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tiago el capitan Alonso de Monroy con los sesenta de caballo; y el navio que envió del Perú echó ancla en el puerto desta ciudad que se dice de Valparaiso, cuatro meses antes. En lo que entendí en el comedio destos dos años, fue en trabajos de la guerra y en apretar á los naturales y no dexarlos descansar con ella, y en lo que convenia á nuestra sustentacion é guardia de sementeras; porque como éramos pocos y ellos muchos, teníamos bien que hacer; y en esto me halló ocupado.

En descansando un mes la gente y regocijándonos todos con su venida, apreté tan recio á los naturales con la guerra, no dexándolos vivir ni dormir seguros, que les fue forzado venir de paz á nos servir, como lo han hecho despues acá.

Andando ocupado en esto, el Jullio adelante del año dicho de 544 llegó al dicho puerto de Valparaiso el capitan Juan Bautista de Pastene, ginovés, piloto general en esta mar del Sur por los señores de la Real Audiencia de Panamá, con un navio suyo, que por servir á V. M. y por contemplacion del gobernador Vaca de Castro, le cargó de mercaderia él y un criado suyo para el socorro desta tierra, en que traeria quinze mill pesos de empleo. Compré de esta hacienda otros ochenta y tantos mill castellanos, que repartí entre toda la gente que tenia, para la sustentacion della.

El mes de Septiembre adelante, del mesmo año de 544, sabiendo la voluntad con que el capitan y piloto Juan Bautista de Pastene habia venido é se me ofrescia á servir á V. M. y á mí en su Cesáreo nombre, y la autoridad que tenia de piloto, y su prudencia y experiencia de la navegacion desta mar y descubrimiento de tierras nuevas, y todas las demás partes que se reque

rian para lo que convenia al servicio de V. M. y al bien de todos sus vasallos y desta tierra, le hice mi Teniente general en la mar, enviándole luego á que me descubriese ciento y cincuenta ó doscientas leguas de costa, hácia el estrecho de Magallanes, é me trajese lenguas de toda ella. Y así lo puso por obra; y en todo el dicho mes fué y vino, con el recaudo que de parte de V. M. le encargué.

Oida la relacion quel Capitan y los que con él fueron me daban de la navegacion que hicieron y posesion que se tomó, y prosperidad de la tierra, abundancia de gente é ganado; y las que las lenguas que traxo me dieron, trabajé de echar á las minas las anaconcillas (1) é indias de nuestro servicio que truximos del Perú, que por ayudardarnos lo hacian de buena gana, que no fue pequeño trabajo, que serian hasta quinientas pececiellas; (2) y con nuestros caballos les acarreábamos la comida desde la ciudad, questá doze leguas dellas, partiendo por medio con ellas las que teniamos para la sustentacion de nuestros hijos é nuestra, que la habiamos sembrado y cogido con nuestras propias manos y trabajo. Todo esto se hacia para poder tornar á enviar mensajeros á V. M., á dar cuenta y razon de mí y de la tierra, y al Perú á que me traxesen más socorro para entrar á poblarla; porque no llevando oro, era imposible traer un hombre, y aun con ello no se trabajaria poco, cuando se sacase alguno, segund la esencion y largura que han tenido los españoles en aquellas provincias, y fama que habia cobrado esta tierra.

(1) Amaconcillas, por ganaconcillas ó indias de carga y servicio.

(2) Pececiellas, por piececillas ó piezas pequeñas.

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Andovieron en las minas nueve meses de demora; sacáronse hasta sesenta mill castellanos ó poco más; acordé de despachar á los capitanes Alonso de Monroy y Juan Bautista de Pastene con su navio, para quel uno por fierra y el otro por mar, trabajasen de me traer socorro de gente, caballos é armas. Y en este navio envié á un Antonio Ulloa, natural de Cáceres, por ser tenido por caballero é hidalgo, por mensajero con los despachos para V. M. En ellos daba relacion, de lo que hasta allí habia de qué darla, de mí y de la conquista, poblacion é descubrimiento de la tierra. Entre los tres, y otros dos mercaderes que tambien fueron á traer cosas necesarias, se distribuyó el oro, que se habia sacado para que el Ulloa tuviese con que ir á V. M., y los capitanes é los mercaderes algund resollo (1) para traer el socorro que pudiesen.

En lo que entendí con la gente que tenia, en fanto que parte della atendia al sacar del oro y guardia de nuestras piezas, fue en poblar la ciudad de la Serena, á la costa de la mar, en un muy buen puerto en el valle que se dice de Coquimbo, por ser en la mitad del camino que hay del valle de Copiapó á donde está poblada la de Santiago, que es la puerta para que pudiese venir la gente del Perú á servir á V. M. á estas provincias sin riesgo. E fuí á ella é fundóse el cabildo y justicia, y puse un teniente; y de allí á los 4 de Setiembre de 545 años, despaché á los mensajeros é nao dicha, con quedar confiado que al más tardar ternia respuesta de Alonso de Monroy dentro de siete ó ocho meses. Y para esto llevó indios desta tierra, que se ofrescian á venir del Perú á don

(1) Resollo, por resuello.

de yo estoviese, con cartas, en cuatro meses y en menos.

Hecho el navio á la vela de la ciudad de la Serena, dexando buena guardia en ella, dí la vuelta á la de Santiago. El Enero adelante de 547, dí órden en que se tornase á sacar algund oro, como en la demora pasada, porque ya aquel año se cogió más número de trigo que los pasados. Y porque me pareció no podia tardar el socorro, determiné entrar descubriendo 50 leguas la tierra adentro, por ver donde podia poblar otra ciudad, venidos que fuesen los capitanes que habia enviado á por gente. Apercebi sesenta de caballo, bien armados y á la ligera, é puse por obra mi descubrimiento, dexando recaudo para que se sacase oro en tanto que iba é volbia con el ayuda de Dios, teniendo para mí estaba más lexos el principio de la tierra poblada, de donde la hallé.

A 11 de Hebrero de dicho año, partí é caminé treinta leguas, que era la tierra que nos servia y habiamos corrido; pasadas 10 leguas adelante, topamos mucha poblacion, é á las diez é seis, gente de guerra que nos salian á defender los caminos y pelear. Y nosotros corriamos la tierra, y los indios que tomaba los enviaba por mensajeros á los caciques comarcanos, requeriéndolos con

la

paz. Y un dia por la mañana salieron hasta trescientos indios á pelear con nosotros, diciendo que ya les habian dicho lo que queriamos, y que éramos pocos y nos querian matar; dimos en ellos y matamos hasta 50, é los demás huyeron.

Aquella misma noche, al cuarto de la prima, dieron sobre nosotros siete ó ocho mill indios, y peleamos con ellos más de dos horas é se nos defendian bárbaramente, cerrados en un escuadron como tudescos: al fin dieron lado, y matamos muchos dellos y al capitan que los guia

ba. Matáronnos dos caballos, é hirieron cinco ó seis y otros tantos cristianos. Huidos los indios, entendimos lo que quedaba de la noche en curar á nuestros caballos y á nosotros; y otro dia anduve cuatro leguas é dí en un rio muy grande, donde entra en la mar, que se llama Biubiu, que tiene media legua de ancho. Y visto buen sitio donde podia poblar, y la gran cantidad de los indios que habia, y que no me podia sustentar entrellos con tan poca gente; y supe ademas que toda la tierra, desta parte é de aquella del rio, venia sobre mí; y á sucedermé algun révés, dexaba en aventura de perderse todo lo de atrás, dí la vuelta á Santiago dentro de cuarenta dias que salí dél, con muy gran regocijo de los que vinieron conmigo é quedaron á la guarda de la ciudad, viendo y sabiendo teniamos tan buena tierra cerca y tan poblada, donde les podia pagar sus trabajos en remuneracion de sus servicios.

Con mi vuelta, aseguraron los indios que servian á la ciudad de Santiago y los de los valles que servian en la Serena, que estaban algo alterados con mi ida adelante, y tenian por cierto, segund eran muchos los indios y nosotros pocos, nos habian de matar á todos; y con esto estaban á la mira y en espera, para en sabiendo algo, dar sobre los pueblos y tornarse á alzar; quiso Dios volver sus pensamientos al revés. Luego envié á la Serena á que supiesen de mi vuelta, con la nueva de la buena tierra que habia hallado, de que no se holgaron poco. El Mayo adelante hice sembrar gran cantidad de trigo, teniendo por cierto no podia tardar gente, porque toviésemos todos en cantidad que comer; y así hicimos, con el ayuda de Dios, gran cantidad de simenteras.

Habia siete meses que partieron mis capitanes al

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