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el gobierno, y no fuerte la nacion para disputar con la que era más poderosa, tuvo que precipitar un convenio con ella, haciéndole concesiones importantes. Nos maravillaria esta conducta de la Gran Bretaña, sino la hubiéramos visto en dias harto recientes conducirse de un modo análogo con la nacion española, cuando la veia envuelta en una guerra estranjera y costosa; con la diferencia que ahora España, en medio de sus apremiantes atenciones, satisfizo con brevedad prodigiosa y con hidalgo rumbo la reclamacion inglesa, dando al acreedor apremiante una leccion y un testimonio de no haberse extinguido la antigua caballerosidad española.

Inminente, pues, y casi segura la guerra, contrarios á ella muchos españoles, ó por sus opiniones, ó por oposicion á los ministros, ardiendo los partidos en discordias, escasísimos los recursos para sostenerla, pocas y no del todo bien disciplinadas las tropas para resistir la invasion, y con más simpatías de parte del rey hacia los agresores que hácia los que preparaban la defensa, procedió no obstante el gobierno á buscar recursos, á levantar, armar y organizar fuerzas, y á nombrar los jefes que habian de mandarlas. Nada tuvo que hacer en Cataluña, donde tan brillantemente habia dirigido Mina las operaciones de la guerra interior. El mando de las fuerzas de Navarra, Aragon y el litoral del Mediterráneo se confió al general Ballesteros; el de Castilla la Nueva, ó sea ejército de reserva, al conde de La-Bisbal; dióse el de Galicia á don Pablo Morillo, conde de Cartagena, y se puso el de Andalucía en manos del general Villacampa. Eran en verdad los generales de más crédito, de mas reputacion y de más servicios, y el gobierno pareció haber hecho estudio de escogerlos de todas las parcialidades políticas, como si hubiera querido significar que debian reunirse todos los partidos constitucionales para rechazar la agresion estranjera y realista que se aguardaba (1). Intencion, ó casualidad, esto parecia lo conveniente, pero no podia evitar el gobierno que cada partido se quejára del nombramiento de aquél ó aquellos que no eran de su confianza. A todos revistió de ámplias facultades.

Al comunicar á las Córtes sus resoluciones (12 de febrero, 1823) bosquejaba el estado de los negocios públicos, para que en su vista adoptasen aquellas las providencias que juzgasen oportunas. Fasado aquel documunto á una comision especial, ésta propuso al siguiente dia su dictámen, espresando.er él: 1.° Que si las circunstancias exigiesen que el gobierno mudára de residencia cuando las Córtes extraordinarias hubieran cerrado sus sesiones, las Córtes decretaban su traslacion al punto que aquél señalase, de acuerdo con la

(1) Por ejemplo, Ballesteros era tenido por representante de la sociedad comunera; la masonica miraba como suyo à La-Bisbal;

Mina cra muy grato al partido exaltado amigo del ministério, y este aborrecia â Morillo, que era agradable á los moderados.

diputacion permanente: 2.° Que en este caso el gobierno consultaria el parajo donde hubiera de trasladarse á una junta de militares de ciencia, conocimientos y adhesion al sistema.

Este proyecto de traslacion, con el cual se sabia estar conforme el gobierno, aunque no partiera de él la iniciativa, prueba que ni las Córtes ni el gobierno esperaban un alzamiento general de la nacion contra el estranjero, como en 1808; que muy al contrario, conocian la diferencia de las circunstancias por efecto de los partidos políticos que la dividian; que los enemigos interiores de la Constitucion, de los cuales casi habia estado amenazada ya la capital, podrian, en combinacion con los estranjeros, aspirar á dar un golpe en la córte misma, poblacion por otra parte abierta, y por tanto fácilmente accesible á un ejército estranjero, de que guardaban memoria no muy lejana los franceses. Era, pues, prudente, á su juicio, una vez resueltos á sostener la lucha, situar el gobierno y las Córtes en punto que estuvieran más al abrigo de un golpe de mano, como ya en otra ocasion se habia hecho.

Impugnaron la totalidad del dictámen algunos diputados (1 de febrero), tambien con razones muy fundadas y atendibles: defendiéronle calorosamente Argüelles y Valdés. Al dia siguiente se discutieron los artículos: tambien los impugnaron algunos, pero otros los defendieron con vehemencia y energía. Patentizóse en esta discusion la mala fé de las potencias de la Santa Alianza; hízose una reseña de los actos con que habian mostrado su ódio á las instituciones desde que fueron proclamadas el año 20; se puso de manifiesto el ultraje y el insulto que en las Notas se hacia á una nacion libre, generosa é hidalga; se demostró la irritante amenaza que envolvian las palabras del discurso del monarca francés; se hizo ver que no habia medio decoroso de evitar la guerra, y que teniendo motivos para considerar ésta inmediata, seria insigne imprudencia dejar espuestos á una sorpresa las Córtes, el gobierno y la persona sagrada del rey. Fué, pues, aprobada la medida propuesta por la Comision en votacion nominal, por 84 votos contra 53 (15 de febrero).

Pocas resoluciones habrán sido atacadas con más dureza, con más virulencia y acritud que ésta. Ensañáronse contra ella la córte y los realistas, y desaprobábanla otros, ó por motivos de rivalidad, ó por creerla innecesaria ó prematura. Volvióse con esta ocasion á censurar la obstinacion y la terquedad de los ministros, en no plegarse á lo que á juicio de muchos exigian la necesidad y la prudencia. Redobláronse los trabajos para derribar el ministerio, que las Córtes por su parte se esforzaban en sostener. Los ministros, que cada vez creian más en la conveniencia de la medida de traslacion, mirándola como el único camino de salvacion posible, resolvieron abordar francamente esta cuestion con el rey, entrando con él en esplicaciones. Pero Fernando,

que habia mostrado una repugnancia manifiesta á la medida, sc espresó contra ella en términos tan fuertes, y opuso una resistencia tan firme, cual nunca los ministros habian esperimentado, y de tál manera, que considerándola invencible se retiraron de su presencia sin insistir más por entonces, y con el convencimiento de que era llegado el caso de presentar sus dimisiones. Mas como al dia siguiente (19 de febrero, 1823) hubiesen de cerrar sus sesiones, cumplido el plazo natural, las Córtes extraordinarias, determinaron diferirlo hasta despues de concluido este acto.

No quiso el rey solemnizar con su presencia esta ceremonia. El discurso de clausura fué leido por el presidente (4). Además de la frialdad del acto, presentaba todo un aspecto sombrío, y los ánimos se mostraban preocupados, como á la aproximacion de una gran novedad. En efecto, apenas los ministro3 habian regresado á sus secretarías, cuando recibieron los decretos de exoneracion, á escepcion del de Hacienda, á quien se habia encomendado el refrendarlos y comunicarlos. Mas al anochecer de aquel mismo dia alborotóse una: parte de la poblacion pidiendo la reposicion de los ministros: llenóse do gente la plazuela de Palacio; oyéronse voces y gritos subversivos; algunos do «<¡Muera el rey! ¡muera el tirano!» y el régio alcázar se vió amenazado por atrevidos, aunque no muy numerosos grupos: algunos subieron las escaleras, y la persona del rey parecia correr peligro: guardábale solo la milicia, y eran muy contadas las personas que acompañaban á Fernando, fuera de sus hermanos, abandonado en aquella ocasion de casi todos sus servidores (2). La multitud no se aquietó hasta que le fué anunciado que el rey habia revocado los decretos, y repuesto provisionalmente á los mismos ministros, á quienes se llamó en efecto à las once de la noche, con órden de que acudieran inmediatamente á sus puestos. Accedieron á ello los ministros, despues de haber conferenciado entre sí, y consultado con sus amigos, y á poco más de la media noche quedaba restablecido el ministerio.

Todavía en la mañana del 20 (febrero, 1823) una gavilla de sediciosos de

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oficio y de comuneros de la ínfima clase se dirigió al palacio del Congreso, donde celebraba sesion la diputacion permanente, pronunciando á gritos la palabra regencia, que equivalia á pedir la suspension del rey. Aturdida la diputacion, aunque menospreció la demanda, no tuvo energía para hacer castigar á los audaces alborotadores. Al mismo tiempo otros de algo más alta esfera estendian una representacion pidiendo lo mismo, y para recoger firmas colocaron mesas en las plazas y calles principales. No faltó, como no falta nunca gente para todo en las grandes poblaciones, quien la suscribiera, pero los mismos comuneros de mas representacion se encargaron de poner término á tan escandaloso acto, y hubo quien derribó las mesas, dejando atónitos á los que convidaban á firmar, con lo cuál se restableció, al menos en lo material, el sosiego.

Mas el poder obtenido de una manera violenta y conocidamente inconstitucional, con visible repugnancia del monarca, no podia satisfacer á los mismos que así le habian recobrado. Reconociéndolo ellos, espusieron al rey que no podian serle ya útiles sus servicios, y pidieron ser relevados. Deseábalo tambien el monarca; si bien, hecho cargo de su posicion respectiva, para exonerarlos de cierta manera honorífica accedió á hacerlo de un modo singular que se le propuso, á saber, que no cesasen en sus cargos hasta que leyesen en las Córtes ordinarias, segun práctica de entonces, las Memorias espresivas del estado de los negocios de cada departamento (1). Este ardid era un triunfo para los ministeriales, interesados en que se llevára á efecto el viaje del rey acordado por las Córtes. Así continuaba de hecho, y para aquel objeto, un ministerio caido, no obstante haber procedido el rey al nombramiento de los que le habian de reemplazar, cuyo nombramiento recayó en las personas siguientes: don Alvaro Florez Estrada, para Estado; don Antonio Diaz del Moral, para Gobernacion; don Lorenzo Calvo de Rozas, para Hacienda; el general don José María Torrijos, para Guerra; don Ramon Romay, para Marina; don Sebastian Fernandez Vallesa, para Gracia y Justicia. Todos eran de la parcialidad exaltada, algunos pertenecian á las sociedades secretas. No hablaremos ahora de las condiciones de cada uno. Embarga nuestra atencion, como embargaba entonces la del país, la relacion de los sucesos que estaban abocados, y con que darémos principio al capítulo siguiente.

(1) Art. 82 del Reglamento de las Córtes: Al dia siguiente (el segundo de su instalacion) se presentarán los ministros, y cada uno en su ramo darán cuenta del estado en que se balla la nacion. Sus Memorias, que

deben imprimirse y publicarse, se conservarán en el Congreso para que las noticias que contengan puedan servir à las comisiones.»

CAPITULO XV.

SALIDA DEL REY Y DEL GOBIERNO DE MADRID.

LAS CORTES EN SEVILLA,

SESION MEMORABLE.

1823.

(De 4.o de marzo á 15 de junic.)

Apertura de las Cortes.-Discurso del rey-Sus protestas de ardiente liberalismo -Informe del ministro de Estado sobre la actitud del ejército francés de observacion.Acuérdase manifestar al rey la necesidad de trasladarse el gobierno y las Cortes á punto más seguro.-Accede Fernando á la traslacion.-Se designa la ciudad de Sevilla.Señálase para la salida 20 de marzo.-Ocupaciones y tareas de las Córtes en este período. Salida del rey y de la familia real.—Llegan á Sevilla.-Abren allí las Cortes sus sesiones.-Discurso arrogante del presidente.-Noticia de la invasion de los franceses en España.-Declaracion de guerra á la Francia.-Cambio de ministerio.-Asuntos en que se ocupan las Córtes.-Manifiesto del rey á la nacion española.-Mensaje de las Córtes al rey.-Proclama del duque de Angulema en Bayona.-Entrada del ejército francés.-Vanguardia de realistas españoles.-Regencia absolutista en Oyarzun.-Su primer decreto.-Distribucion de las tropas constitucionales.-No resisten la entrada de los franceses.-Avanzan éstos sin obstáculo camino de Madrid.-Estraña y torcida conducta de los condes del Montijo y de La-Bisbal.-Comunicaciones que entre ellos mediaron.-Gran disgusto en la córte y en el ejército.-Tiene que esconderse el de LaBisbal.-Toma el mando de las tropas el marqués de Castelldosrius.-Sale con ellas de Madrid.-Queda el general Zayas para conservar el órden público.-Capitúla con el principe francés.-Intentona de Bessières sobre Madrid.-Escarmiéntale Zayas.-Escesos y castigo del populacho.-Entra Angulema en Madrid.-Sale Zayas.-Regencia y ministerio realistas.-Vuelven las cosas al 7 de marzo de 1820.-Creacion de voluntarios realistas. Desenfreno de la plebe.-Representacion de los Grandes de España.Contestacion de Angulema.-Sesiones de las Córtes en Sevilla.-Dictámen de la comisjon diplomática.-Sensacion que causan los sucesos de Madrid.-Medidas de las Córtes:-Alarma en Andalucía.-Trátase de la trasiacion del rey y de las Cortes á Cádiz.Resistencia del monarca.-Comision de las Córtes.-Respuesta brusca del rey.-Pro

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