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Conviene sin embargo proceder con mucha cautela en la eleccion de los medios, para no embotar la conciencia. Las alabanzas y elogios exagerados, en lugar de alentar á los niños los hacen indiferentes, asi como las reprensiones duras y repetidas, el mal trato y la censura habitual de su conducta no hacen al fin impresion alguna. Procúrese que el niño, despues de obrar, experimente satisfaccion ó desagrado y arrepentimiento, segun su conducta, y se conseguirá el objeto, si se ha cuidado además de desenvolver los sentimientos morales y se le ha inspirado el sentimiento religioso hasta el punto de que es susceptible en su edad. En los niños el arrepentimiento es mas vivo y sincero que en los adultos y de consiguiente mas eficaz para el desarrollo de la conciencia, que si bien pende en parte de los sentimientos morales y religiosos contribuye asimismo poderosamente al desarrollo de estos mismos sentimientos.

CONCURSOS. La cuestion de los concursos generales entre los establecimientos escolares, ha dado motivo á opiniones encontradas. Unos los consideran como el medio mas eficaz de promover la emulacion entre los discipulos, tan necesaria para los progresos, y una rivalidad entre los maestros muy provechosa á la buena direccion de las escuelas. Otros, por el contrario, ven en estas luchas una peligrosa excitacion del amor propio de los jóvenes, y la causa de espeeulaciones repugnantes por parte de los profesores, que sacrifican á la prosperidad de sus establecimientos los estudios regulares y útiles.

Sin que pretendamos examinar sí los concursos pueden ser útiles en la enseñanza secundaria, podemos decir que son perjudiciales en la elemental, y sobre todo, cuando se aplican á la modesta instruccion primaria. Entre estas dos enseñanzas hay una diferencia notable. La instruccion que se recibe en la secundaria es tan indispensable para los estudios especiales que hace despues el discípulo en la profesion á que se destina, que, sin ella, se le cerrarian todas las carreras. Concíbese fácilmente que en la segunda enseñanza es útil excitar la emulacion lo mas posible para que los estudios se hagan con solidez, y no hay peligro en que se les dé demasiada extension. Cuanto mas sólidos sean, mayor será la aptitud del discípulo para los estudios especiales en que luego se ocupe.

› La instruccion primaria no es un aprendizaje, pues el niño que sale de la escuela á los trece ó catorce años tiene que aprenderlo todo en el oficio ó profesion à que se dedica. Los trabajos corporales

del operario no tienen relacion directa con los de la escuela, si se exceptúa el cálculo y el dibujo lineal, que son indispensables para algunas industrias. No hay duda que la instruccion primaria desarrolla la inteligencia y dispone al niño á entregarse con fruto al trabajo manual que se le exige luego como aprendiz, pues siempre se ha observado notable diferencia entre los aprendices que han frecuentado las escuelas y los que no han adquirido los conocimientos de la instruccion primaria. Es asimismo cierto que la asistencia produce otro bien mucho mas importante aun: el niño se acostumbra á la disciplina, adquiere hábitos de órden y obediencia, y se hace aplicado y religioso. Pero en cuanto á la ciencia, lo repetimos, no hay enlace necesario entre los estudios anteriores y el trabajo del oficio que aprende. No hay, pues, ventaja en extender desmesuradamente los estudios de la escuela primaria; antes, por el contrario, no conviene llevarlos demasiado lejos, porque podrian inspirar al operario inclinaciones que lo separasen del trabajo manual á que se destina. Si es, pues, útil desarrollar la inteligencia del alumno de las escuelas secundarias cuanto sea posible, es peligroso recargar el espíritu del de las escuelas primarias con conocimientos de que no tenga necesidad. Lo que importa en nuestras escuelas no es formar algunos niños sobresalientes, superiores al destino que les espera, sino dar á la masa general instruccion suficiente para que sean operarios entendidos y laboriosos. Si los concursos no tendiesen á elevar el nivel de la instruccion primaria, serian buenos; pero no es asi, sucede todo lo contrario y producen resultados funestos.

En primer lugar, excitan hasta la exageracion á algunos alumnos privilegiados, dejando á la masa comun en la mas completa indiferencia.

En segundo lugar, promueven, no diré la emulacion, sino la envidia entre los maestros; porque, en último resultado, á ellos es á quienes se juzga y aprecia mas bien que á los discípulos.

En tercer lugar, por muchas precauciones que se tomen, por mucho cuidado que se tenga, tienden á desnaturalizar la instruccion primaria separándola de su objeto, dándole una extension cuyos inconvenientes hemos indicado.

La bondad de una escuela no consiste en la instruccion superior de algunos discípulos, sino en la instruccion suficiente de todos, y al visitar la escuela se formaria muy equivocada idea si no se examinara mas que á los niños que el maestro presenta. Por lo comun, separamos á un lado á estos niños que presenta el maestro dispuestos

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á responder á las preguntas superiores del programa, que, en arit mética, por ejemplo, pueden extraer la raiz cuadrada, la raiz cúbica y desenvolver la teoría de las proporciones. Los separamos para preguntar á la ventura á otros discípulos de la misma clase, los cuales, por lo comun, no saben ejecutar sin errores una multiplicacion ó una division fácil. Parece que hay en muchas escuelas una especie de estado mayor encargado de representar la aptitud del maestro, compuesto de niños preparados con anticipacion para sostener la lucha de los concursos, cuando la autoridad ha cometido el error de permitirlos.

Los maestros atienden en esto á su propio interés. Tener un discípulo que ocupe el primer lugar en la lista de mérito, es un honor al que todo se sacrifica. La necesidad de sobreponerse á los demas llega á ser una verdadera pasion que turba el reposo de los maestros y los lleva á descuidar sus deberes. Ilacen grandes preparativos para el combate, se fatiga á los jóvenes atletas con un trabajo excesivo fuera de las horas de la clase con detrimento de la salud de los niños, y á veces durante la clase general con perjuicio de la mayoría de los discípulos. Hemos visto escuelas numerosas, con mas de ciento cincuenta niños, abandonadas á un pasante ó auxiliar, inhá bil, ó insuficiente por lo menos, para conservar el órden y dirigir un trabajo útil, mientras que el profesor se ocupa todo el dia en la instruccion de los cuatro mas adelantados. Este número cuatro entre ciento cincuenta no es una ficcion, sino un hecho de cuya exactitud respondemos.

El premio en estos concursos se tiene en poco; lo que se busca es proporcionar al maestro y á la escuela el honor del triunfo. Esto es lo que busca el maestro, y al discípulo le importa poco la recompensa en que no ha pensado. Es muy loable sin duda alguna el sentimiento que lleva al discipulo á buscar el honor de la escuela y la gloria del maestro, y no podria menos de aplaudirse si no resultara inconvenientes graves para la instrucción popular. Pero las escuelas se desorganizan, y la enseñanza no produce los resultados apetecibles y tiende á traspasar los límites marcados por el legislador.

En efecto, es muy dificil que los concursos no eleven el nivel de la enseñanza. Las comisiones encargadas de preparar los trabajos, aunque estén persuadidas de la necesidad de restringir mas bien que de extender la instruccion primaria, eligen siempre asuntos muy dificiles. Los mismos maestros lo desean asi, porque de presentar preguntas sencillas, todos los candidatos responderian igualmente bien TOMO I.

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y no habria concursos, ni luchas posibles. Cuando el asunto de las composiciones ofrece dificultades, se dan á conocer mejor los que mas saben, adquieren mayor mérito los que ocupan el primer lugar, y resulta mayor lustre para los maestros que los han instruido.

No reprobamos toda clase de concursos entre las escuelas primarias, pero quisiéramos que sirvieran para la instruccion de todos los discípulos. Si, por ejemplo, el mismo dia, á la misma hora, se hiciese en las escuelas públicas de un pueblo, ó de un partido judicial, el mismo ejercicio de ortografía y de aritmética, exigiendo que todos los niños que se hallasen en disposicion de escribir al dictado y de ejecutar las cuatro operaciones fundamentales del cálculo, tomasen parte en el trabajo, podria apreciarse el mérito relativo de cada escuela, comparando el número de alumnos presentes, el número de los que tomasen parte y la edad de cada uno. Estableciendo la relacion entre estos números proporcionales se obtendria un resultado bastante exacto. Si en una escuela, por ejemplo, de cien niños escriben veinte y en otra cuarenta, es claro que esta última es superior á la prímera. El número y naturaleza de las faltas pueden servir tambien de punto de comparacion, y asimismo la mejor ỏ peor forma de letra etc. En fin, por el cálculo y por la instruccion religiosa, que es tan importante, pueden establecerse comparaciones más fáciles de lo que se cree.

Este sistema se ha ensayado en Paris con excelentes resultados, y no podemos dejar de recomendarlo. Ofrece algunas dificultades en la ejecucion, pero la experiencia enseñará á superarlas. El bien que habia de producir es indudable. Desde que el maestro sepa que no se le ha de juzgar por los progresos de algunos discípulos elegidos, sino por los de todos, procurará perfeccionar la instruccion de la masa general, redoblará su celo para asegurar estos progresos y estenderá los únicos conocimientos útiles al pueblo, sin pretender traspasar los límites de la instruccion acomodada á las necesidades de la generalidad.

Estos son los concursos verdaderamente útiles. Los maestros se verán precisados á ocuparse con todos los discípulos, porque desearán que muchos de ellos obtengan la nota de buenos, y comparando el número de buenos y malos con el de los presentes, podrá reconocerse el mérito de los métodos adoptados, el celo y la actividad del maestro, cuáles de estos se han distinguido mas en la verdadera instruccion. Asi es como se harán dignos del reconocimiento del gobierno y de las familias. (Estractado de Th. Lebrun.)

CONDESCENDENCIAS, «Desde que se dispiertan los sentidos, y por las relaciones que establecen con lo que nos rodea, puede ejer cer el niño su tierna inteligencia, siente su debilidad y vuelve los ojos á la madre para implorar su apoyo; ; quiera Dios que en aquel dulce momento no abandone la razon todo su imperio al amor, materno!» Estas sábias palabras del doctor Chardon enseñan á los padres á desconfiar constantemente de la ciega condescendencia que inclina á todas las madres á la aprobacion de cuanto hacen sus hijos y que les privan de la fuerza para oponerse á sus viciosas inclinaciones. La madre que ama de veras á sus hijos y que quiere que sean dichosos, no los consiente jamás; es dulce y buena con ellos, sin estar besándolos contínuamente; no les hace concesiones injustas, ni promesas, ni regalos á todas horas, pues que los niños llegan á disgustarse de todas estas cosas, no saben lo que quieren y se muestran cada vez mas exigentes. Debe, por el contrario, acostumbrárseles á soportar las contrariedades, pues de otro modo se les hace desgra+ ciados é insufribles para sí mismos y para los demas. (Sovet.)!

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CONDUCTA DEL MAESTRO. Lo primero de todo, revistase el maestro de la naturaleza de padré, considerando que les sucede en el oficio de los que le han entregado sus hijos.

No tenga vicio ninguno, ni lo consienta en sus discípulos. Sea sério, pero no desapacible; afable sin chocarrería: para que lo primero no le haga odioso y lo segundo despreciable. Hable á menudo de la virtud y honestidad; pues cuantos mas documentos dé, tanto mas ahorrará el castigo. Ni sea iracundo, ni haga la vista gorda en lo que pide enmienda: sencillo en el enseñar; sufrido en el trabajo; constante en la tarea, pero no desmesurado. Responda con agrado á las preguntas de los unos, y á otros pregúntescles por sí mismo. En alabar los aciertos de los discípulos, no sea escaso ni prolijo; lo uno engendra hastío al trabajo, lo otro confianza para no trabajar. Corrija los defectos sin acrimonia ni palabras afrentosas. Esto hace que muchos abandonen el estudio por ver que se les reprende como si se Jes aborreciese. Dé cada dia á sus discípulos alguno ó algunos documentos para que los mediten á sus solas. Aunque la lectura de los autores les suministrará abundantes ejemplos para la imitacion, la viva voz, como dicen, mueve mas, principalmente la del maestro, á quien los discípulos bien educados aman y veneran, pues no se puede ponderar con cuanto mas gusto imitamos á aquellos á quienes estimamos,

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