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doscientos cañones que de la parte de fuera retumbaban. En la brecha de Santa Lucía que acometió la primera columna enemiga, por dos veces fueron rechazados los agresores, quedando allí sin vida muchos de ellos, bien que con la desgracia de que la perdiera tambien el valeroso coronel irlandés Marschall que mandaba nuestra gente. En las de Alemanes y San Cristóbal no fueron los franceses mas afortunados: de una los repelieron al arma blanca los regimientos de Ultonia y de Borbon: en otra los escarmentó don Blas de Fournas que la defendía. Los ataques á la torre de Gironella y á los fuertes del Calvario y del Condestable costaron algunas pérdidas á los nuestros y muchas á los contrarios. Don Mariano Alvarez acudía sereno á los puntos donde era mayor el peligro; á su vista y á su ejemplo se enardecian hasta las mugeres; algunas recibieron la muerte por su intrepidez: perdimos tambien oficiales muy distinguidos; ¿pero qué suponen 300 6 400 españoles que perecieran en los asaltos de aquel dia, en cotejo de cerca de 2.000 franceses que quedaron en sus brechas? Grande debió ser el escarmiento de los sitiadores, cuando Saint-Cyr no se atrevió á repetir los asaltos, y cuando abiertas tantas y tan anchas brechas se decidió á convertir otra vez el sitio en bloqueo.

Atento siempre Blake al abastecimiento de la plaza, habia estado preparando en Hostalrich otro convoy de igual número de acémilas que el anterior y

algunos ganados. Propúsose proteger él mismo su trasporte á Gerona con el grueso del ejército, que constaba de 10.000 hombres, yendo don Enrique O'Donnell de vanguardia con otros 2.000. En tanto que Blake ocupaba las alturas de La Bisbal, O'Donnell arrolló dos destacamentos franceses que encontró al paso, avanzó, acaso con indiscreta intrepidez, hasta la plaza, introdujo en ella hasta 300 acémilas, y él mismo entró con 1.200 hombres en Gerona (26 de setiembre). Mas no pudo penetrar ni el resto del convoy ni el resto de la columna; uno y otra fueron cortados por Saint-Cyr, que interponiéndose de improviso entre O'Donnell y Blake, apoderóse de las brigadas y de los conductores, haciendo ahorcar ó fusilar con desapiadada fiereza muchos de ellos, y quedando tambien en su poder gran parte de la escolta. Blake, cuyas fuerzas no bastaban para empeñar un combate con el enemigo, retiróse primeramente á Hostalrich, y después trasladó su cuartel general á Vich, donde permaneció hasta el 13 de octubre. El socorro de vituallas introducido en Gerona no bastaba ni con mucho á remediar la penuria de la plaza, y los 1.200 hombres que con él entraron más servian de embarazo que de provecho por lo que aumentaban el consumo. Pensó por lo mismo O'Donnell sériamente en evacuar cuanto antes pudiera la ciudad: las dificultades para la salida eran grandes; grande tambien el peligro; pero venció aquellas y salvó éste, cruzando una

noche silenciosamente la ciudad (12 de octubre), y uniéndose después al ejército por medio de una atrevidísima marcha que ejecutó por el llano, atravesando por entre destacamentos enemigos. Ya entonces no mandaba el sitio Saint-Cyr; habíale reemplazado el mariscal Augereau, llevando nuevos refuerzos para apretar el bloqueo.

En una de aquellas atrevidas empresas para el socorro de la plaza fué gravemente herido el brigadier conde de Pino-hermoso (don Luis Roca de Togores), gefe muy querido del general Blake, y tambien del gobernador Alvarez, á cuyas órdenes habia servido en sus primeros años en guardias españolas: era el de Pino-hermoso uno de los caudillos que más se habian distinguido desde el principio del alzamiento nacional (1).

Sentian ya los sitiados los rigores del hambrc; repartíase parcamente entre los soldados el escasísimo

(4) Habia en efecto este generoso patricio levantado en su pais natal un regimiento con el nombre de Cazadores de Orihuela, que los soldados llamaban voluntarios de Pino-Hermoso, cuyo cuerpo pereció casi todo en Zaragoza, y en el cual hicieron sus primeras armas algunos que llegaron después á los mas altos empleos de la milicia. El conde, que comenzó costeando de su patrimonio el mantenimiento de sus voluntarios, hizo mas adelante el donativo de todas sus rentas á la nacion; cuyo patriótico desprendimiento y cuyos servicios

no impidieron que en 1814 se le persiguiera y encausara por sus opiniones, como á tantos otros buenos españoles. De nuevo molestado despues de la reaccion de 1823, abruinado de disgustos, menguada su hacienda, y perdida su salud, murió en 1828 en Alicante, donde habia sido comandante general, sin que el gobierno permitiese siquiera poner sobre su féretro la espada que voluntariamente habia desenvainado y con tanto desinterés blandido en defensa del trono y de la independencia de la patria.

grano que quedaba, mal molido en almireces ó cascos de bomba, y peor cocido; y los paisanos á quienes este miserable alimento faltaba se caian por las calles de debilidad, y morian de inanicion. Compañeras siempre de la miseria las enfermedades, de tal manera se desarrollaban y propagaban, que solo en el mes de octubre murieron 793 individuos, faltando localidad, y hasta las medicinas en los hospitales. No habia medio de introducir víveres, ni siquiera á la menuda, porque era tál la vigilancia de los sitiadores, que de noche colocaban perros en los caminos y veredas para que con sus ladridos avisáran la aproximacion de cualquier transeunte, y además de trecho en trecho ponian cuerdas con campanillas para el mismo objeto, siendo víctimas de este artificio aquellos á quienes el patriotismo ó el interés impulsaba á intentar llevarles algunas provisiones. Y Blake, que hizo nuevos esfuerzos y tentativas por avituallar mas en grande á los sitiados, aun á costa de sérios combates con fuerzas superiores enemigas, se vió en la imposibilidad de ejecutarlo, teniendo que ceder al número, y siendo inútiles los rasgos de valor y de intrepidez con que se señaló O'Donnell. Las provisiones reunidas en Hostalrich fueron casi todas destruidas por los franceses, y Blake se retiró á Manresa.

Corria ya el mes de noviembre. Sentíanse á un tiempo en la ciudad los estragos de la peste y los horrores del hambre. Comprábanse á exhorbitantes pre

cios y se devoraban con ansia hasta los animales mas inmundos ("). Las bestias mismas, demacradas y no menos hambrientas que los hombres, se tiraban á comerse unas á otras. Faltaba á las madres jugo con que alimentar sus tiernas criaturas, y las veian perecer de inanicion en su propio regazo: muchas no podian so

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