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En vista de las autoridades que lo apoyan, debemos aceptar, como fuera de toda duda y como cosa innega ble, que Cristóbal Colón entró en Barcelona á principios de Abril de 1493. «Yo hablo como testigo de vista, dice Fernández de Oviedo, porque me hallé paje muchacho en el cerco de Granada, y ví fundar la villa de Santa Fe en aquel ejército, y después ví entrar en la ciudad de Granada al rey é reina de Castilla, y estuve en Barcelona cuando fué herido el rey, como se ha dicho; e ví venir allí al almirante D. Cristóbal Colón, con los primeros indios que destas partes allá fueron en el primer viaje é descubrimiento: así que no hablo de oídas en ninguna de estas cuatro cosas, sino de vista. >>

La entrada de Colón en Barcelona fué solemne, y he aquí cómo la describe Torres Amat, copiándola de un autorizado escritor:

Los indios que le acompañaban, los papagayos de colores encarnados y verdes, y cantidad de otras curiosidades que él procuró poner á la vista de los espectadores, aumentaban su admiración. Llegó á Barcelona á la mitad de Abril, donde se le hizo una entrada digna del grande servicio que acababa de hacer á la España. El historiador de Santo Domingo se remonta sobre la común sencillez de su estilo para formar una muy noble pintura de esta ceremonia. No se había visto cosa, dice él, que representase mejor el triunfo de los antiguos héroes romanos. Todos los cortesanos, seguidos de un inmenso pueblo, salieron fuera, bastante lejos, á recibirle, y luego que hubo recibido los primeros cumplimientos de parte del rey y de la reina, continuó su ruta hasta el palacio en este orden: iban los primeros, ó de

"Boil, y "Vila;, Serra y Postius, en su Historia de Montserrat; Vila, en su Armoria; Feliu de la Peña, en sus Anales de Cataluña, lib. XVIII, cap. III; Ortiz de la Vega, en sus Anales de España, lib. VII, cap. X, y Pí y Arimón, en su Barcelona antigua y moderna.

lante, los siete indios, los que daban mayor lustre á su triunfo, en el que tomaban también ellos parte, á diferencia de los héroes romanos, que fundaban parte de sus glorias en la desgraciada suerte de los que traían asidos de sus carrozas triunfales. En seguida se veían coronas y láminas de oro, que no eran el fruto de la violenta rapacidad de los soldados victoriosos; balas ó fardos de algodón; arcas llenas de pimienta, igual al mejor del Oriente; papagayos llevados sobre cañas de 25 pies de alto; pellejos de caimanes y pausantins, que parecían verdaderas sirenas de que hablan los antiguos; varias especies de cuadrúpedos y de aves desconocidas, y cantidad de otras muchas cosas raras que la novedad hacía preciosas. Esta multitud de objetos extranjeros, expuestos á la vista de un pueblo cuya imaginación y vanidad hacen ordinariamente mirar las cosas como extraordinarias y sobrenaturales, parecía transportarlo á aquellas nuevas regiones desde donde se lisonjeaba. ver pronto correr un manantial inagotable de riquezas hacia el seno de España. También á cada instante se aumentaban las aclamaciones, y jamás ha visto hombre, ni verá, un día más glorioso y lisonjero, sobre todo si él comparaba, como es regular de creerlo, su situación presente con la de algunos meses antes. Fué conducido Colón con esta pompa, atravesando una gran parte de la ciudad, á la audiencia de los Reyes Católicos, que le esperaban fuera del palacio, bajo un magnífico dosel, vestidos de gala y mantos reales, el príncipe de España á su lado, rodeados de una brillante corte mayor y más lucida que de mucho tiempo se había visto. Luego que llegó delante de sus majestades, se apresuró á arrodillarse á sus pies para besarles la mano; pero el rey Fernando le hizo levantar, y le mandó que se sentase en una silla que se le estaba preparada. Luego que se le dió orden de referir en alta voz lo que le había sucedi

do más principal y admirable, empezó á hablar con un aire tan noble que llenó de admiración á toda la corte. Todos en seguida se arrodillaron, á ejemplo del rey y de la reina, para dar gracias á Dios, con las lágrimas en los ojos, mientras que la música de la real capilla cantó himnos de alegría. Desde este gran día el rey no salió de la ciudad sin llevar á su derecha su hijo el príncipe y Colón á su izquierda. Todos los grandes, á ejemplo de su soberano, se apresuraron á llenar de honores al almirante virrey de las Indias. El cardenal de España, D. Pedro González de Mendoza, tan distinguido por su mérito como por su rango y su nobleza, fué el primero que le obsequió con un convite, en el que no sólo le colocó el primer asiento, sino que le hizo servir en platos cubiertos, con orden de no presentarle plato que él no hubiese probado antes, lo que observaron todos los señores que estaban cerca. Bartolomé y Diego Colón, sus dos hermanos, aunque ausentes, tuvieron también parte en las gracias y libertades del rey. Se les concedió el título de Don con magnífico escudo de armas. »

Altamente satisfechos los Reyes Católicos con el feliz resultado de la empresa de Cristóbal Colón, acordaron con éste llevar á cabo una segunda expedición, la cual, á principios de Setiembre del mismo 1493, salió del puerto de Barcelona. Se embarcaron con el almirante, en este segundo viaje, muchos catalanes, entre ellos el P. Fr. Bernardo Boil, monje del monasterio de Montserrat, que fué nombrado primer arzobispo y patriarca del Nuevo Mundo; doce sacerdotes del mismo monasterio, y Pedro Margarit, capitán de los catalanes aventureros, que fué el primer gobernador de los países recientemente descubiertos 1.

1 Torres Amat, Feliu de la Peña, Serra y Postius.-Mi digno y laborioso compañero de Academia, el P. Fita, escribe largamente sobre estos dos personajes y les vindica de cargos que injustamente se les hi

Poco antes de salir de Barcelona el intrépido navegante, cuyo nombre debía hacerse para siempre célebre en el nuevo y viejo mundo, habían partido de esta ciudad los Reyes Católicos en dirección á Perpiñán. El término asignado para la evacuación del Rosellón había cumplido hacía ya mucho tiempo, y sin embargo, la Francia no se manifestaba con ningún deseo de cumplir su compromiso. El historiador Henry, celoso defensor de los franceses, no puede menos de confesar que el Parlamento de París y el consejo del rey Carlos, siempre opuestos á este abandono, hacían nacer sin cesar obstáculos y suscitaban, ó se prestaban al menos, á que se suscitasen incidentes de los cuales pudiera nacer un rompimiento definitivo. Sobrevinieron, en efecto, gracias á estos manejos, algunos conflictos, y hasta hubo algún choque, llegándose á ver una vez muy apretado el secretario del rey, Juan de Coloma; pero por fin el monarca francés, á quien entonces no ocupaban otras ideas que las de una expedición á Nápoles, como tendremos ocasión de hacer observar luego, renovó las órdenes de entregar el Rosellón de una manera terminante, y las plazas fueron en seguida entregadas á D. Fernando. Inmediatamente éste y su esposa Doña Isabel de Castilla partieron de Barcelona el 6 de Setiembre, efectuando su entrada en Perpiñán el 13 del mismo mes. Uno y otro renovaron, al hallarse allí, los privilegios de los habitantes, que Luis XI había desnaturalizado; premiaron á los que más adhesión habían mostrado por su causa, y nombraron gobernador general á Luis de Oms, hijo de aquel Bernardo á quien se había cortado la cabeza por los franceses después de la toma de Elna 1.

cieron. Véase su monografía titulada Fr. Bernardo Boil ó el primer apóstol del Nuevo Mundo, colección de documentos raros é inéditos relativos á este varón ilustre.

1 Henry, lib. III, cap. VIII.

Los reyes permanecieron todo el mes de Setiembre en Perpiñán, regresando á Barcelona el 9 de Octubre y partiendo para Aragón á mediados de Noviembre.

CAPÍTULO XXXI.

Pretensiones del rey de Francia á la corona de Nápoles.-El papa Alejandro VI.-El rey de Francia entra en Italia.-Rompimiento con Francia.-Carlos se apodera de Nápoles.-Pasa á Italia el gran capitán.—Recobra Fernando II la ciudad de Nápoles.—Guerra en las fronteras de Rosellón.-Cortes en Tortosa y continuación de la guerra.-Muerte de Fernando de Nápoles.-Los franceses se apoderan de Salses.-Tregua.-Muerte del rey de Francia.-Cortes en Zaragoza y contestación notable de un diputado á la reina.-Jura del príncipe D. Miguel de Portugal.

(DE 1494 Á 1499.)

Se ha dicho en el anterior capítulo, que el rey de Francia cedió el Rosellón sin tratar de oponer más obstáculos, porque andaba muy preocupado entonces con el proyecto de conquistar el reino de Nápoles. Carlos VIII era de espíritu débil, pero de imaginación romancesca. Representante de los derechos de la casa de Anjou, por haber Carlos, conde de Maine, instituído heredero al rey de Francia, blandió su espada, desplegó al viento el oriflama, y creyéndose en su ilusión el moderno Carlomagno, llamó junto á su pendón á todos los nobles y caballeros de Francia.

Fernando I de Nápoles, hijo natural de nuestro Don Alfonso el Sabio, supo los preparativos del rey Carlos VIII para ir contra él, y se disponía á oponer una viva resistencia, cuando le sobrevino la muerte á 29 de Enero de 1494, sucediéndole su hijo primogénito Alfon

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