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identificado y hecho solidaria de la monarquía tradicional.

Así que, cuando fué derrocado el absolutismo, con él se hundió el régimen teocrático y toda su maquinaria; quedó, sí, la misma idea religiosa; pero se alteró profundamente su forma externa, y entró en una nueva fase, más ó ménos en armonía con las necesidades que traia el nuevo régimen político y social.

Este paralelismo de reformas y modificaciones se detuvo ante el fuerismo vasco - navarro, que estaba esencialmente identificado con la teocracia y el absolutismo; ó mejor dicho, que era la tercer cabeza de la hidra, la cual conservaba la vitalidad perdida por los otros dos elementos, y que era su esperanza de resurreccion.

Mas, como las circunstancias favorecieron á los fueros, quedaron subsistentes; y en ellos la raíz de lo que necesariamente habria de germinar tan luego como surgiera una ocasion.

La España regenerada, que emprendió su ataque contra la formidable ciudadela enemiga, asaltó impávida los baluartes más temibles, los que lanzaban bala roja para matar el cuerpo, y fulminaban además los rayos olímpicos, que redujeron á pavesas y degradaron á titanes de otros dias. Dejando el baluarte de los fueros de pié, la plaza de guerra quedó sin tomar; y en ella conservada la bandera de esperanza y de vida que, en momento dado, agruparia á su alrededor los elementos á quienes se dió trégua

para rehacerse. La idea nueva, pues, no obtuvo su debido desenvolvimiento; por tanto, fué incompleta é infecunda la revolucion, y sobre el alcázar resistente, sin destruir, no pudo escribirse, como se hacía preciso: Hic Troya fuit.

Evidenciado concluyentemente que el paladion de la monarquía absoluta era la teocracia, por la idea religiosa y el desenvolvimiento que esta idea alcanzó en nuestra patria; y habiendo sido atacado y destruido este paladion, y con él el despotismo monárquico, elementos que recíprocamente se sostenian y patrocinaban, lo lógico, lo consecuente, habria sido destruir y aniquilar para siempre lo que es, sin comparacion, mucho más débil que los otros dos elementos, y por naturaleza, en gran manera hostil, incompatible y antitético á la idea nueva.

No hay medio posible: si la idea esencial á la antigua sociedad española era la idea religiosa, revistiendo la forma especial que la distinguia, y fué derrocada por ser solidaria al absolutismo, triunfante el elemento que destruyó éste y aquélla, debe ser consecuente y aniquilar lo que hizo con ellos causa comun, y hoy enarbola su estandarte; y si aquéllos cayeron siendo más fuertes, y dominando el país, los cuerpos y áun las conciencias, éste, que sólo se extiende á una pequeña zona y á pocos individuos, con mucho mayor motivo se debe pulverizar. Ó deben morir los tres elementos contrarios al órden existente, ó deben vivir los tres; lo contrario es bastardear los principios, hacer infecundas las ideas,

y mostrarse inconsecuentes, ilógicos, absurdos. La lógica es inexorable, irresistible. Las leyes que rigen el pensamiento, indeclinables, necesarias. Mistificarlas, contrariarlas, es insensato, contraproducente; mucho más que intentar destruir las leyes físicas del mundo, que Dios podria variar; pero las leyes que rigen el pensamiento, son leyes que la misma divinidad no podria modificar, pues son las que rigen al espíritu, áun al espíritu infinito, y esas constituyen la esencia metafísica de las cosas, y, por tanto, son indestructibles, absolutas.

Vuelva, pues, si se quiere; vuelva el régimen teocrático con sus demencias absorbentes, intolerantes y devoradoras; vuelva la monarquía tradicional con sus ineptitudes, sus degradaciones y sus arbitrariedades; vuelva el privilegio en grande escala con su séquito de ideas y de aplicaciones; vuelva con su lógica, dentro de su escuela. Si tal fuese el voto nacional; si tales son las corrientes del siglo; si tales son los destinos del mundo; si ello ha de labrar la felicidad de la patria y la dicha del mayor número, vuelva en buen hora la teocracia, el absolutismo y el privilegio; cese la lucha fratricida; abracémonos todos; tengamos rey y Señor, y séalo el representante de la idea.

Vuelvan los tres con su lógica, con el natural desenvolvimiento de sus principios retrógrados, muertos, absurdos; pero, en su esfera, lógicos, consecuentes, indeclinables: nosotros les saludaremos; nosotros les aclamaremos; nosotros les abrazare

mos con toda lealtad y con la más íntima efusion del alma; pues serán caducos, serán estériles; pero, al ménos, no se mostrarán inconsecuentes, y en su consecuencia, en su lógica fatal, obcecada, habrá error de entendimiento, por partir de premisas falsas; pero no será consciente perversion de voluntad.

Vengan, pues, y les saludaremos, como hemos saludado todo lo grande y consecuente que ha brillado en el mundo. Nosotros abrimos los brazos al cristianismo benéfico y civilizador, que trajo la libertad, la moralidad, la justicia, la caridad, la santidad, la redencion del pobre y del esclavo. Nosotros felicitamos al génio de Hildebrando, que sometió una época bárbara, de fuerza brutal y de ignorancia, á la direccion ilustrada y potente del pontificado; y así, con la vista fija en ese faro luminoso, la humanidad vivió, progresó y se desenvolvió. Nosotros aclamamos á los potentes espíritus que abrieron á la inteligencia del hombre nuevas vías, Gámas y Lesseps del espíritu, que en vez de un temible cabo tormentario y un pavoroso gigante Adamastor, nos dieron un cabo de Buena Esperanza y un canal de Suez, para arribar rápidos á las fecundas Indias del pensamiento. Nosotros saludamos la espada de Gustavo Adolfo, que, arrojada en el platillo del campo de batalla, dió á gran parte de Europa el derecho sagrado de la conciencia, magnifico don de Dios, que nos hace merecer y soberanos. Nosotros victoreamos, en fin, el

movimiento revolucionario que trajo á los pueblos la libertad política, y con ella nuestra dignidad, el bien del mayor número, el progreso y el desenvolvimiento humano.

Pero no hay que esperar que vengan. El mundo no retrocede; la humanidad no vuelve atrás. Las leyes morales son indestructibles; las leyes del espíritu son inmutables y necesarias. Las leyes de Dios no pasarán; los muertos no resucitan.

El absolutismo secular sucumbió porque habia hecho su tiempo y obtenido sus naturales desenvolvimientos: nacer, crecer, sostenerse, decaer, morir ante el potente oleaje de las fuerzas políticas y sociales que se precipitaban, rompiendo los horizontes de los siglos.

La forma especial, la gran maquinaria que revistió la idea religiosa, se hundió igualmente, porque habia hecho su camino: nació, creció, se sostuvo, decayó y pereció; pues no hay poder capaz de contrarestar el clamor de un pueblo, cuando éste es la manifestacion de un sentimiento enérgico, á que dá vida la época.

Los fueros nacieron, crecieron, se sostuvieron, decayeron, murieron todos, excepto los vasco-navarros. La idea hizo su camino: experimentó todos sus desenvolvimientos; se hizo infecunda, estéril, perjudicial; perecieron los elementos que la vivificaban; pasó su época: paso, pues, á la justicia del tiempo, que es el fallo de la justicia de Dios.

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