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fuerzas superiores, la abandonó (26 de setiembre), retirándose á Balmaseda sin pérdida alguna. Empeñóse Blake en recobrar aquella rica villa, y con su ejército reunido marchó sobre ella; al amanecer del 12 de octubre atravesaba la retaguardia la ria de Portugalete, y avanzaba rápidamente á la altura de Begoña: algunos batallones de la cuarta division arrojaron una columna francesa que ocupaba el Puente Nuevo; Ney abandonó la poblacion, y Blake entró en ella estableciendo alli su cuartel general.

En la marcha de Balmaseda á Bilbao recibió Blake un oficio de la Junta Central de Aranjuez, fecha 1.o de octubre, participándole un decreto, por el cual dividia los ejércitos españoles en cuatro, á saber: 1.o de la izquierda, que con el suyo debia operar en las Provincias Vascongadas y Navarra, cubriendo á Castilla, y se compondria de las tropas de Galicia y Astúrias; 2.o de la derecha, ó sea de Cataluña, á las órdenes de don Juan Miguel Vives; 3.o del centro, á las del general Castaños; 4.o de reserva ó de Aragon, al mando de Palafox. Oportunamente se incorporó á Blake una division de ocho mil hombres procedente de Astúrias, mandada por el antiguo y entendido militar don Vicente María de Acebedo, dividida en dos cuerpos regidos por don Cayetano Valdés y don Gregorio Quirós, asturianos todos. Y como coincidiese por aquellos dias el desembarco en Santander de las tropas venidas de Dinamarca, el conde de San Roman, á quien se ha

bia dado su mando interino, ofreció unirse al ejército de la izquierda en tanto que recibia órdenes del gobierno, destinando desde luego dos batallones ligèros á aumentar la guarnicion de Bilbao, y tres regimientos de línea á Balmaseda. Concertó Blake sus movimientos con arreglo á los del enemigo, y el 24 de octubre se situó con la mayor parte de sus tropas entre Zornoza y Durango. Dejémosle allí, en tanto que damos cuenta de las posiciones de los demás ejércitos, asi españoles como franceses.

Habia Cuesta cuidado más de vengar sus resentimientos con los diputados de Leon, Valdés y Quintanilla, que de ejecutar los acuerdos del consejo de generales de 5 de setiembre. De tal modo desagradó su proceder á la Central, que le mandó comparecer en Aranjuez, ordenó que se pusiera en libertad á los diputados por él presos, y puso el ejército de Castilla interinamente á las órdenes de su segundo gefe don Francisco Eguía. Constaba aquél de ocho mil hombres, y fué destinado á Logroño, donde tomó definitivamente el mando don Juan Pignatelli. Tales ocurrencias y mudanzas no habian favorecido la disciplina y organizacion de las tropas castellanas.-Gonzalez de Llamas, que habia salido tambien de Madrid con las de Valencia y Murcia en número de cuatro mil quinientos hombres, situó en primeros de octubre su cuartel general en Tudela. Siguiéronle de cerca la Peña y Grimarest con las divisiones segunda y cuarta de Andalucía, fuertes

de diez mil hombres, que se fijaron en Lodosa y Calahorra. Al otro lado del Ebro habia en Sangüesa ocho mil hombres del ejército de Aragon mandados por don Juan O'Neil, y á su espalda en Egea cinco mil al mando de Saint-March. A Llamas, encargado de otro puesto cerca del gobierno supremo, sucedió don Pedro Roca.-Castaños, que se habia detenido en Madrid, por manejos del Consejo, y á juicio de muchos con la esperanza de que la junta le nombrára generalísimo, salió por último (8 de octubre), dirigiéndose á Tudela, y de allí á Zaragoza, convidado por Palafox para concertar un plan de operaciones.

Redújose el que acordaron, y era como una continuacion de lo resuelto en Madrid, á amenazar el ejército del centro con el de Aragon á Pamplona, poniéndose una division á espaldas de la plaza, en tanto que Blake marcharía por la costa á cortar la comunicacion con Francia al enemigo. Desacertado proyecto á juicio de los inteligentes, atendida la estension de la línea, la fuerza numérica de las tropas españolas, que no llegaba á setenta mil hombres, de ellos treinta mil al mando de Blake y sobre treinta y seis mil al de Castaños, y el número y colocacion de las divisiones francesas, que aunque reducidas á cincuenta mil combatientes, se hallaban éstos reconcentrados y prontos á acudir á cualquier punto de la estensa curva por donde fuesen acometidos. Y era esto tanto mas sensible, cuanto que los españoles habian perdido un tiem

po precioso, habiendo podido aprovecharle con éxito casi seguro persiguiendo á José cuando se retiró de Madrid con su gente desalentada y casi sin órden, y no que le dieron lugar, no solo para reponerse, sino para recibir los refuerzos que de Francia le envió el emperador. En efecto, vino, como dijimos, el mariscal Ney á mandar el centro: los otros dos cuerpos los regian Bessières y Moncey; y el mariscal Jourdan, enviado tambien de París, se colocó al lado de José en la reserva. Además estaban todos protegidos por las fuerzas que en Bayona habia, mandadas por el general Drouet.

Movimientos poco acertados de algunos de nuestros generales, ó por precipitacion propia, ó por impaciencia acaso de los soldados, comprometieron las primeras operaciones de esta segunda campaña. La division castellana que mandaba Pignatelli en Logroño cruzó á la otra parte del Ebro adelantándose á Viana; estendióse Grimarest desde Lodosa á Lerin; y O'Neil con los aragoneses tambien avanzó por la parte de Sangüesa. De órden de Grimarest pasó don Juan de la Cruz Mourgeon á ocupar á Lerin con los tiradores de Cádiz y una compañía de voluntarios catalanes, advirtiéndole que se retirára si le atacaban fuerzas superiores, y ofreciéndole acudirle con oportuno socorro. Vióse en efecto Cruz acometido por mas de seis mil hombres del cuerpo de Moncey (26 de octubre); replegado al palacio, defendióse valerosamente con los mil

que él tenia hasta entrada la noche, rechazando fuertes embestidas y desoyendo varias intimaciones que se le hicieron, con la esperanza de los socorros que Grimarest le habia ofrecido. Pero éstos no llegaron, aunque de su apurada situacion dió Cruz oportuno aviso, y atacado al dia siguiente, y agotadas ya sus municiones, capituló honrosamente, y con la satisfaccion de que el enemigo, reconociendo y elogiando su valor, le concediera salir del palacio con todos los honores de la guerra, debiendo ser los tiradores de Cádiz cangeados por otros prisioneros. Grimarest, so prestesto de una órden del general la Peña, repasó el Ebro y se retiró á la torre de Sartaguda.

Con el quebranto de Lerin coincidió la pérdida de Logroño. Habíase el mariscal Ney apoderado de las alturas que hacen frente á aquella ciudad de la otra parte del rio. Castaños, que se encontraba allí á la sazon, dió sus instrucciones á Pignatelli, asi para la defensa de aquel punto como para la retirada en caso necesario, y con esto se volvió á Calahorra. Pero Pignatelli se dió tanta prisa á evacuar la ciudad á los primeros amagos, y lo hizo con tal precipitacion y desórden (27 de octubre), que como si de cerca fuese acosado cuando nadie le perseguia, no paró hasta Cintruénigo, dejando abandonados en la sierra de Nelda los cañones, que por fortuna recogió el conde de Cartaojal con mil y quinientos hombres que por nadie fueron molestados. Indignado Castaños con esta con

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