Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ro con lo dicho creemos poder hacer nuestras las palabras de Brusa (1): "afirmese lo contrario, (nos dice); mas desde el momento en que el poder del Papa debe emanar de una ley de Estado italiana, no es fácilmente aceptable que el Papa continúe como Soberano politico del Vaticano."

(D). Dijimos que era complementario á la ley de garantías, un cuadro sintomático efectivo de vida internacional, por parte de la Santa Sede; dedico á él una palabra, fijándome en dos de sus manifestaciones, que constituyen derechos soberanos: su representación y negociación. El primero, que reconoce la ley de garantías, es inegable; mas su carácter no le es á igual grado. Pradier Fodéré (2) nos dice que los agentes que envía y recibe el Papa, tienen carácter diplomático como los de los soberanos territoriales; nosotros, consecuentes con las teorías que hemos expuesto, convencidos por la imposibilidad de que un poder no político tenga agentes de ese género, y de que los intereses que un diplomático represente, estén subordinados á la ley de cada país, seguimos la opuesta opinión, que es la de Fiore; vemos carácter especial en esos agentes asimilados á los diplomáticos.

Los concordatos, indudable manifestación del soberano derecho de negociar, son también de carácter propio, puesto que arreglan intereses de los súbditos de cada país que los contrata. FunkBentano (3) dice á tal respecto: «Los concorda

(1) Estudio citado.

(2) Curso de Derecho Diplomático, tomo 1° 195 y siguien tes.

(3) Op. cit. pág. 177.

tos son transacciones entre la Santa Sede y un Estado, para arreglar los intereses religiosos de los católicos, súbditos de ese Estado..... en realidad hacen parte del Derecho público interino, y no del Derecho de Gentes, que arregla relaciones de los Estados entre sí.»>

El muy incompleto y ligero análisis de los hechos, nos lleva á esta segunda conclusión capital: El Papa no es en sí un soberano político; pero goza de determinados privilegios y ejercita tales derechos, que no es tampoco un súbdito, constituye una soberanía anomala ante el Derecho internacional. «Su situación se determina, diremos con Foignet (1), por una creación arbitraria del Derecho de Gentes, y una derogación notoria á los principios de las relaciones internacionales.»

III

Ha llegado el momento de concluir, de aprovechar lo que va dicho: Si ante los puros principios la Iglesia católica no es un Estado; si ante los actuales hechos el Papa encarna en la vida internacional como una anomalía única y transitoria; si aquello debió ser y esto es, ¿cuál será el mañana? La conclusión es precisa y lógica, ha sido indicada: La Iglesia, ó sus órganos, desaparecerán en lo porvenir como entidad internacional jurídica, para vivir libres, al amparo de las libres instituciones de cada país; soberanos dentro de sus límites, sometidos por la libertad de los otros legítimos in

(1) Op. cit. pág. 385.

ya

1

tereses, y sin exigir privilegios ni constituir andmalas.

¿Esto significa que condenemos el estado actual? No, por el momento; es un mal necesario, Abandónense las pasiones que todo lo falsean; desóiganse las razones de corazón, extrañas á la ciencia, y habrá de reconocerse que la Italia «bajo el imperio de graves preocupaciones que, sobre todo en 1871, se imponían por sí mismas, hizo bien en dar al Papa mayores garantías que á un ciudadano, sin que por eso dejemos de comprender con Brusa (1), que la ley de garantías es un hecho cuyo valor va aminorándose, á medida que se reconoce la inanidad de las esperanzas que la hicieron formular»; y que «el legislador italiano no tardará en introducir en su ley reformas indispensables, tan pronto como los atentados papales pongan en peligro la seguridad de otras naciones, y por lo mismo la amistad que Italia les debe». El ideal será alcanzado, destruyendo todo obstáculo: así lo quiere la potente evolución; así las eternas enseñanzas de la historia.

Por el momento, el equilibrio parece mantenerse; el proceso evolutivo detenerse. ¿Por qué? por las pasiones, y sólo por ellas. Oid á León XIII (2), al diplomático por excelencia, al que llama "patriarca del Norte" al Czar, é "hija muy predilecta" á la herética Francia; oidlo decir en un arranque á lo Pio IX: "La situación del Papa es intolerable; vedlo prisionero voluntario del

(1) Estudio citado.

(2)-V. El Vaticano y el Quirinal" A. Leroy Beaulier.Revue de Deux Mondes. 15 Obre 83.

Vaticano, que jamás ha pisado desde que es Patriarca, los 200 escalones de la Scala regia, por no ver descristianizada á la capital del Papado: vedlo oponer el eterno y obsecado "non possumus, á todo entendimiento con el Quirinal; vedlo soñando acaso con restituir su antiguo poderío (3), declarándose infalible, para buscar una nueva arma; oid al coro ultramontano, pidiendo la creación de una especie de San Marino en Italia, sosteniendo contra los hechos que el Vaticano encierra una soberanía política, cuando bajo sus techos sólo viven súbditos de países diversos, cuando al pie de sus ventanas suenan las marchas del ejército, y flamean las banderas de la unidad italiana. Ved todo eso, y vereis una fuerza que en apariencia sostiene la anomalía que nos ocupa, que el fondo la mina, pues autoriza apasionamientos contrarios; y en efecto, allá, en el otro bando, que pudiera luchar con tan bellos argumentos, la pasión hunde también sus garras, hace declaraciones intolerables, y á poco está que ofuscados por su propia ceguedad, no repitan sus corifeos contra los Papas, el verso del eterno Dante: "Investe de pastor lupi rapaci" (Lobos rapaces, vestidos de pastor).

Los que vivimos lejos de ese medio; los que podemos sacudir todas las intolerancias, porque se nos ha enseñado á respetar todo derecho; podemos espectadores imparciales de esa lucha, apreciar su valor y sus resultados; debemos reconocer que el Papado, viviendo de recuerdos y cre

(3)--Geffeken.-"León XIII ante Alemania."-Bonghi. Nueva antología, (citados por Benoist.--Estudio señalado.)

yendo en lo que fué, no ve el presente, ni aprecia lo que es; debemos reconocer que el catolicismo, desnaturalizando la palabra sublime de su fundador, quizo hacerse universal por la fuerza, salió con ello de su esfera, y preparó su debilitamiento; comprendemos que el Papado temporal, tuvo un momento histórico, en que fué legítimo y preciso; mas hoy que el hombre va siendo en todo su propio director; hoy que el Estado, por una parte, y el gobierno moral de sí mismo por la otra, van absorbiendo la coacción religiosa, el sentimiento correlativo tiene que ir declinando, y sus órganos con él. El hombre, al alcanzar la libertad en todo orden, la requiere en el más elevado, que es el moral. La religión, como todo fenómeno social, es el efecto preciso de una necesidad: y ésta, de una época. Por eso la religión tuvo que ser artística con la Grecia: coercitiva con la batalladora edad media, y debe ser liberal con la libertad contemporánea. ¿Puede la religión responder á esa exigencia, reconocer otra libertad que su dominio, adaptarse á la actual ley de vida de que cada libertad tenga el solo límite de la agena? Ese es el problema; en el campo de la sociología habrá de resolverse reconciliando á la religión católica con la libertad, ó sacrificando á la primera, cuyos dioses, entonces, desertarán del cielo, y cuyos vestigios, entonces, concluirán en la tierra. En el campo del derecho, con el transcurso de los tiempos y las incertidumbres de la lucha, el problema quedará resuelto con la desaparición de ese resto de una causa que fué, y que ya no es; de esa transacción con lo pasado, de esa anomalía del dere

« AnteriorContinuar »