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hubieran producido en ella efecto, mas enérgico y mas seguro que mi repentina aparicion con las amonestaciones consiguientes. (Mme. C. L. Beaudoux.)

CURIOSIDAD. (Educacion intelectual). La curiosidad, de que ya hemos hablado algo en otra parte, es en los niños aquel deseo que manifiestan de instruirse de las cosas, sin el que serian unas criaturas totalmente estúpidas é inútiles. Es preciso, pues, procurar aumentarla por las bellas esperanzas que promete aquel en quien se halla, y porque es un excelente medio de que se ha valido la naturaleza para disipar la ignorancia en que nacemos. Ved aqui, si no me engaño, los medios de excitarla y tenerla siempre en accion y movimiento.

1. No se debe jamás mirar con desprecio ninguna de las preguntas que haga un niño, ni permitir que nadie se ria, ni haga burla de ellas; al contrario, es preciso responder á todas claramente, y explicarles las cosas de manera que puedan comprenderlas segun su edad, y la extension de sus luces lo permitan; pero guardaos de. confundirles el entendimiento con explicaciones ó ideas que excedan á su inteligencia, ó proponiéndoles una multitud de cosas que no ten-gan relacion alguna con lo que deseen saber por entonces. Cuando. os haga alguna pregunta un niño, atended mas á lo que quiera decir, que las palabras de que se sirva para expresar su pensamiento: vereis como despues que le hayais enterado perfectamente en lo que deseaba instruirse por entonces, dirige su curiosidad á otros objetos nuevos; y como respondiendo de esta suerte exactamente á todas sus preguntas, le haceis caminar aun mas lejos que lo que acaso pudiérais haberos imaginado. El conocimiento de las cosas agrada al entendimiento tanto como la luz á los ojos; y los niños, con especialidad, se complacen en extremo en adquirir nuevos conocimientos, mayormente si ven que se escuchan sus preguntas, y se excita y alaba en ellos el deseo que tienen de instruirse. Estoy muy persuadido de que una de las principales causas por qué la mayor parte de los niños se abandonan enteramente á diversiones frívolas, y emplean todo el tiempo en bagatelas, es porque ven que se mira su curiosidad con desprecio, y no se hace caso de sus preguntas; si se les tratase desde luego con mas consideracion y dulzura, y como se debe, se tomase la molestia de responder á todas sus preguntas de un modo que les satisfaciese, estoy seguro que no hallarian tanto placer en divertirse siempre en unos mismos juegos, como en aprender y hacer.

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algunos progresos diariamente en el conocimiento de las cosas, en que continuamente encontrarian novedad y variedad, dos circunstancías que agradan á todos generalmente, pero con especialidad á los niños.

2. No solo se debe responder con seriedad á los niños, è instruirlos en las cosas que apetezcan saber, como si fuesen materias, cuyo conocimiento les fuese muy interesante, sino que es preciso además excitarles á esta especie de curiosidad por medio de alabanzas particulares, y hablar en su presencia del conocimiento que otras personas, á quienes ellos estimen, tienen de tales ó tales cosas; y como todos estamos llenos de altanería y orgullo, aún desde la cuna, conviene lisonjear su vanidad por cosas que les hagan ser hombres de bien y virtuosos, y obrar siempre de manera que su presuncion misma los conduzca á aquellas cosas que puedan serles ventajosas. Hallareis, segun este principio mismo, que no hay un motivo mas poderoso para obligar al primogénito de una familia á que aprenda alguna cosa, como el persuadirle que despues la ha de enseñar él mismo á todos sus hermanos.

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3. Si no se deben despreciar jamás las preguntas que los niños hagan, tampoco se les deben dar nunca respuestas engañosas ni ilusorias, porque conociendo con facilidad cuándo se les desprecia ó se les engaña, aprenden desde luego á ser negligentes, disimulados y embusteros, viendo que otros caen en los mismos defectos. Nunca debemos hablar contra la verdad en cualquiera conversacion que sea, pero mucho menos cuando hablamos con los niños, porque alguna vez los engañamos, no solo engañamos su esperanza, é impedimos de esta suerte que se instruyan, sino que corrompemos su inocencia y les enseñamos el vicio peor de todos. Estos son como unos viajeros recien llegados á un pais extrangero, que les es desconocido enteramente y asi aunque sus preguntas nos parezcan algunas veces de muy poca importancia, debemos sin embargo responderles sériamente, y hacer escrúpulos de engañarlos, porque á nosotros nos parecerán despreciables, porque hace mucho tiempo que sabemos su respuesta, y para ellos serán muy importantes, porque ignoran enteramente su solucion y desenlace. Los niños no tienen la menor idea de la mayor parte de las cosas, que para nosotros son muy familiares; y la primera vez que se presentan á su espíritu, les son absolutamente tan desconocidas, como lo han sido en otro tiempo para nosotros mismos: en este supuesto, lejos de despreciar sus preguntas, ni engañarlós, debemos acomodarnos con prudencia á so

ignorancia, y ayudarlos á salir de ella, dándoles exactamente las respuestas. Cualquiera de nosotros que fuese ahora á vivir ó á establecerse en el Japon, á pesar de toda nuestra sabiduría y nuestras luces (que acaso son la causa de que despreciemos tan inconsideradamente las preguntas de los niños), sin duda querria informarse de todo lo que hay digno de curiosidad en este reino, y haría mil preguntas que un japonés nécio y orgulloso miraria como impertinentes y ridículas; pero que sin embargo serian muy naturales en nosotros, respecto al ningun motivo que teniamos para estar enterados de ellas. En este caso deseariamos con mucha ánsia encontrar alguno que con atencion y cortesía satisfaciese nuestras dudas, y nos sacase de nuestra ignorancia.

Luego que se presenta á la vista de los niños algun objeto nuevo, preguntan ordinariamente, ¿qué es esto? y en esta pregunta, que suele hacer todo extrangero, cuando ve alguna cosa que le es desconocida, no tiene regularmente mas objeto que saber el nombre de la cosa; de forma, que diciéndoles cómo se llama, queda su pregunta enteramente satisfecha. Mas si como acostumbran, preguntan despues, ¿para que sirve esto? es preciso tambien responderles sencilla y exactamente, enseñándoles el uso de la cosa, y explicándoles el modo ó manera de que se usa en términos que pueda comprénderlo. Y si con motivo de algunas otras circunstancias os hacen nuevas preguntas, para mejor enterarse de la cosa, no dabeis permitirles que pasen adelante, hasta que habiéndoles dado todas las luces ó noticias, de que sea capaz su entendimiento, les hayais empeñado por este medio á haceros otras de nuevo. Acaso una conversacion semejante no parecerá tan frivola y ridícula á un hombre ya formado, como se piensa comunmente; porque las cuestiones que los niños curiosos proponen naturalmente por sí mismos, y sin que nadie se las sugiera, dan ocasion muchas veces para tratar materias, que pueden ocupar dignamente el talento de un hombre hábil. Creo asimismo que las preguntas inopinadas que hace un niño son, por lo comun, mas instructivas que los discursos de los hombres hechos, que no hablan ordinariamente sino por rutina, segun las preocupaciones de su educacion, ó conforme á ciertas nociones que han tomado de otros hombres.

4. A fin de excitar la curiosidad de los niños, quizá sería tam bien muy conveniente poner algunas veces à su vista cosas estrañas y nuevas, que les diesen motivo para querer informarse de ellas; y si por casualidad les conduce alguna vez su curiosidad en este caso

á preguntar lo que no convenga que sepan, es mucho mejor decirles abiertamente que esta es una cosa que no pertenece á su inspeccion ni exámen, que no engañarlos con respuestas falsas ni frivolas.

La extrema vivacidad que se manifiesta anticipadamente algunas veces en los niños, nace de un principio que rara vez se halla acompañado con un juicio sólido, ó un temperamento robusto. Si los padres debiesen desear que sus hijos fueзen vivos y despejados en las conversaciones, me parece que no seria muy difícil hallar el medio de hacerles adquirir esta cualidad; pero yo supongo, que un padre sábio y prudente querrá mas que su hijo sea hábil y útil á sí mismo y á su patria, cuando llegue á ser hombre formado, que no agradable y divertido en las concurrencias durante el tiempo de su infancia: á la verdad, estoy persuadido que un padre no se complace tanto en oir charlar á su hijo con viveza, como en verle razonar con algun tino. Excitad, pues, en cuanto sea posible, la curiosidad de vuestro hijo, satisfaciendo á todas sus preguntas, y formándole el juicio en cuanto su edad lo permita. Alabadle si sus razones en algun modo lo merecen; y si absolutamente yerra, enmendadle con dulzura, sin reiros ni hacer burla del error que haya cometido. Por lo demas, si parece solicito é inclinado á razonar sobre todo lo que se presente á su espíritu, tened cuidado, en cuanto esté en vuestra mano, de que nadie sofoque en él esta inclinacion, ni le corrompa por medio de conversaciones capciosas é ilusorias: porque como de todas las facultades de nuestra alma, la que consiste en razonar es sin contradiccion la mas importante y sublime, merece tambien que se procure cultivarla con todo el esmero posible, respecto á que el punto mas alto de excelencia á que puede llegar el hombre en este mundo, se reduce á perfeccionar su razon, y á hacer buen uso de ella.

(Loke.)

FIN DEL TOMO PRIMERO.

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