Imágenes de páginas
PDF
EPUB

dial hanse sucedido cien generaciones, viviendo la primera época del mundo: la época que representa en la historia la idea del infinito.

En esta época, ya lo hemos visto, todo está bajo la condicion de esa idea, de la unidad, del sér en sí, de lo absoluto, de la inmovilidad.

«La industria es débil y limitada; el comercio se reduce á las relaciones inevitables de los hombres sobre una misma tierra; éstos atormentan poco esta misma tierra, y cuando han sacado algunos productos de ella, no debe esperarse que los metamorfoséen, ni que ósen alterar lo que Dios ha hecho. Poco comercio interior; poco ó ningun comercio marítimo; el mar representa un insignificante papel en la historia de esta época, porque el mar, sobre todo el mar interior y los rios, son el movimiento. Las naciones que llenan esta época están fuertemente adheridas á su territorio. Si ellas salen de él, es para inundarlo todo, como un torrente; mas sin fertilizar ni conservar la tierra, sobre la cual se extenderán momentáneamente. Si en esta época alcanzan las ciencias algun desenvolvimiento, son las ciencias matemáticas y astronómicas, que recuerdan más al hombre lo ideal, lo abstracto, lo infinito. No es en esta época en la que se descubre y cultiva con éxito la física experimental, la química, las ciencias naturales. El Estado es en ella el reirado de la ley absoluta, fija, inmóvil: apenas si él reconoce y apercibe los individuos. Las artes son gigantescas y desmesuradas; ellas desdeñan en cierto modo la re

presentacion de todo lo que es finito; ellas se lanzan sin cesar hácia el infinito, é intentan representarlo. No pudiendo hacerlo sino bajo la forma de lo finito, ellas desnaturalizan esta forma, y la hacen extrañ1 para quitarle su carácter propio y obligar al pensamiento que se dirija hácia alguna cosa de desmesurado y de infinito. La religion se fija en lo invisible, y es más bien la religion de la muerte que la de la vida. Esta es variada, móvil, diversa, activa; la religion tiene ménos por fin el reglarla que enseñar su menosprecio, mostrarla como una sombra, como una prueba miserable, apenas como una prueba: ella se compone casi exclusivamente de representaciones hipotéticas de lo que fué ántes la vida, ó de lo que será despues de aquélla. La filosofía no es otra cosa que la contemplacion de la unidad absoluta. >>

Hé aquí los caractéres culminantes de la época histórica en que prevalece la idea del infinito. Y aunque pueda parecer á algunos singular y anómalo que consideremos el país vasco-navarro viviendo esa remota época histórica, sin embargo, diríjase hácia él un rápido golpe de vista, y no podremos ménos de penetrarnos que, en efecto, las gentes de esas montañas, la masa social que personifica en esas provincias el espíritu teocrático, el espíritu absolutista, encarnado en el carlismo, no vive en otra época; pues no la vivifica el espíritu moderno; no` resalta en ella ninguno de los caractéres propios de la época histórica que vive la generalidad de la

nacion española: la de la relacion de la idea de lo finito al infinito, y viceversa; es decir: en la industria, el Estado, el arte, la religion y la filosofía, todos los géneros de industria, todas las ciencias matemáticas y naturales, el poder territorial y el poder marítimo, la fuerza preponderante del Estado y la libertad individual, lo finito en relacion armónica al infinito, la aplicacion severa del dogma á la moral, la vida presente referida á Dios, y dándole un precio de valor inmenso; y por fin: la mezcla de la psicología con la ontología.

El pueblo vasco-navarro, prescindiendo por completo de ciudades importantes como Bilbao, San Sebastian, Pamplona y Vitoria, y las villas del litoral, esencialmente liberales y penetradas por entero del espíritu moderno; el pueblo vasco-navarro de la montaña, decimos, el pertinaz adalid de la teocracia, el absolutismo y el privilegio, posée una Industria débil y escasa, y un Comercio interior bastante reducido.

La Adhesion de los naturales al Territorio llega hasta el fanatismo; y no es poco considerable el número de vascongados que en la necesidad de pasar á Castilla para procurarse medios de subsistencia, al aproximarse el momento de tener hijos, procuran á todo trance que el alumbramiento se verifique en la tierra natal, para dar un individuo más al Señorío priviligiado, y privar de un ciudadano á la nacion que sufre las cargas.

La Cultura Intelectual es bastante escasa en ese

país, y siempre el cura es el solo doctor de la ley, el único oráculo de la ciencia. En vano sería buscar el florecimiento de la física experimental, de la química, ni de las ciencias naturales; inútilmente se buscará aún el de las ciencias matemáticas y astronómicas: sólo se hallarán algunas nociones de teología. Nó de la alta teología de San Agustin y Santo Tomás, de Cayetano ó Gotti, de Petavio ó Billuart, de Gonnet ó Berti sino la teología vulgar de Ligorio y Larraga, ó, á lo más, como non plus ultra de la sabiduría teológica, habrá alguno que haya saludado el compendio salmaticense. Dejáos, pues, de buscar doctores graduados en Salamanca, ó en San Clemente de Bolonia; á lo sumo hallarais algun bachiller, como en lo antiguo los de Osuna: la generalidad son clérigos de simple misa. Jamás han llegado á sus oidos los nombres célebres de los nuevos apologistas cristianos, los Bonald y los de Maistre, los Lamennais y los Lacordaire, los Nicolás y los Raulica: nada de eso. Pero en cambio muchos clérigos manejan admirablemente los argumentos ad hominen que salen de la universidad de Eibar, y se ostentan mansos imitadores de la humildad v dulzura evangélica, al modo del cura Santa Cruz.

El Estado es en las provincias vascas letra muerta; sólo es letra viva el régimen municipal y provincial. La provincia en particular es el todo. Sus padres de provincia, esos benditos padres, esos jueces de Israel, que con tanto anhelo han procurado regar y conservar incólume el venerable árbol de Guernica,

són, en concepto de los sanguijuelas de España, sus verdaderos, sus únicos legisladores. Por lo demás, el Estado, la nacion, poco ó nada les importa, ni sus ideas, sus conquistas y su civilizacion. Sólo les afecta continuar gozando el privilegio, y cobijados bajo su bandera; sólo les afecta no contribuir con sus bienes, ni con su sangre, en medida igual á las demás provincias; sólo les afecta tener Señor y que se les dejen medios de poder aspirar á imponer rey absoluto de derecho divino á toda España; y sólo les afecta, en fin, dejar triunfante su espíritu teocrático, y que desde allí, el clero faccioso y el perseverante jesuitismo, puedan dirigir bien sus maquinaciones para lograr restaurar, como dicen, la la santa casa de Dios.

Las Artes no las inspira allí otra idea que la idea cristiana; así es que no hay que buscar más música que la sagrada, más escultura que desdichadas imágenes de santos, más pintura que la religiosa, más arquitectura monumental que la de algunos templos.

La Religion no es tampoco entre los vascos la religion de la vida, sino la de la muerte; no la del amor, sino la del pavor; no la religion riente, benéfica, bondadosa, de un Dios grande, magnánimo, misericordioso, que hace el hombre á su imágen, lleno de inteligencia: sino la religion severa, repulsiva, terrorífica, de un Dios pequeño, vengativo, cruel, que el hombre crea á imágen suya, henchido de pasiones; que no se acuerda del perdon, sino de la ofensa; que no es padre, sino tirano, y que siendo

« AnteriorContinuar »