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toria, desde su principio, de la India; el uno es Juan de Barros, en el libro V, cap. 2.o de su primera Década, y el otro es Fernan Lopez de Castañeda, en el libro I, cap. 29 de la «Historia de la India.» Parece, pues, bien probada manifiestamente la bondad natural, simplicidad, hospitalidad, paz y mansedumbre de los indios y gente de cuasi toda esta nuestra tierra firme, y cuán aparejados estaban, ántes que hobiesen recibido agravios y daños de los cristianos, y experimentado sus injusticias, para recibir la doctrina de nuestra fe, y ser imbuidos en la religion cristiana, y á Cristo, criador universal, todos atraidos, no solamente por testimonio de infinitos que los hemos experimentado y visto, y abajo, en muchas partes desta historia, larguísimamente se verá, y de todos los mismos castellanos descubridores, de los cuales muchos eran dellos escandalizadores y destruidores, que para que lo confesasen de su propio motivo, la misma razon y fuerza de la verdad los constreñia, pero tambien ordenó Dios que los portugueses fuesen desta verdad, por vista de ojos y experiencia, testigos. Y esto se verá bien claro en los siguientes capítulos.

CAPITULO CLXXV.

Si bien miramos, en todas las cosas que en este mundo visible acaecen, hallaremos por experiencia lo que la Escritura divina nos enseña cerca de la infalible providencia de Dios, conviene á saber, que uno de los principales cuidados que Dios tiene, si se puede decir, porque con un cuidado y un sólo acto lo gobierna y rige todo, es cerca de la prueba y de la guarda y conservacion de la verdad; de aquí es lo que dice el salmista David: qui custodit veritatem in sæculum, y por Esdras: veritas manet, et invalescit in æternum et vivit et obtinet in sæcula sæculorum. Por manera, que para que esta verdad, de ser estas gentes dóciles, pacíficas, benignas de su natural, y aparejadas, tan bien y muy más que otras, para ser doctrinadas y acostumbradas en toda virtud moral, y, por consiguiente, capaces y fácilmente atraibles á la fe católica y religion cristiana, si les es propuesta y predicada como Cristo lo estableció, y á todas las otras naciones del mundo la Iglesia universal la ha propuesto siempre y predicado, ha tenido por bien la divina Providencia, de que no sólo por experiencia los religiosos y siervos de Dios castellanos, y descubridores seglares y profanos, que sólo han venido á estas tierras por cudicia de amontonar riquezas temporales, y no sólo tambien habiendo llegado á una parte destas Indias y visto una gente, pero á muchas, y en muchas varias y diversas lenguas y naciones, pero que la gente portuguesa, seglares y religiosos, y personas de todo trato y profesion, confiesen todos, sin lo poder negar, que aquestas gentes no son otras sino aquellas que sucedieron de nuestro primer padre Adan, y esto basta para que con ellas se deban guardar los preceptos divinos y naturales, y las reglas de caridad que

han sido guardadas y usadas con nosotros, á quien Dios ha hecho tantos bienes y mercedes, que primero que ellas fuésemos llamados y traidos á la cristiandad. Vista, pues, la disposicion tan afable y apta para recibir todo bien moral y espiritual, que de aquellas gentes, moradores y habitadores en aquella tierra firme, aquestos portugueses, primeros que allí llegaron este año de 500, testificaron conforme á la que hallaron, y no callaron nuestros castellanos, refiramos en este capítulo y en el siguiente, la que vieron y trataron y experimentaron, y el fruto que por ella, con el divino favor, hicieron ciertos predicadores portugueses, que se llamaban de la Compañía de Jesus, despues deste tiempo muchos años; ciertos de los cuales, haciendo relacion del fruto que Dios sacaba de sus manos, escribieron á Portugal, á los de su profesion, las cosas siguientes, por muchas cartas, y dicen así:

La informacion que de aquestas partes del Brasil se puede dar, padres y hermanos carísimos, es que tiene esta tierra 4.000 leguas de costa, poblada de gente que anda desnuda, así mujeres como hombres, tirando algunas partes muy léjos, donde yo estoy, á donde las mujeres andan vestidas al traje de gitanas, con paños de algodon, por la tierra ser más fria que esta, la cual aquí es muy templada, de tal manera, que el invierno no es frio ni caliente, y el verano, aunque sea más caliente, bien se puede sufrir; empero, es tierra muy húmeda, por las muchas aguas que llueve en todo tiempo, muy a menudo, por lo cual los árboles y las hierbas están siempre verdes, y por aquesto es la tierra muy fresca. En parte es muy áspera, por los montes y matas que siempre están verdes; hay en ella diversas frutas, que comen los de la tierra, aunque no sean tan buenas como las de allá, las cuales tambien creo se darian acá si se plantasen, porque veo darse parras, uvas, y áun dos veces en el año, empero, son pocas, por causa de las hormigas, que hacen mucho daño, así en esto como en otras cosas. Cidras, naranjas, limones, dánse en mucha abundancia, y higos tan buenos como los de allá; el mantenimiento comun de la tierra es una raíz de

palo, que llaman mandioca, del cual hacen una harina de que comemos todos, y da tambien mijo (este debe ser maiz), el cual, mezclado con la harina, hace un pan que excusa el de trigo. Hay mucho pescado, y tambien marisco, de que se mantienen los de la tierra, y mucha caza de matos y gansos, que crian los indios; bueyes, vacas, ovejas, cabras y gallinas, se dan tambien en la tierra, y hay dellos mucha copia. Los gentiles son de diversas castas, unos se llaman goyaneces, otros carijos; este es un gentío mejor que hay en esta costa, á los cuales fueron, no há muchos años, dos frailes castellanos á los enseñar, y tan bien tomaron su doctrina que tenian ya casas de recogimiento para mujeres, como monjas, y otra de hombres, como de frailes, y esto duró mucho tiempo, hasta que el demonio llevó allí una nao de salteadores y captivaron muchos dellos. Trabajamos por recoger los salteados, y algunos tenemos ya para los llevar á su tierra, con los cuales iba un padre de los nuestros. Hay otra casta de gentiles, que se llama caymures, y es gente que habita por los montes; ninguna comunicacion tienen con los cristianos, por lo cual se espantan cuando nos ven, y dicen que somos sus hermanos, por cuanto traemos barba como ellos, la cual no traen todos los otros, ántes se rapan hasta las pestañas, y hacen agujeros en los bezos y ventanas de las narices, y ponen unos huesos en ellos que parecen demonios, y así, algunos, principalmente los hechiceros, traen el rostro lleno dellos. Estos gentiles son como gigantes, traen un arco muy fuerte en la mano, y en la otra un palo muy grueso, con que pelean con los contrarios, y fácilmente los despedazan, y huyen para los montes, y son muy temidos entre todos los otros. Los que comunican con nosotros, hasta agora, son dos castas, unos se llaman tupeniques y los otros tupinambas. Estos tienen casas de palmas muy grandes, y dellas en que posarán 50 indios casados con sus mujeres é hijos. Duermen en redes de algodon, sobre sí, junto de los fuegos, que en toda la noche tienen encendidos, así por el frio, porque andan desnudos, como tambien por los demonios, que dicen huir

del fuego, por la cual causa traen tizones de noche cuando van fuera. Esta gentilidad á ninguna cosa adora, ni cognosce á Dios, solamente á los truenos llaman tupana, que es como quien dice cosa divina; y así, nos no tenemos otro vocábulo más conveniente, para los traer al cognoscimiento de Dios, que llamarle Padre Tupana. Solamente, entre ellos, se hacen unas ceremonias de la manera siguiente: de ciertos en ciertos años, vienen unos hechiceros de luengas tierras, fingiendo traer santidad, y, al tiempo de su venida, los mandan á limpiar los caminos y vánlos á recibir con danzas y fiestas segun su costumbre, y, ántes que lleguen al lugar, andan las mujeres de dos en dos por las casas, diciendo públicamente las faltas que hicieron á sus maridos, y unas á otras pidiendo perdon dellas; en llegando el hechicero, con mucha fiesta, al lugar, éntrase en una casa oscura, y pone una calabaza que trae en figura humana, en parte más conveniente para sus engaños, y mudando su propia voz, como de niño, y junto de la calabaza, les dice, que no curen de trabajar ni vayan á la roca, que el mantenimiento por sí crescerá y que nunca les faltará que comer y que por sí vendrá á casa, y que las aguijadas se irán á cavar, y las flechas se irán al monte por caza para su señor, y que han de matar muchos de sus contrarios, y captivarán muchos para sus comeres, y promételes larga vida, y que las viejas se han de tornar mozas, y que las hijas que las den á quien quisieren; y otras cosas semejantes les dice y promete, con que los engaña, de manera, que creen haber dentro, en la calabaza, alguna cosa santa y divina, que les dice aquellas cosas. Y acabando de hablar el hechicero, comienzan á temblar, principalmente las mujeres, con grandes temblores en su cuerpo que parecen demoniadas, como de cierto lo son, echándose en tierra, espumando por las bocas, y en aquesto les suade el hechicero que entónces les da santidad; y á quien esto no hace tienenlo á mal, y despues le ofre cen muchas cosas, y en las enfermedades de los gentiles usan tambien estos hechiceros de muchos engaños y hechicerías. Estos son los mayores contrarios que acá tenemos, y hacen

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