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placer: muy al contrario de lo que practican por lo comun los maestros, que sofocan en su origen aquel feliz instinto de que debian aprovecharse. El niño importuna con preguntas, y lejos de satisfacer á ellas, suelen los maestros rechazarlas ó eludirlas con respuestas evasivas, sin considerar cuán natural es que el niño pregunte, puesto que ignora y desea saber. Animémosle, pues, para que pregunte, porque asi sabrá mejor lo que hubiere deseado aprender.

¡¡Qué mas mortífero para la curiosidad de los niños que esas escuelas tristes, sombrías, en las cuales se abruma las tiernas inteligencias con fórmulas áridas, reglas sin sentido y lecciones cansadas y monótonas; escuelas que parecen cárceles, en donde todo inspira hastío, donde el alumno no halla nada que inquirir, ni que desear, encadenado servilmente á imitaciones mecánicas! Y ¡habrá sin embargo maestros que quieran que los alumnos estén atentos, cuando asi se sofocan todos los móviles de la atencion! ¡Por qué no dejar que el alumno se acerque á nosotros por movimiento propio y que nos pida como un don lo que otros le imponen como una carga!:

Veamos, por el contrario, esa otra escuela en que hasta los alrededores son alegres y risueños, y cuyo arreglo interior y sencillos adornos recrean la vista. Cuando llega un nuevo alumno observa que sus compañeros acuden alegres y solicitos, preparándose con satisfaccion para trabajar; todo concurre á tenerle en espectativa; muy luego comienza la tarea, animase la escena, múdase por intervalos, y el estudio viene á ser como una especie de juego. Al principio queda el niño sorprendido, pero luego se deja arrastrar por el ejemplo y quierė tambien jugar con sus compañeros. El maestro puede con destreza proporcionar una infinidad de ocasiones inesperadas que inspiren á los niños el deseo de observar y la necesidad de preguntar: muy a menudo les propondrá en competencia problemas sencillos; preguntándoles lo que sepan, les hará observar lo que ignoren, poniéndoles de este modo en camino de aprenderlo. A un buen maestro no faltan nunca recursos para este fin: los objetos mas familiares, los mas sencillos, las producciones de la naturaleza, las obras del arte, los actos ordinarios de la vida, todo puede servirle para despertar la curiosidad y sugerir á los alumnos mil preguntas de por qué y cómo; tanto mas interesantes para ellos, cuanto mas en contacto estén con los objetos. Porque, nótese bien: la necesidad de saber no apremia á los niños sino cuando comienzan ya á saber algo. Nada exalta tanto la curiosidad como el dejar entrever á medias lo que nos proponemos mostrar, dejando un lado oscuro

junto al que descubrimos. Para ello cuidaremos de dos cosas: de alejar del alumno todo cuanto pueda distraerle, y presentarle objetos dignos de su atencion.

Procuremos, sin embargo, que la curiosidad no sea en nuestros alumnos un vano capricho, una vaga inquietud, dirigiéndola convenientemente para que no se extravic. El objeto ofrecido á la curiosidad de los niños debemos presentarlo bajo la forma mas seductora y mas sencilla, poniéndolo mas de bulto por medio de contrastes inesperados, que exciten la sonrisa mental del niño; porque sabido es que la luz es mucho mas resplandeciente cuando sale del seno de las tinieblas. Valgámonos tambien, aunque con discernimiento, de las comparaciones, en que tanto se complace la mente de los niños, considerando como un juego ef conocer las diferencias y las semejanzas.

La sorpresa no dura mas de un momento, y por lo mismo debemos procurar que no se nos escape la atencion del alumno, satisfaciendo, sí, su curiosidad impaciente, pero cuidando de moderar al mismo tiempo su volubilidad. Para ello conviene presentarle sucesivamente los objetos bajo formas diversas, hasta apurar todas sus particularidades. Si queremos cautivar la atención de los alumnos, debemos concentrarla en un solo objeto, alejando todo motivo de distraccion. Conociendo el niño que está vigilado, aunque no con excesiva rigidez, velará él por sí mismo y concentrará sus fuerzas. Procuremos que esté tranquilo, y por consiguiente contento y satisfecho, sin que nada le atormente ni le agite. Al cautivar su atencion, guardémonos de fatigarla, antes bien concedámosle el descanso necesario, pues nada la debilita tanto como el tenerla en continuo ejercicio hasta apurarla. Procuremos, pues, por todos los medios posibles facilitar el estudio á los principiantes; que satisfechos con sus adelantamientos, redoblarán los esfuerzos. Con los alumnos adelantados debemos ser mas exigentes; pero con el niño que comienza, todo es poco para allanarle y facilitarle el camino.

Convengo en que estos cuidados exigen una multitud de pormenores embarazosos, contínuos, y al parecer minuciosos, mas ninguno de ellos agotará la paciencia del buen maestro. Me seria imposible exponer aquí todos estos pormenores prácticos: básteme indicar su espíritu, que al maestro toca inventarlos por el asíduo é ilustrado desvelo con que dirija la marcha de sus alumnos. La enseñanza mútua, tal como está organizada en nuestras escuelas, presenta muchos ejemplos ingeniosos: las muestras colgadas en las paredes, los telégrafos colocados en el extremo de los bancos, los diferentes ins

trumentos que se tienen preparados, la actitud de los instructores, el pito que reclama atencion, las voces de mando; todas estas cosas son otros tantos aguijones que excitan la curiosidad de los niños. Tambien se encontrarán otros ejemplos, no menos felices, en los excelentes métodos del padre Gaultier, expuestos analíticamente por el señor de Jussieu en una obra que formará parte de la biblioteca del maestro; y en ella se ve cómo el génio benéfico que se siente inspirado de amor á los niños, puede crear incesantemente nuevos medios para despertar la sed de curiosidad, y prestar al estudio eficacísimos atractivos.

Para hacer grato el estudio, un maestro hábil puede valerse de tres medios á cual mas interesantes: el primero consiste en la utili-, dad de la aplicacion; el segundo, inherente al mismo estudio, se deriva de la satisfaccion que proporciona al alma el ejercicio de su actividad; y el tercero puede nacer de las circunstancias que acompañan al estudio y de las formas con que se le reviste. El maestro no adoctrinará á sus alumnos con teorías generales acerca de las ventajas de la educacion, pero encontrará mil medios de hacerles notar en la práctica de la vida humana los frutos que produce el saber: unas veces citará los graves inconvenientes, á que se hallan expuestos los que no saben leer; otras mostrará con ejemplos los recursos que diferentes personas se proporcionan, por medio de la escritura, la aritmética, ó el dibujo. Estos ejemplos producirán tanta mas impresion, cuanto mas se particularicen, siendo tal vez los mas instructivos los que podrán suministrar algun dia los alumnos que hayan salido ya de la escuela. Cuanto mas adelanten en reflexion y en experiencia los niños, mas partido puede sacar de este primer móvil el maestro. El uso del segundo, ó sea el que consiste en el atractivo de los goces intelectuales, ofrece, mayores dificultades; sin embargo, los niños encuentran placer en el ejercicio de todas sus facultades; hasta la actividad intelectual cuando no excede á sus propias fuerzas les agrada; gozan cuando conciben las cosas con claridad, y cuando notan ellos mismos sus adelantamientos. Si en lugar de la coleccion de palabras insignificantes que suelen preferir los maestros para los ejercicios de escritura, con el nombre de muestras, se presenta por modelo á los discípulos un dicho, una frase que les traiga á la memoria alguna idea familiar é interesante ó alguna conversacion de su gusto, entonces en lugar de la aversion que les inspiraria un ejercicio mecánico se les verá complacerse en trazar con la pluma la imágen de su propio pensamiento.

Mientras mas novicios sean los niños, mas necesario es quitar al estudio todo lo que pueda hacerle pesado y enojoso, y rodearle, por el contrario, de cuanto contribuya á darle amenidad, procurando, sin embargo, luego que el alumno adelante y se fortalezca su inteligencia, no dar al estudio un carácter pueril en demasía para que pueda ir comprendiendo que es una cosa séria y grave y que el trabajo exige verdaderos esfuerzosu rob rum of she i pocotr

Hacer felices á los niños es el medio mas eficaz de aficionarlos al trabajo. Abrase la exposicion de los métodos del padre Gaultier, y al principio del capítulo XI de la primera parte se encontrará un cuadro bellísimo de la felicidad que el maestro de primeras letras puede proporcionar á sus alumnosed of

No porque los niños observen mejor lo que les impresiona vivamente, se vaya á deducir que conviene multiplicar por todos los medios posibles el número y la diversidad de las impresiones; pues este abuso seria semejante al de los licores espirituosos. La aten→ cion exige, lo mismo que el temperamento, un régimen moderados Bueno es que el niño sé habitúe á discernir las cosas mas delicadas y las impresiones mas fugaces; bueno es que se aficione, pero no que se apasione, porque todo lo que causa, agitacion en el alma oscurece la inteligencia. No me cansaré de repetirlo: la primera y principal, condicion para observar bien y con fruto es la serenidad de ánimo...

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La atencion tiene dos qualidades diferentes: una, la penetracion, que descubre hasta las mas pequeñas particularidades; otra, la extension, que abarca el conjunto. Procuremos cultivar igualmente las dos, porque si la primera prevalece, pecará el niño de sútil; Ly superficial, si predomina la segunda, croute 63.69 mi 93 5876q59c

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No conviene seguir el mismo régimen con todos los alumnos: hay algunos de atencion viva, pronta y fácilmente excitable, pero de talento ligero y movible; mientras que otros, por el contrario, no aplican su atencion sino con trabajo y lentitud, si bien son susceptibles de perseverancia. Moderemos á los primeros y animemos á los segundos, cuidando sobre todo de habituar á los niños á que sean dueños de su atencion, y no se dejen distraer, por lo primero que se les presenta á la vista, elle a 29(De Gerando...

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sroiger ik al znamk, ent ATENCION. (Medios de desarrollarla.) La atencion es, por decirlo asi, el alma de todas las facultades de la inteligencia. Sin atent cion, la enseñanza, el estudio; y todos los esfuerzos para adquirit

ideas serian infructuosos: equivaldria á tener oídos para no oir, ojos para no ver y sentidos que no darian paso á las impresiones; el alma permaneceria en contínuo letargo y abandono completo; no habria objeto capaz de fijar el pensamiento de los niños, ni formarian estos ideas exactas. Para el desarrollo de la inteligencia es de grande importancia y muy esencial habituar á los niños á fijar la atencion desde la mas tierna infancia, pues que de la falta de este hábito provienen la mayor parte de las dificultades que despues ocurren en la enseñanza.

Recomendaremos, por tanto, con este objeto algunos medios basados en la experiencia y en los principios sicológicos.

No se llame la atencion de los niños sino sobre objetos proporcionados á la edad y al grado de desarrollo intelectual de cada uno; por consiguiente, durante la mas tierna infancia solo debe fijarse en objetos sensibles. Cuanto mayor es el desarrollo de los sentidos, tanto mas profundas son las impresiones y tanto mas se excita la atencion. Querer que los niños se fijen demasiado pronto en cosas abstractas ó que no están sujetas al dominio de los sentidos, es una exigencia que destruye la actividad del alma.

Los esfuerzos de atencion de los niños han de crecer gradualmente con la edad. Al principio se deja al niño que se fije el tiempo que buenamente quiera, sin exigirle grandes esfuerzos para no desanimarle. A medida que se vaya habituando será mas duradera la atencion, y muy pronto llegará el caso en que el que posea el talento de interesarle se fatigará antes que el mismo discípulo, en los ejercicios que practique con este objeto.

Cuando las facultades intelectuales están poco ejercitadas, deben ocuparse en un corto número de objetos á la vez, el cual crecerá gradualmente para que la variedad no fatigue la atencion. Apártese todo lo que pueda distraer, y no se ocupe el espíritu durante el tiempo consagrado al desarrollo del cuerpo, á no estar enlazados entre sí los dos ejercicios. Cuando se pretenda fijar la atencion en una sola cosa, será oportuno separar todo lo que se asemeje mucho á esta misma cosa.

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La niñez se muestra tanto mas atenta cuanto los objetos por łos cuales se pone en juego la actividad dispiertan en mas alto grado las demas inclinaciones del mismo.

Siendo la atención voluntaria en parte, uno de los medios de desarrollarla consiste en dirigirse à la voluntad. Si juzgamos importante é indispensable la adquisicion de un conocimiento, y la razon nos

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