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CARTA DE PEDRO DE VALDIVIA AL EMPERADOR, SOBRE EL MISMO ASUNTO QUE LA RELACION Anterior. (1)

S. C. C. M.

Habiendo poblado esta ciudad de la Concepcion del Nuevo Extremo, á los 5 de Octubre del año pasado de 550, y formado cabildo y repartido indios á los conquistadorés que habian de ser vecinos en ella, despaché á V. M. desde á diez dias, que fue á los quince, á Alonso de Aguilera, y di cuenta en mis cartas de lo que hasta entonces la podia dar y me paresció convenia supiese V. M., cómo por ellas se habrá visto, si Dios fue servido llevar al mensajero ante su Cesáreo acatamiento. Y en defecto de no haber llegado allá, que si muerte, no otro inconveniente soy cierto no le estorbaria de seguir su viaje y hacer en él lo que es obligado al servicio de V. M., envio con esta el duplicado de lo que con él escribí, para que por una via, ó otra, V. M. sea sabidor de lo que en estas partes yo he hecho, en la honra de nuestro Dios y de su santísima fé y creencia, y en acrecentamiento del patrimonio y rentas reales de V. M.

Partido Alonso de Aguilera, me detove en esta ciudad cuatro meses, en los cuales hice un fuerte de adobes, de mas de dos estados en alto y vara y media de ancho, donde pudiesen quedar seguros hasta cincuenta

(1) Coleccion de Muñoz, tomo LXXXVI.

vecinos y conquistadores, que los veinte eran de caballo, que dexaba para la sustentacion desta dicha cibdad, en tanto que con ciento y setenta, los ciento y veinte de caballo, pasaba yo adelante á poblar otra ciudad en la parte que me paresciese apropósito. Y hecho el fuerte, mediado Hebrero deste presente año de 551, pasé el gran rio de Biubiu ĉon la gente dicha, y llegué hasta treinta leguas adelante desta ciudad de la Concepcion, hácia el estrecho de Magallanes, á otro rio poderoso, llamado en lengua desta tierra Cabtena, que es como Guadalquivir y harto más apacible, y de un agua clara como cristal y corre por una vega fertilísima. Andando mirando la tierra é costa, llamando de paz los naturales para darles á entender á lo que veníamos y lo que V. M. manda se haga en su beneficio, que viniesen en conoscimiento de nuestra santísima fé y á devocion de V. M., y buscando sitio, topé uno muy apropósito, cuatro leguas de la costa el rio arriba, donde asenté. Hice un fuerte en diez ó doce dias, harto mejor que el que habia hecho en esta ciudad al principio, aunque fue cual convenia á la sazon y era menester, porque me convino hacerlo así, atento la gran cantidad que habia de indios, y por esta tener nescesidad de nuestra buena guardia. Poblado allí, puse nombre á la ciudad la Imperial; en esto, y en correr la comarca y hacer la guerra á los indios para que nos viniesen á servir, y en tomar informacion para repartir los caciques entre los conquistadores, me detove mes y medio.'

Vínome luego de golpe toda la tierra de paz, y fue la principal causa, despues de Dios y su bendita Madre, el castigo que hice en los indios cuando vinieron. de guerra sobre nosotros, al tiempo que poblé esta ciu

dad de la Concepcion, y los que se mataron en la bataHa que les dí, así aquel dia, como en las que les habia dado antes.

Luego reparti todos los caciques que hay del rio para acá, sin dar ninguno de los de la otra parte por sus levos, cada uno de su nombre, que son como apellidos, y por donde los indios reconoscen la subjecion á sus superiores, entre ciento y veinte y cinco conquistadores; y les repartí los levos é indios dellos de dos leguas á la redonda para el servicio de casa. E dexándolos así con un capitan, hasta que visitada bien la tierra se hiciese el repartimiento y se diesen las cédulas á los vecinos que allí conviniese, é pudiese darles su retribucion, á 4 de Abril di la vuelta á esta ciudad de la Concepcion por invernar en ella y reformarla, por tener ya entera relacion de los caciques que habian de servir á los vecinos, y esperar dos navios que venian del Perú con cosas necesarias para esta tierra; que por estar aquí muy buen puerto, sabia habian de salir á él, y por despacharlos. Y así dexo en esta ciudad hasta el número de cuarenta vecinos, y dádoles á todos sus cédulas, y señalado sus solares, charcarras y peovias (1), y lo que demas se acostumbra darles en nombre de V. M.; y lo he hecho todo en este invierno, que no ha sido poco. Y despachados los navios, y con ellos esta carta para V. M. con el duplicado que digo, y al Perú para que venga toda la gente que quisiere á tan próspera tierra. Y hecho esto, me parto de aquí á ocho dias, con el ayuda de Dios, á visitar toda la que se ha de repartir á los veci

(1) Chacarras ó chacaras, heredades; peovias, parece una voz de sentido análogo, aunque no podemos precisarla.

nos que se han de quedar en la ciudad Imperial, y castigar algunos caciques que no quieren servir. Y tomada la relacion, les daré sus cédulas, como he hecho aquí, y dexaré reformada aquella cibdad, por estar á punto, para en llegando el mes de Enero del año que viene de 552, pasar con la gente que pudiere, porque ya me han venido con estos navíos casi cien hombres, y remédiádose muchos de potros, que ya hay en la tierra, y yeguas. Y otras veinte leguas adelante, hasta otro rio que se llama de Valdivia, é le pusieron este nombre las personas que envié á descubrir por mar aquella costa seis años há, y poblaré otra cibdad, y efectuaré en ella y en su perpetuacion lo que en las demas dándome Dios vid a.

Lo que puedo decir con verdad, de la bondad desta tierra es que, cuantos vasallos de V. M. están en ella y han visto la Nueva España, dicen ser mucha más cantidad de gente que la de allá; es toda un pueblo é una simentera, y una mina de oro; y si las cosas no se ponen unas sobre otras, no pueden caber en ella más de las que tiene: próspera de ganado como lo del Perú, con una lana que le arrastra por el suelo; abundosa de todos los mantenimientos que siembran los indios para su sustentacion, así como maiz, papas, quinua mare, axi y frísoles. La gente es crecida, doméstica, y amigable y blanca, y de lindos rostros, así hombres como mujeres, vestidos todos de lana á su modo, aunque los vestidos son algo groseros. Tienen muy gran temor á los caballos; aman en demasía los hijos é mujeres y las casas, las cuales tienen muy bien hechas y fuertes con grandes tablazones, y muchas muy grandes y de á dos, cuatro y ocho puer

tas; tiénenlas llenas de todo género de comida y lana, tienen muchas y muy polidas vasijas de barro y madera, son grandísimos labradores y tan grandes bebedores; el derecho de ellos está en las armas, y así las tienen todos en sus casas, y á muy punto para se defenfender de sus vecinos y ofender al que menos puede; es de muy lindo temple la tierra, y se darán en ella todo género de plantas d'España mejor que allá: esto es lo que hasta ahora hemos reconoscido desta gente.

Dende á dos meses que llegué de la ciudad Imperial á reformar esta de la Concepcion, rescebí un pliego de V. M. endereszado á mí, y en él una carta, firmada de los muy altos y poderosos Señores Príncipe Maximiliano y Princesa nuestra Señora, en nombre de V. M., respuesta de una mia que escribí del valle de Andaguaylas, de las provincias del Perú, que me la enviaron de la Real Audiencia que reside en aquellas provincias. He rescibido carta de un caballero, que se dice Don Miguel de Abendaño, hermano de Doña Ana de Velasco, mujer del comendador Alonso de Alvarado, mariscal del Perú, que viene á servir á V. M. á estas partes en compañía del teniente Francisco de Villagra, como me trae un despacho de V. M., y tengo aviso es el duplicado deste. En el pliego, que digo que rescebí, venian cuatro cartas de V. M. para las ciudades de Santiago y la Serena y para los oficiales de V. M. y para el capitan Diego Maldonado; todas se dieron á quien venian, y así daré las demas que V. M. fuere servido mandar vengan á mí endereszadas. Y asimismo me enviaron del Perú otra, que V. M. habia mandado escrebir en mi recomendacion al presidente Pedro de la Gasca, que paresce ser ya ido á España, y otra en

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