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obediencia, y mantener o reconquistar las colonias españolas de América, que ó se habian emancipado ya de la metrópoli, ó luchaban todavía por alcanzar su independencia, cuya cuestion cometieron las Córtes el error de no acabar de resolver en el último período constitucional. Algun tratado de reconocimiento, hecho con más ó ménos legítimos poderes, llegó á España cuando aquél espiraba, y quedó por lo tanto indeciso. Fernando, que no reconoció nada de lo hecho por las Córtes, negóse tambien á todo pacto ó transaccion con los insurrectos americanos, sin mirar que le faltaban fuerzas y medios para reducirlos, cuando aquellos se habian proclamado ya libres, y establecido las repúblicas de Venezuela y de Colombia, de Chile y del Rio de la Plata, que en Nueva España solo se conservaba por nosotros el castillo de San Juan de Ulúa, y que solo en el vireinato del Perú teníamos un lucido ejército que peleaba gloriosamente, siempre con heróico denuedo, pero no siempre con próspera fortuna.

Fiaba Fernando en la proteccion de los soberanos de Europa para domar la rebelion americana y recobrar sus antiguas posesiones ultramarinas; pero ademas de la vacilacion de las potencias, por encontradas consideraciones, deteníalos y los paralizaba, dado que táles hubieran sido sus deseos, la politica de la Gran Bretaña, cuyas declaraciones y cuya conducta hemos visto y podido juzgar en el capitulo precedente. Al fin el gobierno inglés dió á España el golpe de gracia de tanto tiempo meditado y con que la habia estado amenazando, con la declaracion (1.o de enero, 1825) de que reconocia como potencias independientes varios de los estados desprendidos de la dominacion española, haciendo conocer su resolucion por una nota dirigida á los agentes diplomáticos de todos los gobiernos con quienes estaba en amistad. Lo mismo habian hecho ya los Estados-Unidos, comprendiendo en una general declaracion á todos los que habian proclamado su independencia. En aquel mismo año se vieron los españoles que guarnecian el castillo de San Juan de Ulúa obligados á evacuarle por capitulacion (18 de noviembre, 1825), abandonagdo así el único punto que España poseia en el territorio mejicano.

La guerra del Perú era la que se habia sostenido con más empeño y con más gloria de parte de los generales y del ejército español. Fundábanse en ellos grandes esperanzas, y no pocas veces consolaba leer en la Gaceta de Madrid los partes de victorias y triunfos conseguidos allí contra los insurrectos por nuestros leales soldados. Pero faltaban las fuerzas navales y los recurses necesarios para reparar las pérdidas que tambien se sufrian, y para poder alcanzar la conservacion de un imperio tan lejano. En favor de los disidentes del Perú acudió de la república de Venezuela el general Simon Bolivar, acreditado entre los americanos como guerrero, y tambien como político.

Conocióse este auxilio en las operaciones de la guerra: en la batalla de Junin alcanzaron los peruanos una considerable ventaja sobre los españoles. Repusiéronse éstos sin embargo, merced á la inteligencia y á los esfuerzos de sus caudillos, entre los cuales sobresalia el valiente, activo y honrado don Gerónimo Valdés. Las cosas parecian ofrecer ya un aspecto favorable á las armas españolas: mas todas las esperanzas vinieron á desvanecerse en la batalla que por el nombre del valle en que se dió es conocida con el de batalla de Ayacucho, en que despues de haber andado vária la fortuna se declaró completamente en favor de los americanos, teniendo que capitular todo el ejército español, obligándose á abandonar aquellas regiones. Infortunios que vinieron á condensar y oscurecer las ya barto negras sombras del calamitoso reinado de Fernando VII.

En Francia, como hemos visto, habia sucedido á Luis XVIII., monarea que á pesar de haber acabado con las libertades españolas habia dado tantos consejos de tolerancia al rey Católico, su hermano Cárlos X., de menos alcances y capacidad, de más fanática devocion, más obstinado, más dado á sostener los privilegios de la nobleza, y por lo mismo más espuesto á perder los de la corona, pero tambien, por aquellas condiciones, más del agrado de Fernando VII., que no se veia importunado con consejos que contrariáran su carácter y las tendencias de su política. Sin embargo de esto, las relaciones entre las córtes de Francia y España no sufrieron alteracion esencial en este período.

CAPITULO XXI.

INSURRECCION DE CATALUÑA.

LA GUERRA DE LOS AGRAVIADOS.

4826.-1837.

Instalacion del nuevo Consejo de Estado.-Temeraria invasion de emigrados.-Los hermanos Bazan.-Su exterminio.-Fusilamientos.-Privilegios á los voluntarios realistas. -Influencia teocrática.-Lamentable estado de la enseñanza pública.-La hipocresia erígida en sistema.-Escepcion honrosa.-Célebre y notable esposicion de don Javier de Burgos al rey.-Efecto que produce.-Ascendiente del conde de España en la córie. -Viaje de SS. MM. á los baños de Sacedon.-Sucesos de Portugal.-Muerte de don Juan VI.-Conducta del infante don Miguel.-Renuncia don Pedro la corona en su hija doña María de la Gloria.-Otorga una carta constitucional al reino lusitano.- Disgusto y agitacion en los realistas portugueses y españoles.-Proteccion de Inglaterra á doña María de la Gloria.-Manifiesto del monarca español.-Movimientos en España con motivo de los sucesos de Portugal.-Consejos del gobierno francés á Fernando.-Son desoidos.-Exigencias de los realistas exaltados.-Don Carlos y su esposa.-Los agraviados de Cataluña.-Federacion de realistas puros.-Se atribuyen maliciosamente los planes de rebelion á los liberales emigrados.-Estalla la primera rebelion realista en Cataluña.-Es sofocada.-Fusilamiento de algunos cabecillas.-Proclamas y papeles que descubren sus planes.-Indulto.-Segunda y más general insurreccion.-ReunioDes de eclesiásticos para promoverla.-Junta revolucionaria de Manresa.-Pónese á la cabeza de los sediciosos don Agustin Saperes (a) Caragol. — Alocuciones notables.-Bandera de los agraviados.-Proclaman la Inquisicion y el exterminio de los liberales.-El clero catalan.-Levantamiento de Vich.-Cunde la insurreccion en todo el Principado. -Resuelve el rey pasar en persona á Cataluña.-Vá acompañado de Calomarde.--Su alocucion á los catalanes.-Refuerzos de tropas.-El conde de España general en jese. -Van siendo vencidos los insurrectos.-Sorpresa grave del conde de España en un convento de Manresa.-Resultados de aquel suceso.-Huida de Jep dels Estanys. -Entrada del de España en Vich.-Diálogo notable con aquel prelado.-Derrota de los rebeldes. -Curioso episodio de la célebre realista Josefina Comerford.-Pacificacion de Cataluña. -La reina Amalia es llamada por el rey.-Recibela en Valencia.-Festejos en esta ciudad.-Misteriosos y borribles suplicios en Tarragona.-Pasan á Tarragona el rey y ia reina-Prision y castigo de Josefina.-Vá el conde de España á Barcelona.-Evacuan

la plaza las tropas francesas.-Trasládanse á Barcelona los reyes,-Cómo son recibidos y tratados.-Primeras medidas del conde de España contra los liberales. -Síntomas de grandes infortunios.

Por suplemento á la Gaceta de Madrid de 17 de enero (1826) se anunció haberse instalado solemnemente el dia anterior el nuevo Consejo de Estado, creado por real decreto de 28 de diciembre último, presidiendo el rey la ceremonia y ocupando la silla del trono, y teniendo á sus lados á los infantes don Cárlos y don Francisco. El duque del Infantado, como primer secretario de Estado y del Despacho, pronunció un discurso, del cual fueron las más notables las frases siguientes:

«De todas nuestras atenciones ningunas más sagradas que la de ser unos «vigías constantes de la seguridad del trono, y la de conservar ilesos los legíatimos derechos que V. M. heredó con la corona de las Españas, evitando que "por persona ni so pretesto alguno sean desconocidos ó menoscabados. Sí; ju<ramos y prometemos á V. M. que no descansarémos mientras nos conste que «existen enemigos de vuestra soberanía, cualquiera que sea la máscara con «que se disfracen, ó do quiera que se oculten; aun en las cavernas tenebrosas «de su malignidad, allí los descubriremos, y los presentarémos á la innata «clemencia de V. M.» Y concluia protestando que el Conssjo llenaría su mision con calma, con prudencia, con la más estricta imparcialidad, y libre de todo espíritu de partido.

Quiso la mala suerte para los liberales, que los primeros que dieran ocasion al gobierno para desplegar nuevamente su fiero rigor contra los que consideraba enemigos de la soberanía, fuesen de la clase de los constitucionales emigrados, que preocupados con una idea, ciegos en su delirio, y desconociendo desde el estranjero las circunstancias y el verdadero espíritu de su país, fascinados con la ilusion de que los aguardaban para unírseles á su llegada numerosos partidarios, se lanzaban á temerarias empresas, soñando facilidades y triunfos halagüeños. Tál les sucedió al coronel don Antonio Fernandez Bazan y su hermano don Juan, que con algunos otros jefes y sobre sesenta individuos que los seguian, desembarcaron una noche en la costa de Alicante (18 á 19 de febrero, 1826), y cercaron al amanecer el pueblo de Guardamar. Muy pronto se abrieron sus ojos al desengaño. En lugar de los numerosos adictos que confiaban habian de levantarse en su favor, echáronseles encima los voluntarios realistas de la comarca, como ansiosos de devorar la presa que se les venia á las manos. Quisieron los invasores reembarcarse, mas como se lo impidiese el contrario viento, buscaron amparo en la áspera y quebrada sierra de Crevillente. Los gobernadores militares de Orihuela, Alicante y Múrcia, todos enviaron fuerzas contra ellos; los realistas

de Elche los alcanzaron, y mataron al teniente coronel don José Selles, haciendo varios prisioneros. Perseguidos y acosados los demás por la sierra, don Juan Bazan cayó mortalmente herido; desesperado el don Antonio, intentó acabar con la vida de su hermano y con la suya propia disparando dos pistolas, mas con tan mala suerte que en ambas le falló el tiro. Abalanzáronse sobre ellos sus perseguidores, y ambos fueron hechos prisioneros con bastantes de los suyos. Bazan fué fusilado en Orihuela sobre las mismas parihuelas en que habia sido conducido por sus heridas (4 de marzo, 1826), sufriendo con admirable serenidad la muerte (1). En Alicante corrió la sangre de veinte y ocho víctimas; la de algunas más tiñó el suelo de otros pueblos.

El artículo de oficio, en que se anunciaba por Gaceta extraordinaria este suceso comenzaba: «Una nueva gavilla de aquella ralea de desalmados foragidos á quienes no escarmienta la esperiencia, etc.» Así eran tratados y calificados oficialmente los que, si bien con ligereza y con indiscrecion, obraban muchas veces á impulsos de una idea política, y guiados por un fin á sus ojos patriótico y noble. Cada chispa de estas que saltaba daba pié para que arrec iáran los furores de la persecucion, y para que se apretáran los resortes de la máquina. Estendíanse á nuevas clases las purificaciones. Mudábanse los capitanes generales de las provincias (2). Nombrábase un inspector general de voluntarios realistas (3); concedíanse á estos cuerpos nuevos privilegios, como los de exencion de cartas de seguridad, y de libre introduccion por las provincias

(1) Escribian de Orihuela, al tiempo de noticiar la muerte de este desgraciado, que babia pedido la imagen de la Vírgen, y orado ante ella con las lágrimas en los ojos, admirando y enterneciendo á todos los cireunstantes, y que habia suplicado siempre al confesor que no le desamparase ni un instante. «No cabe duda, añadian, en que ha muerto como un buen cristiano.-Gaceta del 23 de febrero, 1826.

Pero en la Gaceta del propio dia se estampaba la siguiente correspondencia, que repugna á la cultura, á la humanidad, y hasta al buen sentido: «Ayer fué ahorcado cen esta Antonio Caso, alias Jaramalla: muerió impenitente, y dejando consternado al «numeroso concurso que asistió á este hor<rible espectáculo, haciéndolo más espanto«so un terrible torbellino que se observó al <espirar este malvado, quien salió de la cáracel blasfemando, y diciendo táles palabras «que no se pueden referir sin vergüenza; y á pesar de haberle puesto una mordaza, repetia como podia: «viva mi secta, viva la

cinstitucion masónica:» así fue arrastrado «á la cola de un caballo hasta el patibulo. «Por más diligencias que han hecho saceradotes de todas clases, no han podido con«seguir que ni siquiera pronunciase el nomabre de Jesús y de María, antes bien los despreciaba con injurias é inauditas blas«femias: despues de muerto se le cortó la «mano derecha para ponerla en el sitio de «sus delitos, y arrastrando su cadáver lo condujeron al muladar. Así concluyen mi«serablemente su vida estos proclamadores «de la libertad, y esta es la felicidad que «prometen á los que los siguen, ir á parar «donde van las bestias.»-¡Así se escribia oficial y semi-oficialmente en la Gaceta del gobierno!

(2) En esta ocasion pasó de Castilla la Vieja á Navarra el duque de Castroterreño; fué destinado á Castilla la Vieja don Francisco Longa, á Aragon don Felipe SaintMarch, y á Valencia don José O'Donnell,

(3) Lo fué don José María Carvajal, que mandaba la província de Valencia,

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