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Situacion de la Italia, favorable á los Borbones.-Engrandecimiento de Rusia. Suecia, Dinamarca, Holanda.-Austria y Prusia.—Memorable repartimiento de la desgraciada Polonia.-Estado interior y esterior de la Francia.--Agitaciones en Inglaterra.-Desacuerdo entre el gobierno británico y los Borbones.-Cuestion de la Luisiana.-Ocupacion de Córcega por los franceses.-Incorporacion de la isla á la corona de Francia.-Orígen de la famosa cuestion sobre las islas Maluinas.-Arrojan de ellas los españoles á los ingleses.-Indignacion en la Gran Bretaña.-Temores de guerra.-Opina por ella el conde de Aranda.-Estraño giro que se da á este asunto.-Negociaciones.-Conducta de los ministros español, inglés y francés.-Debilidad de Cárlos III.-Vigorosa entèreza del conde de Aranda.-Novedad en la córte de Versalles.-Caida de Choiseul.-Desenlace inopinado de la cuestion de las Maluinas. -Mal comportamiento de Luis XV. con Cárlos III.-Carta del emperador de Marruecos al rey de España, y guerra que ocasiona.— Sitio de Melilla. Se restablece la paz á peticion del marroquí.— Desgraciada y funesta espedicion enviada contra Argel.-Injustificable ligereza del conde de O'Reilly.-Derrota y desastres del ejército español.-Indignacion pública contra O'Reilly.-Disgusto general contra el ministro Grimaldi.-Completo abandono y aisla

miento en que se ve.-Sostiénele el monarca contra el torrente de la opinion.-Nuevos disgustos obligan á Grimaldi á hacer resueltamente renuncia del ministerio.-Admítela el rey.-Es enviado á Roma. Floridablanca ministro de Estado.-Caida de Tanucci en Nápoles, y de Pombal en Lisboa.-Disputa y guerra entre Portugal y España sobre las colonias de América.-Triunfos de los españoles en las costas del Brasil.-Muerte de José I. de Portugal.-Cambio de política.-Paz entre Portugal y España.—Tratado de límites.-Estrecha alianza entre ambas córtes.

Pasemos ahora una rápida revista á la situacion en que se encontraban á este tiempo los diferentes Estados de Europa, y veamos algunos sucesos esteriores que ocuparon la atencion, la política y las fuerzas de España en el antiguo y en el nuevo mundo, para venir otra vez á las importantes reformas administrativas que en este período se habian realizado en lo interior del reino.

La situacion general de Europa era mas propia para halagar y favorecer las esperanzas y los planes de los Borbones que para contrariarlos. Los Estados grandes y pequeños de Italia estaban directa ó indirectamente dominados por ellos; Roma, ó humillada ó en contínuo conflicto bajo la influencia de su poder; y Cerdeña, árbitra de Italia en otro tiempo, circundada ahora de Estados pertenecientes á los Borbones, encadenada con alianzas y reducida á la nulidad. Alemania y las potencias del Norte viendo á Rusia engrandecerse con Catalina II. y esperando con ansiedad el resultado de su guerra con la Puerta Otomana, en que ya demostró

sus codiciosas miras sobre Constantinopla. Suecia, devorada por las facciones de los gorros y de los sombreros, que produjeron al fin la revolucion de 1772, y la guerra de Gustavo III. con la Rusia. Dinamarca y Holanda demasiado débiles entonces para ser temidas ni tomar parte en las grandes cuestiones europeas. Austria y Prusia, si bien divididas por su rivalidad política, meditando ya obrar de concierto entre sí y con el imperio moscovita para consumar entre los tres la nefanda reparticion de la desgraciada Polonia, víctima de sus discordias intestinas, y ejemplo triste que recordará perpétuamente á los pueblos la verdad de aquella sentencia terrible: Omne regnum in se divisum..... Honra será siempre de Cárlos III. de España el haber vituperado con palabras esplícitas, ya que otra cosa no pudo hacer entonces, aquel crímen políti co de tres naciones poderosas, contra el cual se sublevan todavía la conciencia, el derecho y la justicia hu

mana.

«La ambicion y la usurpacion (dijo Cárlos con tono violento, estraño en su carácter sosegado), no me sorprende por parte del rey de Prusia y de la emperatriz Catalina, pero no esperaba tanta falsedad y perfidia por parte de la emperatriz-reina.» «Si otras potencias, dice un historiador estrangero, hubieran tenido los mismos sentimientos, habria ciertamente España abrazado la causa de los polacos; pero en una ocasion tan solemne vió que los planes de Francia estaban cu

que cubria los

proyec

biertos con la misma oscuridad

tos que ella meditaba.... (1),»

Acerca de la situacion de la Francia hace un historiador la siguiente pintura, que no carece de verdad. «Francia, dice, ofrecia una mezcla singular de zozobra, flaqueza, malestar y miseria interior, de agresion y provocacion esterior. El rey, entregado única y exclusivamente á sus goces, cuidaba poco del honor nacional; todo era para él indiferente, con tal que le dejáran gozar tranquilamente de los placeres voluptuosos.

(1) William Coxe, España bajo el reinado de los Borbones, cap. 66.-El 2 de setiembre de 1772 publicó el ministro de Rusia la resolucion adoptada por las tres potencias, y la reparticion se verificó el 18 de setiembre de 1773. Tocaron á Austria 4,280 millas cuadradas, 681 á Prusía, y 1,950 á Rusia. Los desgraciados polacos, que á tanta costa abrieron entonces los ojos, reconociendo la inmensidad de las faltas que sus disensiones les habian hecho cometer, quisieron recobrar su independencia bajo las promesas de Federico Guillermo, que les ofreció ayudarlos y establecer una nueva constitucion. Y en efecto, la Prusia aprobó la ley constitucional de 1791. Pero rechazada por la Rusia (18 de mayo, 1791), tuvo la Prusia la vergonzosa debilidad de renunciar al papel de protector de la república, so pretesto de haberse dado una constitucion sin el consentimiento del gabinete de Berlin, y este bochornoso abandono produjo el segundo repartimiento de la Polonia (1792), en que tocaron á Rusia 4,553 millas

cuadradas, con 3.000,000 de ha-
bitantes, y á Prusia 1,060 mi-
las con 1.436,000 hombres de
poblacion. Y por último, despues
de los heróicos y desesperados
esfuerzos de Kosciusko por vol-
ver la independencia á su patria
(1794), aquella desventurada na-
cion acabó de sucumbir bajo el
peso de las tres grandes poten-
cias usurpadoras, y en octubre
de 1795 hicieron su última par-
ticion, siendo el resultado que á
costa de Polonia recibió Rusia un
aumento de 4.600,000 habitantes
en 8,500 millas cuadradas, Prusia
agregó a su territorio 2,700 mi-
las con 2.355,000 almas, y Aus-
tria 2,100 millas cuadradas con
5.000,000 de habitantes. «La_in-
fortunada Polonia, dice un ilus-
trado escritor, asi destrozada, no
debiendo sino á leyes estrange-
ras y á instituciones de una po-
lítica sombría la conservacion
del órden y de la tranquilidad
interior, durmió como en una
tumba hasta el mes de noviem-
bre de 1806.» Sabidos son los su-
cesos posteriores de aquel des-
venturado país.

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Una nueva favorita ""), salida de las sentinas del vicio y de la relajacion, se ocupaba ya en urdir tramas á fin de ostentar su poder con la misma magnificencia y publicidad que sus antecesoras. Ayudabale un enjambre de parientes y agentes de poca valia que la tenian asediada, y agitaban la córte con intrigas criminales. Esta turba cedia al influjo de una clase mas elevada de intrigantes que se valian de la influencia naciente de la nueva manceba á fin de suplantar al ministro que se oponia á sus proyectos y perjudicaba sus intereses. La nacion, agoviada de deudas, se hallaba sin hombres ni dinero, y el envilecimiento vergonzoso en que habia caido la desalentaba tanto como sus últimos reveses. La antigua nobleza, que en todos tiempos se vanagloriaba de ser el apoyo del trono, se apartaba del soberano renunciando voluntariamente á la córte y al poder. Los parlamentos estaban en abierta guerra con la autoridad real.... El ministro Choiseul, cuyo espíritu turbulento se gozaba en sembrar la discordia en todas las córtes, continuaba aferrado á sus planes con indecible obstinacion, sin pensar en las consecuencias que podrian traer. Consideraba las guerras y conmociones como único medio de conservar su vacilante poder, que asediaban cohortes de enemigos. Hizo cuanto le fué posible por empeñar á su nacion en empresas superiores á sus fuerzas. Acorde en todo con el

(1) La Dubarry.

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