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escritor ni sabio alguno durante los tres siglos de tinieblas, las doctas páginas escritas por el literato de Boston fueron una revolacion súbita de que teniamos tambien una literatura colonial. *

Y no se crea que estos tributos valiosísimos que los literatos setentrionales han rendido á la olvidada Musa de nuestra historia colonial, hayan procedido de circunstancias violentas, de caprichos y aberraciones que los divorciasen de su abolengo, de aquel antipatriotismo que sabe engendrar el desprecio de las cosas propias, pero que no por eso mueve á ilustrar con paciente y sagaz investigacion las ajenas, porque ningun vicio es inspirador de virtudes. No se piense, por ejemplo, que los citados escritores anglo-americanos fuesen despreciadores ni despreciados de los ingleses, ni estuviesen reñidos con el público ilustrado de Inglaterra. "Los americanos, siempre celosos de su independencia política dice un atento observador de las costumbres de aquel pueblo-y aborrecedores de las instituciones británicas, se muestran sobremanera sumisos y sensibles al qué dirán del público inglés. El hecho no es—añade — tan sorprendente como á primera vista parece, porque no puede haber realmente más que un centro para el pensamiento inglés, para la literatura inglesa, la cual irradia y alcanza á donde quiera que se hable inglés." † Y el ejemplo que trae el autor de estas observaciones viene como anillo al dedo á nuestro intento, porque se refiere precisamente al biógrafo de los compañeros españoles de Colon.. Mr. İrving no alcanzó el crédito literario de que gozó en los Estados Unidos sino despues que el editor inglés Murray le dió tres ó cuatro mil guineas por una de sus obras. No iban, pues, aquellos historiógrafos á formar haces de glorias españolas para echárselas en rostro al pueblo inglés; ni tampoco fundaban esperanzas de buen éxito para sus obras en la acogida que éstas pudieran obtener del público español. Su público era el inglés, y no el cismarino, sino el de ambos mundos. Sus obras corrian en inglés, y para que más tarde fuesen traducidas en castellano y mereciesen buena acogida de los pueblos españoles, requeríase precisamente asegurar su crédito en la lengua en que se escribieron. El resultado ha sido que las ediciones inglesas se han repetido en mayor número que las españolas; y aun la traduccion castellana del trabajo de Ticknor, que por su naturaleza especial es talvez más español que los históricos de Irving y Prescott, aunque enriquecida con valiosas notas y apéndices, no se ha agotado en muchos años, ni compite en pureza y esplendor tipográfico con las ediciones inglesas de Boston y Nueva York.

Ni renunciaron dichos historiadores anglo-americanos á su orgullo de raza, ni se desentendieron del todo de sus preocupaciones nacionales, ni de sus errores de secta, siempre que ocurre la ocasion de mostrar sus sentimientos personales á vueltas de la narracion histórica. ¡Cuán á las claras no se ostenta Prescott protestante en su historia de Felipe II! ¡Cuán cordialmente no simpatiza con los herejes perseguidos por el Santo Oficio! Cuando compara los hijos del Mediodía, conquistadores del hemisferio americano austral, con la raza anglo-sajona que se derramó sobre el Norte del mismo nuevo continente, I con qué filial satisfaccion no traza el elogio del aventurero setentrional para levantarlo de algun modo, si le fuese dado, sobre el conquistador español! "El principio de accion en estos hombres (los del Norte) no era-dice-la avaricia ni el proselitismo, sino la independencia religiosa y política. Para asegurar estos beneficios se contentaban con ganar la

*En la parte americana la obra de Ticknor es muy deficiente, ni podia suceder de otro modo, porque la falta de trabajos bibliográficos anteriores no permitia que fuese completa. México solo tiene materia para una obra extensa; véase el discurso del sabio García Icazbalceta sobre Beristain, leido recientemente en la Academia Mexicana. ¡Pero cuánto no ha servido el ejemplo de Ticknor! Gracias á él, Vergara en Colombia, Mera en el Ecuador, y con mayor aliento y mayor cúmulo de noticias el señor Medina en Chile (Historia de la literatura colonial de Chile, 3 tomos en 8.o) han reunido nuevos datos para la Historia de la literatura hispano-americana, grande obra que convida con inmortal corona al que fuere digno de desempeñarla; aun no es llegada la ocasion de que se escriba, pues apénas están comenzados los trabajos preparatorios.

†T. N. NICHOLS, Forty years of American life, London, 1874, p. 235.

subsistencia á fuerza de privaciones y trabajos. Nada pedian al suelo que no fuese el rendimiento legítimo de este trabajo. No habia para ellos visiones doradas que cubriesen su carrera con un velo engañador, y que los impulsase á caminar á traves de mares de sangre para echar por tierra á una inocente dinastía. Sufrian con paciencia las privaciones de la soledad, regando el árbol de la libertad con sus lágrimas y con el sudor de su frente, hasta que echó hondas raices en la tierra y encumbró sus ramas hasta el cielo."

La elocuencia patriótica de estas frases es tal, que raya en exaltacion tribunicia, y, en algunas alusiones, agresiva. No esperen las sombras de nuestros abuelos parcial inclinacion ni favor gratuito de este tribunal severo. No habrá aquí ocultacion ni disimulacion alguna para sus faltas públicas ni privadas. Su avaricia y crueldad se pondrán de manifiesto, y áun los perfiles de sus vicios se retocarán talvez con vividos colores. Nil occultum remanebit. Empero, el narrador americano, en medio de sus preocupaciones de raza y de secta, alcanza un grado de imparcialidad suficiente para hacer justicia; goza de cierta independencia de pensamiento familiar á los que se acostumbran á vivir entre recuerdos de lo que fué; si á veces abulta no poco los cargos, las virtudes que descubre conmoverán tambien su corazon generoso, le arrancarán elogios fervientes, la verdad guiará su pluma en el escabroso proceso, y en vez de dictar final sentencia, dejará que los lectores la pronuncien, comunicándoles previamente cuantos datos ha recogido, para que pueda cada cual fallar segun su leal saber y entender, con pleno conocimiento de causa.

Por eso debemos recibir como marcados con la estampa de la más pura imparcialidad los testimonios que ofrece en favor de aquellos á quienes Quintana llamó, y muchos con él, bárbaros y malvados. ¿Quién era el conquistador? ¿Eran todos los aventureros gente vulgar, criminal y vagabunda? Más bien pertenecian al tipo del caballero andante de siglos heroicos. "Era un mundo de ilusiones el que se abria á sus esperanzas, porque cualquiera que fuese la suerte que corriesen, lo que contaban al volver tenia tanto de novelesco que estimulaba más y más la ardiente imaginacion de sus compatriotas, y daba pasto á los sentimientos quiméricos de un siglo de caballería andante.". ..... "La fiebre de la emigracion fué general y las principales ciudades de España llegaron á despoblarse. La noble ciudad de Sevilla llegó á padecer tal falta de habitantes que parecia hubiese quedado exclusivamente en manos de las mujeres, segun dice el embajador veneciano Navajero, en sus viajes por España" (1525.); Era la crueldad el rasgo característico del conquistador?" Su valor estaba manchado por la crueldad"; pero "esta crueldad nacia del modo como se entendia la religion en un siglo en que no hubo otra que la del cruzado." Y en cuanto al valor de aquellos descubridores intrépidos, considérese que "la desproporcion entre los combatientes era tan grande como aquella de que nos hablan los libros de caballería, en que la lanza de un buen caballero derribaba centenares de enemigos á cada bote. Los peligros que rodeaban al aventurero, y las penalidades que tenia que soportar, apénas eran inferiores á los que acosaban al caballero andante. El hambre, la sed, el cansancio, las emanaciones mortíferas de los terrenos cenagosos, con sus innumerables enjambres de venenosos insectos; el frio de las sierras, el sol calcinador de los trópicos: tales eran los enemigos del caballero andante que iba á buscar fortuna en el Nuevo Mundo. Era la novela realizada. La vida del aventurero español constituia un capítulo más, y no el ménos extraordinario, en las crónicas de la caballería andante."¿Era la codicia su único móvil? "El oro era estímulo y recompensa, y al correr tras él su naturaleza inflexible pocas veces vacilaba ante los medios. Pero en los motivos que tenia para obrar, se mezclaban de una manera extraña influencias mezquinas con las aspiraciones más nobles y lo temporal con lo espiritual."

*

Conquista del Perú. Nos servimos para estas citas de la edicion española, Gaspar y Roig, 1854, p, 52.

Y sinembargo de la verdad que envuelve esta última consideracion, el conquistador propiamente dicho puede considerarse como el brazo secular, como la parte material de la conquista misma. Tras estos zapadores robustos y á par de ellos corrieron sin ruido los vientos de la civilizacion cristiana que sembraron la semilla evangélica en el suelo desmontado. ¡Qué legion de misioneros apostólicos! ¡Qué rica de santidad, qué fecunda en enseñanzas y ejemplos es nuestra historia eclesiástica colonial, olvidada y por explotar aún, en gran parte, en las crónicas de las Ordenes religiosas! Prescott como protestante no penetra el espíritu del catolicismo, y se queda en la corteza; pero reconoce y consigna los hechos, y no escatima la admiracion debida al clero católico que evangelizó el Nuevo Mundo; siendo de notar que en este punto las exigencias de la verdad acallaron el espíritu de secta, y el imparcial historiador inclina la balanza con todo su peso en pro de los misioneros católicos. No de otra suerte el ya citado Macaulay dejó escrito el más explícito testimonio en favor de la inmortalidad del Papado. Pero ni uno ni otro osaron ó supieron señalar las causas de los hechos que reconocian de buen grado; no echaron de ver que el catolicismo es el árbol que vive y florece alimentado por savia sobrenatural, y que las sectas disidentes son las ramas que se secan y mueren desgajadas del tronco materno. ¡ Flaqueza humana que así presenta unidas, cuando falta el don de la fe, las más lúcidas percepciones, con los juicios más ciegos y superficiales !

para

"Los esfuerzos hechos para convertir á los gentiles, dice con noble ingenuidad Prescott, son un rasgo característico y honroso de la conquista española. Los puritanos con igual celo religioso han hecho comparativamente ménos por la conversion de los indios, contentándose, segun parece, con haber adquirido el inestimable privilegio de adorar á Dios á su modo. Otros aventureros que han ocupado el Nuevo Mundo, no haciendo por sí mismos gran caso de la religion, no se han mostrado muy solícitos por difundirla entre los salvajes. Pero los misioneros españoles, desde el principio hasta el fin, han mostrado profundo interes por el bienestar espiritual de los naturales. Bajo sus auspicios se levantaron magníficas iglesias, se fundaron escuelas para la instruccion elemental, y se adoptaron todos los medios racionales difundir el conocimiento de las verdades religiosas, al mismo tiempo que cada uno de los misioneros penetraba por remotas y casi inaccesibles regiones, ó reunia sus neófitos indígenas en comunidades, como hizo el honrado Las Casas en Cumaná, ó como hicieron los Jesuitas en California y Paraguay. En todos tiempos el animoso eclesiástico español estaba pronto á levantar la voz contra la crueldad de los conquistadores y contra la avaricia no ménos destructora de los colonos; y cuando sus reclamaciones eran inútiles, todavía se dedicaba á consolar al desdichado indio, á enseñarle á resignarse á su suerte, y á iluminar su oscuro entendimiento con la revelacion de una existencia más santa y más feliz. Al recorrer las páginas sangrientas de la historia colonial española, justo es, y al propio tiempo satisfactorio, observar que la misma nacion de cuyo seno salió el endurecido conquistador, envió asimismo al misionero para desempeñar la obra de la beneficencia y difundir la luz de la civilizacion cristiana en las regiones más apartadas del Nuevo Mundo." (1)

Tales son los rasgos característicos de la conquista, trazados por un distinguidísimo escritor extranjero y disidente.

Dos enseñanzas muy útiles para los hispano-americanos se desprenden de las obras de Prescott: la primera, que la conquista y colonizacion de las Indias ofrece riquísima materia para que el historiador ejercite en ella su pluma y dé frutos que (segun la frase de Cervantes) llenen al mundo de maravilla y de contento; y la segunda, que para escribir dicha historia no faltarán datos al que los busque en las crónicas impresas, y en relaciones y cartas inéditas de aquellos antepasados

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nuestros, más cuidadosos de dejar fiel constancia de los hechos, cumpliendo así com la obligacion que á ellos les incumbia, que lo hemos sido nosotros, en el siglo que corre, de desempeñar la nuestra, ordenando esos materiales y aprovechándolos con arreglo á las exigencias de la crítica moderna. Si de algo debe quejarse el historiador, dice Prescott, es más bien del embarras de richesses.

Obligacion hemos dicho que es la nuestra de aprovechar esos materiales, porque la historia colonial no puede ser para nosotros objeto de mera curiosidad histórica ó científica, como para los extranjeros, sino tambien estudio que ofrece interes de familia y provechosas lecciones sociales. La costumbre de considerar nuestra guerra de emancipacion como guerra internacional de independencia, cual lo fué la que sostuvo España contra Francia por el mismo tiempo, ha procedido de un punto de vista erróneo, ocasionado á muchas y funestas equivocaciones. La guerra de emancipacion hispano-americana fué una guerra civil, en que provincias de una misma nacion reclamaron los derechos de hijas que entraban en la mayor edad, y recobrándolos por fuerza, porque la madre no accedia por buenas á sus exigencias, cada una de ellas estableció su casa por separado. Viendo las cosas en este aspecto, que es el verdadero, debemos reconocer que las relaciones que hemos anudado con la madre España, no son las de usual etiqueta, sino lazos de familia, y que no es el ménos íntimo de los vínculos que han de unir á los pueblos que hablan castellano, el cultivo de unas mismas tradiciones, el estudio de una historia que es en comun la de todos ellos.

Podemos contemplar la historia colonial bajo el aspecto social ó bajo el aspecto político, y en uno y otro caso hallaremos en ella los antecedentes lógicos de nuestra historia contemporánea. En el primer concepto la couquista y colonizacion de estos paises ofrece á nuestra consideracion el espectáculo de una raza vencida que en parte desaparece y en parte se mezcla con una raza superior y victoriosa; un pueblo que caduca, y otro que en su lugar se establece, y del cual somos legítimas ramas; en una palabra, la fundacion y desenvolvimiento de la sociedad á que pertenecemos. Ya en 1827, terminada apénas la guerra de emancipacion, áun vivos y frescos los odios que ella engendró, el ilustre autor de la Alocucion á la poesía, á quien nadie tachará de sospechoso en materia de patriotismo, estampaba esta declaracion digna de memoria: "No tenemos la menor inclinacion á vituperar la conquista. Atroz ó no atroz, á ella debemos el origen de nuestros derechos y de nuestra existencia, y mediante ella vino á nuestro suelo aquella parte de la civilizacion europea que pudo pasar por el tamiz de las preocupaciones y de la tiranía de España. * Los romanos tenian una frase expresiva y exacta que, no sin misterio, ha desaparecido de los idiomas modernos mores ponere fundar costumbres, lo cual es muy diferente de dictar leyes. Moresque viris et moenia **: costumbres y murallas, cultura religiosa y civilizacion material, eso fué lo que establecieron los conquistadores, lo que nos legaron nuestros padres, lo que constituye nuestra herencia nacional, que pudo ser conmovida, pero no destruida, por revoluciones políticas que no fueron una trasformacion social.

Políticamente hablando, el grito de independencia lanzado en 1810 puede considerarse como una repeticion afortunada de tentativas varias (aunque ménos generales y no felices, porque no habia llegado la hora señalada por la Providencia) que datan de la época misma de la conquista. † "La conquista de los indígenas, dice Prescott, no es más que un primer paso, á que se sigue la derrota de los españo

Repertorio Americano, tomo III, p. 191.

** VIRG. Aen. I 264. "Mores' conveyed to a Roman many of the notions which political institutions and a social system convey to us.' "CONINGTON ad locum. A la Religion cristiana cuyas inspiraciones presidieron á la Colonia y á la República podemos aplicar la hermosa frase de Bello: Maestra de los pueblos y los reyes

Cantaste al hombre las primeras leyes.

† V. AMUNÁTEGUI, Precursores de la independencia,

les rebeldes (como si dijésemos insurgentes) hasta que se establece la supremacía de la Corona de un modo decisivo." Y cosa singular: luego que se afianzó por siglos en América la dominacion de los Reyes de Castilla, cuando volvió á sonar el grito de independencia, fueron otra vez españoles de origen los que alzaron esa bandera, y no sólo tuvieron que combatir á los expedicionarios de España, sino á las tribus indígenas, que fueron entónces el más firme baluarte del gobierno colonial. Séanos lícito preguntar: el valor tenaz de los indios de Pasto, los Araucanos de Colombia, que todavía en 1826 y 1828 desafiaban y exasperaban á un Bolívar y un Sucre, y lo que es más, y aun increible, que todavía en 1840 osaban, desde sus hórridas guaridas vitorear de nuevo á Fernando VII, ¿es gloria de la raza española, ó ha de adjudicarse con mejor derecho á las tribus americanas? Y el genio de Simon Bolívar, su elocuencia fogosa, su constancia indomable, su generosidad magnífica, ¿son dotes de las tribus indígenas ?¿ no son más bien rasgos que debe reclamar por suyos la nacion española? El título de Libertador no pudo borrar en Bolívar su condicion española. Y el mismo Bolívar, y Nariño, y San Martin, y los próceres todos de nuestra independencia de quiénes, sino de padres españoles, recibieron la sangre que corria on sus venas y el apellido que se preciaban de llevar? ¿Dónde, sino en universidades españolas, adquirieron y formaron ideas políticas? ¿Y en qué época hemos de colocar á esos hombres, en una cronología filosófica, si seguimos la regla de un gran pensador, segun la cual los hombres más bien pertenecen á la época en que se formaron que á aquella en que han florecido? Quien quiera precisar lo que fué nuestra guerra de independencia, oiga otra vez á Bello: "Jamas un pueblo profundamente envilecido ha sido capaz de ejecutar los grandes hechos que ilustraron las campañas de los patriotas. El que observe con ojos filosóficos la historia de nuestra lucha con la metrópoli, reconocerá sin dificultad que lo que nos ha hecho prevalecer en ella es cabalmente el elemento ibérico. Los capitanes y las legiones veteranas de la Iberia transatlántica fueron vencidos por los caudillos y los ejércitos improvisados de otra Iberia jóven, que abjurando el nombre conservaba el aliento indomable de la antigua. La constancia española se ha estrellado contra sí misma."

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Siendo esto así, los nuevos Gobiernos americanos, tan celosos desde un principio en reclamar á título de herencia el derecho de patronato concedido por la Santa Sede á los Reyes Católicos, debieron igualmente haber tomado á su cargo las consiguientes obligaciones, y ver de despertar el espíritu nacional y de adelantar-por supuesto en forma pacífica, en sentido cristiano-la obra de la conquista, que no Îlevada á término, quedó interrumpida con la guerra de emancipacion. ¡Cuán profunda tristeza causa la idea de que en vez de haber dilatado la civilizacion su radio, en muchas partes ha perdido terreno; que la cruz de misiones ántes florecientes, no abre ya sus brazos anunciando redencion; que muchas tribus salvajes siguen, en el seno de Repúblicas democráticas, ejerciendo las mismas bárbaras costumbres de antaño, ajenas á todo destello de cultura, mientras aquellos indios que entraron á médias en la vida civilizada son forzados á pagar enorme contribucion de sangre en nuestras contiendas fratricidas! Y para extender la civilizacion debiéramos recordar, á fin de emularlos y áun superarlos, los ejemplos de política cristiana que nos ofrecen muchas leyes de Indias y los cánones de Concilios provinciales; y entre los medios de avigorar el espíritu nacional, no seria el ménos adecuado proteger y fomentar el estudio de nuestra historia patria, empalmando la colonial con la de nuestra vida independiente, dado que un pueblo que no sabe ni estima su historia, falto queda de raices que le sustenten, y lo que es peor, no tiene conciencia do sus destinos como nacion.

¿Qué han hecho nuestros Gobiernos para fomentar los estudios históricos ? ¿Háse fundado y dotado alguna Academia de la Historia? ¿De las recientes cuantiosas erogaciones que en algunas Repúblicas se hacen para sostener la instruccion

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