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»riosos bajo las bombas, en vez de hacer que nos va»yan matando uno á uno por la triste gloria de apo»derarse de algunos sótanos y de unos cuantos desva>nes?» Procuraba Lannes reanimarlos, diciendo que era imposible que los enemigos defendieran todas las calles con el mismo teson; que la energía tenia su término; «un esfuerzo más, les decia, y pronto seréis dueños de la ciudad en que la nacion española tiene cifradas todas sus esperanzas, y pronto recogeréis el fruto de todos nuestros trabajos y penalidades. » Siguió la lucha, y siguieron los estragos.

Al tiempo que Gazan hacia jugar sus cincuenta cañones para destruir las casas del arrabal, pegóse fuego á dos hornillos de una mina que se habia practicado debajo de la Universidad, cargados con mil quinientas libras de pólvora cada uno; voló aquel gran edificio con horroroso estrépito, abriéndose dos anchas brechas, por donde penetraron al instante á la bayoneta dos batallones, y se apoderaron de la cabeza del Coso y de los dos costados. Todavía los nuestros hicieron esfuerzos increibles de valor en otros edificios y en otras calles. Pero apenas quedaba ya en pié la tercera parte de los combatientes, y éstos escuálidos y demacrados. Situacion tan angustiosa era insostenible. Los gefes militares convocados por la junta trazaron un tristísimo cuadro de los medios de defensa; algunos vocales opinaron por seguir resistiendo hasta perecer todos; la mayoría se inclinó á

capitular, y un parlamentario fué enviado á Lannes á nombre de Palafox, aceptando con alguna variacion las ofertas que éste habia hecho dias ántes. Desechada la propuesta por el mariscal francés, pidió la junta una suspension de hostilidades, y envió al cuartel general algunos de sus individuos con el presidente Ric. Agrias y poco conciliadoras contestaciones mediaron todavía entre este magistrado y el general enemigo. Por último, despues de algunas réplicas convinieron los comisionados en la siguiente capitulacion, dictada por Lannes:

Art. 1. La guarnicion de Zaragoza saldrá mañana 21 al mediodia de la ciudad con sus armas por la Puerta del Portillo, y las dejará á cien pasos de la puerta men

cionada.

Art. 2.

Todos los oficiales y soldados de las tropas españolas prestarán juramento de fidelidad á S. M. Católica el rey José Napoleon I.

Art. 3. Todos los oficiales y soldados españoles que hayan prestado juramento de fidelidad, podrán, si quieren, entrar al servicio para la defensa de S. M. Católica.

Art. 4. Los que no quieran tomar servicio irán prisioneros de guerra á Francia.

Art. 5. Todos los habitantes de Zaragoza y los estrangeros, si los hubiere, serán desarmados por los alcaldes, y las armas se entregarán en la Puerta del Portillo al medio dia del 21.

Art. 6. Las personas y las propiedades serán respetadas por las tropas de S. M. el emperador y rey.

Art. 7. La religion y sus ministros serán respetados:

se pondrán guardias en las puertas de los principales edificios.

Art. 8. Mañana al mediodia las tropas francesas ocuparán todas las puertas de la ciudad y el palacio del Coso.

Art. 9. Mañana al mediodia se entregarán á las tropas de S. M. el emperador y rey toda la artillería y las municiones de toda especie.

Art. 10. Las cajas militares y civiles todas se pondrán á disposicion de S. M. Católica.

Art. 11 Todas las administraciones civiles y toda clase de empleados prestarán juramento de fidelidad á S. M. Católica.

La justicia se ejercerá como hasta aquí y se hará en nombre de S. M. Católica José Napoleon I.-Cuartel general delante de Zaragoza, 20 de febrero de 1809.-Firmado. -Lannes.

En su virtud el 21 de febrero (1809) desfilaron fuera de la ciudad diez mil infautes y dos mil ginetes, pálidos y desencajados por delante de los soldados franceses, los cuales, depuestas por aquellos las armas, entraron en la infortunada ciudad, en que solo se veian ruinas y cadáveres en estado de putrefaccion. Sesenta y dos dias habia durado el sitio. De cien mil habitantes, entre vecinos y refugiados, habian perecido cerca de cincuenta mil. Los más de los edificios habian sido arruinados ó destrozados por las bombas y balas, perdiéndose entre otras preciosidades la rica biblioteca de la universidad y la preciosa coleccion de veinte mil manuscritos del convento de San Ilde

fonso. La pérdida de los franceses fué tambien grande: su mejor oficialidad sucumbió allí.

No ponderémos nosotros el mérito de los españoles en este memorable sitio. Oigamos á un historiador francés, dado por lo comun á rebajar las cosas de España: «Ningun otro sitio, dice, podia presentar la historia moderna que se pareciese al cerco de Za»ragoza: para encontrar en la antigua escenas seme»jantes á las que alli ocurrieron era preciso remon«tarse á tres ejemplos, Numancia, Sagunto ó Jerusa»len. Y á decir verdad, aun sobrepujaba el horror del » acontecimiento moderno al de los acontecimientos »antiguos, á causa del poder de los medios de des>>>truccion inventados por la ciencia..... La resisten»cia de los españoles fué prodigiosa.... etc.» Y otro: «La alteza de ánimo que mostraron aquellos morado»res fué uno de los mas admirables espectáculos que Dofrecen los anales de las naciones despues de los si»tios de Sagunto y Numancia ("). »

Tál fué el término de esta segunda campaña en nuestra lucha de independencia; campaña que nos fué funesta en Espinosa, en Burgos, en Tudela, en la Coruña, en Uclés, fatal y gloriosa en Zaragoza; que fué notable por la presencia de Napoleon en España, por la retirada de los ingleses, por el segundo reconocimiento del rey José en Madrid; campaña que habria

(4) Thiers, y Rogniat.

desalentado otros espíritus y desarmado otros brazos que no fuesen los de los españoles peleando por la independencia de su patria, por su religion y por su libertad "").

(1) Para esta sumaria relacion del segundo sitio de Zaragoza (por que sería ageno de nuestro trabajo describir sus infinitos é interesantes pormenores y episodios, y los innumerables rasgos y hechos de heroismo que en él ocurrieron), hemos tenido presentes: la Historia de los dos sitios, de don Agustin Alcaide Ibieca; la Defensa de Zaragoza, de don Manuel Caballero; Excesos de valor y patriotismo, de don Miguel Perez y Otal; el Manifiesto del vecindario de Aragon, impreso en 1814; las Gacetas de aquel tiempo; muchos

documentos impresos y recogidos en Tomos de Varios, y otros manuscritos; las Historias españolas de la guerra de la Independencia de Toreno, Maldonado, Baeza, Chao y otras: las francesas de Du Casse, Memorias del rey José, del Imperio, de Thiers; las Memorias de la Revolucion de España, de M. Pradt; la Relacion de los Sitios de Zaragoza y Tortosa, del baron de Rogniat; Victoires, conquetes, etc. des français de 1795 á 1816; y otros muchos escritos que sería prolijo citar.

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