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rar, Estando asi admirados, acuerdan los de un navío, y debía de ser del navío del capitan Hojeda, burlando ó de veras espantarlos más; soltaron ciertas lombardas, pegando fuego, y, con el terrible tronido que dieron, la mayor parte de todos ellos dan consigo en la mar, de la misma manera que las ranas que estan en seco en la ribera, oyendo algun estruendo, súbitamente saltan luego á zabullirse en el agua; y de tal manera quedaron atónitos y sin habla, que ya á los cristianos de la burla les comenzaba á pesar; comenzáronse á reir y alagarlos, hasta que vieron que aquello era burlando, haciéndoles entender por señas, que aquellas armas eran para las guerras que solian tener contra sus enemigos. Estuvieron allí todo aquel dia, con gran contentamiento, y que no los podian despedir de sí hasta que les dijeron por señas que se fuesen, porque aquella noche se querian partir; fuéronse muy alegres y contentos, y con gran amor y benevolencia de los cristianos. Dice Américo aquí, que aquella tierra era de gente muy poblada y de muchos y diversos animales llena, pocos que se parecian á los nuestros de España, sacados los leones, osos, ciervos, puercos, cabras monteses y gamos, que tenian cierta deformidad, diferentes de los nuestros; pero, en la verdad, yo no creo que él vido leones ni osos, porque leones son muy raros, y no pudieron estar tanto que los viesen, ni osos; cabras, nunca hombre en estas Indias las vido, ni sé cómo pudo ver la diferencia que hay de ciervos á los gamos, si alguna es, ni puercos porque no los hay en estas partes; ciervos ó gamos, de léjos, bien pudo ver muchos, porque los hay infinitos en toda la tierra firme; caballos, mulas, asnos, vacas, ni ovejas, ni perros, dice que no hay y dice verdad, puesto que perros de cierta especie, que no la de acá, háilos en algunas partes. De otros muchos animales de varios géneros, silvestres, dice que hay gran abundancia; pero si no eran conejos, pudo él dar poco verdadero testimonio de haberlos visto. De aves de diversas colores y especies y hermosura, dice que vieron muchas, y así lo creo, porque las hay infinitas. De la region de la tierra, dice ser amenísima y fructifera, de selvas

y florestas grandes llena, las cuales en todo el tiempo del año están verdes y con sus hojas que jamás se caen; frutos, innumerables y diversos de los nuestros: y todo es verdad. Torna á repetir (no sé si lo dice de aquella misma tierra, que parece que sí, ó de otra, y parece que su decir confunde la relacion por lo que ha dicho arriba, que se habian de partir aquella noche), que vino mucho pueblo á los contemplar por ver sus gestos, personas y blancura, y que les preguntaban que de dónde venian, ellos respondian que habian descendido del cielo por ver las cosas de la tierra, lo cual sin duda los indios creyeron. Cometieron aquí los cristianos un grande sacrilegio, estimando hacer á Dios agradable sacrificio, que como vieron aquellas gentes tan tratables, mansuetas y benignas, no las entendiendo, ni ellas á ellos, ni sola una palabra, por lo cual no pudieron darles alguna chica ni grande doctrina, baptizaron, dice Américo, infinitos; de donde parece lo poco que Américo y los que allí iban, de la práctica de los Sacramentos y la reverencia que se les debia tener, y la disposicion y idoneidad que para recibirlos se requeria, sabian, porque si el Sacramento del baptismo recibieron y el carácter se les imprimió, como parece que sí, porque no tuvieron ficion alguna, sino ántes voluntad positiva, expresa, de recibir lo que aquellos hombres cristianos les daban, é implícita de lo que la Iglesia les diera si fueran los ministros discretos, y si ellos supieran qué cosa era Iglesia y baptismo, precediendo en ellos suficiente doctrina, sin duda tuvieran la voluntad é intencion expresa. Es manifiesto que cometieron aquellos cristianos, en baptizarlos, contra Dios gran ofensa; la razon es clara, porque fueron causa aquellos que fueron ministros del baptismo, que aquellos indios ya cristianos, que poco que mucho eran idólatras, y que estarian en muchos pecados, quizá de diversas especies, como gente careciente de lumbre de fe y de doctrina, desde adelante fuesen á idolatrar con injuria del Sacramento, y así, con gran sacrilegio, imputable á los que tan indiscretamente los baptizaron, no á los baptizados indios; y si no recibieron el carácter y baptis

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mo, tambien ofendieron á Dios, porque administraron fuera del caso de necesidad en cuanto en sí era el Sacramento en balde é indebidamente, por faltar la necesaria disposicion en el sujeto, por lo cual se instituyeron, con culpable indiscrecion, en idóneos ministros. Dice Américo, que, despues de baptizados, decian los indios, charaybí, que suena en su lengua, llamando á sí mismos, varones de gran sabiduría; cosa es esta de reir, porque áun no entendian qué vocablo tenian por pan ó por agua, que es lo primero que de aquellas lenguas á los principios aprendemos, y en dos dias ó diez que allí estuvieron, que quizá no llegaron á seis, quiere Américo hacer entender que entendia que charaybí queria decir varones de gran sabiduría. Aquí declara Américo, que aquella tierra llamaban los naturales de ella, Paria, y disimula lo que allí pasó de las nuevas que supieron, como habia estado allí tantos dias el Almirante, y vieron las cosas que les habia dado de las de Castilla, y fuera razon que no lo callara. Bien será que todos los que aqueste paso leyeren, y todo el discurso de aquesta historia, hagan aquí pié, y noten como verdaderos cristianos y prudentes, desembarazados y libres de afeccion, la bondad y mansedumbre y hospitalidad natural de estas gentes, todas, digo, las de estas Indias, y como resciben los cristianos en sus tierras al principio, ántes que los cognoscan por sus obras no cristianas ni de cristianos, sino de hombres, puros hombres, inventadas y adquiridas por sus corruptas costumbres; consideren tambien los lectores, la disposicion tan buena y tan propíncua que tenian para recibir nuestra católica fe, y con cuán poco trabajo, y con ninguna resistencia se hicieran todas las naciones deste orbe, infinitas, cristianas, y se convirtieran á su Criador y Redentor, Jesucristo, si entráramos en ellas como verdaderos cristianos. Pero pasemos adelante, porque antigua cuestion y lamentable materia es esta.

CAPÍTULO CLXVII.

Acordaron de salir deste puerto, y debia ser el golfo dulce, de que arriba se ha hecho larga mencion, que hace la isla de la Trinidad con la tierra de Paria, dentro de la boca del Drago, y sospecho que, como cosa que era señalada y notorio haberla descubierto el Almirante, calló Américo, de industria, el nombre de la boca del Drago; porque esto es cierto, que Hojeda y Américo estuvieron dentro deste puerto, como el mismo Hojeda, en la susodicha su deposicion, con juramento lo confiesa, y otros muchos testigos, asimismo con juramento, en la probanza que hizo el Fiscal, lo afirman; y aquí dice Américo, que habia ya trece meses que andaban por allí, pero yo no lo creo, y si dice verdad en los meses, fueron en el segundo viaje, que despues con el mismo Hojeda hizo, á lo que tengo entendido, y no en este primero, como parece por muchas razones arriba traidas, y por las que más se trujeren. Finalmente, salidos, desde Paria vánse la costa abajo, y llegan á la Margarita, que el Almirante habia visto y nombrado Margarita, puesto que no llegó á ella, y saltó en ella Hojeda, y paseó parte della por sus piés, como él mismo dice, y estos mismos testigos, que con él fueron, tambien dicen que llegó á ella, puesto que no niegan ni lo afirman que saltase en ella; y desto no hay que dudar, sino que la pasearia, porque es muy graciosa isla, y tenia espacio para ello: y poco hace al caso esto. Alli es de creer que rescataron perlas, puesto que no lo dice, pues otros descubridores que luego despues de él vinieron, las rescataron en la dicha Margarita. Extendió su viaje Hojeda hasta la provincia y golfo de Cuquibacoa, en lengua de indios, que agora se llama en nuestro lenguaje, Venezuela, y de allí al cabo de la Vela,

donde agora se pescan las perlas, y él le puso aquel nombre, cabo de la Vela, y hoy permanece, con una renglera de islas que van de Oriente á Poniente, alguna de las cuales llamó Hojeda de los Gigantes. Por manera que anduvo costeando por la tierra firme 400 leguas, 200 al Levante de Paria, donde recognosció la primera tierra, y esta, él sólo primero que otro alguno, con los que con él iban y fueron, la descubrió y descubrieron; y 200 que hay de Paria al cabo de la Vela. Paria estaba descubierta, y la Margarita, por el Almirante, ocularmente, y grande parte de las dichas 200 leguas de la Margarita al cabo de la Vela, porque el Almirante vido como iba la tierra y la cordillera de las sierras hácia el Poniente, y así todo este descubrimiento á él se le debe, porque no se sigue que para que se dijese haber descubierto una tierra ó isla, era menester que la paseara toda; como la isla de Cuba, claro está que la descubrió por su persona, pero no se requeria que anduviese todos los rincones della, y lo mismo desta isla Española y de las demas, y así de toda la tierra firme, cuanto grande sea y cuanto más se extienda, el Almirante la descubrió. De lo dicho parece, manifiestamente, que Américo se alargó en lo que en su primera navegacion afirma, que costearon 860 leguas: esto no es verdad, por confesion del mismo Hojeda, el cual no quiso perder algo de su gloria y derecho, empero, dice en su dicho, como pareció en el cap. 140, que arriba de Paria descubrió 200 le guas, y de Paria á Cuquibacoa, que hoy es Venezuela; yo le añido hasta el cabo de la Vela, porque lo hallé así depuesto en el susodicho proceso por algunos testigos que supieron bien despues toda aquella tierra, é trataban con los descubridores é iban en los descubrimientos, aunque no aquel viaje con Hojeda, pero era todo esto entónces muy reciente, y por esto muy manifiesto. No hizo mencion Hojeda del cabo de la Vela, porque está cerca del golfo de la Venezuela y es toda una tierra, y del golfo y provincia, como cosa señalada y notable, que, como se dijo, se llamaba por los indios Cuquibacoa, principalmente la hizo. De toda esta tierra ó ribera de mar

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