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vaciones se llevó mas allá de lo justo; el origen de tal error es nobilisimo y digno de nuestro agradecimiento y respeto.

Ello ha de ser, señor Cura, dixo á esto el Cacique, que de una manera ó de otra, siempre viene á salir que todo el mundo debe encoger los hombros quando se trata de nuestros males, y que el temor de hacerlos mayores los ha de convertir en Vsted sabe que á mi no me falta paciencia y sufrimiento en estos puntos; pero seguramente causa desconsuelo el oir que quantos acontecimientos pueden romper nuestros grillos, se miren por Vsted y otros hombres de excelente razon, como verdaderas calamidades.

eternos.

Si señor, respondió con cierta animacion el Cura; como calamidades, y grandes, las miro; y por eso dixe al principio de nuestra conversacion, que la América deberia llorar la pérdida de España, si aquella nacion viniese á caer en manos de los Franceses. Americano soy: ámo á mi suelo patrio y no exageraré si digo que con delirio. Mas porque lo ámo así, y porque lo veo con los ojos de mi esperanza, convertido con el discurso del tiempo, en el jardin del universo, en el emporio de su riqueza, en el centro de su cultura, por eso me duele tan vivamente qualquier cosa que puede interrumpir el crecimiento de la planta de la libertad, á cuya sombra ha de gozar la America su época de gloria. Por amor á esa tierna planta que empieza á brotar del suelo, me estremezco al ver aglomerarse la tempestad que puede descuaxar sus raices: me exâlto contra los imprudentes que quieren regarla con agua hirviendo.-La España ha sido una madre dura, desapiadada, madrastra verdadera, si se quiere; yo lo concedo: . . . A ninguno le dolerá mas que á mí. Pero porque la madre es descastada, y sin entrañas, porque la madrastra es crucl, iré, por amor del hijo, á procurar la muerte á la

que lo ha criado, ó lo arrancaré de su casa quando está para salir de la niñez y le diré, sé libre, poniendolo á que busque su vida en medio de los campos?

Hay hombres que cuentan por nada la operacion del tiempo, y se hallan dispuestos á perder siglos pasados, como si estuviese en su mano desquitarse, apresurando el paso á los venideros. Por nada cuentan lo que se ha adelantado en una obra, si no se empezó exâctamente qual se debia: Semejantes al que hiciese quemar un olivar que ya huviese prendido y diese fruto, porque no se habia plantado segun las reglas de los escritores mas modernos de agricultura. No hay arbol tan lento en el crecer y perfeccionarse como la sociedad humana, porque no hay cosa en toda la naturaleza que conste de principios mas opuestos. Quando se ha formado ya una sociedad por el transcurso de siglos, quando va amalgamandoze, y sentandose, por decirlo asi, esta masa inmensa, quando se ve que tiene un principio de vida que la hace progresar constantemente: qual será el delirante que míre con placer una conmocion que debe trastornar éste oceanò en calma, éste caos en que toman asiento los elementos y en que se desprende la luz?

Paróse aqui, y callamos todos como si á una deseáramos que siguiese. Mas viendo que callaba, le bize la siguiente pregunta solo por anudar el hilo del discurso que parecia que iba á quebrarse.-Pero es posible que Vsted que conoce todos los errores del gobierno de España en sus colonias; Vsted que lamenta tan freqüentemente sus injusticias, mire à aquel gobierno como principio vital de la sociedad Americano-Española, y crea que ésta ha de perecer porque la España fálte? Si es principio de su vida no es principio corrompido? Porqué no ha de escuchar la America Española á los hombres ilustrados que le dicen: Tu sociedad está or

ganizada absurdamente. He aqui las reglas que la naturaleza indíca y aun prescribe, para la formacion de las sociedades humanas. Ponte en revolucion, organizate de nuevo, y seras feliz. No será ત preocupacion y timidez culpable el hacerle cerrar los ojos á las demonstraciones? no será exponerse que viva constantemente enferma por no haberse querido curar radicalmente en un princípio ?

á

Sí: contextó vivamente: preocupacion y timidez igual á la de un padre que resistiese la operacion de la transfusion de la sangre en un niño endeble, contra los argumentos de un Medico que le quisiese probar la posibilidad de trasegarle otra mui pura, y las demonstraciones de un Químico probandole que no era sana la que le corria por las venas. Mi hijo vive y crece, diria el buen hombre. Verdad es que no crece como otros muchachos robustos; pero cada año adelanta y se mejora, y éspero que con el tiempo se robustecerá por sí mismo, sin exponerlo á una operacion extraña y peligrosa, en que Dios sabe si se quedaria.-Preocupacion, necedad, barbárie, podrian exclamar el Medico y el Quimico; Razon solida y justa, diria el género humano.

No es la comparacion tan lexana que solo sea aplicable en globo. Los cuerpos morales, ó sociedades políticas, tienen sus principios constitutivos, y originarios; y es tanto delirio quererlos variar, como querer alterar todos los humores de una persona, infundiendoles sangre nueva.

Una nacion es el conjunto de numerosos indivíduos, ligados entre sí por hábitos contraidos durante siglos, heredados de padres á hijos, y consolidados por la costumbre. Los hábitos, y opiniones nacionales son los ligamentos que unen á los distintos miembros haciendoles formar un cuerpo, en que gozan de una vida comun participando del vigor ó debilidad, placer ó dolor que afecta á cada

uno de ellos. El amor pátrio del que quiere destruir de repente todos estos lazos, y sostituirlos por otros, se me figura semejante al que atribuyen los poetas a Medea, que hizo á su padre gigote con el piadoso objeto de remozarlo.

Esto es lo que yo quisiera hacer entender á los políticos Metafísicos que, desde Rousseau hasta nosotros, han soñado en un pacto social, base universal de todas las sociedades humanas. Verdaderos seran todos esos principios generalisimos, ó últimos resultados de las operaciones, y abstracciones de nuestro entendimiento, que mirando á los hombres en sus relaciones universales, sirven maş para clasificar las ideas, que para definir al objeto. Pero tales proposiciones son inútiles y aun ridículas en la práctica. Todas las pasiones v. g. se pueden reducir al amor de sí mismo, y el amor de sí mismo, se resuelve en la sensibilidad orgánica. Demos á este systema la verdad mas exacta, y supongamos que un filósofo pretende dar leyes á una sociedad haciendo cálculos sobre la sensibilidad no seria digno de ir á escribir su código en una celda de una casa de orates?

Cada nacion del universo ha tenido distintos principios des asociacion, como ya he indicado. Si observamos las tribus salvages, que es en las que estos principios estan menos complicados, y mas visibles, veremos que en estas, la necesidad de juntarse para pocurar subsistencia por médio de la caza, es el principio de todas sus leyes no escritas ó costumbres. La base de tal sociedad es todo quanto puede hacer prosperar las cazerias Qual tribu tiene por vecina á otra poderosa y guerrera; y la base de la asociacion es quanto puede contribuir á darle victoria de sus enemigos. Tal fue la base de la sociedad Romana, y jamas perdió este carácter hasta que inundaron los Bárbaros su Imperio, y mezclaron su principios de sociedad con los de los

́pueblos que conquistaron. Esta combinacion produxo otra sociedad enteramente distinta, en los siglos medios, con principios y lazos sociales peculiares á Europa en aquel tiempo. Lazos de la sociedad Europea fueron por siglos las costumbres feudales, las leyes no escritas del honor y la cavalleria. Costumbres y leyes bárbaras, quanto se quiera; pero sostenian todo el edificio social de Europa.

que

Supongamos, pues, que á la mitad del siglo trece se hubiese levantado, como por milagro, un filósofo, con el poder que los de la Revolucion Francesa, y que expusiese con los mas vivos colores los absurdos, harto verdaderos, del systema feudal, de las prácticas supersticiosas, de la ignorancia de los monges y clérigos; y que fundado en estas razones incontrastables, hubiese echado abaxo todo aquel systema, de una vez, sostituyendole de un instante á otro la Constitucion mas perfecta que pudo inventar Rousseau ó Locke. ¡Que confusion tan horrible no seguiria á este trastorno universal, y repentino! El orgulloso Baron que tenia en nada al mismo Rey, dentro del puente levadizo de su Castillo iria á sentar á la mesa á sus siervos, porque todos los hombres son iguales? El Abad del opulento monasterio cederia todas sus alhajas porque Dios no se complace en plata y oro? El Monge, quemaria sus Crónicas de milagros falsos, porque la religion no se debe fundar sobre imposturas? El cavallero no retaria al que insultó á su Dama, porque nadie debe tomar la justicia por su mano? Y el Obispo dexaria el arnes y el caballo porque su obligacion es estudiar la Biblia y los Santos Padres? Nada puede ser mas justo que semejantes leyes; pero nada mas imprudente y necio que el quererlas haber puesto en práctica repentinamente en el tiempo á que aludo. Porqué? Porque hasta los abusos, pueden ser principios constitutivos de una sociedad, y servir aun

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