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Este es el suceso, tal como con característica sencillez lo refiere en su obra el escritor perpiñanés Andrés Bosch; éste el suceso que tienen por fábula y leyenda los citados autores, diciendo que Bosch nos dió en él una copia del de Guzmán el Bueno de Castilla.

Yo ya sé que la historia de Cataluña lleva escritos. en sus páginas sobrados actos de valor en los que no cabe la menor duda, para que podamos prescindir de engalanarla con joyas de mala ley ó de sospechosa procedencia; » pero sé también que por un puritanismo exagerado no debemos rechazar lo que es bello y honroso, sino cuando de una manera indubitable quede probada su falsedad. ¿Qué se ha dicho por los autores citados en contra de la verdad de este suceso?

1.° Que no deja de infundir sospechas que Bosch, siglo y medio después del suceso, llegase todavía á tiempo para ser el primero en sacarlo á luz, por no haber hecho mención de él otros escritores contemporáneos ó más cercanos á la época en que ocurrió, entre éstos Zurita. El silencio de Zurita no es una razón, pues de otras cosas muy importantes relativas á Cataluña deja de hablar también; y en cuanto á que sólo siglo y medio después del suceso se haya sacado á luz, es más pobre razón todavía. Hechos hay en la historia que han permanecido siglos enteros ignorados, hasta que un escritor celoso ó afortunado ha tenido ocasión de hacerlos públicos, por haber dado con ellos en el contexto de un documento ó en las páginas de un dietario.

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2.° Que el escritor perpiñanés no alega otro garante de la autenticidad de su relato, que la lápida conmemorativa. Sin embargo, esta lápida es algo y aun más que algo. Hechos hay reconocidos como verdaderos en la historia que descansan en menor autoridad. La piedra con la inscripción existía en tiempo de Bosch, y

existe aun hoy día en la pared del jardín de la antigua intendencia de Perpiñán, según Henry. Es muy cierto <que la inscripción está concebida en términos tan sumamente vagos, que del mismo modo puede servir para perpetuar la memoria de aquel acto de heroismo, como la de cualesquiera otros servicios ó hazañas con que Juan Blanca hubiese acreditado su fidelidad al rey ó á la patria; » pero adviértase, en primer lugar, que debió ser un hecho muy notable y muy superior cuando mereció ser esculpido en piedra, cosa que no se prodigaba entonces; y en segundo lugar, que al pie de la inscripción hay figurados unos ratones como para memoria del hambre cruel que hubo de soportar Perpiñán durante el sitio, circunstancia que fija la época del hecho á que se refiere la leyenda. Además, acompaña á la piedra la tradición recogida por Bosch, y Bosch es un autor serio que ha escrito una obra importante donde demuestra el empeño y la intención de no acoger fábulas, y que cuenta el hecho con cierta sencillez y sin apenas comentarlo, como cosa en su tiempo muy pública y notoria y de todos conocida.

3.° Que á ser cierto el suceso, lo hubiera mencionado el mismo rey D. Juan en alguno de los varios privilegios que otorgó á la villa de Perpiñán para recompensar su constancia, y hubiera, sobre todo, premiado al desventurado padre.-Tampoco es esto ninguna prueba, pues que no sería en todo caso el primer ejemplo de haber quedado sin recompensa grandes servicios prestados á la patria.

4.° Que existe de D. Juan II una concesión otorgada un año después de haber caído Perpiñán, en la que consigna una pensión vitalicia de 80 libras al año á un Pedro Blanca, cuya casa, dice, había sido arruinadá durante el sitio; cuyo padre, que era uno de los principales burgueses de Perpiñán, había tenido que aban

donar su patria al entrar en ella los franceses y acababa de morir al servicio del rey, y cuyo hermano había sido muerto inhumanamente por los mismos franceses que le habían cogido prisionero; y que no es de creer que en un documento de esta clase dejase de citarse la principal hazaña del padre, que tanto contribuía á realzar los méritos del hijo concesionario. Pero este olvido, caso de ser tal, no indica que no pudiese haber tenido lugar la noble acción del padre. Todo lo más que prueba este documento, es que no era hijo único de Juan Blanca el prisionero de los franceses, y precisamente comprueba el hecho de la ejecución diciendo que fué muerto inhumanamente. Algo de particular debió de haber en la muerte del hijo de Juan Blanca, cuando este documento oficial la califica de inhumana.

5.° Que en la época de que se trata ya no era Juan Blanca cónsul primero de Perpiñán, y que, aun en el caso de que hubiese desempeñado aquel cargo, no es de presumir que se dirigiesen á él los sitiadores para intimarle la rendición, cuando no ignoraban que el que mandaba en la plaza, y por consiguiente el jefe encargado y responsable de la defensa, era Pedro de Ortafá.-Pero si Juan Blanca no era cónsul en 1474, es positivo que lo había sido el año anterior; y por lo demás, de la relación de Bosch se desprende que se dirigieron los franceses á Juan Blanca, no por ser cónsul en cap, sino por tener á su mando una puerta de la ciudad y las llaves de ella. (Cuant lo tingueren, dice Bosch refiriéndose al hijo, enviaren á dir á dit consul son pare, que si no obria lo portal que tenia las claus, que á sos ulls li matarian son fill, etc.)

Estos son los cargos que contra el suceso contado por Bosch se presentan, y, á mi pobre modo de ver, ninguno es bastante fuerte ni bastante lógico para destruirlo. Para demostrar la falsedad del hecho son precisas otras

pruebas más convincentes. Mientras éstas no se aduzcan, tengamos el hecho por cierto, ya que todas las probabilidades están en su favor; que al fin y al cabo, entre los actos de heroismo de nuestros mayores, el de Juan Blanca figura en primera línea, por ser lección de alta virtud y de gran enseñanza, superior en muchos conceptos al mismo de Guzmán el Bueno. Y que fué bajo muchos conceptos superior, bien lo podemos asegurar, ahora que, gracias á los estudios de la crítica moderna, sabemos quién fué Guzmán. ¿Qué hay de inverosímil en el hecho de Blanca? Está en lo verídico, está en lo probable, está en lo propio de los sentimientos patrióticos que dominaban en los hombres de aquella época. Cuando una historia es bastante afortunada para tener, entre otros actos nobilísimos, uno como el presente, se respeta, y para destruirlo no bastan argucias ni conjeturas: son precisos hechos. Tengamos, pues, á Juan Blanca en la misma línea que á Guzmán, como mejor, hasta que se nos pruebe de un modo que no dé lugar á duda la inexactitud del suceso, ó hasta que se nos diga de una manera clara y terminante cuál fué el acto por el cual Juan Blanca superó en fidelidad á todos los romanos, ya que un acto muy extraordinario debió llevar á cabo el hombre que mereció de sus conciudadanos la altísima gloria de semejante inscripción en mármol sobre el portal de su casa.

CAPÍTULO XXVII.

Sitio de Perpiñán.-Capitulación de la plaza.-D. Fernando de Aragón, rey de Castilla.-Renuévase la guerra con Francia.-Parlamento en Cervera y boda de la infanta Doña Juana con el rey de Nápoles.Empeño de Francia en quedarse el Rosellón.—Sujeción completa de Cerdeña. Terquedad del conde de Pallars en no reconocer al rey.Correrías de los catalanes en el Rosellón.-Defienden los catalanes la isla de Rodas Muerte del rey Juan II y sus funerales.—Su testamento.—Sus hijos.—Juicio que de él ha formado la posteridad.

(DE 1475 Á ENERO DE 1479.)

Después de la toma de Elna, de donde sacaba sus recursos Perpiñán, esta ciudad no podía ya sostenerse. Y sin embargo, se sostuvo hasta el último trance, mereciendo que el rey D. Juan le enviase cartas reales ordenando que la ciudad se intitulase perpetuamente fidelísima y el pueblo fidelísimo, en memoria eterna de su gran fe, constancia y valor 1. Todos los historiadores están de acuerdo en decir que Perpiñán, durante aquel sitio memorable, manifestó estar á prueba de toda clase de sufrimientos. Nada más enérgico que el cuadro de la situación de los perpiñaneses, trazado por un historiador contemporáneo, Marinæus de Sicilia. «Apenas podrá creerse, dice, cuál fué la violencia del hambre que hubieron de soportar. Durante muchos días no vivieron más que de ratas, perros y gatos, que las mujeres cazaban por las calles de la ciudad; y cuando este recurso vino á faltarles, apurados por la más extrema necesidad, no solamente llevaron á su boca la carne de los france

1 Apéndices al tomo II de Henry.

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