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no hacer lo que hacemos, imposibilidad de no concebir lo que concebimos; tentativa de una duda, de una negacion, y al mismo tiempo, persuasion que esta tentativa es imposible.

Podria preguntarse si la inteligencia comienza por una negacion; pero no nos tomemos el trabajo de demostrar que la inteligencia no comienza por una negacion, atendido que ésta supone una afirmacion que negar, como la reflexion supone alguna cosa anterior á que ella se aplique. No comenzamos ni por la reflexion, ni por la negacion; comenzamos por una operacion que se trata de determinar, y que es la base necesaria de la negacion y de la reflexion.

Mas la reflexion que supone una operacion anterior, no puede añadir ningunos términos á los que están contenidos en esta operacion, que la lógica nos demuestra como la base necesaria de toda reflexion; porque implica que la reflexion añada nada á la operacion á que ella se aplica. Reflexionar es volver sobre lo que fué; es, con ayuda de la memoria, volver sobre el pasado y hacerlo presente á los ojos de la conciencia. La reflexion se aplica á lo que fué, alumbra lo que es, mas no crea nada.

Siguese de ahí que, si la reflexion no crea nada, y si ella supone una operacion anterior, en esta operacion anterior preciso es que haya tantos términos como en el fenómeno, tal como él se pasa en el dia, y tal como la reflexion lo descubre en la con

ciencia. En una negacion vencida, intentada y recónocida impotente; en la reflexion, no puede haber otra cosa que lo que hubo en la afirmacion primera, en el fenómeno, al cual se aplicaba la reflexion. Este es el resultado de la lógica más vulgar; pero si tenemos la fuerza de penetrar más profundamente en nosotros mismos, y llegar á la base de toda reflexion, convertiremos en un hecho evidente de conciencia el resultado que nos impone la lógica.

Yo quiero pensar, y yo pienso; pero ocurre á veces que pensamos sin haber querido pensar. Trasportémonos al primer hecho de la inteligencia; porque la inteligencia ha debido tener su primer hecho: ella ha debido tener cierto fenómeno, en el cual se manifestó por primera vez. Antes de este primer hecho no existíamos para nosotros mismos; como la inteligencia no se habia desenvuelto todavía en nosotros, ignorábamos que fuéramos una inteligencia que pudiera desenvolverse; porque la inteligencia no se manifiesta sino por sus actos, por ́un acto al ménos; y ántes de este acto, no estaba en nuestro poder sospecharlo, y nosotros lo ignorábamos absolutamente. Pues bien: cuando por primera vez la inteligencia se manifestó, es claro que no se manifestó voluntariamente; ella se manifestó, sin embargo, y nosotros tuvimos conciencia de ello más ó ménos viva.

Tratemos de sorprendernos pensando, sin haberlo querido, y así nos volveremos á hallar en el punto

de partida de la inteligencia; y en él podremos hoy .dia observar con más ó ménos precision lo que pasa, debió pasar necesariamente en el primer hecho de nuestra inteligencia.

y

Pensar es afirmar; la primera afirmacion en que no ha intervenido la voluntad, ni por consiguiente la reflexion, no puede ser una afirmacion mezclada de negacion, porque no se principia por una negacion: es, pues, una afirmacion sin negacion, una apercepcion instintiva de la verdad, un desenvolvimiento todo instintivo del pensamiento. La virtud propia del pensamiento es pensar; que intervengamos ó nó, el pensamiento se desenvuelve: entónces es una afirmacion, sin mezcla de negacion, una afirmacion pura, una apercepcion pura.

Y en esta intuicion primitiva, ¿hay algo que no esté más tarde en la reflexion? Todo está en ella, si bien se hallará bajo otras condiciones. Nosotros no comenzamos por buscarnos, porque sería suponer que sabíamos que ya éramos; pero un dia, una hora, un instante, instante solemne en la existencia, sin buscarnos, nosotros nos hallaremos; el pensamiento en su desenvolvimiento instintivo nos descubre que somos; nosotros nos afirmamos con una seguridad profunda, con una seguridad tal, que no está mezclada de ninguna negacion.

Tal es el hecho de la afirmacion primitiva, anterior á toda reflexion, y puro de toda negacion: este es ese hecho que el género humano ha llamado ins

piracion. La inspiracion en todas las lenguas es distinta de la reflexion; es la apercepcion de la verdad, sin la intervencion de la voluntad y de la personalidad. La inspiracion no nos pertenece; en ella no somos más que simples espectadores, no somos agentes, y toda nuestra accion consiste en tener conciencia de lo que se hace: es ya la actividad; pero no es la actividad refleja, voluntaria y personal...

El instinto de la razon, pues, revela á la humanidad todas las verdades esenciales á la vez, y por consiguiente, confusamente: todas las verdades nos son dadas desde luego, en una unidad confusa. La reflexion es la que rompiendo esta unidad, disipa las nubes que envuelven sus diversos elementos, y los ilumina, distinguiéndolos. Distinguir, es considerar separadamente, y la reflexión tiene por condicion considerar uno á uno todos los elementos de la unidad primitiva. El fin último de la reflexion es, considerando aparte cada uno de estos elementos, iluminarlos todos, y llegar así, por una descomposicion y un exámen sucesivo, á la recomposicion de una unidad nueva, en la cual se hallen todos los elementos primitivos. La razon comienza por una síntesis rica y fecunda, pero obscura: viene despues el análisis que todo lo alumbra, dividiéndolo todo, y que se resuelve él mismo en una síntesis superior, tan comprensiva como la primera y más luminosa. La espontaneidad dá la verdad; la reflexion produce la ciencia; la una suministra una

base ancha y sólida á los desenvolvimientos de la humanidad; la otra imprimé á estos desenvolvimientos su forma verdadera.

Mas lo que acabamos de mostrar sobre el teatro limitado de la conciencia individual, trasportémoslo sobre el de la conciencia universal, sobre el vasto teatro de la historia.

Los diferentes elementos de la conciencia del género humano no se desenvuelven en manos del tiempo en la historia, sino á condicion de ser sucesivos; por consiguiente, á condicion de aparecer el uno despues del otro. En el momento en que uno de estos elementos aparece, el otro no aparece todavía. Cuando el uno aparece, el género humano, que espontáneamente cree en todo, sin distinguir nada reflexivamente, se preocupa de este elemento que pasa ante sus ojos, y en su debilidad no apercibe más que él. Tiene razon de creer que este elemento existe; pero no la tiene en creer que él sólo exista. De ahí el error, no extravagante, sino el que nace de una vista incompleta.

Este elemento particular, que pasa sobre el teatro de la historia, como parcial y circunscrito, no puede bastar á la extension de la duracion; y por consiguiente, despues de haber aparecido, se ve condenado á desaparecer: puesto que él habia comenzado á sér, él debía concluir. Aquello sólo que no comienza á ser, no cesa de ser: lo que es infinito, universal, absoluto; lo que hace la identidad

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