Imágenes de páginas
PDF
EPUB

que representa el caudal material del pródigo, mucho más debe haberla para los intereses morales y sociales que pueden hallarse confiados a un alcohólico y que hoy resultan enteramente desamparados ante el abandono forzoso en que habrán de hallarse.

RAFAEL LUENGO.

Concursos jurídicos en honor

de los Estados iberoamericanos

Hemos recibido de la República Argentina respetables indicaciones para que se amplíe el período de presentación de trabajos en el concurso que hemos abierto para premiar el mejor trabajo en que se estudie el siguiente tema:

La política social de la República Argentina en la legislación, en la jurisprudencia y en las costumbres.

La cordialidad con que en la Argentina ha sido acogida nuestra iniciativa, nos mueve a deferir muy gustosos a aquella pretensión. Por consiguiente, el plazo de entrega de los trabajos, que había de terminar el 31 de Diciembre del corriente año, queda ampliado hasta las ocho de la tarde del día 30 de Junio del próximo 1926.

El Jurado hará público su fallo en el curso del mes de Septiembre de 1926.

El premio se abonará y el trabajo premiado se publicará en el mes de Octubre inmediato.

Real Academia de Jurisprudencia

y Legislación

Inauguración del Instituto Diplomático-Consular

Mientras llega el día, próximo ya, de la inauguración reglamentaria, la Academia abrió sus salones para varios actos que merecen consignarse por su importancia y solemnidad.

Significó el primero la apertura de curso del Instituto DiplomáticoConsular y Centro de Estudios Marroquíes, organismo filial de la Academia.

El Conde de Santa María de Paredes, Secretario general e interino del Instituto, por dimisión del Sr. Pons y Humbert, con la Presidencia del Sr. Clemente de Diego, leyó la Memoria del curso pasado, aunque breve, muy interesante por algunos de los hechos, consideraciones y propósitos relatados.

El homenaje y recuerdo afectuoso al Secretario dimisionario don Adolfo Pons y Humbert, debe señalarse a la cabeza. En la personificación de fines, allegamiento de medios y regularización de actividades, que integran las Corporaciones institucionales, representa prosperidad y vida, el impulso diario de un hombre, su dedicación al objetivo fundacional como a propios asuntos. Sin embargo, esta verdad indudable con frecuencia es olvidada por ligereza o apasionamiento. Quien entró ya en «casa puesta», sin haber participado de los ideales precursores y de los esfuerzos germinativos, a menudo, de la vida corporativa, no percibe, con singularidad, mucho más del cambio de muebles y acomodo de estancias, como personales notas gestoras. Encontrando tan natural como la permanencia del edificio sobre sus paredes, el ruidillo y calor de las cotidianas tareas. Gustando complacido de la regularidad y perfeccionamiento de las funciones patrimoniales, en concepto de realidades obvias, desprovistas de causas valorables. El «todos contribuímos» es un último aseguramiento de conciencia timorata.

Entre los miembros directivos, expuestos a esta indiferencia injusta, ninguno como el Secretario, si cabeza y mano efectivas de las Sociedades, desprovisto de toda exhibición bajo la fórmula oficial de «ejecutor de acuerdos» de las Juntas de Gobierno.

Por ello, son los herederos de la «carga anónima» quienes, conscientes del caudal legado, pueden atestiguar los merecimientos anteriores. Largos y sólidos los del Sr. Pons por el esfuerzo que le correspondió en su continuada gestión del Instituto desde el año 1917, y cuando ocupara la Secretaría general, imprimiendo la elevada estela de los cursos de 1915 a 1919, archivada en las publicaciones académicas. Voto de gratitud y justicia que, al testimoniarlo públicamente, honran al Conde de Santa María de Paredes.

De análoga índole, aunque de aplicación más dolorosa por motivarlo la muerte, fué la rememoración encomiástica de D. Jerónimo Bécker, Profesor que fué de la «Organización del Protectorado en la Zona española de Marruecos» y disertante en la inauguración última con su notable discurso «Causas de la esterilidad de la aeción exterior de Es. paña», que, al igual de la sabia lección pronunciada luego por el señor Beltrán y Rózpide, manifiestan la pertinencia del precepto reglamentario que las motivan.

Subraya el Sr. Santamaría de Rojas, al comenzar su comentario, <<el acierto en la elección del tema, la brillantez con que está tratado, las atinadas observaciones de la más palpitante actualidad que sugiere a su autor, y la circunstancia de ser el postrer trabajo de un profesor tan insigne», como circunstancias que confieren al discurso del señor Bécker un interés singular.

Y en verdad que vale la pena apuntar las ideas desarrolladas, por la tendencia que en ellas inside, además, a una revisión, no ya del concepto, sino de la base real sobre que asentar debe <<la Política».

El primer hecho inductivo señalado es «un estudio profundo de la Historia nacional para penetrar en lo más íntimo de la existencia de nuestra Patria». El conocimiento de la evolución histórica, sin el cual los encargados de dirigir nuestras relaciones exteriores no pueden hacer otra cosa que caminar a merced de los acontecimientos como buque sin timón.

Algo así como un lema de realidad sangrante pudieran ser sus palabras: «La vida, lo mismo la del individuo que la de las Naciones, no es una sucesión de hechos aislados, el presente tiene sus antecedentes, su origen, en el pasado, y engendra en gran parte el porvenir, que será el presente para nuestros hijos.» El fracaso de las empresas de carácter exterior que acometió España a partir de fines del siglo XV, salvo América, está en que casi nunca existió entre nosotros un pensamiento, una aspiración y un ideal común. «¿Cómo había de existir, si la Península se hallaba dividida en tres grandes regiones que formaban tres Estados independientes: Castilla, la Corona de Aragón y Portugal; éste totalmente separado de los otros dos, y aquéllos sólo unidos por

lazo tan débil como el de un Monarca común?› La fortuna, que llamó a nuestras puertas cuando Felipe III, pasó a Portugal en 1619, y recibió el ruego de Lisboa de que trasladase allí su Corte, haciendo de dicha capital cabeza del Imperio español para que abriéramos los ojos a la verda. dera grandeza de la existencia del gran Estado hispano-portugués, gloria inmortal de la raza ibérica, fué desoída, porque ni Felipe III ni sus torpes Ministos eran capaces de comprender siquiera semejante idea, ni el pueblo español acariciaba en materia de política y gobierno tan altos ideales. «Veinte años más tarde la mano de Richelieu, que atizaba el fuego de la discordia en la Península, favorecía la rebelión de Cataluña y la separación definitiva de Portugal.>

La lucha de influencias extranjeras, dividió en dos bandos al país a la muerte de Carlos II, ahondando más los antagonismos entre las diversas regiones. Siguió España gastando sus recursos y derramando su sangre por intereses y aspiraciones que no eran genuinamente españoles: el predominio de la Casa de Austria y el predominio de la Casa de Borbón. El Pacto de Familia nos convierte en satélites de la Corte de Versalles, comprometiendo nuestro porvenir en América.

Por el Tratado de 1791 con el Dey cedimos Orán y el puerto de Mazalquivir. «Cuánto habría cambiado nuestra situación en la costa africana si en vez de abandonar esas plazas hubiésemos concentrado nuestros recursos en Orán para extendernos desde este punto e ir dominando poco a poco el país, acometiendo la empresa que cuarenta años más tarde inició Francia.» Pero carecíamos de un pensamiento fijo y concreto y de una voluntad firme y resuelta.

Las luchas posteriores de liberales y absolutistas, incompatibilidades morales que no han sido superadas todavía, en sentimientos de cultura y síntesis nacional, nos permitimos opinar, sembraron por todas partes el luto y la miseria. La ingerencia de representantes extranjeros en nuestra política interior; la indisciplina social; el egoísmo ciego de los partidos políticos, sobreponiéndose a los intereses nacionales y menoscabando las relaciones exteriores hasta el punto de que en distintas ocasiones los Gobiernos extranjeros han utilizado argumentos esgrimidos por nuestros hombres públicos en la Prensa, explicaron los fracasos de nuestra Diplomacia.

Esencia corrosiva destilada de aquel mundo de desastre moral es, no ya la falta de patriotismo, una negación, al fin y al cabo, sino la infamia, el vilipendio del propio desprecio causado por la acción secular de alimentar las inteligencias y los corazones españoles con las calumnias y las patrañas forjadas por nuestros enemigos; con la hiel que rezuman centenares de libros escritos con el exclusivo objeto de deshonrarnos. España, «indiferente o pesimista, no ha logrado fijar su orientación para el porvenir a la luz de las enseñanzas de la Historia, maestra de la vida de los pueblos.

Y ¿cómo ha de utilizarlas si nuestra Historia está alterada, falsificada, y no cuidamos de rehacerla, de expurgarla de invenciones y de

« AnteriorContinuar »