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bertad á los escritos sobre religion; mas por fortuna se opuso y cortó la discusion el venerable y sensato Muñoz Torrero, uno de los que con mas elocuencia habian abogado por la abolicion de la prévia censura para los escritos políticos, y que habia terminado su discurso diciendo: «La prévia censura es el último asi» dero de la tiranía que nos ha hecho gemir por si»glos. El voto de las Córtes va á desarraigar ésta, ó á > confirmarla para siempre.» No fué poco llevar la censura eclesiástica á los prelados diocesanos, arrancándola del Santo Oficio, en favor del cual todavía se levantó con este motivo una voz, bien que no encontró eco en la asamblea.

En cuanto al juicio, clasificacion y penalidad de los delitos de imprenta, todavía no se creyó conveniente ni oportuno establecer el jurado, pero tampoco se los sometía á los tribunales ordinarios. Buscóse un término, cual fué la creacion de una junta compuesta de nueve jueces en la residencia del gobierno, y de cinco en las capitales de provincia; se entiende para los juicios de hecho; la aplicacion de las penas se reservaba á los tribunales. Creyóse político halagar al clero dándole representacion en estas juntas de censura, confiriendo tres plazas á elesiásticos en la primera y dos en cada una de las otras: propia medida de un tiempo en que el clero era numeroso y venía ejerciendo una influencia de siglos, y de unas Córtes en que habia bastantes eclesiásticos, y entre ellos algunos de

TOMO XXIV.

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gran valer. Nombróse pues (9 de noviembre) el tribunal 6 junta de los nueve jueces de imprenta ""), y al dia siguiente se publicó el decreto, que constaba de veinte artículos, con arreglo al cual comenzaron luego á publicarse obras y escritos de todas clases y representando todas las opiniones, con el afan y con el ensanche que suele haber siempre cuando se acaba de salir de la opresion en que se ha vivido.

Por aquellos mismos dias se trató tambien y se acordó que se publicára un Diario de Córtes, en que se diera cuenta de la sesion pública de cada dia, con su correspondiente direccion, redaccion, oficiales y taquígrafos. Resolvióse que la direccion se encomendase á una comision del Congreso, á la cual el redactor sujetaría la censura del Diario, cuyo coste habia de correr por cuenta de las Córtes. Para redactor fué elegido por votacion Fr. Jaime Villanueva, hermano del ilustrado eclesiástico y diputado don Joaquin Lorenzo, no obstante ser clérigo regular el nombrado, y á pesar de la reclamacion que fundado en este inconveniente hizo para que se anulase la eleccion el señor García Herreros. Para oficial mayor del Diario se nombró á propuesta del señor Capmany á don Bartolomé

(1) Los elegidos, en votacion por papeletas, fueron: don Andrés Lasauca, consejero de Castilla; don Antonio Cano Manuel, fiscal del mismo; don Manuel Quintana; el señor Ruiz del Burgo, consejero de Guerra; don Ra

mon Lopez Pelegrin; el señor Riega, consejero de Castilla; y los eclesiásticos señores Bejaram, obispo de Cuenca; don Martin de Navas, canónigo de San Isidro de Madrid, y don Fernando Alva, cura del Sagrario de Cadiz.

Gallardo, que antes se habia ofrecido á desempeñar gratuitamente el cargo de director, á imprimirle de su cuenta y riesgo, y á dar ejemplares gratis á todos los diputados: sugeto el Gallardo, que pasaba por ilustrado, y que fué después muy conocido y célebre por sus ideas, por sus escritos, por sus conocimientos bibliográficos, y por otras singularidades de su vida. Pero el Diario de Córtes, con las actas y los discursos de las sesiones, no se comenzó á publicar hasta el 16 de diciembre.

Como la libertad de imprenta fué, digamos así, la primera cuestion política que se trató, pusiéronse ya en ella de relieve y dibujáronse bien las opiniones y partidos de las diversas fracciones de las Córtes. Eran los dos principales grupos el de los amigos y el de los enemigos de las reformas. Designóse á los primeros con el dictado de liberales; los segundos, aunque mas tarde, fueron tildados con el de serviles ""). Distinguiéronse entre aquellos el verboso, elocuente é instruido don Agustin Argüelles, don Manuel García Herreros y don José María Calatrava, y de los eclesiásticos don Diego Muñoz Torrero, don Antonio Oliveros, don José Espiga y don Joaquin Lorenzo Villanueva (2), fue

(4) La aplicacion de esta especie de apodo, segun Toreno, nació de haberlos llamado asi don Eugenio de Tapia en una composicion poética bastante notable, en que separando la palabra maliciosamente con una rayita, la escribió de este modo:

Ser-vil.

(2) Era don Joaquin Lorenzo Villanueva diputado por Valencia su patria (nacido en la ciudad de Játiva). Predicador y confesor del rey, teólogo, anticuario y poeta, conocido en la república de las letras por sus obras y escritos, en

ra de otros que, aunque no tenian la facilidad de la palabra y hacian poco uso de ella, eran notados ó por sus profundos conocimientos y vasta erudicion, ó por su espedicion en los negocios y en las comisiones, donde eran de grande utilidad. Entre los desafectos á las reformas se señalaron, ó como oradores, ó como eruditos, ó como entendidos y prácticos en negocios, don Francisco Gutierrez de la Huerta, don José Pablo

tre ellos la Vida literaria, en que describió las diversas fases de su agitada vida, y en que se encuentran datos muy curiosos para la historia contemporanea; la disertacion titulada: Angélicas fuentes, ó El Tomista en las Cortes; El Kempis de los literatos, las Poesías escogidas, y sobre todo el Viage literario a las iglesias de España: escribió tambien un Diario, en que iba anotando todo lo que cada dia se trataba y deliberaba en las Córtes, y principalmente lo que pasaba en las sesiones secretas: en el cual se hallan curiosísimas y muy importantes noticias, que no es fácil encontrar en otra parte, contadas y espuestas con aquella naturalidad, sencillez y sello de verdad que leva lo que se escribe privadamente y para sí propio y sin las pretensiones de la publicidad. Este Diario, que con el título de Mi viage a las Córtes se conservaba manuscrito en los archivos del Congreso de los Diputados, por acuerdo de la comision de gobierno interior del mismo ha sido impreso y publicado por el entendido oficial mayor de la secretaría don Francisco Argüelles, el cual al darle á luz, en una breve advertencia,

hace de la obra el exacto juicio siguiente: «Estos apuntes carecen de la autenticidad de las actas; »pero en cambio son aún de ma»yor estima bajo el punto de vista »de la historia. La severa sen»cillez con que deben redactarse

las actas no consiente comenta»rio de ninguna especie, ni ob»servaciones, ni la exposicion de >> las opiniones del que las estien

de. El señor Villanueva, por el »contrario, dejando correr libre»mente sn pluma, da cuenta con »admirable ingenuidad de sus »propias impresiones, juzga las »cuestiones segun su criterio, re»fiere incidentes notables, y hasta »deja traslucir alguna vez causas »que influyeron en la solucion de »las cuestiones, y que acaso por »una prudente reserva, hija de »las circunstancias, no salieron á »luz en la discusion.-El estilo »sencillo, casi familiar, de estos »apuntes es sin embargo bello por >> su misma sencillez, y porque »>muestran la espontaneidad y » candor con que están escritos. »>Nótanse en eflos ligeras faltas de »correccion, muy fáciles de re»mediar; pero nos hemos absteni»do de hacerlo, por conservar en »toda su pureza la originalidad del »>manuscrito.>>

Valiente, don Francisco Borrull y don Felipe Aner, y de los eclesiásticos don Jaime Creus, don Pedro Inguanzo y don Alonso Cañedo. No eran sin embargo todos éstos tan enemigos de las reformas que no reconocieran la necesidad de algunas, siendo pocos los que rechazáran toda modificacion en el sistema de gobierno.

Inclinábanse por lo comun los americanos al lado del partido reformador ó liberal, y habíalos entre ellos hombres de ciencia y de buena palabra. Descollaba entre todos el ya mencionado don José Mejía, de quien el conde de Toreno hace el siguiente brillante retrato: «Era, dice, don José Mejía, su primer caudillo, hombre entendido, muy ilustrado, astuto, de estremada perspicacia, de sutíl argumentacion, y como nacido para abanderizar una parcialidad que nunca obraba sino á fuer de auxiliadora y al son de sus peculiares intereses. La serenidad de Mejía era tál, y tál el predominio sobre su palabra, que sin la menor aparente perturbacion sostenía á veces al rematar un discurso lo contrario de lo que habia defendido al principiarle, dotado para ello del mas flexible y acabado talento. Fuera de eso, y aparte las cuestiones políticas, varon estimable y de honradas prendas (").

(1) Hemos seguido en esta ligera fisonomía de los partidos y de algunos de los diputados mas notables al conde de Toreno, que habiendo pertenecido á aquelas Córtes desde marzo de 1814

como diputado, y tan jóven que tuvieron aquellas que dispensarle la edad, tuvo motivos para conocer bien asi las parcialidades como los hombres que más en cada una de ellas se distinguian.

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