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de modo que la historia de esta fracción de tierra española se presenta desde las primeras noticias, aunque independiente siempre, entrelazada y muchas veces solidaria de las civilizaciones que fueron dominando en el ámbito occidental y Norte del Mediterráneo.

Respecto de los demás grupos de gentes, consigna el geógrafo detalles interesantes que revelan tipos sociales característicos y que conviene á nuestro intento reproducir.

LA TURDETANIA

Los Túrdulos ó Andaluces fueron, para los Griegos, los Hispanos más célebres bajo el punto de vista de su civilización especial. Estudiaban su lengua por los principios de la Gramática; sus anales ó memorias escritos remontaban á una prodigiosa antigüedad; tenían poemas y las leyes con que se gobernaban escritas en verso contaban, según ellos, seis mil años de antigüedad.

La feracidad de sus tierras era famosísima, así como la excelencia de su ganado. Sus ricos y variados minerales excitaban el afán de los extranjeros, y sirvieron de pasto á la codicia insaciable de los Romanos. Posidonio decía, que debajo de la tierra de los Turdetanos no están los infiernos (el Tártaro) como aseguran los poetas, sinó Plutón, el Dios de las riquezas.

Fué la Turdetania el encanto de los Griegos y sus poetas la ponderaban como la mansión del sol y de la Noche; fijaron en élla los Campos Elíseos y los jardines deliciosos de las Hespérides y debajo concibieron las profundidades del Tártaro con todos los horrores de las tinieblas y de los castigos divinos. No es, pues, de extrañar que se inventaran sobre esta parte de la Iberia muchas fábulas, y que trascendieran al resto de la Península.

Lo positivo es, que fué el teatro de las grandes acciones entre Cartagineses y Romanos, al tiempo mismo que Romanos y Cartagineses, auxiliados de los Hispanos, se batían en Italia. Más tarde fué el campo de batalla de los Romanos entre sí. Como si fuera el sino particular

de esa región encantadora cambiar de dueños y de civilizaciones, se cuenta que en tiempo de Polibio fueron ya tomando los naturales en las grandes ciudades, que eran más numerosas que en el resto de la Península, las maneras y género de vida de los Romanos, llegando á ser un plantel de hombres célebres en las armas, en la literatura y en las artes romanas.

LA LUSITANIA

Pinta Estrabón á los Lusitanos como hombres insidiosos, escudriñadores, ágiles, ligeros, inconstantes y crédulos. Los que vivían junto al Duero, ofrecían muchos rasgos de la vida y costumbres de los Espartanos, de donde supone que procedían.

Untaban sus cuerpos dos veces al día con aceite ó con otra esencia, usaban braseros de piedra y se bañaban en agua fria. Observaban las entrañas de las víctimas, sin cortar parte alguna de éllas; inspeccionaban las venas del costado y palpando ó pulsando pronosticaban lo venidero, noticias que hacen presumir la existencia entre ellos de un ministerio sacerdotal. Cortaban las manos á los prisioneros y ofrecían las diestras á los dioses. Exponían los enfermos en los caminos públicos, según practicaban los Asirios y Egipcios, segura. mente para aprovechar en su favor las experiencias patológicas y aumentarlas.

Los habitantes de las montañas vivían frugalmente, bebían agua, dormían en el duro suelo, dejaban crecer sus largas cabelleras como las mujeres, entraban en las batallas mitradas sus frentes, comían mucha carne de cabrón, animal que sacrificaban á Marte, así como los prisioneros y los caballos. Hacían uso de las hecatombes según el rito griego, como sucedió con las de Viriato. Ejercitábanse en la gimnástica, ya á las armas y caballos, ya á la carrera y pugilato, ya á la escaramuza y á la guerra de escuadrones. Muchas veces, pasando el Tajo, incomodaban las regiones vecinas,

Los montañeses la mayor parte del año comían bellotas, las que secas, partidas y molidas amasaban en panes y las conservaban

largo tiempo. No así sus vecinos los Celtiberos, que generalmente comían buenas carnes y bebían miel con vino, de que abundaba el país.

El lusitano, en vez de vino, bebía especies fermentadas, reservando el vino para consumirlo en convites, reunida la parentela. En vez de aceite, usaban la manteca, cenaban sentados en unos bancos en semicírculos construídos contra la pared. El primer asiento se daba á la edad y al honor. Comían por rueda y antes de beber danzaban al son de la flauta ó de la trompa, unas veces por alto y otras en cuclillas y arrodillados. Estos últimos datos es posible los recogiera algún griego observándolos en las fiestas y ceremonias, pues de ordinario no creemos repitieran puntualmente estos que así se nos transmiten.

En la parte de los Algarbes y del Guadiana confinantes con los Turdetanos bailaban las mujeres con los hombres tocándose de las manos, á diferencia de las danzas guerreras y varoniles de las razas pirenaicas; las mujeres vestían generalmente de un color que tiraba á negro, y usaban los hombres unas sayas (capotes con mangas) que adoptaron de estos Españoles los Romanos, en los que se envolvían para dormir.

Los Lusitanos gallegos se valían de vasos de cera para beber del mismo modo que los Celtas, y las mujeres usaban sus trajes de color de rosa. No conocían la moneda, se valían del sistema primitivo de permutas para sus cambios y comercios, entrando los metales de plata en láminas para los pagos. Hacían sus casamientos al estilo griego. Semejantes á los Celtas gallegos, eran (dice Estrabón) los Astures, los Cántabros y hasta los Bascones, cosa muy difícil de creer atendidas las diferencias notables en el lenguaje, usos y costumbres y la mayor rusticidad de los últimos.

Ya veremos después que el Padre Fita caracteriza los Bascones de modo, que no se confundan con los Cántabros sus vecinos, á su vez bien determinados por Fernández Guerra.

PUEBLOS GALLEGOS, astuRES, CÁNTABROS Y BASCOS

Sin embargo, confiesa Estrabón que esos pueblos ibéricos del Norte y del Noroeste eran los menos conocidos y supone que la falta de civilización en que vivían y su rusticidad no provenía de su estado de guerra casi continuo, sinó que también tenía por causa su apartada situación; así es que no mezclándose con éllos las naciones cultas, no sólo se despojaron de cuanto tenían de común con ellas, sinó de la misma humanidad ó filantropia, esto es, que degeneraron todavía de su primitivo estado.

Los Gallegos, Astures y Cántabros fueron más frecuentados que esos otros arrimados al Pirineo, faltos de comunicación y trato. Sin embargo, los gallegos se sorprendieron á la vista de la grandeza de las naves romanas; bien distintas de sus pequeños barcos de cueros, lo que al paso que justifica la falta de comercio en aquellas regiones, desvirtúa la narración de sus expediciones marítimas al país de Gales y al de Irlanda.

El mal concepto que la antigüedad tuvo de las gentes establecidas desde la Lusitania á la Basconia se debe á la resistencia tenaz que opusieron á la dominación romana. Los Romanos atribuían á los Cántabros la máxima de que el hombre había nacido para la guerra y que era una condenación vivir en la paz. Los Romanos invasores, crueles y desapiadados trataban á los Españoles de ladrones y castigaban su patriotismo con una fiereza que espanta.

Por esta razón los Lusitanos opusieron feroz resistencia y si Viriato se hubiese hallado sostenido por un cuerpo político social, en vano hubiérase apelado á la traición para deshacerse de un enemigo invencible en el campo de batalla, por donde se ve la gran conveniencia de vivir en uno todos los pueblos Españoles, pero según el ideal que nosotros profesamos: Ex pluribus unum. Por haberse desentendido los Cántabros de auxiliar á los Numantinos, fué el Romano conquistando todas las regiones limítrofes á la Cantabria, y aunque esta

región fué la última en sucumbir, sucumbió; sus familias tuvieron que desalojar los puntos encumbrados y fuertes, y para amarrarla mejor, erizó Roma sólidos castillos por los caminos y desfiladeros en un circuito que se extendía por Soria, Burgos, Palencia y Valladolid, de donde, según Fernández Guerra, sacaron nombre estas regiones de Castilla.

LA CELTIBERIA

El sistema de destrucción de los castros primitivos aplicado por los Romanos á la Lusitania, lo extendieron á toda la Celtiberia luego de destruída Numancia; demasiado conocieron que se las habían con un pueblo que tenía á gloria morir peleando y que no enterraba los que morían tan noblemente, porque devorando sus cuerpos las aves, les conducían á la mansión de los dioses.

Estrabón pinta á los Celtiberos armados con pequeños escudos ó peltas y otras armas todas ligeras, y así es que usaban el dardo (de ellos lo aprendieron los Romanos), la honda y la espada corta. En sus guerras primitivas iban mezclados los de á caballo y los de á pié, mas luego perfeccionaron su táctica amaestrados por los Cartagineses primero y por los Romanos después.

La tierra de los Celtiberos era poco productiva por la inaplicación de los hombres, los cuales se educaban sin precaver sus necesidades, antes bien vivían pésimamente á manera de fieras, atendiendo sólo á la necesidad presente (como se ha dicho después pan para hoy y hambre para mañana); á menos que alguno tenga por una vida civilizada ó por principio de buena educación el conservar en las cloacas por largo tiempo los orines, en los que no sólo se bañaban, sinó que hombres y mujeres se limpiaban los dientes, como lo acostumbraban los Cántabros y sus vecinos. Esta costumbre y la de dormir en tierra era común á los Iberos que están mirando hacia la Galia.

Llevaban los Celtiberos un veneno que extraían de una planta (sería la cicuta) para librarse con la muerte de la tiranía ó de la violencia, así como se sacrificaban por aquellos á quienes habían jurado

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