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de lo útil, la idea de lo justo, la idea de lo bello, la idea de lo divino, y por ahí hemos hallado la idea de lo verdadero en sí, en su grado eminente, bajo su forma más pura. Hemos visto que estas ideas no son ilusiones, sino hechos, hechos comprobados por la autoridad de la conciencia, y que, por consiguiente, deben ser considerados como los elementos reales de la naturaleza humana; que en ella no hay otros elementos sino los que hemos señalado, que son simples, y una vez formados, coexisten sin poder destruirse, constituyendo la esencia y el fondo eterno de la humanidad. Y hemos visto, en fin, que en el órden de su desenvolvimiento, el elemento filosófico viene necesariamente el último; que éste es superior á todos los otros, en que se extiende á los demás y los abraza; abrazándolos, los domina; y los domina, porque los explica, sin poder ser explicado por ninguno de ellos.

Abordemos ahora la cuestion vital de la filosofía; la cuestion que precisamente es la base en que han de estribar nuestras deducciones; veamos cuáles son los elementos de la razon humana, es, decir, las ideas fundamentales que presiden su desenvolvimiento.

La razon se desenvolvió mucho antes que se pensara en investigar cómo ella se desenvolvia; porque en filosofía, como en todos los demás ramos, la práctica ha precedido la teoría. Así como se habia admirado ántes de investigar por qué se admiraba;

así como se habian ejecutado actos de desinterés ántes de haber analizado el desinterés, de igual manera se habia aplicado la razon ántes de haber interrogado su naturaleza, reconocido sus leyes, medido su alcance. La filosofía, ó la reflexion, comenzó el dia que, en vez de dejar la razon humana desenvolverse con la virtud que hay en ella, segun las leyes que están en ella, y al libre alcance de estas leyes, se le pidió cuenta de ella misma, y de su naturaleza; se discutieron sus derechos, y se le exigieron sus títulos. La filosofía comenzó ese dia; y desde entónces, esta investigacion ha sido siempre el esfuerzo de todos los hombres que han dejado su huella en la historia de la madre de las ciencias.

Para ser dirigida metódicamente esta investigacion, se dividirá en tres puntos. Primeramente hay que comprobar, enumerar en su totalidad los elementos ó ideas esenciales de la razon. En segundo lugar, debe hacerse un exámen tan profundo de todos estos elementos, que venga á parar á una reduccion de ellos, con el número determinado de elementos simples. La tercera ley del método es el estudio de las diferentes relaciones de estos elementos entre sí. Cuando tengamos estos elementos; cuando los hayamos reducido; cuando hayamos penetrado todas sus relaciones, entonces estaremos en posesion de los fundamentos de la razon y de su historia.

La razon humana, de cualquier modo que se desenvuelva, cualesquiera cosa que ella aborde, sea lo

que quierà lo que considere, ora se detenga en la observacion de esta naturaleza que nos rodea, ora se abisme en las profundidades del mundo interno, no concibe todas las cosas sino bajo la razon de dos ideas. Si examina los números y la cantidad, le es imposible ver otra cosa que la unidad ó la multiplicidad: estas son las dos ideas á las que toda consideracion relativa al número viene á parar. Lo uno y lo diverso, lo uno y lo múltiple, la unidad y la pluridad: hé, aquí las ideas elementales de la razon en materia de número. Si se ocupa del espacio, no puede considerarlo más que bajo dos puntos de vista; ella concibe un espacio determinado y limitado, ó el espacio de los espacios: el espacio absoluto. Si se ocupa de la existencia, ó mira las cosas bajo la sola relacion que existen, ella no puede concebir sino la idea de la existencia absoluta, ó la idea de la existencia relativa. Si piensa en el tiempo, ella concibe, ó un tiempo determinado, el tiempo hablando propiamente, ó el tiempo en sí; el tiempo absoluto, á saber: la eternidad, como el espacio absoluto es la inmensidad. Si piensa en las formas, ella concibe una forma finita, determinada, limitada, y alguna cosa que es el principio de esta forma, y que ni es limitado ni finito; en una palabra, el infinito. Si piensa en el movimiento, en la accion, ella no puede concebir más que acciones limitadas, fuerzas, causas limitadas, relativas, secundarias, ó una fuerza absoluta, una causa primera, más allá de la cual, en materia de accion, no es posible investigar ni

encontrar nada más allá. Si piensa en los fenómenos externos ó internos, que se desenvuelven ante ella en esta escena móvil de sucesos y de accidentes de toda especie, áun aquí no puede concebir más que dos cosas: la manifestacion y la apariencia, como apariencia y simple manifestacion, ó el sér en sí; ó, en términos científicos, el fenómeno y la substancia. En el pensamiento ella concibe pensamientos relativos á esto, relativos à aquello, que pueden ser ó no ser, y concibe el principio en sí del pensamiento, principio que pasa sin duda en todos los pensamientos relativos, pero que no se agota en ellos. ¿Apercibe algo bueno ó bello en el mundo moral? Ella lo trasporta invenciblemente á esta misma categoría de lo finito y del infinito, que viene á ser aquí lo imperfecto y lo perfecto; el bello ideal y el bello real; la virtud con las miserias de la realidad, ó el santo por excelencia en su altura, y en su nítida pureza.

Inútilmente nos extenderíamos más, y hé aquí, en nuestra opinion, todos los elementos de la razon humana. Mundo externo; mundo intelectual; mundo moral, todo está sometido á estas dos ideas. La razon no se desenvuelve, ni se puede desenvolver, sino bajo estas dos condiciones. La gran division hoy dia aceptada, es en ideas contingentes y en ideas necesarias; pero esta division, bajo un punto de vista más circunscrito, es la que podemos representarnos bajo la fórmula de la unidad y de la multiplicidad, de la substancia y del fenómeno, de la causa absoluta y de las causas relativas, de lo per

fecto y de lo imperfecto, de lo finito y del infinito. Cada una de estas proposiciones tiene dos términos: el primero necesario, absoluto, substancial, causal, uno, perfecto, infinito; el segundo contingente, relativo, accidental, fenomenal, múltiple, imperfecto, finito. Un análisis profundo identifica entre ellos todos los segundos términos y todos los primeros términos entre sí; él identifica la inmensidad, la eternidad, la substancia absoluta y la causa absoluta, la perfeccion y la unidad de una parte, y de la otra lo múltiple, lo fenomenal, lo relativo, lo limitado, lo finito, lo imperfecto.

Hé aquí, pues, todas las proposiciones que hemos enumerado, reducidas á una sola, á una proposicion tan vasta como la razon y lo posible; basada en la oposicion de la unidad y de la pluridad, de la substancia y del fenómeno, del sér y del parecer, de la identidad y de la diferencia, etc.

Llegados á esta reduccion, examinemos la relacion de estos dos términos; tomemos, por ejemplo, la unidad y la multiplicidad. ¿Cuáles son las relaciones de los dos términos de la misma proposicion, y en qué órden los concebimos y adquirimos? Recojámonos un instante; entremos en nosotros mismos, y veamos si al hablársenos de la idea de la multiplicidad nos es posible no concebir la idea de la unidad; si cuando se nos habla de lo finito, no concebimos necesariamente el infinito: pues la recíproca es igualmente verdadera. Cuando se nos habla de unidad, no podemos por menos de pensar en

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