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en Europa con la política reaccionaria que la perjudica más que la favorece, que la quita en prestigio y autoridad lo. que le dá en fuerza material, pasajera, deleznable; que la hace odiosa á los partidos liberales, y responsable de las medidas de represion, de los actos de violencia que se ejecutan en su nombre, invocando sus más altos intereses?

¡Cuán otra sería hoy la situacion de la Iglesia católica en España, si no hubiera aparecido desde el principio de nuestra revolucion contemporánea, opuesta á toda reforma en sentido liberal, defensora intransigente, implacable, del régimen absoluto, y luego unida y aliada con el moderantismo escéptico, pero conocedor, por lo mismo, del poder que las creencias religiosas ejercen en el pueblo español; poder que ha explotado en pró de su política, de su ambicion de mando, de sus intrigas palaciegas! ¿Cuándo el estado de nuestras relaciones con Roma dejará de ser una grave cuestion política, una cuestion de partido, en lugar de ser una cuestion religiosa que interesa por igual y en un órden elevado, espiritual, á la mayoría de los españoles, á cuantos sincera y ardientemente profesan la religion católica, apostólica, romana?

La condescendencia, la benignidad de la Iglesia católica con los explotadores de su nombre, con los mercaderes del Templo, que la adulan, que se fingen sus siervos, ha sido causa de la formacion de esa secta esencialmente política, conocida con el nombre de neo-católica, que aspira años há á apoderarse de la direccion religiosa en todas partes, y á quien la opinion pública, los hechos, acusan justificada

mente como la más perjudicial, como la más dañosa, como la más funesta á los intercses del catolicismo. Ella es la que, explicando á su modo el sentido de cuantas Encíclicas salen del Vaticano, declara condenadas en nombre del Pontificado todas las reformas liberales, y expulsos del gremio de la Iglesia á cuantos las saludan y reconocen como una evolucion necesaria del derecho y del espíritu humano. Ella es la que, apoderándose de la educacion de los desgraciados ó de los débiles, les predica el ódio á sus hermanos no afiliados en sus banderas, y mantiene y alimenta la conspiracion y la guerra contra todo Gobierno, contra toda institucion que no esté dirigida por sus doctrinas. Ella es la que al dia. siguiente de una derrota se alza más altanera que antes, predicando la destruccion de sus vencedores, y llamando sobre ellos toda la cólera del cielo vengador, en cuyo nombre habla á los hombres. Absorbente y absoluta en sus pretensiones, pide todo á los que la escuchan: la enseñanza, la escuela, la cátedra, el libro, el periódico, el gobierno, el ejército, la sociedad, lo presente y lo porvenir. Responsable la considera hoy todo el mundo de la última insurreccion carlista, de la bárbara tenacidad con que los obcecados vascos han creido peleaban por sus instituciones tradicionales, que nadie vulneraba; por la religion de sus padres, que nadie intenta arrebatarles, cuando no han hecho más que derramar su sangre, asolar su país y arruinar á España, por servir las miras de ambicion terrenal, de sórdida codicia de los mayores enemigos de la libertad y de la religion,

Ellos, los fariseos, los neo-católicos, pensaron, al contemplar cómo se debilitaba el principio de gobierno establecido por la revolucion de Setiembre, al ver rota la conciliacion entre los hombres que la llevaron á cabo, sus divisiones intestinas, que llegaria un momento en que, volcado el trono levantado por la eleccion de la Asamblea, la república vendria sin prestigio, ni fuerza, impotente para organizar nada sólido, nada permanente, para impedir que la indisciplina politica se hiciera indisciplina militar; y para esa crisis tremenda, suprema, para esa explosion de la anarquía, creyeron oportuno, útil, preparar y encender la guerra civil en su antiguo teatro, en las regiones favoritas, desde las cuales pensaban reconquistar á España. Y juzgaron bien: la guerra se encendió, y la rebelion carlista llegó á ser pujante, imponente, aterradora, cuando la anarquía imperaba en España, cuando el cantonalismo demagógico dominaba las provincias del Mediodía y del Este, y se extendia como un vasto incendio amenazando destruir la unidad de la Patria tan trabajosamente forjada.

El ejército de la revolucion, reducido á unos cuantos batallones, no obedecia á sus jefes en Cataluña y en el Centro, y apenas manteníase á la defensiva en el Norte. Abierto miró la insurreccion carlista el camino de Madrid en aquellos dias de terrible recordacion; dispuestas las clases conservadoras á pedirle su salvacion contra el torrente devastador de la anarquía federal; vacilantes á muchos liberales entre los dos abismos; y ¿qué hizo en tan tremenda crísis? Revelar su impotencia, su descrédito, su nulidad; revelar

que no encerraba ningun gérmen de vida, de reorganizacion social en sus entrañas, y que si la bandera que ondeaba en Cartagena era la demagogia que reniega de Dios, la que flotaba en Estella era la demagogia que para sus fines de partido invoca tan santo nombre.

Hora es ya de que la Iglesia lance de su seno la hidra ponzoñosa; expulse de su gremio esa escuela política que tantos males la acarrea.

La religion existe en sí misma y por sí misma. Es verdad sobre la cual no deciden los partidos ni legislan las asambleas políticas.

<< Las sociedades humanas, como dice un gran orador, católico, mas nó ultramontano, nacen, viven y mueren en la tierra; pero no contienen al hombre todo entero. Le queda la parte más noble de sí mismo: esas facultades sublimes por las cuales se eleva á Dios, á una vida futura, y á los bienes desconocidos de un mundo invisible. >>

La nave santa, añadimos nosotros, no puede perecer; el Evangelio es eterno; el cristianismo continúa su camino, y es hoy como ayer el fondo de la civilizacion, de toda civilizacion, de toda moral, de la perfectibilidad humana; pero la córte romana debe comprender y reconocer que no puede aspirar hoy, como en la Edad-media, á mantener bajo su tutela y disciplina las instituciones políticas, la sociedad, porque há mucho tiempo que, á medida que se agranda el círculo de las ciencias, se achica el círculo de la teología.

M. ORTIZ De Pinedo.

A LA NACION.

La abolicion de los fueros de las provincias rebeldes, fueros que son causa inmediata de su alzamiento en armas, y de su antagonismo con los principios modernos, es hoy un pensamiento tan arraigado y tan profundamente nacional, que hinche y desborda en estos momentos la conciencia pública. Hasta tal punto ha encarnado en los ánimos, que si hubiera alguna entidad política influyente que se le opusiera, no podria ménos de verse abrumada y condenada por un anatema general.

Estos pálidos conceptos sólo han sido escritos para desenvolver un pensamiento de tanta trascendencia, tan en alto grado vital, tan esencialmente político y de tan marcada actualidad. Los lectores sincera y dignamente liberales, confiamos que los juzgarán sin ódio y sin amor: su solo sufragio nos satisfaria, y es el que codiciamos con mayor afan.

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