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por los errores políticos, cuando no entrega al cacique, en inconfesables pactos del afán de dominación o de tranquilidad para ella, de todos los derechos de la ciudadanía. Y todo ello ha sido posible por ser el español «espectador» más que «ciudadano» y directo interesado, y más aún por «cobardía», como advierte el conferenciante.

Es el estudio del Académico de la Española, maestro de periodistas, síntesis de un proceso psicológico, en la que señala los vicios y características de la raza, que han hecho posible el desarrollo del cacique. En pinceladas brillantes, se recogen matices y aspectos novísimos de ese secular elemento de nuestro organismo, que actúa oficiosamente y dirige la vida nacional. Es análisis, y más aún disección, que desentraña y examina las causas y factores que determinan la persistencia atávica de la supeditación colectiva a hombres, no mejores, ni más cultos, ni más capaces, sino, por el contrario, carentes de las cualidades codiciadas que disciernen en la sociedad las preeminencias, y a quienes rodea el odio mismo de los que le acatan.

Aldea Sierva es un poblado de Soria...; más dice el conferenciante:

«Aldea Sierva... No es sólo aquella que yo encontré en mis varios caminos sin régimen. Luego he visto que la aldehuela se multiplicaba, aquí y allá, en la áspera Castilla, en la ardiente Bética, en la feraz Extremadura, en las huertas murcianas, y, en fin, para no enumerar todos los lugares geográficos de la nación, donde quiera que hay tierra de martirio y cielo iluminado.

»>Aldea Sierva... El vecindario transita bajo el imperio del terror. Sus labores no tienen el precio natural, sino el que les impone el cacique. Sus derechos, sus litigios, sus controversias de hombre a hombre, de linaje a linaje, no se ventilan a la luz del sol, sino que los decide una voluntad irresponsable, un pensamiento interesado, una codicia innoble.

>>Y mientras hoy se consumen las organizaciones políticas buscando la manera de conciliar al obrero y al capitalista, continúa la dominación del escondido, siniestro mandatario de la cobardía ciudadana.

>>Porque el cacique es eso: el agente de los que no actúan, el vicario de los ausentes, el sustituto de los alejados.

>>He leído con atención suma los relatos de los disturbios sindicalistas en las tierras de la agricultura española, y he visto que el cacique se hallaba fuera de la contienda. Fijãos en el caso, a sombráos si queréis; pero no déis al olvido mi advertencia...>>

Sabia advertencia final. Realísima. ¿Quién no advierte en la alta política la facilidad con que acojen los sacerdotes de la nueva ley, a las más genuinas representaciones del régimen capitalista, cuando además son caciques? ¿Quién no advierte que a éstos mismos les son respetadas provincias enteras que, acaso únicas, se sustraen al movimiento desolador y a las prédicas de violencia y muerte?

Nos agradecerá el lector que omitamos el comentario sustituyendole por algunos trozos de la prosa férvida, castiza y jugosa del escritor que nos ocupa. Su diatriba contra el cacique es obra de justicia y de actualidad, Vicio de la raza, original (reinos de taifas) o traído de la colonización americana-caciques llaman los historiadores de la conquista, a los reyezuelos-perdura en nuestro suelo a pesar de leyes y reformas, y, cuando todo amenaza cambiar, el cacique prevalece y aún se infiltra en el régimen de la nueva secta, como propulsor oculto que medra al tiempo que dirige el movimiento obrero.

Dice así el autor: «En las enormes, trágicas mudanzas que está experimentando el mundo, abundan de tal modo los problemas jurídicos, que no tenéis los definidores otra dificultad que la de elegir. Aquella sublime máquina de Justiniano, en cuya contemplación y análisis ocupamos los días más venturosos de la existencia-, porque eran los de la mocedad—, surje ahora ante mí, como viejísimo monumento en el que los siglos han puesto la pátina de miriadas de crepúsculos. Descubro a lo lejos, entre las brumas del pasado, la castiza figura del recitador de Heinecio, cuando se consideraban definitivas las fórmulas justinianeas. Ahora se anuncia otro derecho, sin que hasta el instante que hablo se adivine el cuerpo de doctrinas que ha de sintetizarle. No son ni la Sorbona, ni la Uni versidad de Salamanca, ni las regias chancillerías, ni los sublimes Letrados, los que han de concretar las novísimas, confusas aspiraciones.

»Ni es la toga la que impera, sino la blusa; ni es el colegio de los ilustres, sino la horda de los enfurecidos la que decide y resuelve. Y cuando se dice que el derecho antiguo ha muerto, yo corrijo la frase, afirmando que, lo que ha muerto, es el derecho, sin que quepan modas y estilos en lo que tiene por base la conciencia.

>Una inmensa y dolorosa inquietud devora las almas. ¿Quién tendrá serenidad bastante para empezar aquellas minuciosas exégesis que llenaban cientos de abultados becerros, y constituían el vivir legislativo de una raza? La antigua paz espiritual consentía

esas exageraciones del comentario minucioso, del que podrán burlarse los modernistas, pero que demuestra el sereno andar de un entendimiento por todos los rincones de la cuestión menos transcendente.

>>Cuando se edificaba con bloques gigantescos, la obra era lenta, pero se conservaba perdxrablemente. Cuando hay que improvisar, entre la proclamación y el olvido pasan pocos años, pocos meses tal vez. El venerable maestro Diego Covarrubias y Leiva, anticipándose a lo futuro, dijo que habría de llegar un tiempo en que todo fuera veloz, porque las contiendas humanas exigirían de los juriconsultos el afán de oponer a cada dificultad una solución, bien que ellos advirtieran cuanto hay de fragilidad en lo perentorio.

>>Y estamos en la era de la perentoriedad, y así es de varia y profusa la obra legislativa; tanto, que aquellos doctísimos maestros que realizaron las Recopilaciones, habrían de abandonar la faena ante las montañas de leyes, reglamentos y decretos que van saliendo, sin demora, de los centros ministeriales y del Parlamento.>>

Hablando de Costa, en párrafos sentidísimos, de una belleza insuperable, acaba así el recuerdo al ingente representante de la conciencia nacional:

<<¡Costa... Acaso por haber sido tan grande, no pudiste entrar en el estrecho cuadro de la mentalidad establecida!... ¡Yo te contemplo como el último genial propagandista, el que cada día arrojaba de sus cuadernos de incansable estudiante, sobre las ignaras muchedumbres, la ciencia y el castigo. Tu pedagogía fué una tempestad. Entre rayos y truenos venía de tí a nosotros la admonición salutífera!... Y un día, tras largos dolores, partiste en demanda de la Eterna Justicia... El inmenso montón de notas en que habías condensado cuarenta años de vigilias, se evaporó en una llama... Y de tu larga vida quedó únicamente la certeza de que debíamos cambiar de ruta...

>>Sediento de agua, sediento de justicia... Ni el Ebro hubiera bastado a apagar su ardor interno, ni un novísimo régimen de justicia reparadora habría acabado con su febril dolencia primaria, la noble ira contra el crimen triunfante...

>>Un día sintió el maestro la angustia irremediable. Iba a morir. Interrumpió el paseo, dejóse caer sobre un resalte de la montaña, apoyó su cabeza, la magnífica cabeza de pensador y de luchador, sobre la piedra fría, y allí quedó para siempre... ¡El Moncayo había crecido!>>>

Para advertir la oportunidad del tema se expresa en estos párrafos, de una palpitante actualidad: «Antes de seguir quiero tomar

en cuenta un comentario, que de cierto pasa ahora por alguno de los cerebros del auditorio. Y ese comentario es éste: «¿Pero aun se nos va a hablar del caciquismo?..... ¿Todavía hay quien cree que eso vale la pena de nuevo examen?... Ahora hay otros temas de mayor substancia... ¿No se ha enterado el conferenciante de eso del Sindicalismo?...>>

>Quiero anteponer la explicación a la censura probable. En efecto... Eso del Sindicalismo es el riesgo del día... Pero, ¿no se ha observado que el Sindicalismo va contra todos los organismos existentes menos contra el cacicazgo?... Porque eso es lo cierto. Las iniquidades del cacique contribuyeron seguramente a la ira popular y ésta buscó la fórmula que primeramente le fué ofrecida. Las víctimas requerían una salvación. Y en la aldea triste, o en el pueblo rico, o en la ciudad esplendorosa, los sacrificados dieron su voto y entregaron su conciencia y su albedrío a quien les anunciaba la venganza... Porque el Sindicalismo es eso, un propósito vengador, nunca un régimen de organización social... Llegado el caso de ponerse a la obra, mientras los olivares andaluces ardían y las mieses se evaporaban en el negro humo, podría sufrir daño el cacique poseedor de los predios, pero su autoridad no era discutida, ni combatida, ni desdeñada... Odio a la Guardia civil, odio a los Jueces de instrucción, odio a cuanto representase autoridad...

»Dejando aparte el secreto dominador, como si no fuese el único responsable de este gran crimen del hambre española... ¡Hambre de pan y de ley.>>

Complétase el concepto en un apóstrofe valiente:

<Descubro sobre el Parlamento la sombra del buho caciquil. Y en el Palacio del Congreso paréceme que, por trueco simbólico, los presuntos leones de la guerra de Africa, son disfraces del pajarraco odioso... ¿Cómo olvidar que la mayor parte de las actas que ostentan los Diputados son obra del dañino vividor aldeano?...

>Por eso es raro que allí se oiga la voz de la Nación.

>Lo que suena es el interés personal, la pasión, la codicia, la vanidad, la ignorancia. El analfabetismo de los dictadores lugareños trasciende en la tribuna. Y su audacia también... Así se explica la separación, cada día más clara, entre los ciudadanos y sus falsos representantes...

>Al dictado de que España es Nación sometida a las vilezas de la iniquidad, hay que añadir este otro: España, nación suplantada en los Comicios y en las Cortes... Cada día aparece más evidente el divorcio. Ahora como nunca.

>Porque allí no estremece los ámbitos el elogio de los soldados

que mueren gloriosamente en Africa, en lucha sin gloria, lejos del amor de quienes les ordenan pelear y sacrificarse... En cambio retumban las acusaciones por el grave delito que cometen esos amparadores de la patria; el de indignarse con las afrentas que al orden y a la paz son inferidas por los impunes criminales...>>

Confieso, lector - sin temor de tacha a mi sinceridad — que la imaginación vuela al oir el verbo, modelo de dicción, del Sr. Ortega Munilla, a tierras no muy lejanas de la corte, en provincia fronteriza, donde del oficio examinado se produjo la consolidación perdurable acaso de tales procederes, y aun más la consagración con la investidura del legislador... Y ello me permite creer que no tengan mucho más puro origen ni mayor valor otras representaciones, siquiera personales condiciones de los que las ostentan, puedan en otros casos hacer perdonable la bastardía de la concepción.

Perdona, lector, el recuerdo; viene arrastrado por la emoción, que comunica la sana indignación del conferenciante al flajelar las artes ruines del caciquismo, que al modo del topo y como él inconsciente del daño, va minando el augusto suelo de la patria.

Sana aptitud para la indignación y emoción, que debe conservarse como el asiento más firme de una sinceridad honrada.

Conferencia pronunciada por el Excmo. Sr. D. José CIUDAD, Presidente del Tribunal Supremo, acerca de «El moderno criminal astuto», el 6 de Diciembre.

La Academia, donde, como recordaba el orador, tuvieron lugar sus primeras intervenciones en la discusión de problemas jurídicos, estimó que debería solicitar la colaboración del Sr. Ciudad, invitándole a ocupar su cátedra, en la que se vienen recogiendo con acierto, todas las palpitaciones de la opinión a través de sus más autorizados y cultos representantes. y los conocimientos y enseñanzas de todo orden en relación con el derecho.

Y el Sr. Ciudad se prestó solícito a rendir a la Academia algo de los frutos obtenidos en su largo ejercicio de la Magistratura y en un estudio competente y continuado de las ciencias jurídicas, eligiendo por tema de su disertación el preinserto, que evoca en el ánimo recuerdos de lo que la malicia puede cuando se asocia de una inteligencia preclara. Y extrayendo de los anales de su prácti

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