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taba sobresaltada por una horrenda pesadilla o realidad, en que divisaba en lontananza hordas salvajes que asaltaban alquerías i poblaciones, robando incendiando, matando.

Una guerra sangrienta, en que los conquistadores morían entre torturas i vencían sin gloria, no despertaba entusiasmo, sino horror.

Los indios mutilaban los cadáveres de los invasores, i hacían pitos con sus huesos.

Visto el estado de los ánimos, el vice-gobernador se imajinó que sus adversarios de la víspera podían ser sus auxiliares de hoi i sus amigos de mañana. Cambió, pues, de frente, i siguió la nueva veta, desatendiendo un poco la antigua.

Impulsado por la ambición, resolvió oponerse a las levas i derramas que todos miraban de mal ojo. ' En consecuencia, apagó sus fuegos contra los encomenderos; i solo pensó en organizar una oposición vigorosa que pudiera ocasionar la caída del capitán jeneral.

XV

Los españoles se apresuran a levantar iglesias en Santiago.El cabildo nombra mayordomo de la obra de la catedral al arcediano don Francisco de Paredes, separando de este cargo al presbítero Francisco de Herrera.-Cristóbal de Aranda Valdivia es nombrado rejidor perpetuo.

La exaltación relijiosa de los españoles les inducía a levantar grandiosas iglesias en todos los parajes donde fundaban una ciudad.

La unidad de creencias hacía que no hubiera diversidad de opiniones en esta materia.

El trabajo costaba poco.

Los hombres que manejaban el arcabuz i el látigo tenían a su disposición recuas i manadas de indios para confeccionar los materiales, conducirlos i colocarlos.

Aunque el padre Alonso de Ovalle publicó su Histórica Relación del reino de Chile en 1646, esto es, en una época en que la capital se iba transformando i mejorando, contiene datos que permiten contemplar retrospectivamente ese embrión de barro santificado por algunas gotas de agua bendita.

«Los edificios (dice), fuera de los cimientos, que son de la piedra tosca, pero durísima, que da el cerro de Santa Lucía, que está ya dentro de la

ciudad, i fuera de algunas portadas i ventanaje, que hai de molduras de piedra blanca o ladrillo (que lo ordinario son de madera), lo demás es de adobes, de que se hacen las casas tan fuertes i de tanta dura, que he visto abrir boquerones mui grandes para ensamblar en ellos otras portadas he chas a lo moderno, i no hacer sentimiento la pared, aunque mui alta, i casi tan antigua como la mesma ciudad, porque el barro de que se hacen, se endurece de manera con la paja que se mezcla, que suele caer un adobe de mui alto i no quebrarse, con ser mui grandes, i de tanto peso, que no carga un hombre mas de uno.

«Lábranse ahora mejores casas, mas altas i mas autorizadas i lucidas que a los principios, porque los antiguos i primeros conquistadores cuidaban mas de sacar oro, i gastarlo en soberbios banquetes, en liberalidades i gastos superfluos, que en edificar, como pudieran haber hecho entonces, palacios i casas de vivienda de mucha estima, por tener la comodidad de la piedra tan cerca, i tener entonces tanta jente.

«En esta materia de edificios, puede esta ciudad, como también las demás de las Indias, gloriarse de una cosa digna de ponderación, i es de haber imitado en esto a Salomón, el cual comenzó por el templo i casa de Dios, antes que tratase de edificar sus reales palacios. Así lo han hecho los españoles en el nuevo mundo, heredando esta costumbre de sus antepasados, que poblaron o reedificaron los lugares i pueblos de España, los cuales, no solamente cuidaron de edificar primero la casa de Dios que las suyas, pero parece que en algunas partes tuvieron atención solo a lo primero. Es cosa maravillosa la que ponderé en esta parte, andando por casi toda Castilla i otros lugares de aquellos reinos, i es que no hai ninguno, por pequeño que sea, que

por lo menos no tenga buena iglesia. Algunos vi que parecían las casas de los vecinos palomares, i llegando a la iglesia, la vía que era de piedra, con su torre mui bien labrada, que me causó harto consuelo i edificación, considerando la piedad de los fieles que en esto resplandecía.

«A este modo, las españoles, conquistadores de las Indias, cuidando tampoco de sus casas i viviendas, comenzaron luego desde el principio las fábricas de las iglesias con tan grande aplicación i cuidado, que las que hoi se ven no parecen edificios hechos, como son, de cien años a esta parte, sino heredados, como en otras partes, de los jentiles, o fabricados de mucho mas tiempo atrás, siendo así que no hai ninguna iglesia que no la hayan sacado de sus cimientos los conquistadores de aquella tierra».

El presbítero Francisco de Herrera había ofrecido dirijir gratuítamente la construcción de la catedral, cuya primera piedra había sido puesta por don García Hurtado de Mendoza, i cuyo techo estaba todavía mui distante de concluírse.

En 27 de febrero de 1578, el cabildo aceptó su propuesta.

El eclesiástico mencionado se manifestó poco activo en el ejercicio de su cargo.

No falló en este caso una frase paradójica que el diccionario de la lengua castellana consigna en sus pájinas: lo barato es caro.

El municipio le retiró el mandato que le había conferido, nombrando en su lugar a don Francisco de Paredes, primer arcediano del coro de Santiago.

«En la ciudad de Santiago de Chile, en 26 días del mes de mayo de 1581 años, se juntaron en su ca

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