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drillas, cada una con su Capitan, con intencion, dice Américo, que si los pudiese hacer sus amigos, bien, pero si no que como á hostes y enemigos los tratarian, y, cuantos dellos haber pudiesen, harian sus esclavos perpétuos. Esto dice así Américo, y es de notar aquí el escarnio que quiere hacer Américo de la verdad y justicia, y de los leyentes, como si cuando se movieron á venir 100 leguas, habiendo prometido á los otros de los vengar y hacer guerra, vinieran á tratar amistad con ellos, ó para tener ocasion de cumplir con sus cudicias, que era á lo que de Castilla venian. Estas son las astucias y condenadas cautelas que siempre se han tenido para consumir estas gentes.

Salieron, pues, en tierra, pero los indios, por los tiros de fuego, no les osaron impedir la salida, sino espéranlos con gran denuedo: pelearon los desnudos contra los vestidos, fortísimamente, por mucho tiempo, mataron é hirieron de los desnudos los vestidos, inmensos, porque las espadas empléanse bien en los desnudos cuerpos; viéndose así hacer pedazos, huyeron el resto. Van tras ellos hasta un pueblo; prenden los que pudieron, que fueron 25; vuélvense con su victoria, puesto que aguada todavía, por dejar de su compañía uno muerto y traer 22 heridos. Despidieron á los 7 que habian venido con ellos de la tierra firme; partieron, dice Américo, con ellos la presa, porque les dieron 7 personas, 3 hombres y 4 mujeres de los cautivos, y los enviaron muy alegres, admirados de aquella hazaña que los cristianos hicieron y de sus fuerzas. Todo esto cuenta Américo, añidiendo que de allí se volvieron á España y llegaron á Cáliz con 222 indios cautivos, donde fueron, segun él dice, con mucha alegría recibidos, y allí sus esclavos todos vendieron. ¿Quién le preguntara agora que de dónde robaron y hobieron ó saltearon los 200 de aquellos? porque esto, como otras cosas, pásalo en silencio Américo. Nótese, pues, aquí, por los leyentes, que saben algo de lo que contiene en sí la recta y natural justicia, aunque sean sin fe, gentiles, con qué derecho y causa hicieron estos, con quien Américo iba, guerra á los de aque

lla isla, y hicieron y llevaron estos esclavos, sin les haber injuria hecho, ni en cosa chica ni grande ofendido, ignorando tambien si justa ó injustamente los de la tierra firme acusaban á los desta isla, y qué fama y amor quedaria derramada y sembrada de los cristianos en las gentes, y por los moradores della y de las comarcanas, quedando tan asombrados, lastimados y ofendidos; pero vamos adelante, que, acerca desto, grandis restat nobis via.

CAPITULO CLXVIII.

De aquí queda nuestro Américo asaz claramente de falsedad convencido, porque, de aquesta isla que escandalizó y en ella tan gran daño hizo, dice que se volvieron á Castilla; no haciendo mencion de haber venido primero á esta Española, como vino; la cual venida á su segundo viaje aplica, pero no es verdad, como en el cap. 162 probé arriba. Puesto que pudo decir verdad, que de aquella isla que guerrearon y maltrataron fuese su venida para Castilla, pero no por el discurso que hasta agora ha dicho; lo cual pruebo y parece así, por los testigos que se tomaron por parte del Fiscal del Rey en el pleito que el almirante D. Diego Colon trujo con el Rey, sobre la guarda y cumplimiento de sus privilegios, de que he hecho muchas veces mencion arriba; depusieron que Alonso de Hojeda, con quien venia Américo en su primer viaje, corrió la costa de la mar hasta Cuquibacoa, que es Venezuela, y el cabo de la Vela, y que de allí se vino á esta isla, y así lo juró un testigo que se llamó Andrés de Morales, que yo bien cognoscí, principal piloto y viejo en estas Indias, vecino desta ciudad de Sancto Domingo, el cual, en su dicho dice así: «Andrés de Morales etc.,» á la quinta pregunta dijo: «Que la sabe como en ella se contiene »; preguntado cómo la sabe, dijo: «Que la sabe porque se ha hallado muchas veces con Juan de la Cosa é con Alonso de Hojeda en las navegaciones de aquel viaje etc., y que los sobredichos partieron desta isla de Roquemes, en las de Canaria, é fueron á dar en la tierra firme encima de la provincia de Paria, é descubrieron por la costa abajo á la dicha provincia de Paria, é pasaron más abajo á la dicha isla Margarita, y de ahí á Maracapana, descubriendo la costa hasta el dicho Cacique Ayarayte, y desde allí, de puerto en puerto, hasta la isla

de los Gigantes, y desde allí descubrieron á la provincia de Cuquibacoa hasta el cado de la Vela, el cual nombre le pusieron el dicho Juan de la Cosa é Hojeda, é que de allí se vinieron á la isla Española.» Estas son sus palabras. Luego no pudo de allí tan abajo tornar á la isla que alborotaron, porque aquella no pudo ser sino alguna de las que están hacia el Oriente, comenzando de donde ellos estaban, como es la de Guadalupe y sus comarcanas, como arriba dijimos; y era dificilísimo subir de bajo arriba, por las grandes corrientes y contrarios vientos que por allí son continuos. Y esto se confirma porque fueron á parar al Brasil desta isla, que es al puerto de Yaquimo, esta costa abajo de Sancto Domingo, y es la propia y buena navegacion desde el cabo de la Vela hasta allí. Item, si habian, en aquel puerto ó tierra susodicha, adobado tan poco, habia sus navíos y tomado bastimentos, ¿cómo traian necesidad de adobarlos y de comida, como luego se dirá, á esta isla? Item, ¿cómo los testigos, y especial el piloto Andrés de Morales, que parece decir que iba con ellos, cómo no tocó ni otro ninguno en decir que Hojeda habia en algun puerto de aquella tierra firme hecho el bergantin y adobado sus navíos, siendo cosa señalada, y que daba más vigor á la verdad de sus dichos, que les pedian para que constase haber él descubierto aquella tierra firme, que era el fin que el Fiscal contra el Almirante pretendia? Luego, cierto, Américo trastrueca las cosas que les acaecieron y obraron en el primer viaje, al segundo, y las del segundo atribuye al primero, como arriba en el cap. 142 mostramos evidentemente, callando muchas y añidiendo otras que no convienen. De aquí parece, que el hacer del bergantin y adobar los navíos en aquella tierra firme, lo cual cierto fué, y yo lo sé por ser en aquel tiempo notoriamente manifiesto, esto hicieron en el segundo viaje y no en el primero; y venir á esta isla Española, y donde acaecieron ciertos escándalos que causó Hojeda en ella, que luego se dirán, fué en el primero y no en el segundo, como quiso fingir Américo, y más digo, que nunca vino Hojeda á descubrir é rescatar, é á poblar en tierra firme, que de vuelta no viniese á parar á

Toxo II.

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esta isla, como abajo parecerá, y la venida del viaje primero niega ó disimula Américo debajo de silencio. Item, despues que Hojeda salió de España, hasta llegar á esta isla, no pasaron más de cinco meses, como arriba ha parecido, luego no tuvo tiempo para todo lo que dice que hicieron en aquel primer viaje.

Tornando, pues, á proseguir el primer viaje de Hojeda, con quien iba Américo, por recta vía, y no por el camino torcido ó interpolado y confuso, como Américo lo escribe, decimos que, de la provincia de Cuquibacoa, que ahora se nombra Venezuela, y del cabo de la Vela, vino á tomar esta isla Española, y fué á surgir á 5 del mes de Setiembre, como arriba queda dicho en el cap. 164, al Brasil, que es á la provincia de Yaquimo, y áun creo que más abajo, cerca de la que se llama ahora la Çabana, tierra y reino de un Rey y señor que se llamaba Haniguayabá; supiéronlo luego los españoles que estaban por aquella provincia de Yaquimo, por indios, ó porque vieron venir los navíos por la mar, y supieron que era Hojeda, y hacen luego mandado al Almirante, que estaba aquí en Sancto Domingo, recien hecha la paz con Francisco Roldan y su compañía; luégo el Almirante mandó aparejar dos carabelas ó tres, y envió á Francisco Roldan con gente para que le prohibiese cortar brasil, sospechando que los cargaria dello, y que no hiciese algun otro daño, como sabia que Hojeda era más atrevido de lo que él quisiera, y dicho y hecho, como dicen. Llegó Roldan al puerto de Yaquimo, ó, por allí cerca, más abajo, con sus carabelas ó navíos, y saltó en tierra en 29 de aquel mes de Setiembre, y allí supo, de los indios, como estaba cerca de allí Hojeda; Roldan, con 26 hombres de su gente, púsose dél legua y media, y envió de noche por espías cinco hombres para ver qué gente estaba con él; halláronlo alborotado y que venia ya camino á ver á Francisco Roldan, porque le habian dado aviso los indios que habian venido tres carabelas y en ellas Francisco Roldan con mucha gente; como Roldan era por toda aquella tierra tan cognoscido, que tembla

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