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«Testigos que fueron presentes a lo que dicho es Cristóbal Rodríguez e Pero Martín, alguaciles. I el dicho otorgante, al cual yo el escribano doi fe que conozco, lo firmó de su nombre juntamente con el dicho Francisco Orense. Francisco Orense. -Pero de Armenta.

«E por sus mercedes visto el dicho juramento fecho por los dichos Cristóbal Rodríguez i Francisco Orense i fianza por ellos dada, dijeron: que admitían, admitieron i recibieron a los susodichos al uso i ejercicio de los dichos oficios, al dicho Cristóbal Rodríguez por tal alguacil de las borracheras, i al dicho Francisco Orense por teniente de alguacil mayor de esta dicha ciudad. I les dieron en nombre de Su Majestad el poder que en tal caso es necesario para poder usar i ejercer los dichos oficios; i al dicho Francisco Orense para ello le entregó el señor correjidor la vara de la real justicia. I ansí lo proveyeron i firmaron de sus nombres. I con esto se cerró este cabildo. Juan de Barahona.-Antonio Carreño.—Bernardino Morales de Albornoz.-Juan de Gálvez.-Gaspar de la Barrera.-Alonso de Riberos Figueroa.-Juan Hurtado.

«Pasó ante mí, Alonso Zapata, escribano público i del cabildo».

El mariscal Martín Ruíz de Gamboa quería que los propietarios de las chacras, esto es, los dueños de las viñas i arboledas, que fabricaban el vino i la chicha que enloquecían a los indios, pagasen el sueldo del alcalde de las borracheras.

I ya que Juan Ruíz de León dejó los escaños del cabildo para ir a pelear en Arauco, debo advertir que dicho personaje manejaba la pluma a la par que la lanza.

Puede haberse observado que la municipalidad

encomendaba a menudo a Juan Ruíz de León i a Juan Hurtado la redacción de las cartas que enviaba i la contestación de las que recibía.

La ebriedad suministró amplia materia a los eclesiásticos para exhortaciones i controversias. ¿Pecaban mortalmente los indios que se emborrachaban?

¿Podían imputárseles los delitos que cometían durante la embriaguez?

¿Era lícito venderles ese licor que los trasformaba en bestias feroces?

Estas cuestiones i otras parecidas daban lugar a divisiones i subdivisiones, en que se agotaban todas las hipótesis imajinables.

Sea lo que fuere, las amonestaciones i los consejos de los sacerdotes se estrellaban por lo común contra un vicio arraigado peculiar de la barbarie, excitado por la necesidad que esperimentaba la raza vencida de buscar un refrijerio a sus queb: antos i una diversión a sus trabajos.

Años después, el obispo Villarroel tronaba con. tra el licor.

«¿El vino, a quién ha de perdonar (decía) si se estrenó con su inventor? ¡Qué mal es la embriaguez! Orijinóse de allí la esclavitud; i hasta allí no se sabe que algun hijo perdiese el respeto a su padre. Qué valiente enemigo! Noé escapó del diluvio i Loth del fuego; i entrambos se rindieron al vino. Si uno da en beber ¿quién lo podrá enfrenar? ¿Por qué quebró Moisés las tablas de los divinos preceptos? Porque se estaba el pueblo embriagando, i para bebedores no hai leyes. Poco caudal de la fe tiene un bebedor. El pueblo de Israel se levantó de

beber a idolatrar; por esto, en los indios andan tan juntos estos dos pecados».

La codicia i la intemperancia resistieron.

Los propietarios continuaron confeccionando su vino i su chicha, i los indijenas continuaron bebiéndolos con la misma avidez.

Entre los daños causados por el Mapocho en su última creciente, estaba el cegamiento de la fuente que surtía la pila de la ciudad.

El caprichoso riachuelo era muchacho de ave

rías.

El cabildo mandó que se pagara al cantero Juan de Lezana la cantidad que se le adeudaba por la reparación de ese perjuício.

Ordenó igualmente que se satisficiera al capitán Juan de Cuevas la suma que se le debía por la obra de la casa municipal.

«En la ciudad de Santiago de Chile, en 17 días del mes de noviembre de 1581 años, se juntaron en su cabildo e ayuntamiento, según lo acostumbran, los ilustres señores justicia i rejimiento de esta dicha ciudad, para tratar i proveer cosas tocantes al servicio de Dios, nuestro señor, i de Su Majestad, i bien de esta república, es a saber, el capitán Juan de Barahona, correjidor en ella por Su Majestad, i el tesorero Antonio Carreño, alcalde ordinario en ella este presente año.........

«En este dicho día i cabildo, los dichos señores justicia i rejimiento susodichos mandaron que se dé libranza a Juan de Lezana, cantero, de treinta pesos de buen oro de contrato que se le deben i concertó con él en nombre de este cabildo el señor capitán Gaspar de la Barrera, rejidor de él, por comisión de este cabildo, porque reparase la fuente

que robó el río de esta ciudad del agua que viene al pilar de clla, la cual libranza se le dio luego. I la firmaron sus mercedes para Antonio González, mayordomo de esta dicha ciudad, a las espaldas de la cual está la carta del pago de dicho Juan de Lezana. «En este dicho día i cabildo, se presentó cierta petición por parte de Domingo Delossu, por la cual pedía que mandasen sus mercedes que se limpiase cierta acequia con que pretende regar ciertas tierras suyas el dicho Domingo Delossu. Proveyeron a ella que el alcalde de las aguas la vea i provea lo

que convenga.

«En este dicho día i cabildo, los dichos señores justicia i rejimiento susodichos proveyeron un auto sobre el dinero que pide el capitán Juan de Cuevas que se le pague, que pague, que le debe este cabildo de resto del pendón i de la obra de las casas de este cabildo: trescientos noventa i nueve pesos i tres tomines i nueve granos de buen oro de contrato; por los cuales le mandaron dar libranza para que de los acarretos pertenecientes a esta ciudad del año venidero de 1582 en adelante se le paguen, la cual libranza se le dio en forma. I con esto se cerró i concluyó este cabildo. I lo firmaron de sus nombres. Juan de Barahona.-Antonio Carreño.-Bernardino Morales de Albornoz.—Juan de Gálvez.—Cris· tóbal de Aranda Valdivia.-Gaspar de la Barrera. -Alonso de Riberos Figueroa.-Juan Hurtado.

«Pasó ante mí, Alonso Zapata, escribano público i del cabildo».

XXV

Fallecimiento de Ana de Austria.-Felipe II ordena que se le hagan exequias en Chile.-El cabildo acuerda vestirse de luto. Se fija en doscientos pesos la cantidad que el ayuntamiento debía gastar en dicho luto. Se celebran en la catedral las exequias decretadas por el rei.-Derrama impuesta para obras en el Mapocho i reparaciones en el puente del Maipo. Conclusión.

Felipe II se casó en 1570 con Ana de Austria, su cuarta i última mujer.

Había mucha diferencia de edad entre los consortes.

Él tenía cuarenta i dos años, i ella contaba veinte i uno.

Felipe II amó entrañablemente a su esposa. Doña Ana era joven, bella, hacendosa; se amoldaba a todos los gustos de su marido.

No es estraño que éste la quisiese.

Felipe II creía deberle la prolongación de su existencia terrenal.

Cuando el monarca de las Españas e Indias emprendió la conquista de Portugal, cayó gravemente enfermo.

La reina, alarmada, se postró de rodillas ante Dios, i ofreció su vida por la del rei.

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