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XVI

El doctor López de Azoca reúne en su casa un cabildo estraordinario para arbitrar medidas acerca de una tropa que venía del sur i que se suponía desmandada.-El capitán Pedro Olmos de Aguilera viene a Santiago a reclutar soldados i a imponer una derrama.-Prisión del doctor López de Azoca.

El 30 de abril de 1581 fue un día de sobresalto en Santiago.

Era domingo.

En la tarde de ese día, el teniente jeneral doctor López de Azoca reunió en su casa a los concejales. Todo era insólito en aquel cabildo estraordinario: el lugar, el día, la hora.

Dejemos que el vice-gobernador manifieste el objeto de la citación.

«En la ciudad de Santiago de Chile, hoi domingo, en la tarde, a 30 días del mes de abril de 1581 años, se juntaron a cabildo e ayuntamiento en las casas de la morada del señor teniente jeneral de este reino, los ilustres señores justicia e rejimiento de esta dicha ciudad, presente el dicho señor doctor López de Azoca, teniente jeneral de este reino por Su Majestad, es a saber, el capitán Pedro Ordóñez Delgadillo i el capitán Juan de Barahona, alcaldes, i Bernardino Morales de Albornoz, factor

i veedor de la real hacienda de Su Majestad en este reino por Su Majestad, i el capitán Pedro Lisperguer i el capitán Gaspar de la Barrera i Alonso de Riberos i Luís de Cuevas i Juan Hurtado, rejidores en esta dicha ciudad por Su Majestad, por ante mí, Alonso Zapata, escribano público i del dicho cabildo por Su Majestad, para tratar i proveer cosas tocantes e pertenecientes al servicio de Dios, nuestro señor, i de Su Majestad, i bien de esta república. I lo que trataron, proveyeron i acordaron fue lo siguiente:

«En este dicho día i cabildo, el dicho señor teniente jeneral dijo que hoi dicho día ha venido a su noticia que de las ciudades de arriba, que están de guerra, vienen cantidad de soldados hacia esta ciudad, i han dicho que quieren entrar de noche en ella. I por estar este reino todo de guerra, salvo esta ciudad i la de Coquimbo, i los soldados i jente que andan en la guerra estar mui descontentos, se presume que los dichos soldados han desamparado la milicia, i contra la voluntad i sin orden del mui ilustre señor mariscal Martín Ruíz de Gamboa, gobernador de este reino, se vienen de la dicha guerra, i han fecho en ella i en las ciudades de arriba algún delito, por lo cual vengan, como dicho es, sin la dicha orden del dicho señor gobernador. I si los dichos soldados hubiesen fecho lo susodicho, conviene que sean castigados, i no se les dé lugar para que oculta i secretamente entren en esta ciudad, porque podría de ello venir gran daño por ser la cabeza de esta gobernación. I que ansí pedía a los dichos señores de este cabildo le diesen su parecer de lo que debía hacer en este negocio, porque dado en todo

lo

que fuese en servicio de Dios i del Rei, i en bien de esta república i conservación de este reino, estaba presto de lo poner en ejecución.

<I luego incontinenti los dichos señores de este

cabildo dijeron, habiendo visto lo propuesto por el dicho señor teniente jeneral, que en esta ciudad se ha tenido la misma noticia que su merced ha dicho de que viene jente a esta dicha ciudad, i se presume que viene desmandada, sin orden ni licencia del señor gobernador por no haber escrito, ni avisado los propios que venían a su merced, ni a otra persona de esta ciudad. I que ansí les parece que conviene al servicio de Dios, nuestro señor, i de Su Majestad, i quietud de esta ciudad, que luego incontinenti el dicho señor teniente jeneral envíe algunos espías a ver i saber qué jente es i por qué camino viene, i avisen de ello, i cuándo llegará a esta ciudad. I que en el entretanto estén el dicho señor teniente jeneral i todo este cabildo sobre aviso para proveer lo que mas conviniere al servicio de Dios, nuestro señor, i de Su Majestad. I firmaron de sus nombres. I con esto se concluyó este cabildo. El doctor López de Azoca.-Pedro Ordóñez Delgadillo.-Juan de Barahona.-Bernardino Morales de Albornoz.-Pedro Lisperguer.-Gaspar de la Barrera.-Luís de Cuevas.-Alonso de Riberos Figueroa.-Juan Hurtado.

«Pasó ante mí, Alonso Zapata, escribano público i del cabildo».

La tropa que se encaminaba a Santiago, no se componía de desertores, ni de sublevados, ni de forajidos.

No intentaba entrar a saco en la capital.

Venía mandada por el capitán Pedro Olmos de Aguilera, de quien Pedro de Oña ha trazado un retrato ecuestre en su Arauco Domado.

La rienda i el escudo en la siniestra,
sobre un furioso rucio plateado,
compuesto, repulido i alheñado,

i el asta de dos hierros en la diestra,
hace de su valor i estirpe muestra
el caballero de Olmos, todo armado,
desde el bridón i estribo hasta la frente,
de limpio acero i malla reluciente.

Pedro Olmos de Aguilera traía el encargo de reclutar soldados i de exijir una derrama.

Ambas cosas eran mal recibidas en Santiago, como se ha dicho.

Una leva i una contribucion son dos calamidades en todas partes, especialmente en una colonia pobre i despoblada.

La tierra de Arauco era un foso de leones i una tragona de dinero.

¿Hasta cuándo se imponían a los habitantes sacrificios?

La metrópoli misma estaba disgustada con esa batalla inacabable.

No concebía que una guerra de indios se prolongase tantos años.

¡Debía durar siglos!

El doctor López de Azoca quiso utilizar en su provecho ese descontento jeneral.

Creyó que, maniobrando con astucia, podía desbancar a Martín Ruíz de Gamboa, dado que éste escapase sano i salvo de las lanzas de los salvajes. Se enredó en sus propias redes.

Muchos no cuentan en sus planes con la muerte. El vice-gobernador no contó con la venida de su jefe a Santiago.

El siguiente capítulo de la historia de López de Azoca es una escena de comedia.

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