Imágenes de páginas
PDF
EPUB

da, el cardenal Cisneros, el secretario Almazan. De ahí las enseñanzas instituidas en la real casa, y la general instruccion de los próceres y señores empleados en ella. Efectos de aquella máxima, que los nobles idiotas ningun otro provecho sacan de lo ilustre, sino hacer visible su inutilidad, siendo incapaces de llenar en todo ni en parte los objetos por que han sido privilegiados: la qual máxima les inculcaba Lebrija en lo tocante á la carrera militar á que se dedicaban comunmente, declarándoles la imposibilidad de sobresalir en profesion tan dificil por mera práctica sin fundados estudios. O! si los grandes señores comprehendieran bien la importancia de tales documentos, y se prestaran dóciles imitando á sus progenitores, nobles á todas luces. Con quánta facilidad no adquiririan los medios todos de ilustrarse y de propagar la ilustracion, si empleasen dignamente su tiempo, su consideracion, sus riquezas! O! si mis palabras tuvieran la mocion que las de Lebrija! O! si renaciera el espíritu de los reyes católicos, autores de la grandeza del imperio español! Renacerá, no lo dudeis, y la estabilidad de este grande imperio, pronosticada por el adivino Nebrisense, se asegurará mas y mas, si las artes que él enseñó se cultivan y promueven debidamente. Fomentólas como á basa sólida de los estados el gran político Fernando: no contenta con eso la incomparable Isabel las cultivó por principios segun la doctrina del inmortal maestro. Al qual distinguieron ambos monarcas como á competencia con demostraciones de singular aprecio y confianza. Entre las que se cuenta el adoptar aquella ingeniosa empresa de su invencion que contiene el nudo gordiano asido á la coyunda con la letra TANTO MONTA; designarle preceptor del príncipe heredero; mandarle coronar con la laurea debida á los príncipes del Parnaso; nombrarle en fin para historiar los memorables hechos de la nacion en la lengua general del orbe literario. A sus escritos honraron con especiales privilegios: á sus hijos, vivos retratos de un padre que les infundió su doctrina y virtud, cumpliendo por sí las obligaciones de que á nadie creía exento; á tan dignos hijos premiaron con hábitos militares, encomiendas y magistrados. Si su noble familia, quizá por la heredada modestia, no goza tantos

honores como las de Colon y Cortés, puede al menos gloriarse de haberlos merecido: que no cede al mérito de quien dilata los límites de un reyno, el de quien le firma y hace florecer con la sabiduría. Reconociéronlo así nuestros mayores, los que lograron la dicha de conocer al legislador de nuestra literaria república, de recoger sus últimos alientos, y rociar su sepulcro con justas lágrimas. Pasó el Nebrisense á mejor vida por Julio de 1522, y con toda propiedad depositaron sus cenizas junto á las del célebre cardenal Cisneros. Sábia disposicion de la universidad de Alcalá, que mostró en este caso su gratitud al principal consejero del fundador, al fundador de su doctrina, al autor de los superiores créditos que gozaba en la Europa. Entonces y despues anualmente, quanto permaneció su mas floreciente estado, empleó sus eloqüentes oradores en honrar la memoria de su peculiar ornamento, y dió egemplo á la nacion para que pagase la deuda general al restaurador del buen gusto y de la sólida literatura. Para perpetuar hasta los lineamentos de su rostro en tablas y esculturas, se emplearon las peritísimas manos de Antonio del Rincon y de Felipe de Borgoña. Renovemos, señores, imitemos tan ilustres egemplos y memorias, y veremos renacido nuestro siglo de oro.

MEMORIA

DE LA REAL ACADEMIA

Si

DE LA HISTORIA

SOBRE LA INSCRIPCION HEBREA

DE LA IGLESIA

DE NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO DE LA CIUDAD DE TOLEDO,

QUE CON EL TITULO

DE ILUSTRACION

PUBLICó

DON JUAN JOSEF HEYDECK

EL AÑO DE 1795.

la Inscripcion hebrea, que en 1795 dió á luz D. Juan Josef Heydeck, fuese puntual y verdadera copia de la que en algun tiempo exîstiria íntegra en la Iglesia de nuestra Señora del Tránsito de la ciudad de Toledo, podria en cierta manera contribuir á la ilustracion de la historia del Rey D. Pedro. Pero no exîstiendo al presente, ni habiendo exîstido jamás, segun la publicó, las circunstancias ocurridas despues han obligado la Academia á que forme y dé á luz este escrito, estimulandola á ello, no el empeño ni pasion de desacreditar á nadie, sino el amor y obsequio debido á la verdad. La qüestion es de puro hecho; y en ella no se trata si es mucha ó poca la instruccion que tiene en el he

breo el autor de la Ilustracion. El objeto es solo averiguar si copió la inscripcion histórica (que se halla dividida en dos partes, una al lado de la Epistola, y otra al del Evangelio de la expresada Iglesia) ó si por el contrario suplió á su arbitrio el texto hebreo, y lo dió por original formandolo sobre la traduccion castellana que trae Rades de Andrada en su historia de las tres Ordenes militares, ó sobre otras memorias que pudieron llegar á sus manos. No se pretende probar, que D. Juan Heydeck ha suplantado y fingido todo el contexto de los letreros, sino que estos no existen, ni nunca han exîstido con las dicciones con que él los publicó; y de consiguiente, que incurrió en una infidelidad que no debe disimularse en la República literaria. Aunque la Academia debe por su instituto desterrar las fábulas que afean la historia, quando se le pasó á censura la Ilustracion de Don Juan Heydeck no tenia motivos para dudar de su buena fé, y asi aprobó y aun elogió su escrito. Hasta entonces no se habia publicado en España el texto hebreo de estos letreros; y aunque Don Francisco Perez Bayer los habia copiado en 1752, la Academia no habia visto su ms. Habiendole adquirido poco despues uno de sus individuos, inteligente en el hebreo, cotejó por curiosidad el texto ya impreso por D. Juan Heydeck con el de aquel erudito, y la suma discrepancia que notó entre uno y otro le dió motivo á sospechar de la puntualidad del editor. Aunque el merito y la diligencia de D. Francisco Bayer no permitian dudar de su exactitud, no por eso quiso precipitar ó aventurar su juicio la Academia; cuya madurez y circunspeccion advertirá el público en esta Memoria, y al mismo tiempo la sinrazon con que D. Juan Heydeck ha procedido en su Apéndice contra ella, solo porque trataba de inquirir y apurar la verdad. Esta Memoria será mas difusa de lo que al parecer pedia el asunto; porque aunque el lector mas preocupado podria convencerse por el simple cotejo de la copia de la inscripcion que ofrece al público la Academia con la que D. Juan Heydeck supone haber sacado en 1789, se vé ésta precisada á exponer con alguna extension los motivos que ha tenido para publicar la inscripcion original, segun el estado en que se halla.

XX

Con fecha de 30 de Diciembre del año de 1794 el Exce

lentísimo Señor Príncipe de la Paz envió á la Academia el ms. de D. Juan Josef Heydeck, intitulado Ilustracion de la Inscripcion hebrea que se halla en la Iglesia de nuestra Señora del Tránsito de la ciudad de Toledo, traducida al español, para que en su vista dixese si lo juzgaba digno de la luz pública. En conseqüencia de esta órden se dió comision á los Señores Académicos D. Tomás Sanchez, Bibliotecario de S. M. y D. Cándido María Trigueros, Bibliotecario segundo de los Reales Estudios de esta Corte, ambos inteligentes en la lengua santa, para que exâminando el escrito diesen cuenta á la Academia. Extendió la censura el Señor Trigueros, y subscribió á ella el ?eñor Sanchez, que por hallarse á la sazon enfermo no habia podido exâminar la obra por sí. Por el dictámen de los censores se formó juicio ventajoso del escrito y de su autor, y asi se hizo presente á S. M. en informe dado en 13 de Enero de 1795: en vista del qual se concedió permiso á D. Juan Heydeck para imprimir su Ilustracion, que salió á luz en el mismo año. Pero como algun tiempo despues hubiese el Señor Sanchez adquirido el escrito de D. Francisco Bayer, adornado de algunos dibuxos hechos por los tres célebres Palomares, padre é hijos; del cotejo que le fué facil hacer de la copia impresa de D. Juan Heydeck con la ms. de aquel erudito, resultó tanta variedad, que se persuadió á que uno de ellos no habia copiado bien la inscripcion. No obstante que este Académico habia subscrito á la censura de la expresada obra, manifestó sus dudas y sospechas á la Academia, para que exâminando el asunto de nuevo, rectificase su juicio en caso que D. Juan Heydeck hubiese pretendido abusar de la credulidad del público y de la Academia; cuyo engaño no podia ni debia ser indecoroso, faltando antecedentes que la obligasen á dudar de la buena fé de un escritor, que notoriamente sabia el hebreo, que aseguraba haber copiado por sí la inscripcion de su original, y expresaba estar este claro, bien conservado, y legible para todos; y

Tom III.

E

« AnteriorContinuar »