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to por ambas partes el combate: admiró á los nuestros la audacia de los franceses; el general en gefe de los franceses consignó en sus Memorias que los nuestros se habian batido como leones: se peleó cuerpo á cuerpo, á la bayoneta y al sable, asi en el recinto del fuerte, como en el reducto á que se fueron retirando los españoles. Debido fué á la casual circunstancia de haber descubierto el enemigo una entrada por los caños del acueducto de que antes se surtía de agua la fortaleza, el haber podido penetrar en ella y estenderse por el muro con sorpresa de los nuestros que habian descuidado aquel encañado: de otro modo habrian sido escarmentados todos, como lo fueron los que intentaron trepar á los muros con escalas ó en hombros unos de otros, que todos perecieron. Aun asi tuvieron que sacrificar mucha gente, si bien por nuestra parte se perdieron tambien sobre 1.000 hombres. Se intentó, pero no se pudo recobrar el Olivo. Envalentonado con esta conquista Suchet, tentó la guarnicion de la plaza con palabras halagüeñas, pero solo obtuvo una contestacion desdeñosa y un tanto colérica. Acababan de entrar 2.000 hombres, procedentes de Valencia la mayor parte, algunos de Mallorca.

Celebrado al siguiente dia consejo de guerra, acordóse que el marqués de Campoverde saldria de la plaza, dejándola encomendada á don Juan Senen de Contreras que acababa de llegar de Cádiz, y que don Juan Caro iría en busca de mas auxilios á Valencia:

que Sarsfield se encargaría de la defensa del arrabal y de la marina, y el baron de Eroles de las tropas que aquél habia estado mandando del lado del Montblanch, y que la junta saliera tambien para atender desde punto menos espuesto á los negocios del Principado. La junta se situó en Monserrat, y Campoverde puso su cuartel en Igualada (3 de junio). Por su parte los franceses, luego que se vieron dueños de el Olivo, resolvieron atacar el recinto bajo de la ciudad, que terminaba por un lado con los fuertes de Francolí y San Carlos, por otro con el de los Canónigos, llamado tambien de Orleans. Establecidas las baterías con 25 cañones, y despues de unos dias de vivísímo fuego contra el fuerte de Francolí, puesta ya á treinta toesas la segunda paralela de los franceses, y abierta brecha, se prepararon al asalto atravesando el foso con el agua al pecho (noche del 7 al 8 de junio). Los nuestros le hubieran resistido con su teson habitual, pero no teniendo aquel fuerte sino una larga y estrecha comunicacion con la ciudad, no quiso Senen de Contreras que se espusieran á ser cortados, y ordenó se retirasen llevando la artillería. Segundo fuerte de que se apoderaban los franceses.

Gran pérdida costó á éstos la posesion de los otros baluartes. Una noche, despues de haber trabajado á corta distancia del camino cubierto del de Orleans, salieron de él trescientos granaderos españoles, y cuando aquellos reposaban de las fatigas del dia, se arro

jaron sobre ellos y acuchillaron una gran parte que descuidados dormian. En otra salida que del arrabal hizo Sarsfield con una brigada, destruyó muchas de sus obras, y mató algunos trabajadores, ahuyentando á los otros con espanto. Cuando repuestos los enemigos atacaron en dos columna la luneta del Príncipe (16 de junio), una de ellas al dar el asalto sufrió un fuego mortífero, muriendo con otros muchos el valeroso comandante que la guiaba: la otra mas afortunada, logró penetrar en la luneta, y mató cien soldados nuestros, haciendo á otros prisioneros. Encarnizóse la lucha y creció la matanza para las obras de aproche contra los dos bastiones de San Cárlos y de los Canónigos. Confiesan los historiadores franceses que en una veintena de dias perdieron 2.500 hombres, entre ellos un general, dos coroneles, quince gefes de batallon, diez y nueve oficiales de ingenieros, trece de artillería, y ciento cuarenta de las demás armas. Y aun les faltaba conquistar, el arrabal primero, y la ciudad después.

Habia llegado á ésta de refresco, procedente de Valencia, una division de 4.400 hombres, guiada por don José Miranda. Los 400 que iban desarmados, se equiparon en la ciudad y se quedaron en ella: los 4,000 fueron á incorporarse en Igualada con las tropas de Campoverde, que de este modo llegó á reunir un cuerpo de mas de 11.000 hombres, para obrar por fuera en favor de los sitiados, ó sorprendiendo convoyes, ó

TOMO XXV.

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arrojándose con oportunidad sobre las trincheras enemigas. Sorpresas de estas hacian tambien otros gefes, tal como el baron de Eroles que cogió en Falset quinientas acémilas, y como Villamil que en Mora de Ebro destrozó un grueso destacamento que mandaba un coronel polaco. Por parte de los franceses el general Harispe con una division francesa y otra italiana vigilaba el camino de Barcelona, y Habert con otra division guardaba los caminos de Tortosa y de Reus; y además receloso Suchet del aumento de fuerzas del marqués de Campoverde, llamó la brigada de Abbé que habia estado observando los movimientos de Villacampa hácia Teruel, como quien daba tanta importancia al sitio de Tarragona, que á este objeto esencial lo subordinaba y lo sacrificaba todo.

Su propósito era batir á un tiempo los tres fuertes, Canónigos, San Carlos y Real, á cuyo efecto colocó en la tercera paralela cuarenta y cuatro piezas de sitio, que con vivísimo fuego protegian las obras de ataque, que tenian que rehacer á menudo, porque á menudo las destruía la artillería de la plaza. Al fin el 20 de junio, el mismo dia que salvaban á los franceses sitiados en Badajoz los mariscales reunidos. Marmont y Soult, una escena espantosa se representaba al pie de los muros de Tarragona. «No agita el aire, dice un escritor estrangero, la mas ruda batalla con ruido tan terrible como el que resonaba delante de la plaza sitiada. Por la tarde se hallaban

practicables las brechas en los tres bastiones. El 21 ordenó Suchet los tres asaltos simultáneos, á los que se arrojaron tres columnas, llevando todas sus reservas. Viva, empeñadísima y sangrienta fué la lucha, tomándose y perdiéndose muchas veces por unos y otros los boquetes. Apoderáronse primero los enemigos del fuerte de los Canónigos ú Orleans, y sucesivamente de los de San Cárlos y Real, derramándose luego por el arrabal ó ciudad baja. En tan críticos momentos, Velasco que habia reemplazado á Sarsfield en la defensa del arrabal se lanza sobre una columna enemiga y la obliga á refugiarse en las casas, donde se pelea cuerpo á cuerpo: llegan refuerzos franceses, y rechazan á los nuestros hasta la puerta de la ciudad; muchos vecinos del arrabal son asesinados: vuelven los enemigos sus cañones contra la escuadra inglesa, que leva anclas, aunque disparando inútiles andanadas de todos sus buques. En estas acometidas y defensas perecieron de una y otra parte acaso 1.500 hombres; apenas nos hicieron prisioneros: juntos fueron quemados los cadáveres españoles y franceses.

Faltaba solo conquistar la ciudad alta, é inmediatamente dispuso Suchet se abriese contra ella la primera paralela que abarcaba casi todo el frente, y aceleráronse los trabajos con el fin de abrir pronto la brecha. Aunque al fin Castroverde se movió por fuera para molestar y hostilizar á los sitiadores, don José

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