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insignia de nobleza (1). ¿Qué fatalidad hizo desaparecer con el nombre del inimitable artista de últimos del siglo XIV, las demás obras que no pudo menos de producir su exquisita mano?

Del arzobispo D. Lope es la alhaja más antigua de cuantas enriquecen la iglesia metropolitana, la gótica cruz de oro y pedrería sobre la cual juraba el rey los fueros de Aragón. Distínguense en el precioso relicario los bustos de plata de los santos Valero, Lorenzo y Vicente, regalados por el papa Luna desde Aviñón en 1405: sobre los ornamentos todos descuella la grandiosa custodia, templete plateresco de tres cuerpos labrado en 1537, para la cual había legado 200 marcos el arzobispo don Alonso de Aragón; y entre las sagradas vestiduras despiertan la admiración un terno negro con casulla de pedrería, dos ternos blancos el uno bordado de oro sobre damasco de plata, el otro representando con sedas de colores personajes y pasos de la Escritura, y finalmente el terno de D. Fernando de Aragón bordado también de sedas, con más perfección sino con tanta brillantez. Encierra pinturas de mérito la espaciosa y adornada sacristía, no menos que el aula capitular en la que se ven representados los doctores de la Iglesia.

Absorbidos por el ensanchado templo ó convertidos en vastas oficinas, desaparecieron el claustro donde vivía en comunidad bajo la regla de San Agustín el cabildo de la Seo, el refectorio en el cual sustentaba á doce pobres para sufragio de sus difuntos compañeros, y las habitaciones particulares de los canónigos. Databa su vida seglar desde remotos tiempos; florecía allí el estudio, pues en 1429, años antes de la invención de la imprenta, se gastaba en la construcción de una librería; de su seno salieron muchos para eminentes dignidades, y sus riquezas

(1) Dentro del nicho se lee en caracteres modernos esta inscripción moderna también, según su estilo: Hic jacet Ilmus. Dr. D. Lupus Fernandez de Luna Vicensis épus, Cesaraugustanæ ecclesiæ quartus metropolitanus antistes, Patriarcha Jerosolymitanus, qui in honorem Sti. Michaelis archangeli hanc ædiculam struxit, undecim portiones dotavit, tumulumque sibi erexit: obiit decimo quinto kalendas Martias anno Dni. MCCCLXXXII.

se acrecentaban así con las donaciones de príncipes y prelados, como con los bienes que sus miembros al entrar traían á veces en dote. En 1177 hallamos la singular oblación del niño Pedro Gasco hecha por su madre D.a Sancha de Gallur en manos del obispo para ser canónigo de la Seo, y acompañada de la cesión de todos sus bienes.

Á tantos recuerdos y grandezas del templo de San Salvador, una tan sola opone el del Pilar para compartir con él la dignidad y eclipsarlo actualmente en su nombradía, y es la de contener la portentosa imagen gloria y talismán de Zaragoza. Desde que en el mismo sitio de la inmortal aparición erigió el apóstol Santiago, según piadosa creencia, la modesta capilla de ocho piés de anchura y doble de longitud, primicia de tantas y tan grandiosas basílicas como habían de consagrarse á la Madre del Eterno, se perpetuó aquel santuario con el nombre más común de Santa María la mayor, pobre y casi oculto durante las persecuciones del imperio, creciente en riqueza y fama desde la paz de Constantino, abatido de nuevo aunque no aniquilado bajo el yugo sarraceno. Á su sombra florecieron y terminaron sus días en los primitivos siglos muchos mártires y confesores (1); á su sombra los mozárabes guardaron más tarde ileso el depósito de las creencias, y en pobrísimo sagrario, que religiosamente se conserva, con grotescas imágenes pegadas en sus puertas y con estrellitas de hojuela en el interior, pero defendido por robustos hierros y fuerte cerrojo, salvaban el pan eucarístico de la profanación de los infieles. Halló casi destruída la iglesia de Santa María por los sarracenos y por el furor de las contiendas (2) el obispo D. Pedro de Librana, y después de la reconquista la ha

(1) Atestigua esto una escritura de 1301 con las siguientes palabras: Et quia in ecclesia Sancte Marie Cesaraugustane multi sancti martires et confessores á tempore quo fides chistiana cepit pullulare pro justitia et misericordia vitam finierunt, idcirco dignum est ut eorum vestigia prosequantur.

(2) Espés refiere una bula de Gelasio II dirigida en 1118 al ejército cristiano que sitiaba á Zaragoza, en que manifiesta la necesidad de reedificar la iglesia de Santa María, añadiendo: á Sarracenis et litibus erat pene destructa.

bitó algún tiempo con sus canónigos, proveyendo sin duda á su restauración de acuerdo con D. Gastón vizconde de Bearne á quien se había cedido toda la parroquia habitada por los mozárabes, y que á su muerte en 1130 en una desgraciada batalla contra los moros encontró en el sagrado recinto honorífica sepultura. Por el mismo tiempo D.a Marquesa, esposa de Aznar López y nieta del fratricida Ramón de Navarra, cedió á aquella iglesia los heredamientos que el rey moro de Zaragoza había dado á su abuelo expelido del usurpado trono por los navarros. De entonces, si no ya de antes, data el lábaro que aunque renovado sella todavía su moderno exterior; pero las obras emprendidas no serían de consideración, pues á últimos del siglo XIII cuatro obispos excitaron consecutivamente con indulgencias el celo de los fieles para que previnieran por medio de limosnas la ruina del demasiado viejo y antiguo edificio. Con ellas y las ofrendas de numerosos peregrinos atraídos de todas partes bajo la salvaguardia de personas y bienes que les concedían los jurados, se levantaría la fábrica que permaneció hasta fines del siglo xvii. Formaba el templo una sola y no muy vasta nave, enriquecida más tarde con las dos preciosas joyas que legó al actual, el retablo mayor de Forment y la sillería del coro; ocupaba la santa capilla el centro de un claustro tan vasto casi como la iglesia y rodeado también de capillas, y setenta y seis lámparas de plata ardían perennemente ante la veneranda efigie (1).

(1) Antes que desapareciera aquel edificio para ser reemplazado por el actual. túvose la curiosidad de extender un instrumento auténtico en 1.° de Octubre de 1668 que con exacta y minuciosa descripción mostrara á los venideros la disposición y estructura del recinto donde habían orado, al pié del Sagrado Pilar, las generaciones de cuatro siglos. La publicación de este documento conservado en el archivo del Pilar (legajo 94, n. 9) interesa no poco para la historia de las artes, y confiamos será grato á nuestros lectores reconstruir en la fantasía lo que ya fué, y ver la apreciación que entonces se formaba del retablo mayor y de la sillería del coro todavía existentes. Suprimiremos en obsequio de la brevedad algunos detalles menos importantes.

«La iglesia mayor en donde se celebran los divinos oficios tiene de largo 258 palmos, de ancho de pared á pared por fuera de las capillas 67 palmos, y de alto 104 piés. Á la parte superior de esta nave y en su mismo ámbito se levanta

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