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Tito Livio, que era su lectura favorita 1. Comprueba esto último, asegurado por el docto M. de Egly, lo que tengo leído acerca de que los paduanos, grandes admiradores en todos tiempos de Tito Livio, por haber éste nacido en Padua, pretenden conservar actualmente en su ciudad algunos residuos de su cuerpo, y dicen haber regalado al rey Alfonso de Aragón uno de sus brazos 2.

Otra prueba puede darse de su afición y respeto á los poetas y autores latinos, prueba que lleva en sí un nobilísimo rasgo. Se ha encomiado y celebrado mucho la acción de Alejandro Magno cuando, al destruir á Tebas, hizo respetar la casa de Píndaro por veneración á la memoria de aquel gran poeta. Pues bien; nuestro Alfonso de Aragón hizo más que esto. Cuando pasó á hierro y fuego varias ciudades de Italia, respetó á Sulmona por haber sido patria de Ovidio, á Sermiona por haberlo sido de Cátulo y á Mantua por haberlo sido de Virgilio 3.

Quintana ha trazado del monarca aragonés el siguiente elogio: «Conquistador de un reino, que supo hacer feliz con la prudencia de su gobierno; pacificador de la Italia, que le debió su sosiego; espléndido en su

1 M. d'Egly.

2

Biografia de Tito Livio en los Historiadores latinos del Arte de comprobar las fechas.

3 Recogi este dato en un viaje que hice á Italia hace tres años. Hablan del hecho los Guias respectivos de dichas poblaciones, con referencia á memorias y anales de sus archivos. También posteriormente lo he visto consignado en el Guide- Chaix, en donde se dice, hablando de Sulmona: "C'est pour avoir donné le jour à Ovide que Sulmone echappa au fer et au feu de l'armée d'Alphonse d'Aragon., Como otra noticia curiosa, recogida en mis viajes, y que doy aprovechando esta ocasión, recuerden aquéllos á quienes interese, que en la iglesia de Santa Bárbara, del castillo Nuevo de Nápoles, hay una Adoración de los magos, primer cuadro pintado al óleo por Juan de Bruges y enviado por éste ak rey D. Alfonso, y en el cual Zingaro, que lo restauró, puso en los magos los retratos de Alfonso y de su hijo Fernando.

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corte, la más civilizada y culta de Europa; honrador y apreciador apasionado del saber; monarca paternal, buen amigo, hombre amable, rey, en fin, de los reyes. de su tiempo, reunió todos los respetos, se concilio todas las voluntades, y á su muerte el sentimiento de los pueblos y de las naciones fué universal.»>

Pero Quintana y otros panegiristas de D. Alfonso, no han estudiado muy á fondo la historia de éste, pues de lo contrario hubieran estado más moderados en sus elogios, en medio de que merece muchos. Por más que sus biógrafos cortesanos traten de ofuscar la verdad con el brillo deslumbrador de sus victorias, á través de sus mismas narraciones llegan hasta nosotros las quejas que exhalan y el malestar en que vivían los pueblos, cuya buena administración se resentía del menosprecio con que eran miradas las libertades del reino. Un autor ha dicho también que el lujo y corrupción de Castilla empezaron á relajar entonces las costumbres de la nobleza de Aragón y á influir en todos los negocios, y añade que no estaban tan cicatrizadas las heridas abiertas á la patria por la disputada sucesión al trono, que no reclamase aquélla absolutamente todo el cuidado del rey, cuyo ahinco en la conquista de un nuevo reino y su dilatada ausencia de sus antiguos estados, no fueron ciertamente muy á propósito para la quietud, provecho y felicidad de éstos.

En prueba de ello, recuerden los lectores las disensiones políticas de estos reinos, las agitaciones promovidas por los buscaires y los forenses, las quejas de las Cortes, la decisión tomada por éstas de no servir al rey con la cantidad que se solicitaba hasta verle de regreso en estos estados. Téngase presente también la muerte del juez de Teruel, Francisco Villanueva; la del arzobispo de Zaragoza, la prisión del justicia de Aragón, el asesinato del conde de Urgel, cuyos matadores fueron

premiados. En D. Alfonso admira unas veces su grandeza de alma; en otras, espanta la perfidia de su política. Se le ve unas veces noble y caballero, para verle otras intrigante y hasta malvado. Su conducta con su esposa Doña María es altamente reprensible; su política, particularmente con los papas al principio de su reinado, está impregnada de artificio y doblez; su ambición es desmedida; el abandono en que tuvo á estos reinos es incomprensible, y habla muy poco en su favor la resolución que tomó de dar el trono de Nápoles á un hijo natural, en vez de declararlo conquista de la CoRONA, ya que con la sangre de sus hijos y los tesoros de sus pueblos lo había conquistado. Hay, de todos modos, en él, al lado de grandes acciones, otras que revelan, si no perversidad de corazón, preocupación de entendimiento. Los analistas é historiadores nacionales han desconocido ciertas virtudes de este rey, que me he apresurado á consignar. También han callado ciertosdefectos que he apuntado. He querido ser imparcial en todo. Los lectores juzgarán.

De todos modos, la historia verdadera, legítima, filosófica y social del reinado de este monarca, queda aún por escribir. Yo no doy más que apuntes. Falta escribir para los sabios y los literatos, la historia de Cataluña, que no hago yo más que bosquejar para el pueblo 1.

1 Para más detalles de la vida de D. Alfonso, sobre todo en lo relativo á sus inclinaciones literarias, puede leer el curioso el trabajo que, con el título de Alfonso V de Aragón y su corte literaria, publiqué en et tomo VIII de esta colección de mis obras (Discursos académicos); trabajo que escribí con nuevos y curiosos datos, muchos años después de publicada mi HISTORIA. Pero aun hoy me hallaría en el caso de añadir más datos á los recogidos, pues en el año de 1881 ha dado á luz el sefor Minieri Riccio un libro importantísimo. Se titula Alcuni fatti di Alfonso I di Aragona, del 15 aprile 1437 al 31 di maggio 1458: está impreso en Nápoles, y habla de los literatos que tenía Alfonso ocupados en su biblioteca, del sueldo que les daba, de los libros que compró

CAPÍTULO XVIII.

Sube al trono el rey D. Juan.-Interviene el rey en los asuntos de Nápoles.-El príncipe de Viana pasa á Sicilia.-D. Fernando de Aragón rey de Nápoles.—El príncipe de Viana se niega á aceptar la corona de Sicilia -Se embarca para Mallorca.-Concordia entre Don Juan II y el príncipe.-Recibimiento hecho al príncipe por la ciudad de Barcelona.-Prisión del príncipe.

(DE JULIO DE 1458 Á 1460.)

Sesenta y dos años tenía ya D. Juan, al sentarse en el trono de la CORONA DE ARAGÓN. Hallábase en Tudela cuando le llegó la nueva de la muerte de D. Alfonso, y en seguida pasó á Zaragoza, en donde, á 25 de Julio de 1458, fué reconocido y jurado por los estados generales de Aragón, con asistencia del justicia Ferrer de Lanuza, en cuyas manos prestó el acostumbrado juramento.

Poco después se vino á Barcelona, donde hizo solemne entrada el 22 de Noviembre, habiendo jurado los privilegios, según costumbre, en la plaza de San Francisco (hoy de Medinaceli). Al día siguiente entró la reina Doña Juana Enríquez, y hubo, según los dietarios, grandes fiestas y solemnidades oficiales, celebrándose justas reales en el Born, costeadas por la ciudad de Barcelona. Ganó en estas justas el premio, consistente en una cadena de oro de peso de un marco, el caballero valenciano Bernardo Catalá, que logró romper tres lanzas en cuatro carreras 1.

Los asuntos de Italia tuvieron el privilegio de ser los

en varias ocasiones, de los profesores que tenía al frente de las escuelas, etc., con otros muchos detalles de gran interés para el que quiera profundizar en la vida íntima del rey de Aragón.

1 Dietario del archivo municipal.

primeros en fijar la atención del rey. El papa Calixto no quería reconocer como rey de Nápoles á D. Fernando, hijo de D. Alfonso el Sabio, y los barones de aquel reino andaban divididos, pretendiendo unos la corona para Carlos, príncipe de Viana; otros para Juan II; otros para Juan, hijo de Renato de Anjou, y otros, finalmente, para Fernando 1. Juan II se determinó á intervenir en las cosas de aquel reino. No pudo, sin duda, hacerlo en su propio favor, porque su partido era corto; no quiso hacerlo en favor de su hijo Carlos, porque continuaba aborreciéndole mortalmente; no podía ni debía declararse partidario del de Anjou, y protegió, por lo mismo, á su sobrino D. Fernando. Consta, sin embargo, que no se puso al lado de éste hasta convencerse claramente de que su propio partido era nulo, mientras que iba creciendo y robusteciéndose el del príncipe de Viana. Entonces envió embajadores á Roma para sostener la causa de su sobrino delante del Papa; se puso de acuerdo con los duques de Milán y de Venecia, y solicitó, por medio de Bernardo de Vilamari, la alianza con Génova.

En cuanto al príncipe de Viana, dicen algunos historiadores que se daba por muy satisfecho de que quisiesen elegirle rey de Nápoles, y sólo cuando vió la improbabilidad del éxito abandonó aquel reino, embarcándose para Sicilia. Otros, con mayor fundamento, escriben que se negó á las repetidas instancias de los barones napolitanos, y lo comprueban diciendo que nunca se rompió la buena armonía entre él y su primo D. Fernando, pues éste le pagó puntualmente durante su vida la manda de 12.000 ducados anuales que el difunto rey le había dejado en su testamento. Esta última versión es la más exacta, como más probada, más lógica y

1 Arte de comprobar las fechas.

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