se ejecutase con las mujeres, para que si el fuego de la lascivia los habia obligado á romper los grados del

parentesco, se les apagase el incendio con la frialdad del agua y la tierra, y con la losa quedasen sepultados los nombres y memorias de sujetos tan malos.

Al sodomita puso pena de muerte, que se ejecutase luego con ásperos tormentos; y en esta ley dejó puerta abierta para que los Zipas que le sucediesen, pudiesen extender el castigo con las más penas que arbitrasen, pareciéndole que mientras más se aplicasen aun no serian condignas á semejante delito.

Mandó que si de parto muriese alguna mujer casada, perdiese el marido la mitad de su hacienda, y se aplicase al suegro ó suegra, ó á los hermanos ó parientes que fuesen en el afecto padres de la difunta, por ser como era el marido instrumento, aunque sin culpa, de la muerte de su mujer, y sus suegros y parientes los que verdaderamente la perdian; pero que si la criatura quedase viva, solamente la criasen á costa del padre.

Para el que fuese ladron mandó que con fuego puesto delante de los ojos lo cegasen, y si los hurtos fuesen de gravedad ó repetidos, se los quebrasen con puntas de espinas; pues habiendo de ser las penas medicinales, por estos medios se castigaba lo presente y remediaba lo futuro, sin quitarle la vida al reo.

Ordenó que ningun señor ó Cacique, por grande que fuese, subiese en andas, que llevasen sus criados en hombros, sino solamente el Zipa ó la persona que él privilegiase en caso que fuesen tales sus servicios y sangre que lo mereciese, para que con su observancia conociesen todos la soberanía del que naciese Rey y la diferencia del que sirviese mejor.

Limitó los vestidos y joyas á la gente comun para formar gerarquías entre sus vasallos; y á los Uzaques (que son los de más ilustre prosapia, y entonces eran como grandes del Reino) concedió privilegio para horadar las orejas y narices y poner pendientes de ellas las joyas que quisiesen.

Aplicó para su Real fisco las haciendas de aquellos que muriesen sin herederos legítimos: si bien fuera de los sobrinos, hermanos é hijos, no se ha podido averiguar entre los mismos indios si heredaban otros.

que

Mandó que al mostrase cobardía cuando lo llamasen para la guerra ó cuando estuviese en ella, lo despojasen de las vestiduras de hombre y se las pusiesen de mujer, ocupáudolo en los ministerios propios de aquel sexo, por el tiempo que al Zipa le pareciese.

Hizo ley ordenando que al que huyese de la batalla ántes de hacerlo su Capitan, le quitasen luego la vida con muerte afrentosa; porque de imitar en todo las acciones de los cabos, resultan de ordinario las victorias cumplidas ó las pérdidas ménos sensibles: y establecidas otras penas ligeras para delitos leves, como son romper la manta ó cortar el cabello, dispuso que para la indispensable observancia de todas las que van dichas, fuese Presidente de su Consejo supremo, con sucesion de uno en otro, el Cacique de Subá, de cuya sentencia en justicia no se pudiese apelar. Y verdaderamente en la poca doctrina que tenia aquel bárbaro, mostró muchas luces de un entendimiento capaz de cualquiera enseñanza política en que lo cultivasen.

Promulgadas estas leyes y obedecidas de los vasallos del Zipa, en la mayor pujanza de buena fortuna, riqueza y estados en que se veia, pareciéndole que el complemento de su ambicion consistia en apoderarse de Tunja, piedra la mejor, que echaba ménos en su Corona, y que su príncipe era el enemigo más grande que tenia por vencer, y contra quien las guerras pasadas habian sido disposiciones prévias para sojuzgarlo, hizo convocacion de todos los Caciques de su Reino, que sabida la intencion del Zipa, acudieron á su Corte dentro del término señalado para juntarse; y es fama que teniéndolos presentes en su cercado, y puesto en su Real silla, les habló de esta suerte:

Bien notorias son en estos Reinos y en los extraños mis grandes hazañas, y á los que estais presentes mis gloriosas victorias continuadas por tantas lunas, pues no se ha visto señor ó Cacique que se me haya atrevido, que ya no confiese postrado á mis piés la diferencia con que nos crió el Autor resplandeciente de la naturaleza. Mis Estados son ya todas las tierras que ocupan estos dilatados llanos, sin las que tengo de la otra parte de la cordillera grande y de la montaña, que linda con la de los Panches, sin que halle hoy persona en ellas que no viva gustosa debajo de mi dominio, y que no confiese ser digno yo solo, por mi real sangre y esfuerzo, de mandar y sujetar los demas Reyes del mundo. Y así no puedo negaros que tengo á mucha afrenta mia que el Hunzaque, príncipe desigual conmigo, no solo no se me haya rendido (visto el estrago de tantos Caciques confederados suyos), pero que intente hacer oposicion á mi poder soberano. No niego yo que si él hubiera so valeroso y sujetado

las provincias que confinan con su Estado, pudiera competirme en el poder, aunque no en la sangre; pero siendo el señorío que ocupa menor que los que tienen otros Caciques libres de aquel Reino, es mengua que ya los Bogotaes, con la ocasion de hallarlo dividido, no lo tengan conquistado, y á los Tunjas, esclavos de nacion tan esclarecida; y así me hallo resuelto á levantar ejército bastante para la empresa, sin apartar mano de ella ni reservar mi persona de tan glorioso empeño: para lo cual será necesario que cada cual de los Caciques que me ayen, tenga su gente de armas prevenida para de aquí á treinta dias, que señalo de plazo; y que las prevenciones de bagaje y pertrechos necesarios se dispongan de suerte que el ejército no llegue á contingencia de deshacerse por su falta; y estando dispuesto lo que os mando, parecereis dentro del dicho término con todas vuestras tropas en mi presencia, para que en ella se haga la lista de la gente que hubiere de asistirme. Y os empeño mi Real palabra de adelantar con honras y favores á los que en esta ocasion se señalaren más en mi servicio. Para lo cual partid luego, y háganse las levas pregonando la guerra en todo mi Reino, porque en este verano que tenemos ya tan vecino, pueda lograr los designios que por tanto tiempo tengo premeditados.

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Dichas estas palabras, y habiendo cada cual dado señales de su pronta obediencia, se partieron todos á sus Estados, y divulgada la fama de la guerra que emprendia el Zipa, se eligieron de cada provincia los soldados más experimentados en los encuentros y lances pasados, y bien apercibidos de las armas que usaban, que acrecentaron con picas y ondas con lo demas necesario para el sustento, salieron de sus territorios dentro de los treinta dias señalados, y á los fines de ellos se hallaron en los floridos y dilatados campos de Bogotá, donde las naciones y parcialidades que ocurrieron ocuparon sitios separados, diferenciándose para ser conocidas con insignias de varios colores, pabellones y tiendas de algodon, en que alojaban los cabos y demas oficiales. Y estando ya juntos y bien ordenados los escuadrones, se presentó en medio de ellos el Zipa en unas andas de oro y esmeraldas, acompañado de los Uzaques y Ministros de su Corte, y reconociendo los tercios muy despacio por su propia persona, dispuso que pasase muestra el ejército, en que se hallaron sesenta mil hombres de guerra bien prevenidos, de que se alegró mucho, no tanto por el número como por la calidad de estar disciplinados en la escuela de su milicia.

Pasada la muestra, se dió principio á los sacrificios, que con horror traslado á la pluma, y estaban dispuestos para aquella ocasion por mano de los Jeques, á quienes pertenecia ejecutar las víctimas de sangre humana, y estas fueron tan crecidas, que aun entre bárbaros no se libraron de ser espectáculo el más lastimoso que representó su gentilidad en el teatro de aquellos campos, y templo majestuoso de sus ídolos, tantas veces manchados con la sangre que derramaron sus ánimos brutos. Pero concluidas ya por Neméquene las víctimas y ceremonias, como por el Jeque le fuese dicho prosiguiese la empresa en que seria bien afortunado, segun que del Oráculo lo tendia entendido, mandó que sin dilacion alguna marchase el ejército á Tunja con aquel órden y espacio que requerian sus escuadras y la multitud de cargueros en cuyos hombros se conducia el bagaje y demas pertrechos de

guerra.

CAPITULO VI.

REFIERENSE LOS SITIOS Y ESTADO DE LAS PROVINCIAS DE TUNJA Y SOGAMOSO, Y HACEN LIGA SUS PRÍNCIPES CONTRA NEMÉQUENE.

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tan pública la fama de la guerra que emprendia el Zipa, que luego tuvo noticias de tancias; dicha que no todas veces alcanzan los príncipes, y que debieran solicitarla, pues en la cierta noticia de lo que obran sus contrarios consiste casi siempre la buena fortuna de los progresos. No poco cuidado le causó la dificultad en que se hallaba envuelto para la defensa de quien tan poderoso y guerrero empeñaba todas sus fuerzas en destruirlo. Tenia el Tunja su Corte distante poco más de veinte y cinco leguas de Bogotá, y puesta en cinco grados y veinte y cinco minutos de la equinoccial de esta banda del norte, que viene á ser el sitio donde al presente está fundada la ciudad de Tunja. Su valle corre norte sur muy poco trecho, con

ménos travesía: es falto de agua y leña y por causa de la elevacion de la tierra muy frio y seco; y por los aires sutiles y nocivos que la bañan (principalmente el que llaman de Carare, que es el más continuo) se padecen pasinos y desecacion de cerebro, de que resulta estar muy sujetos á perder el juicio sus habitadores. Pero como era este valle el centro de los Estados del Tunja, puso en él su silla para repartir igualmente la influencia del dominio en sus vasallos. Ciñenla dos colinas rasas, una á la parte de oriente, donde habitan los Chibataes, Soracaes y otras naciones que se extienden hasta la cordillera que divide los Llanos de San Juan de lo que al presente se llama Nuevo Reino; la otra á occidente, llamada la Loma de los ahorcados (por lo que adelante se dirú) ó cuesta de la Laguna, por el valle que tiene á las espaldas de tierras llanas y fértiles de carne y semillas, donde hay un grande lago y en que habitan las naciones de los Tibaquiraes, Soras, Cucaitas, Sáfas, Furaquiras y otras que por el mismo rumbo confinaban con las tierras de los Caciques de Sachicá y de Tinjacá, señores libres y de la provincia en que de presente se coge mejor trigo y aceitunas y donde está fundada la Villa de Leiva. Al sur de las dos colinas, cinco leguas distante, tenia su Estado el Cacique de Turmequé, señor poderoso y sujeto al Tunja y de quien más confiaba, por tener á su cargo la plaza de armas y frontera de los Bogotaes; y aunque todas aquellas tierras son ásperas y dobladas, por ser tan fértiles las ocupaban muchas naciones, como son los Boyacaes, Icabucos, Tibanaes, Tenzas y Garagoas: y al norte era señor de los Motabitas, Sotairaes, Tutas y otros muchos, hasta confinar con el Tundama, señor absoluto y poderoso.

A estos términos y calidades se reducian el Señorío y Estados de Tunja al tiempo que reinaba Quimuinchatecha, aunque en la entrada de los españoles se los daban tan dilatados algunos indios á la primera fundacion del Reino, que afirmaban haber sido con mando absoluto sobre todas las tierras que habita la nacion de los Mozcas. Pero como los naturales de aquel pais sean tan vanagloriosos de la propia nobleza que no admitan iguales, y tan despreciadores de que sus cosas corran por el órden comun que las de los demas vivientes, y para ello se valgan de aquellas fábulas que más favorecen su intento, eran tantas las que referian de su grandeza y de la de sus primeros reyes, que desacreditaban con ellas la parte que pueden tener de verdaderas aquellas afectadas relaciones en que tal vez discordaban. En lo que sí convienen todos los indios Mozcas, es en haber sido antiquísimo el señorío del Tunja; á que añaden los tunjanos haber tenido principio con la autoridad suprema de uno de los más antiguos pontífices de Iraca en esta manera: que como éste viese que todos los Caciques de los Mozcas, entre quienes estaban repartidas las tierras, anduviesen mezclados en guerras de unos con otros, á cuyo remedio no podia acudir con armas que le estaban prohibidas, como persona dedicada solamente (por razon de su oficio) á todo aquello que tocase á la religion, en conformidad de la potestad que á sus antecesores dejó vinculada Idacanzas (que es lo mismo que el Bochica de quien hemos tratado), dispuso con la autoridad de sus Consejos, que eligiesen un Rey supremo á todos, que los gobernase; para lo cual concurrieron todos los señores á su presencia, y resignados en su eleccion, les dió por Rey á uno de los presentes: el más bien quisto y apacible de todos, que fué Hunzahúa, de quien se derivó el nombre de Hunza ó Tunja, y á quien llamaron desde entónces Zaque, que quiere decir lo mismo que Zipa entre los Bogotaes, epitetos de que usaron despues otros Caciques, anteponiéndolos unas veces como en Zaquencipá y posponiéndole otras, como en Lenguazaque entre los Tunjanos y Cipaquirá y Gachencipá entre los Bogotaes.

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De este Hunzahúa afirman que dominó todas las tierras de los Mozcas, desde Chinmocha á los Sutagaos y desde las vertientes de los Llanos de San Juan hasta las fronteras de los Panches y Muzos, con toda la tierra de Vélez, gobernándolo en paz y justicia, porque fué buen príncipe; pero añaden una mentira tan descabellada, como decir que vivió doscientos y cincuenta años y que de él procedieron todos los Reyes de Tunja, los cuales verdaderamente lo fueron como hechos por la autoridad del Sumo Intérprete de su religion, y con consentimiento de todos los pueblos, lo que no tuvieron los Zipas de Bogotá; pues aunque sus provincias son de mayor grandeza y estimacion, fueron tiranos todos los príncipes que las dominaron después; y á la verdad es muy verosímil lo más de esta tradicion derivada de los antiguos; pues siendo cierto, como lo es, que dentro de todos los términos que dan al Reino de Hunzahúa, se habla generalmente la lengua chibcha con poca diferencia, y se profesaba una misma religion; es muy consiguiente que en todos ellos hubiese reinado en algun tiempo un príncipe solo, debajo de cuyo dominio se hubiese dilatado el idioma por todas las provincias sujetas, y profesado unos mismos ritos, á la manera que en

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