Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[ocr errors]

»ca, los cuales servian á lo menos para guardar los »puestos que nuestras pocas tropas no podian cu>>brir. >>

Partieron pues de Cádiz las dos escuadras reunidas, francesa y española (23 de julio, 1781), compuestas de cincuenta y dos velas, y escoltadas por dos navíos de línea, dos fragatas y varios otros buques de guerra, llevando á bordo ocho mil hombres de tropa, sin que nadie hubiera penetrado el de aquella espedicion misteriosa. Y aunque los vientos impidieron á Crillon ejecutar de lleno el plan que llevaba meditado, todavia logró saltar á tierra sin obstáculo en la playa de la mezquita (19 de agosto, 1781), y avanzar con tres mil quinientos hombres sobre Mahon, obligando á los sobrecogidos ingleses á encerrarse en el castillo de San Felipe. El marqués de Peñafiel y don Ventura Caro se apoderaron del fuerte de Fornell y de la ciudadela. Los habitantes mostraron la mayor alegría, apresurándose á prestar el juramento de fidelidad al rey de España, y Crillon á nombre del rey Católico declaraba restablecidos los privilegios de que habian gozado ántes aquellos insulares.

Aunque reducidos los ingleses al castillo de San Felipe, la naturaleza de aquella espedicion habia hecho que faltaran muchas de las cosas mas precisas para ponerle un sitio formal, de modo que se limitó la operacion á un bloqueo por espacio de algunos meses; y en tanto que llegaron artillería y pertrechos de Carta

gena y Barcelona, y los refuerzos que de Tolon envió el rey Luis XVI., eran ya principios de diciembre cuando se comenzó á levantar las baterías. Gala de arrojo hizo el intrépido Crillon subiendo á plantar por su mano la bandera española en la torre de las Señales; y el ejemplo del valeroso general francés no fué perdido para los soldados, pues cuando se trató de crear una compañía denominada de Voluntarios de Crillon para colocarla en el puesto del mayor peligro, todos se disputaban el honor de ser inscritos en ella, y fué menester, para evitar altercados y piques, que el gefe resolviera escogerlos y nombrarlos por sí mismo. Lástima que Crillon empañára el lustre de su heróica conducta en esta empresa con un lunar que desdice de la grandeza de su ánimo. Hablamos del hecho que un historiador afirma, de haber intentado hacer flaquear la fidelidad del general inglés Murray, gobernador del castillo, prometiéndole por la entrega de la plaza una recompensa de quinientos mil pesos, y un alto puesto en el ejército español ó francés, á lo cual dió el pundonoroso general británico la siguiente digna y vigorosa respuesta:

«Cuando vuestro valiente abuelo recibió la órden de su soberano para asesinar al duque de Guisa, dió la respuesta que vos hubiérais dado si el rey de España os hubiera encargado asesinar á un hombre cuyo nacimiento es tan ilustre como el vuestro, ó como el del duque de Guisa. Con vos no puedo yo tener tratos sinò

con las armas en la mano. Si abrigais sentimientos de humanidad, enviad vestidos para los miserables prisioneros que tengo en mi poder; que los dejen en un punto apartado, y yo enviaré á buscarlos, porque en lo sucesivo no consentiré mas relaciones con vos que las mas estrictas que imponen los deberes de la guerra.»-Como hombre de honor le contestó Crillon diciendo: «Vuestra carta nos deja á cada uno en su lugar, y fortifica la estimacion con que siempre os he mirado; acepto con gozo vuestra proposicion.»-Veremos luego cómo el general francés desagravió con usura al gobernador británico con su generoso comportamiento de la ofensa que antes le hubiera inferido con una proposicion vituperable entre soldados de honra.

Estrechábase y se apretaba de cada dia mas el cerco, y entre los contratiempos de los sitiados no fué el menor el estrago que comenzó á hacer el escorbuto en la ya poco numerosa tropa de la guarnicion, á causa de la falta de alimentos frescos, y del aire enfermizo de las casamatas. En tal estado el dia 6 de enero (1782) quiso Crillon solemnizar el aniversario del nacimiento del delfin de Francia, habiendo jugar contra el castillo de San Felipe ciento once cañones y treinta y tres morteros, que atronaban la isla y arruinaban las fortificaciones. Por bastantes dias sostuvo todavía la guarnicion una defensa vigorosa, y Murray en medio de la desolacion que le rodeaba conservó su heróica serenidad, alentaba á todos, y se mantuvo á la altura de la

mia, que

reputacion militar de que ya gozaba. Mas llegó á ser tanto el estrago del fuego, de las ruinas y de la epidefaltándole gente hasta para cubrir los puestos ordinarios, y llevada la defensa hasta donde los deberes del honor podian exigir sin rayar en infructuosa y reprensible temeridad, pidió capitulacion (15 de febrero, 1782), que el duque de Crillon le otorgó con condiciones mas honrosas y mas suaves de lo que le pescribian las instrucciones de la córte de España. Con los honores militares salieron las tropas inglesas del castillo; Murray y los suyos quedaron prisioneros de guerra, con la condicion de ser trasladados á Inglaterra, donde no volverian á tomar las armas hasta el ajuste de la paz ó que se hiciera el cange oportuno. Hallaron los rendidos la mas afectuosa acogida en las tropas francesas y españolas. Veamos cómo se espresó el mismo Murray en su parte oficial (16 de febrero):

«Tal vez no se ha visto jamás (decia) una escena >>mas noble y al mismo tiempo mas trágica que el des>>>file de la guarnicion del fuerte de San Felipe por en>>>tre los ejércitos francés y español: componíase tan >>solo de seiscientos veteranos quebrantados por la »edad y las fatigas, doscientos marineros, ciento y >>> veinte artilleros, veinte hijos de Córcega y veinte y >> cinco de Grecia, turcos, moros, judíos, ete. Los dos »ejércitos estaban formados en dos filas una frente á » la otra, formando una hilera por donde pasábamos >> nosotros. Ascendian á catorce mil hombres, que se

>>estendian desde el glasis hasta Jorge Tolon, en don» de nuestros batallones entregaron sus armas, decla>>rando que no las entregarian mas que á Dios solo, y »> con el consuelo de saber que los vencedores no podian >> estar muy ufanos con la toma de un hospital. Nues>>tros soldados estaban á tal punto desfigurados y des» conocidos, que á muchos soldados españoles y fran>ceses se les escapaban las lágrimas al verlos pasar: >>esto lo afirman el duque de Crillon y el baron de >> Talkenhayn; pero aunque yo no lo haya notado, esta >>compasion me parece natural. Por lo que á mí toca, >> no tenia en aquella ocasion mas inquietud que la que » me daba la enfermedad funesta que nos amenazaba »á todos con una muerte inevitable.

«¡Bendito sea el Señor! Ya mis temores no son >> tan grandes; la humanidad del duque de Crillon, cu»yo corazon se ha conmovido al ver las desgracias de >> hombres tan valientes, ha sobrepujado mis esperan>>zas y deseos; porque nada omitió de cuanto pudiera >> contribuir á nuestro restablecimiento. Los cirujanos <»> franceses y españoles nos prestan sus auxilios en »> nuestros hospitales, y debemos muchos favores al ba>>ron de Talkenhayn que mandó las tropas francesas. >>>Tambien estamos muy agradecidos al duque de Cri»llon, y ninguno de nosotros podrá olvidar á estos dos »generales. Me atrevo á esperar que este último jólleno de ardimiento y lealtad, no volverá á man»dar ejércitos contra mi soberano, porque la bondad

>ven,

« AnteriorContinuar »