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las mismas escuelas de párvulos, á que concurren niños de dos y tres años, no se tiene en cuenta para nada la facilidad de pronunciacion para la enseñanza de las letras, y sin embargo, en las escuelas de párvulos las aprenden todos. La vista es el sentido por el cual el niño adquiere este conocimiento, y por consiguiente, es mas útil atender à la forma que presentan las letras; y siguiendo este principio, nos parece ser la mas natural la siguiente:

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Por lo que hace á los procedimientos para la enseñanza del abecedario, creemos que no son de grande importancia. El abecedario és fácil de aprender, y la prueba está en que cuando el niño no se ha habituado aun al estudio, lo aprende en poquísimas lecciones y jugando; de consiguiente carecen de interés los medios que se ponen en juego para hacerlo mas fácil.

Dice Rousseau: «Figuran que es asunto muy importante el ave riguar los mejores métodos de aprender á leer; inventan cartones, barajas, y convierten el aposento del niño en un obrador de imprenta. Locke quiere que aprenda á leer con dados. ¿No es una invencion esquisita? ¡Qué miseria! Medio mas cierto que todos esos es el que siempre echan en olvido, el deseo de aprender.» Y esta opinion es exacta por lo que dice al abecedario, si bien no condenamos el uso de barajas, abecedarios ilustrados, etc., como medio de entretenimiento y de hacer atractivo el estudio, sobre todo en la enseñanza doméstica.

Con respecto al abuso de hacer aprender el nombre de las letras antes de conocerlas, estamos muy conformes con Quintiliano, que se expresa acerca del particular en estos términos: «Por lo menos á mi no me agrada lo que veo practicar con muchisimos, y es el aprender el nombre y órden de las letras antes de aprender su figura. Embaraza esto el conocimiento de ellas, pues siguiendo despues el sonido que de ellas tienen, no aplica la atencion à su forma. Esta es la causa de que los maestros, cuando pensaban haberlas fijado en la memoria de los niños, siguiendo el órden que tienen en el alfabeto, vuelvan atrás, y ordenándolas de otra manera, les hagan conocer las letras por su figura, no por su órden natural. Por tanto, se les

enseñará á conocer su figura y nombre, como conocen las personas. Pero lo que daña en el conocimiento de las letras, no dañará en el de las sílabas. >>

Por fin, en la enseñanza del abecedario deben adoptarse en las escuelas los tres procedimientos que propone Lamotte.

4.°. El maestro ó el instructor, con el puntero en la mano, indica en el cuadro ó en los cuadernos una vocal ó una articulacion; todos los discípulos la repiten sucesivamente; se indica y pronuncia la vocal ó articulacion siguiente, que repiten por su órden todos los niños, y se continúa asi todo el tiempo destinado á este ejercicio,

2. El maestro ó el instructor indica, sin pronunciarla, una vocal ó una articulacion, y el discípulo designado la pronuncia; se indica otra vocal ó articulacion, que pronunciará el segundo niño, y asi sucesivamente durante el tiempo marcado..

3. El maestro ó el instructor indica las diferentes vocales ó articulaciones sin órden fijo, y cada discípulo, por turno, pronuncia la vocal ó articulacion que se le ha designado.

ABUELOS. (Educacion.) Cuantas personas viven en contacto con el niño, cooperan á su educacion, porque todas las palabras y acciones influyen en su ánimo. No es posible, sin embargo, determinar reglas fijas para la conducta de estas personas: al principal encargo de la educacion toca apreciar las circunstancias y cada uno de los casos, con arreglo á principios generales. Entre las personas que rodean al niño é influyen en su desarrollo moral, compréndense los que viven en su misma casa, los parientes, los amigos y los

maestros.

Los abuelos desempeñan acaso el principal papel entre los parientes, y no se les puede negar ciertos derechos sobre los nietos, pues que hacen con ellos el oficio de padres á falta de estos. Fúndanse tambien tales derechos en el amor natural del abuelo para con sus nietos, amor que no puede ponerse en duda, y que si suele censurarse de ordinario no es porque se resienta de debilidad ó tibieza, sino porque con frecuencia se lleva hasta el exceso y, sobreponiéndose á la razon, no permite dirigir con acierto á los niños.

Pudiera quizá demostrarse que los abuelos tienen mayor aptitud para encargarse por sí mismos de la educacion, que para tomar en ella una parte secundaria, porque la falta de energía que manifiestan en este asunto, no depende tanto de la debilidad que proviene de los años, como de la idea que se forman de su posicion con respecto á

Jos nictos. Hay muchos abuelos y abuelas, robustos aun de cuerpo y de espíritu, que no descubren flaqueza alguna en sus acciones, y que sin embargo no obran con la prudencia que era de esperar de sus años en tratándose de los nietos. Verdad es que en la vejez cuesta mucho amoldarse á las ideas de la infancia; pero, cuando muchos maestros ancianos conservan la aptitud necesaria para instruir y educar á la niñez con provecho, ¿por qué ha de ser precisamente la edad lo que inhabilite à los abuelos y abuelas? Es probable que la causa principal de esto penda de la interrupcion ó desuso del ejercicio de educar, ó de no considerarlo como un deber, sino como un juego ó entretenimiento; á que se agrega tambien que la ternura de los abuelos, cuando por algun tiempo ha tenido por objeto á los grandes, se modifica con respecto á los pequeños ó á los nietos, ló cual se confirma por la conducta de otros parientes, muy parecida en este punto á la de los abuelos.

Mas, sea cual fuere la causa, es un hecho que la cooperacion de los abuelos en la educacion, es uno de los mayores obstáculos para dirigirla bien, y tanto mayor cuanto mas delicado y repugnante es oponerse á personas tan respetables. El remedio á estos males no hay que esperarlo sino de la propagacion de las ideas pedagógicas: el que se habitúa á reflexionar sobre la educacion y á sujetarse á los deberes que de este trabajo de la mente deduce, no se dejará llevar de los impulsos del momento. Mas en las familias entre las cuales no se han difundido estas doctrinas, es difícil la educacion, y el maestro deberá modificar su propia conducta segun el influjo de los abuelos. Cuando estos habitan en la propia casa y forman una misma familia con los nietos, és preciso reparar con prudencia las faltas que cometan; cuando viven aparte y solo se reunen con los nietos en las visitas que se hacen mútuamente, es mas fácil el remedio, haciendo que consideren los niños estas visitas como dias de fiesta en que es permitido algun desahogo, y descuidar á veces las reglas ordinarias, no siendo con frecuencia. Cuídese, sin embargo, de no rebajar la autoridad de los abuelos, por mas que las debilidades que en ellos se observen no sean de tanta consecuencia como si se notaran en los padres.(F. H. C. Schwarz.)

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ACADEMIA. (Historia de la educacion.) Viene el nombre de academia del célebre sitio que habia pertenecido á Academo ó Edecamus en la Cerámica, arrabal de Atenas, donde Platon enseñaba á sus discípulos. Transformado este sitio en paseo público para los ate

nienses, se convirtió despues en escuela de filosofía, y se adornó con calles de árboles, bosquecillos, pórticos y habitaciones cómodas para los maestros y sirvientes de la escuela académica. Allí pasaron algunos toda la vida sin entrar en la ciudad, y allí se reunia Platon con sus sectarios para conferenciar acerca de materias filosóficas, de donde vino el título de académicos á sus discípulos y el origen de la primera secta académica.

Admitese por lo comun tres academias ó sectas académicas: la primera ó la antigua, fundada como acaba de verse, por Platon; lat segunda ó la media, por Arcesilao; y la tercera ó la nueva, por Carneades. A estas agregan algunos la cuarta, instituida por Philon y la quinta por Antioco.

La primera, llamada tambien Cerámica, fué la mas célebre. Platon adoptó en su sistema de doctrina, la opinion de tres filósofos. Seguia á Heráclito en las cosas naturales y sensibles, á Pitágoras en las verdades intelectuales, á que llamamos metafisica, y á Sócrates en las cosas relativas à la moral y la política.

Arcesilao se separó en algunos puntos de la doctrina de Platon, y con esta reforma dió principio la segunda academia. Fundábase su sistema en que no puede asegurarse nada, porqué no hay nada cier to, y que es preciso suspender siempre el juicio.

Carneades, fundador de la tercera academia, daba menos extension á esta doctrina, admitiendo que hay verdades, pero qué no podemos tener certidumbre de ellas, y que para no estar en la inaccion es preciso guiarnos en nuestra conducta por las percepciones probables á falta de certidumbre.

Esta escuela académica recibió nueva direccion por Philon y Antioco, lo que ha servido de fundamento para admitir la cuarta y quinta academia. No falta sin embargo quien admite una sola, ó lo mas dos, suponiendo que la misma doctrina se siguió en la primera que en las otras.

Como se infiere de esto, la palabra academia designaba en su origen un cuerpo de profesores, una escuela donde se profesaba un ramo de enseñanza, especialmente de lo que se llama facultad mayor. Por eso al fundar las universidades, reuniendo todas ó gran parte de las facultades, se las denominó academias, nombre que aun se conserva en latin. Mas tarde, muy avanzado el siglo xv, sc aplicó el mismo nombre á una sociedad fundada en Florencia, y luego á las que se erigieron en el mismo siglo y siguientes, de modo que la palabra academia ha venido á designar, en el uso comun, la

sociedad de personas facultativas, como sábios, literatos; artistas, establecida con autoridad pública y sujeta á ciertas leyes á que voluntariamente se someten los que la componen, para el cultivo de las ciencias, las letras y las artes.

Consideradas de esta manera, las academias ó sociedades científicas fueron desconocidas de los antiguos. En tiempo de Augusto César, se leian composiciones poéticas por los propios autores en asambleas ó juntas privadas donde solo eran admitidos hombres doctos, capaces de censurarlas. El mismo Augusto solia recitar sus composiciones en tales juntas, y oia cortés y pacientemente, no solo á los que en ellas recitaban poesias, sino tambien oraciones y diálogos. Estos y otros testimonios que nos conserva la historia, acreditan la reunion de los hombres entendidos con objeto de cultivar las letras y las ciencias en tiempo de los romanos. Carlomagno, á solici→ tud de su maestro Alcuino, promovió una reunion de amigos del mismo monarca, los cuales cultivaban la gramática, la historia, la retórica y las matemáticas. En el siglo siguiente fundó Alfredo en Oxford otra sociedad ó academia que, como las de los árabes en Granada y Córdoba, era mas bien una escuela, que sirvió de base para la universidad erigida en el mismo punto. Pero estas sociedades no pueden considerarse como academias en el sentido comun de la palabra, segun las noticias que han llegado hasta nosotros.

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Las verdaderas academias no se remontan mas allá de la época del renacimiento. Nacieron en Italia, centro de las luces y del movi→ miento intelectual en aquella época, reuniéndose en todas partes los sábios bajo las denominaciones mas extrañas para dedicarse á la propagacion de las lenguas antiguas, al perfeccionamiento de la nacional y á la publicacion de las obras clásicas de la antigüedad. De alli partió el impulso, é imitando tan honroso ejemplo se extendieron las academias por todas las naciones cultas.

En nuestros dias, la teología, la jurisprudencia, la medicina, la filosofia, las bellas letras y las bellas artes, la historia, la geografía, la estadistica, las ciencias morales y políticas, las ciencias físicas y matemáticas, todos los ramos, en fin, del saber humano cuentan con infinitas academias que contribuyen á su fomento y propagacion, ya por medio de los trabajos de personas facultativas y ya tambien por medio de la enseñanza, especialmente en las academias de bellas artes. Hay asimismo academias para el fomento de la industria, del comercio, de la agricultura, para la propagacion de la educacion elemental, etc. Los trabajos de estas sociedades promueven la emula

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