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ganizó su hueste; formó un ejército respetable con las muchas cuadrillas de Gascuña y Rosellón que se le juntaron, y al grito de ¡viva el rey! se lanzó á la guerra contra los señores, encendiéndose viva la lucha en el Ampurdán y convirtiéndose aquella tan desgraciada comarca en un nuevo teatro de horrores y desgracias.

En este mismo año de 1483, tuvo lugar la muerte del rey de Francia, Luis XI, y con ella un suceso que atañe muy de cerca á Cataluña, pues que dicho monarca, antes de morir y cediendo á las instancias y consejos del que hoy es venerado en los altares, San Francisco. de Paula, mandó fuese restituído al aragonés el condado del Rosellón. Los historiadores franceses ponen el grito en el cielo, y dicen que sólo fué una intriga y corrupción de San Francisco de Paula, vendido á los intereses de D. Fernando, y acriminan al santo, diciendo que se valió de amenazas, las cuales no podían menos de influir en el moribundo, arrancándole la concesión. por escrúpulo de conciencia y por temor al castigo del cielo en el otro mundo. Podrá ser cierto lo que refieren los historiadores franceses, y es doloroso que á este medio se apelase; pero es preciso conocer también que Luis retenía injustamente el Rosellón contra la voluntad de sus naturales y contra ley y derecho, pues en dándosele la suma que se le adeudaba nada más podía reclamar la Francia. El hecho es que el rey Luis, antes de morir, mandó que fuese entregado Perpiñán con todas las demás fortalezas, y hasta comisionó al señor de Dunois para que llevase á cabo este mandato; pero Dunois tuvo noticia, estando en camino, de la muerte del rey, y suspendió el dar cumplimiento á su orden.

Los anales de 1483 nos refieren también, que en este año un corsario genovés hizo mucho daño en las costas de Cataluña y Valencia, por estar ocupadas las armadas catalanas en Granada y Levante: la del rey, con las 17

TOMO XIV

galeras catalanas, cuyos capitanes eran Francisco Torrellas, Francisco de Pau y Pedro Busquets, en las costas del reino de Granada contra los moros, y la que mandaba Bernardo de Vilamari, en Levante y en defensa de las costas de Nápoles !.

Para principios del año 1484 había D. Fernando convocado Cortes generales de los reinos de la CORONA DE ARAGÓN, fijando como lugar de celebración la ciudad de Tarazona. Los catalanes se negaron á asistir y sólo enviaron una embajada para protestar, compuesta de varios individuos del clero y de la nobleza y de algunos ciudadanos, entre ellos los síndicos de Barcelonay Villafranca. Los embajadores del Principado se presentaron al rey y extendieron su protesta diciendo ser contra sus constituciones y libertades el salir á Cortes fuera de los límites de Cataluña, y que, por consiguiente, no había lugar á aquella convocación del Principado.

Nada se resolvió sobre esto, porque, instado el rey pa. ra acudir á la guerra contra los moros, hubo de partirse prontamente de Tarazona, habilitando al arzobispo de Zaragoza, su hijo, para que pudiese concluir las Cortes á los aragoneses.

Proseguía en Cataluña cada vez más encendida la guerra de los payeses de remensa contra los señores, tomando un carácter más serio y alarmante durante el verano de 1484. Por los dietarios de nuestro archivo se puede seguir paso á paso la historia de esta guerra, y con referencia á ellos voy á dar cuenta de los sucesos más culminantes de aquellas civiles revueltas.

A consecuencia de noticias alarmantes recibidas del Ampurdán, relativas á los payeses de remensa, los cuales, dice el dietario municipal, eran favorecidos por la se

1 Feliu de la Peña, lib. XVIII, cap. I.

ñora reina, el infante D. Enrique, virrey de Cataluña, pidió al Consejo de Ciento que saliese la bandera de la ciudad de Barcelona contra los sublevados, ofreciéndose á ir él acompañándola; pero el Consejo deliberó que no convenía dar gusto á la petición del infante. Esto fué en 25 de Setiembre de 1484, y por noticias del 2 de Enero del año siguiente vemos ya que los payeses, en número de 400, se presentaron ante la ciudad de Gerona, intentando, aunque en vano, tomarla por asalto.

Habiendo fracasado en su tentativa, viniéronse hacia el Vallés, acaudillados siempre por Pedro Juan Sala, y penetraron en Tarrasa, Caldas de Montbuy y otras villas, engrosando sus fuerzas hasta completar el número de 1.000 hombres, y volviendo á caer otra vez sobre Gerona, de la cual parece que se apoderaron definitiva

mente entonces.

En vista de esto, el Consejo de Ciento, instado nuevamente por el infante D. Enrique, creyó ya llegada la ocasión de levantar somatén y hacer salir la bandera de Santa Eulalia; pero no se resolvió aún á esto, sin embargo, hasta haber llamado á los síndicos de otras poblaciones y consultado con ellos. Mientras tanto, los de remensa se paseaban triunfantes por el país, viendo crecer cada día sus fuerzas, y consta en el dietario haberse recibido el 4 de Febrero la noticia de que Pedro Juan Sala había penetrado por fuerza de armas en la villa de Granollers, quemando las puertas y entrando á saco varias casas de la población, después de matar á los caballeros Tagamanent, Montbuy y Bosch. Pocos días después de haber llegado esta nueva á Barcelona, fué nombrado capitán de la milicia ciudadana el conceller en cap Jaime Destorrent, y el 1.° de Marzo hubo de enviarse precipitadamente auxilio á Jofre de Senmanat, sitiado por los payeses en su casa cerca de Tarrasa. Las compañías que con este objeto envió Barcelona, iban man

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dadas por D. Juan de Cardona, formando también parte de ellas como capitanes los obispos de Urgel y de Vich, retirándose á su aproximación los sublevados y levantando el cerco.

No tardó la villa de Granollers en ser abandonada por Pedro Juan Sala, que se dirigió á Lerona ó Laurona, donde, por parte de los somatenes que se habían alzado, se le opuso una viva resistencia. Sala estableció, pues, un sitio formal sobre Lerona, y contra él acudió la milicia ciudadana que había salido de la capital el 22 de Marzo, capitaneada por el conceller Jaime Destorrent, y llevando por abanderado á Francisco Garau de Vallseca, y entre sus jefes al condestable Juan de Cardona, hijo del conde de Cardona y Prades; á los obispos de Vich y de Urgel, á Garau de Cervelló, Dalmau de Queralt, Mateo de Moncada y otros así caballeros como ciudadanos. Junto á la misma Lerona, según parece, se trabó la contienda entre las fuerzas ciudadanas y la de payeses, quedando éstos derrotados, 15o de ellos muertos en el campo y muchos prisioneros, siendo de estos últimos el mismo Sala.

El caudillo de los payeses fué conducido á Barcelona, y, sentenciado á muerte, fué degollado y descuartizado el 28 de Marzo, poniéndose su cabeza, para escarmiento, en una de las torres de la puerta Nueva. El mismo día fueron también sentenciados á muerte en la villa de Granollers otros cinco jefes de los remensas, siendo uno de los que sufrieron esta pena el llamado Perellada de Montornes, que según los dietarios era bayle real.

Estas ejecuciones y la persecución incesante que se hizo de los payeses que se habían salvado de la batalla de Lerona, acabaron bien pronto con los sublevados. Así es que el conceller Destorrent volvió ya con la bandera á Barcelona, en donde entró el día 3 de Mayo, efectuándolo al día siguiente el infante D. Enrique, que ha

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bía logrado terminar también en breve tiempo las revueltas del Ampurdán.

Así acabó por el pronto aquella civil revuelta; pero ni estaba el fuego tan apagado que no pudiese volver á prender, ni era de tan poca importancia la cosa para los infelices vasallos, que pudiesen avenirse á volver á sus antiguas costumbres. Hubo todavía algunos levantamientos parciales, y hubiera de fijo estallado de nuevo otra sublevación más temprano ó más tarde, si el rey D. Fernando no se hubiese apresurado á dictar la llamada sentencia arbitral de Guadalupe, por haberla firmado á 21 de Abril de 1486 en el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe. Con esta sentencia, que se copia en los àpéndices á este libro (VI), puso paz el rey entre los vasallos de remensa y sus señores, aboliendo las prestaciones llamadas malos usos y reduciendo á una especie de censo anual los derechos de vasallaje 1.

1 Véase también todo lo que se dice sobre los payeses de remensa en las aclaraciones y apéndices al libro II de esta HISTORIA, y en la memoria escrita por D. José Coroleu.

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