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popular ha salido alguna pequeña suma para pensionar á algun erudito historiógrafo, ó para sacar á luz algunos manuscritos, como la parte inédita de la crónica de Simon, que se conserva en nuestra Biblioteca pública? Pongamos aquí puntos suspensivos, en la esperanza de que el tiempo dará ménos melancólica respuesta á las preguntas precedentes. El Gobierno de Chile ha sido el ménos olvidadizo en este punto, y à eso se debe en gran parte el vuelo que ha alcanzado allí ese género de estudios universitarios: hay premios periódicos para Memorias históricas; se hace escrupulosa censura de textos, y se adoptan los mejores para la enseñanza del ramo, y las respectivas asignaturas se desempeñan por personas de notoria competencia. En suma, el repertorio de obras históricas, aunque ninguna de ellas, por razones que no es del caso apuntar, alcance la nota de perfeccion clásica que señalan las de Prescott, es variado y extenso; y en general, el chileno sabe la historia de su patria. Y obsérvese, en conformidad con lo que dejamos expuesto, cuán bien confronta y se aduna esa tendencia á mirar atras, ese interes por la historia colonial, con los sentimientos patrióticos más enérgicos, con el más ardiente celo por la independencia y el más exaltado orgullo nacional, de que ha dado repetidas muestras el pueblo de Chile.

Esfuerzos particulares no han faltado, no, en las otras Repúblicas, más dignos de loa y de aprecio, por las mismas impropicias circunstancias que los acompañaron, que fecundos en resultados; esfuerzos aislados, faltos de apoyo y resonancia, más bien que pasos de un progreso colectivo y regular. En la patria del ilustre Alaman (cuyo nombre merece bien recordarse al principio de estas rápidas indicaciones) la Conquista de México del historiador anglo-americano halló un docto adicionador en el finado D. José Fernando Ramírez; y allí mismo el señor D. Joaquin García Icazbalceta, tan cumplido caballero como investigador infatigable y escritor castizo y elegante, ha dado á luz en tres grandes tomos en 4.0, impresos en gran parte con sus propias manos, en edicion nítida y correcta, preciosos documentos por él colegidos, con preliminares biográficos y copiosas tablas alfabéticas. Pero, como dice el diligente colector, la doble tarea de reunir materiales y aprovecharlos es superior á las fuerzas de un hombre solo, y él empleó sus mejores dias en la primera parte de la labor, no sin dejar, eso sí, preparado el terreno con ilustraciones y trabajos sueltos á quien haya más tarde de coronar el edificio. Con algunos literatos como Icazbalceta, mucho, muchísimo habriamos avanzado en tales exploraciones, y poco ó nada tendriamos en ello que envidiar á las naciones más adelantadas.

No es poco lo que se ha trabajado en el Perú, y de ello es una muestra el Diccionario de Mendiburu, aunque (dicho sea con el respeto debido á una nacion desgraciada) en muchas obras como la citada se nota cierta falta de precision y atildamiento, si ya no es que de deliberado propósito algun escritor ingenioso, para amenizar los hechos, los altere so capa de Tradiciones, tarea á las veces más peligrosa que inocente en sociedades que no han fijado su historia.

La Historia antigua de Venezuela por el académico Baralt es sólo un discurso histórico de suelto y exquisito estilo. Y aquí pedimos perdon á los autores de otras obras ó ensayos, que las dimensiones de este escrito no permiten citar con el merecido elogio, para mencionar finalmente las dos obras modernas más notables que poseemos relativas á la historia colonial de la Nueva Granada, y son la que el Coronel Joaquin Acosta rotuló Compendio histórico y la que el señor Groot publicó con el título de Historia eclesiástica y civil. Nunca serán bien alabadas las laboriosas investigaciones y la honrada veracidad de estos dos colombianos ilustres; pero hemos de confesar que está distante de ser definitivo el texto de sus libros, en que vemos útiles contribuciones acarreadas al que haya de escribir nuestra historia procurando abreviar un tanto el intervalo que nos separa de los modelos sancionados en ese difícil género literario.

"Si ha de escribirse algun dia la historia de nuestro pais-dice el citado señor

García Icazbalceta-es necesario que nos apresuremos á sacar á luz los materiales dispersos que áun puedan recogerse antes que la injuria del tiempo venga á privarnos de lo poco que ha respetado todavía. Sin este trabajo previo no hay que aguardar resultados satisfactorios." No queda excluida de estos trabajos preliminares (y así lo entiende y lo ha practicado el autor de las anteriores líneas) la reimpresion de obras antiguas, que por su rareza ocupan un lugar inmediato al de las manuscritas.

Y no es otro el servicio que desea prestar hoy á nuestro público el Editor del presente tomo, dándonos en él repetida la obra que compuso nuestro célebre compatriota el Ilustrísimo D. LUCAS FERNÁNDEZ DE PIEDRAHÍTA, y que imprimió J. B. Verdussen en Amberes, año de 1688.

*

No aparecen en la actualidad en Europa historiadores notables de nuestra época colonial, pero americanistas de aficion, bibliografos y coleccionadores de nuestros tesoros de historia y antigüedades, abundan en Europa y los Estados Unidos. El Congreso bibliográfico internacional que se reunió en Paris en 1878 reconoció que “la América es la parte del mundo que más atrae la atencion, hace algunos años, en el punto de vista bibliográfico." De aquí que los ejemplares de nuestras crónicas escaseen cada vez más y desaparezcan del pais solicitados por el extranjero. La Historia de PIEDRAHITA, que ahora se reimprime, figura en el último catálogo formado por Leclerc (casa de Maisonneuve, de Paris) y tiene señalado el precio de 200 francos, el que, con motivo de esta reproduccion, quedará considerablemente reducido. Ni ha sido caprichosa la eleccion que el Editor hizo de esta obra para primer ensayo en la empresa plausible de reimprimir nuestros antiguos historiadores; porque casi todas nuestras viejas crónicas son de Ordenes religiosas, al paso que PIEDRAHÍTA quiso dar á su libro un carácter más amplio y general, aprovechándose, no sólo de aquellas relaciones ya publicadas, sino tambien, y con fidelidad minuciosa segun que él mismo lo declara, de dos manuscritos que por desgracia no existen ya, á saber, el Compendio historial del Adelantado Quesada, y la cuarta parte de las Elegías de varones ilustres, escritas por Joan de Castellános, beneficiado de Tunja. En cuanto a la vida de PIEDRAHÍTA, nos remitimos á la adjunta noticia biográfica y crítica, escrita por nuestro ya mencionado compatricio el Coronel Acosta.

BOGOTÁ, Junio 1881.

Compte-rendu des travaux, p. 546.

M. A. C.

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DEL OBISPO FERNÁNDEZ PIEDRAHÍTA.

NACIÓ este historiador en Santafé de Bogotá á princípios del siglo XVII,

fuć hijo legítimo de Domingo Hernández de Soto Piedrahita y de Catalina Collántes, y bautizado en la parroquial de las Nieves. Hizo sus estudios en el Colegio Seminario de San Bartolomé y manifestó, siendo jóven, mucha disposicion para la poesía. Antes de graduarse de doctor en la Universidad Tomística, compuso algunas comedias que hoy no existen. Ordenóse luego y obtuvo por oposicion el curato de . Fusagasugá y despues el de Paipa. Siendo cura de este último pueblo, recibió el nombramiento de Tesorero en el coro de Popayan, y sin haber tomado posesion de este destino, obtuvo el de Racionero de la Metropolitana en 1654, pasando sucesiva y rápidamente á ser primero canónigo, luego Tesorero, Maestrescuela y por último Chantre. En esta dignidad fué electo Provisor y Gobernador del Arzobispado en la Sede vacante del señor Tórres, que duró algunos años. Luego que el Arzobispo, señor Arguina, recibió de sus manos el palio en Septiembre de 1661, se apresuró á confirmarle en el empleo de su Provisor, como al eclesiástico más capaz y de más experiencia de la Arquidiócesis; pero un año despues fué Piedrahíta citado á comparecer personalmente para defenderse, junto con el Racionero D. Cristóbal Araque, de graves acusaciones que tenian pendientes, ante el Consejo de Indias.

El motivo de este emplazamiento, sin el cual careceriamos probablemente de los escritos históricos de Piedrahíta, fué el siguiente. Era el Chantre hacia ya algunos años el predicador favorito de la ciudad, y como Gobernador del Arzobispado, llevaba la mejor armonía con el Presidente Manrique, que gobernaba el Nuevo Reino de Granada. Llegó en aquellas circunstancias el Oidor Cornejo, encargado de visitar la Audiencia de Santafé, y parece que no reinó la mejor inteligencia entre el visitador nuevo y el Provisor. Sabemos que Cornejo ú otro Oidor, por complacerlo, inició una causa contra el Provisor Piedrahita; ignórase el motivo ó pretexto; mas éste, á pesar de su índole amable y genio jovial y accesible, era muy celoso de sus prerogativas, que estimó vulneradas, y en consecuencia pidió lo actuado con censuras y prosiguió á poner entredicho, hasta que se le entregó la causa, lo que produjo graves disgustos y aun escándalos en el púlpito, que obligaron á hacer salir desterrados á algunos religiosos. A virtud de las quejas del visitador, á quien el Presidente mandó suspender sus funciones, se emplazó al Provisor para ir á España con el Racionero Araque y el Padre Cuxía, superior de los Jesuitas. El Consejo pronunció sentencia favorable al Provisor y ordenó se borrasen de los autos del Visitador todos los nombres de los eclesiásticos. El señor Piedrahíta fué presentado en desagravio para el Obispado de Santa Marta, y empleó sus ocios en la Corte, durante los dilatados términos del pleito ante el Consejo, en escribir la "Historia de la Conquista del Nuevo Reino de Granada," asunto enteramente ajeno de sus estudios mientras vivió en Santafé de Bogotá.

En el año de 1669 fué consagrado en Cartagena como Obispo de Santa

Marta, y en el mismo año entró en su Catedral el señor Piedrahita y aceptó en toda su plenitud los deberes de pastor y de apóstol. Visitó los pueblos de indios incultos de su diócesis con la mayor prolijidad, proveyendo lo necesario á las doctrinas. Dedicóse luego á reedificar la Catedral de mampostería para preservarla de los incendios que la habian devorado tantas veces, y para ello empleó lo que le quedaba de sus rentas, despues de distribuir en limosnas la mejor parte. Vivia con tanta sencillez y aun pobreza, que sus vestidos estaban siempre remendados, y aun á veces tan rotos, que se le veian las carnes. No creemos que Obispo alguno de América le haya aventajado en la práctica de las virtudes cristianas, las más difíciles para una persona que habia gozado de todas las comodidades en su patria, y que acababa de ver la grandeza y el lujo de la Corte en España. *

En 1676 fué promovido al Obispado de Panamá; pero antes de emprender el viaje de Santa Marta, sorprendieron la ciudad los piratas Cos y Duncan, saquearon las casas y los templos, y prendieron al Obispo, en cuya pobreza no querian creer aquellos malvados, y viendo la desnudez de su casa y persona, le maltrataron inicuamente, dándole tormento á fin de que confesara en dónde tenia escondidas sus alhajas. Una sola poseia, que era su anillo pastoral, con un rubí que habia depositado en cierto lugar secreto de la iglesia; así lo declaró, y de esta joya fué despojado y arrastrado á los buques, cargado de prisiones como un malhechor, por no haber podido dar la suma que le pedian por su rescate. Conducido á la presencia de Morgan en la isla de Providencia, este pirata, más generoso que sus compañeros, le puso en libertad, y sabiendo que estaba nombrado Obispo de Panamá, le restituyó un pontifical que habia robado años ántes en Panamá, y lo hizo llevar á Costa firme. Apenas encargado de sus nuevas obligaciones, entró á desempeñarlas cada dia con más fervor, á pesar de su edad. Trabajó en la reduccion de los indios del Darien del Sur, empleando sus rentas en hacerles presentes para atraerlos, y gastando más de ocho mil pesos en ello. Habia crecido tanto su celo apostólico, que no solo no se contentaba con predicar en las iglesias, sino que los domingos lo hacia en las calles y en las plazas de Panamá. Así pasó los últimos años de su vida; los dias enseñando y predicando, las noches en oracion y penitencia. Falleció en Panamá en 1688, de más de setenta años de edad, justamente cuando se estaba acabando de dar á la estampa su historia, la cual, por tanto, no tuvo la satisfaccion de ver impresa. No creemos que puedan citarse muchos hijos de Bogotá cuya vida fuera tan útil y meritoria, y cuya muerte haya sido tan envidiable. Está sepultado en el Colegio de los Jesuitas de Panamá, y sobre su tumba se colocó como lápida una hermosa plancha de bronce.

JOAQUIN ACOSTA.

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(Compendio Histórico, cap. XX, pp. 385 á 389.)

* En prueba de que enmedio de las privaciones que se imponia voluntariamente no lo abandonaba su buen humor ni su genio festivo, citaré este dicho agudo despues de uno de aquellos incendios que devastaban la ciudad de Santa Marta, y cuando esforzándose por consolar á los vecinos añadió: Yo no me quejo á pesar de que mi provincia ha quedado reducida, ó se ha vuelto sal y agua."

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** Si esta lápida ha desaparecido, será éste un nuevo argumento para probar que no deben emplearse en recordar y perpetuar memorias antiguas materias de valor que exciten la codicia ó que puedan aplicarse á otros fines. ¡Cuántas estatuas de bronce se han convertido en campanas ó cañones! Los hombres respetan poco las obras y las intenciones piadosas de sus antepasados.

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