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Vich, á donde se dirigió, se encontró con don Luis Lacy, nombrado por la Regencia de Cádiz para sucederle en el mando, del cual le hizo entrega inmediatamente (9 de julio). Suchet por el contrario, ¡naturales consecuencias de la desgracia del uno y de la victoria del otro! recibió á los pocos dias el baston de mariscal del imperio. Lacy, sucesor de Campoverde, se situó con sus tropas y con la junta del Principado en Solsona, dejando encomendada al baron de Eroles la defensa de la montaña y monasterio de Monserrat. Suchet tuvo órden de Napoleon para demoler las fortificaciones de Tarragona, como lo hizo, bien que conservando, de acuerdo con el general Rogniat, las del recinto de la ciudad alta. Despues de lo cuál, y dejando allí al general Bartoletti con solos 2.000 hombres, marchó á hacer por sí mismo (24 de julio) la conquista de Monserrat.

En esta montaña, famosa por su natural estructura, con sus escarpadas rocas, sus torrenteras, y sus elevados picachos, mas famosa todavía por su célebre monasterio de benedictinos dedicado á la Vírgen María, santuario de especial devocion para todo el Principado, se habia fortificado el baron de Eroles con cerca de 3.000 hombres, somatenes los más. De allí fué á desalojarle el mariscal Suchet, mandando las tropas en persona, y encomendando la primera acometida de la montaña al general Abbé, apoyado por el gobernador de Barcelona Maurice-Mathieu (25 de

julio), en tanto que otras columnas procuraban tambien trepar por las quiebras de las rocas. Aunque los nuestros los recibian con fuego de fusilería y de cañon, y con piedras y todo género de proyectiles, no se pudo evitar que las tropas ligeras enemigas se encaramáran por algunos flancos de la montaña, cogiendo por la espalda á nuestros artilleros, que perecieron allí á pie firme. Algunos franceses penetraron por una puerta accesoria en el monasterio, trabándose alli un horrible combate personal, que concluyó por arrojar á los españoles de aquel recinto, con la fortuna de poderse salvar los más con su gefe, merced al conocimiento que tenian de todas las trochas y veredas. Algunos monjes y ermitaños fueron cruelmente asesinados por la furiosa soldadesca.

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No satisfecho todavía Suchet del estado de Cataluña á pesar de sus triunfos, porque veia á través de todo renacer por.todas partes los incansables somatenes, porque veia tambien á Lacy reorganizar batallones, levantar de nuevo el pais y meterse audazmente en la Cerdaña francesa llevando el espanto á la frontera enemiga; menos satisfecho con que estuviese todavía en poder de los nuestros el castillo de Figueras, que desde principio de mayo tenian Macdonald y Baraguay d'Hilliers bloqueado con una doble línea de circunvalacion, no queria salir del Principado sin que aquella fortaleza volviera á poder de franceses. No necesitaba en verdad emplear un grande esfuerzo.

Porque encerrados allí los nuestros tres meses y medio hacía, sin esperanza, ni aun posibilidad de socorro, consumidas las provisiones, y apurado todo lo que podia servir de alimento, hasta los animales inmundos, harto habia hecho el gobernador Martinez en sufrir con ánimo entero el infortunio y en responder con firmeza á todas las intimaciones. Pero era imposible prorogar más aquel estado, y queriendo ponerle honroso término, hicieron los españoles la desesperada tentativa de abrirse paso por entre las filas enemigas. Tampoco fué posible; y casi exánimes ya aquellos desesperados, tuvieron que rendirse (19 de agosto), quedando prisioneros unos 2.000, además. de los heridos y enfermos, que eran muchos tambien.

Asi, cuando Suchet regresó á Zaragoza, no para permanecer en Aragon, sino para preparar y emprender la conquista de Valencia que Napoleon tenia ya encomendada á su pericia y actividad, pudo ir satisfecho, y Napoleon sin duda lo estaba tambien, del remate feliz para ellos que bajo su direccion habian tenido los memorables sitios de Aragon y Cataluña, los mas famosos, dice un escritor francés de primer órden, que se habian llevado á cabo desde Vauban.» La empresa de Valencia fué un suceso que por su direccion y por su importancia merece ser relatado aparte. Terminarémos pues este capítulo con una sucinta descripción del estado de las provincias interiores de España en este mismo período.

Poco ó nada notable ocurrió en esta primera mitad del año 11 en las comarcas limítrofes de las provincias de Granada y Murcia, al cuidado la primera, juntamente con la de Jaen, del general Sebastiani con el 4.o cuerpo francés, la segunda al del general español Freire, sucesor de Blake en estas partes, con el 3.er ejército que antes formaba parte de el del centro. Hubo solo reencuentros parciales, aunque recios algunos y bastante empeñados; incursiones recíprocas en territorio respectivamente enemigo, de las cuales húbolas atrevidas é imponentes, como la que hizo Sebastiani hasta Lorca, y la que á su vez ejecutó el conde del Montijo con algunos batallones por la parte de las Alpujarras, aproximándose tanto á Granada que puso en cuidado la guarnicion misma de aquella capital. Al fin de junio el general Sebastiani, quebrantado de salud y al parecer no bien quisto de Soult, retiróse á Francia, sucediéndole en el mando de aquella provincia el general Leval.

Solia haber en la Mancha una division del mismo 4.o cuerpo francés para mantener espedita la comunicacion entre las provincias de Andalucía y la capital del reino; si bien el territorío mismo de la Mancha, como de las provincias de Madrid, Toledo, Guadalajara, Cuenca, Avila y Segovia, comprendian el distrito militar á que se estendian las operaciones del ejército llamado del centro, bajo las inmediatas órdenes del rey José, único en que él mandaba con libertad. Este ejér

cito, mas que con tropas regulares españolas, tenia que habérselas con las partidas que rebullian en las provincias mencionadas, y de las cuales las mas gruesas subsistian las mismas que en años anteriores, si bien de las pequeñas solian desaparecer ó concluir algunas, que no tardaban en ser reemplazadas por otras que brotaban de nuevo. Era siempre de los partidarios de mas cuenta don Juan Martin (el Empecinado), que corriéndose unas veces á Aragon, volviendo otras á Guadalajara ó Cuenca, ya campeando solo, ya uniéndose á don Pedro Villacampa, como cuando desalojaron juntos la guarnicion francesa de la villa y puente de Auñon llevándose mas de cien prisioneros, ya batiéndose en las comarcas de Sigüenza ó de Molina, ya trasponiendo sierras y apareciéndose en Segovia ó San Ildefonso, traia constantemente en jaque á los enemigos.

Fué error de la junta (entre los desaciertos é inconveniencias que estas juntas de provincia solian cometer) haber puesto la division del Empecinado, que division podia llamársela, puesto que reunia ya mas de 3.000 hombres, bajo las órdenes del marqués de Zayas (distinto del general Zayas, perteneciente ahora al ejército de Cádiz), como comandante de la provincia. No era el de Zayas hombre ni de prestigio ni de tacto para el caso, y bajo su direccion llevaba mas trazas de debilitarse y amenguar que de crecer y fortalecerse la gente de don Juan Martin (julio). Por for

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