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todas las ciencias humanas y á los principios generales que les son comunes, si no dan al espíritu de los jóvenes sino un desarrollo parcial y exclusivo, no formarán sino hombres incompletos y accesibles á multitud de preocupaciones, porque sus ideas carecerán de extension. Ilustrados solamente acerca de un punto y tan ignorantes en los otros como los demas hombres, su ciencia no será para ellos otra cosa que el origen de disputas y á veces causa de errores. Cuanto mas elevadas sean las funciones á que se destinen, mas expuestos estarán á acreditar su insuficiencia, y la sociedad no sacará de los establecimientos consagrados á dar estos conocimientos todas las ventajas que se propone y de que tiene necesidad.

CONTEMPLATIVAS (1) (Facultades). El sentimiento de la naturaleza y de las artes no es solo origen de goces, sino la prueba y la recompensa de nuestra interior armonía. El principio, afortunadamente universal, que nos hace accesibles á las dulces impresiones, desarrolla tambien gérmenes fecundos: en ciertos seres privilegiados produce talentos brillantes y en todos los seres desarrolla cualidades necesarias á nuestra dicha y á nuestro consuelo en la tierra. De alli nacen las facultades llamadas contemplativas, porque conservan en el alma esa disposicion tranquila, elevada, serena y llena de encanto conocida con el nombre de contemplacion.

Y ¿cuáles son esas facultades? se dirá. Es tan vaga é indeterminada su naturaleza, que siento cierta dificultad para señalarlas, por mas que su importancia moral sea inucho mayor de lo que parece. En primer lugar, la facultad de admiracion ó de amor á lo bello, bajo todas sus formas; despues el sentido poético ó el gusto de las emociones vivas y profundas, sometidas sin embargo á las leyes de la armonía y de la belleza; además el sentido religioso, esa necesidad, ese deseo invencible de nuestra alma que lleva al hombre á buscar á Dios antes que tenga conciencia de él. En fin, es un género de imaginacion análogo á cada uno de sus sentimientos, y que lo hace pasar de simple afecto á facultad intelectual y creadora.

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Si las facultades contemplativas excitan poco la curiosidad de los maestros, no por eso hay motivo de admirarse. Silenciosas por naturaleza no llaman la atencion, y á veces su ejercicio no produce resultado y no deja una obra duradera. Todo lo que excitan puede nacer y morir en nuestra alma y parecernos individual. No es fácil

(1) La sociedad desarrolla el espíritu, pero solo la contemplacion forma el génio. (Mme. de Staëlj.

dirigirlas por la educacion, y por otra parte se manifiestan en época tan avanzada de la vida humana, que ha pasado ya el tiempo de su gran poder. Lá educacion suele considerarlas como un obstáculo á sus miras y á la actividad que debe ejercer, las considera como peligrosas, y se complace en señalar sus defectos; pero peligrosas ó saludables debe estudiarlas. Si hay que esperar de ellas algun bien, debe dirigirse con precaucion los gérmenes que las encierran ; si, por el contrario, son temibles, esto es una razon mas para apoderarse de ellas, porque, al fin, no es dado destruirlas.

Esto nos conduce á considerar el espíritu humano en sí mismo, ó mas bien á distinguir los modos principales de su accion.....

Sin pretensiones de clasificar las facultades, que hasta de aqui no están sujetas á una division exacta, diré que el espíritu humano se muestra al obvervador en dos estados diferentes. En el uno domina su actividad; en el otro, la impresion que recibe del exterior; o ejerce voluntariamente una accion, ó la recibe. Estos diferentes estados, como ya he dicho, no se distinguen claramente y se confunden en ciertos grados; el principio que piensa y el principio que siente, jamás están enteramente ociosos; pero el que sobresale en un momento dado, imprime un carácter particular á nuestra existencia intelec

tual.

En el estado de actividad voluntaria, el espíritu se propone un fin; quiere conocer un objeto, apoderarse y juzgar de una idea. Entonces examina, compara, á fin de llegar á un resultado. Para que el exámen sea imparcial, es necesario ante todo acallar las afecciones y repugnancias, y esto sucede naturalmente; la atencion, dirigida al objeto exterior, no se fija en lo interior para comprobar lo que alli pasa. Las impresiones desapercibidas se disipan, y pronto no queda ninguna bastante viva para distraer el pensamiento y relajar los esfuerzos del espíritu. Tal es el estado activo, razonador, analítico, científico, aquel en que la accion del alma se dirige al exterior, en que la voluntad ejerce mejor su imperio y en que la enseñanza metódica produce mejores resultados.

No sucede asi en el otro estado, en que el alma, dominada por las impresiones, se entrega al sentimiento que excitan; estado singular, en el cual el pensamiento, casi incapaz de esfuerzos, parece desplegarse con mas belleza y armonía.

La dificultad de sacar partido de este estado es sin duda infinitamente mayor para la educacion; pero al fin es preciso estudiarlo, es preciso estudiar su naturaleza y sus consecuencias. Es posible que

dependan de él grandes dones; porque si no hay mas que dos maneras de existir intelectualmente, si el espíritu ejerce una accion ó ejerce una influencia, es seguro que lo que no pertenece á uno de estos estados debe atribuirse al otro. Y, como sabemos por la experiencia que el efecto voluntario del espíritu detiene el movimiento de la imaginacion, y por lo mismo el de la inspiracion, alma del talento en todos los géneros, es preciso convenir que nuestros mas brillantes atributos son debidos á la disposicion cuyo carácter es la falta de esfuerzo.

¿Qué sucede cuando recibimos vivas impresiones, cuando ciertos objetos ejercen en nosotros un imperio al cual no podemos sustraernos? Y no hablo de los terribles efectos del espanto que paralizan momentáneamente la razon, la cual los disipa pronto; me refiero á las benéficas impresiones que deseamos prolongar. Cuando nos llenamos de admiracion, cuando la naturaleza con toda su magnificencia, cuando las artes con sus brillantes ilusiones, cuando el sentimiento de lo bello, en fin, conmueven nuestra alma, no está encadenada la inteligencia, pero entra en un mundo nuevo, donde no domina nuestra propia actividad. Estamos sometidos á una poderosa influencia, dispone de nosotros un poder que no conocemos, y bajo el placer de este encanto, temeriamos cualquier movimiento que pudiera hacérnoslo perder.

Tal es el estado contemplativo, en el cual la atencion se hace mas vaga dividiéndose. No se fija entera en el objeto que produce nuestra emocion, pero el sentimiento que experimentamos la reclama. Ni nos concentramos enteramente en nosotros mismos, ni nos fijamos del todo en lo exterior. Una especie de lazo misterioso nos une al objeto de nuestra admiracion. Colocados en el limite de dos mundos, suspensos entre la region invisible del alma y la que manifiestan nuestros sentidos, nos apoderamos de sus intimas relaciones, sentimos la armonía que los une, y nuestros goces inmateriales están acordes y en correspondencia con las bellezas del universo.

Semejante estado se trastorna fácilmente; si la inteligencia entra en actividad, si la atencion es demasiado fuerte, ya en lo interior, ya en lo exterior, y si queremos observar con demasiada solicitud tanto el objeto como la impresion que produce en nosotros, al momento desaparece el encanto: basta comenzar el exámen para entibiarnos y para salir del círculo mágico.

Sin embargo, el mayor poder de este encanto no se debe al efecto de los objetos presentes. Los recuerdos, los afectos que dispiertan,

nos sumergen mas profundamente en esta meditacion. Absorbidos entonces por un sentimiento en que se confunden todas, nuestras impresiones pasadas, en que parece reunirse toda nuestra existencia, nos elevamos sobre el tiempo y la vida, y la imaginacion, libre de las trabas de la realidad, despliega y mueve las alas á su albedrío.

Esta imaginacion, que reina como soberana en la tierna edad, durante el sueño de la razon, no estaba entonces, sin embargo, bien desarrollada. Satisfecha con reproducir el cuadro de lo pasado, se auxiliaba, á veces, por algunas semejanzas para transformar un objeto en otro y dar vida á la naturaleza muerta. A esto se limitaban sus ilusiones. Pero pronto aumenta su poder; mas libre, mas original' en sus representaciones, presenta metamorfosis; cambia los atributos de todas las cosas á su albedrio, y creadora ya, produce seres que no existen. En sus atrevidas concepciones realiza lo desconocido, hasta lo imposible; trastornando el órden de los tiempos, no parán-dose en el de las causas, construye un mundo fantástico con los elementos del mundo real.

Pero ¿cuáles son los motivos de la imaginacion para elegir? ¿Se deja guiar por la casualidad ú obedece en secreto á una ley que le impone su propia naturaleza? M. de Boustelten, autor ingenioso, ha ilustrado muy bien este punto. La imaginacion, segun su parecer, muy diferente de la razon pura, no tiene en cuenta las relaciones reales, sino que reune las ideas que produce la misma impresion que recibimos. El sentimiento que excitan es el lazo que las une, de suerte que, por ejemplo, un torrente y el tiempo, una rosa y la juventud, el firmamento y la eternidad se asocian en nuestra imaginacion, porque estas ideas nos afectan de una manera análoga. La relacion que puede mediar entre ellas se nos oculta, y como el espíritu no ha tenido tiempo de distinguirla, no es obra suya la asociacion rápida, instantánea. Pertenezcan ó no al mundo moral ó físico, tengan ó no relacion alguna entre sí, poco importa; producen en nosotros un efecto semejante y el sentimiento las encadena.

Asi crea la imaginacion las bellas artes. Recorriendo el universo con ligeras alas, va à buscar lejos lo que está de acuerdo con nuestra disposicion del momento. Puede variar de mil mancras el sentimiento que nos domina, puede ser grave, solemne, tierno, melancó- . lico ó alegre, pero siempre proporciona lo que le conviene. Mensajero ciego para la dicha, pero hábil en la ejecucion de su mision particular, exalta nuestros placeres como nuestros dolores, nuestras espeTOMO I.

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ranžas como nuestros temores, y es sucesivamente nuestro consuelo y nuestro tormento, nuestra gloria y nuestra locura.

Por caprichosa que parezca, la imaginacion reconoce una ley y quiere tambien la unidad y aspira á la armonía. Verdadera en su género y fiel á su primer impulso, las innumerables ideas que recoge forman mágica armonía con la inclinacion que domina en el fondo de nuestra alma.

Pero en un alma bien ordenada, las inclinaciones están acordes entre sí, y del conjunto resulta grande armonía. Cada sentimiento de por sí puede tener mayor ó menor desarrollo, puede enlazar variedad inmensa de ideas, y no obstante de resonar juntas en nuestro corazon cuerdas tan diversas, resulta una sola impresion profunda y tanto mas fuerte cuanto que nada puede turbarla. La imaginacion rechazaria como discordante lo que la razon desechase como absurdo y la moral como censurable. Una sensibilidad esquisita no puede fijar su eleccion sino en la belleza inmaterial y sublime, de la cual la belleza visible no es mas que un pálido reflejo.

¿Sirve de elemento principal á nuestra constitucion moderna la viva sensibilidad de un alma á la vez espansiva y bien ordenada? ¿La han puesto en justo equilibrio la educacion y civilizacion con este elemento activo que nos es tan necesario? Creo que no, y para fundar esta opinion basta echar una ojeada á nuestra cultura intelectual.

¿Es necesario citar los diversos hechos que en toda la civilizacion francesa han señalado la preponderancia del elemento activo que preside á la investigacion del mundo visible? ¿No se ha visto fundar las bellas artes en el principio de la imitacion, la filosofia en el de las sensaciones, y en fin, la sicologia ó el estudio del alma estar expuesto á resolverse por el de los órganos corporales? Parecia que todo iba á deducirse poco a poco por las leyes de la mecánica y del cálculo, tanto en el hombre como en los objetos á cuyo estudio se consagra. Los géneros en que mas debia consultarse el sentimiento interior eran invadidos por el espíritu de la observacion material, y á medida que se apoderaba de ellos los referia á las ciencias físicas y matemáticas, lo mas posible.

á

No obstante, por efecto de su inmenso desarrollo, este mismo espíritu ha llegado á descubrir sus propios límites y ha comprendido que no podia alcanzar á todo. Se hacen sentir otras necesidades; se ha manifestado una vida nueva; el movimiento ha sido mas grande, mas universal; pero acaso una mirada, á pesar del ardor de los espíritus, reconocerá el mismo vacío que nos ha dejado la precedente

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