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SEÑORES DIRECTOR Y PROFESORES:

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SEÑORES COMPAÑEROS:

ODA idea constituye el principio de una acción, en todo organismo social como humano. Cumpliendo á tal verdad, las ideas que el siglo XVIII le tocó germinar, estallaron en sus postrimerías en el hecho revelador, núcleo y origen de un movimiento que se llamó Revolución francesa, que revelando al hombre su individualidad, iba á enseñarlo á no inclinarse impensante, bajo las abrumadoras mitades de Dios que dirigían su vida: la Religión y el Estado; el Sacerdote y el Rey.

La idea y el acto, funciones distintas, órganos distintos requieren y exigen. La idea había nacido: para hacerla efectiva precisaba destruir un pasado, sacudir el férreo yugo de las tradiciones, luchar contra los hechos. La acción surgió entonces, personificándola hombres capaces de destruir ese pasado: á la era de la idea, iba á seguir

la de la espada; el Marte del siglo, fué el primero que destruyendo para construir, justificó la verdad en que encarna la filosofia de los ejércitos: que la guerra actualiza toda revolución social.

Mas aquella idea que estalló en el pueblo francés, aquel guerrero que fué su ejecutor como su efecto, no iban á localizarse la una, ni á absorver su ejecución el otro: el poder pontificio, minado ya por el triunfo de Reyes sobre Papas, por el Cisma como por la Reforma, tenía que ser herido por una Revolución que reveló la libertad en todo orden de cosas. El conflicto no podía ser más flagrante: «El Papado y la libertad (ha dicho Favre) (1), son dos potencias que se excluyen, que no pueden tocarse, sin que una de las dos sea condenada á muerte». La Religión iba, sin duda, á ser atacada por algún flanco; preparada la mina, la chispa tenía de aparecer: apareció; la causa predisponente, siendo inmensa, la ocasional había de seguirla: la siguió.

Los pueblos de la península italiana, recordando su pasado, obligados por el impulso que lleva á los grupos que constituyen una sola nación, á constituir un estado único, buscando el realizar un ensueño soñado por artistas y perseguido por patriotas, queriendo decorarse con el recuerdo, grande entre lo inmenso, de la augusta y reina Roma, marchaban de tiempo atrás á su unión; su impulso encontró un obstáculo: los Estados pontificios, una teocracia, un anacronismo político, el poder temporal del Papa....el Papa, la palabra

(1) Larousse. -Diccionario General.-Palabra "Papado."

del Cielo; el Papa-Rey, soberano de un Estado; para destruir semejante obstáculo, dos fuerzas había que combatir: la divina y la humana, la religiosa y la efectiva. La Revolución había enseñado á no temer á la primera; la acción era precisa para vencer á la segunda. Habló entonces la fuerza, se cumplió la predicha verdad, á la idea siguió el acto, al cerebro la espada, y esa espada se personificó en Garibaldi, el peregrino de la libertad, que aprendió á amarla al calor del libre sol de América; ese, el héroe de la República del 49; ese, que no tuvo otro amor que la libertad, ni otro odio que la tiranía, arrebató en 70 al ReyPapa la corona, y parodiando á San Ambrosio, dijo á Pío IX ano tenga la Iglesia más fuerza que su fe», y mostró al mundo que la Libera chiesa in libero stato», de Cavour, iba á ser un hecho en la hermosa Italia, como para orgullo de este Continente lo era ya en nuestra patria, gracias al cerebro y la sangre de una generación de atletas.

El poder temporal del Papa había acabado; las ideas dieron su fruto; la evolución cumplió su destino; lo inadaptable estaba excluido.

Semejante acontecimiento, á no dudarlo de los más importantes en los tiempos modernos, revivió la eterna y vieja cuestión: las relaciones del catolicismo y del Estado, horizonte amplísimo para el soceólogo y el derecho que es una ciencia social, á la luz de los principios internacionales, esos principios que, á mi ver, constituyen la filosofia jurídica de los agregados humanos, en tanto son sujetos de derecho; ante ellos, repito,

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